Cabo primero López Martinez: «¡Presente!»

El pasado viernes se celebró un acto de homenaje en el monolito erigido en su honor. Falleció en un fatídico accidente por salvar la vida de un montañero en grave peligro

27/09/2023

     Han pasado cuarenta y un años y sigue presente entre nosotros. Cada 25 de septiembre, el cabo primero honorífico del Cuerpo de Infantería de Marina, Luis Manuel López Martínez, continúa formando junto al guion de la que fue su unidad hasta ese aciago día, la Compañía Mar Océano del Grupo de Honores.

     A los pies de la parroquia de la Inmaculada Concepción, en el centro del barrio madrileño de El Pardo, se encuentra un monolito erigido en su memoria. Hasta allí se trasladó en la mañana del día citado una representación del Grupo de Honores, encabezada por una sección de infantería de marina de la Compañía Mar Océano y un piquete, para rendirle homenaje. Al acto, que estuvo presidido por el jefe del grupo, el teniente coronel Rubén García Díez, asistió su madre y una nutrida representación de la Guardia Real.

     Tras la lectura de un artículo de las Reales Ordenanzas que versa sobre la importancia de conservar y trasmitir el historial, tradiciones y símbolos de la unidad, y de un breve relato de lo que aconteció en aquella fecha, se depositó una corona de laurel en el monolito. Los encargados fueron la madre del cabo primero y el teniente jefe accidental de la Compañía Mar Océano. A continuación, el páter de la unidad rezó un responso y se interpretó el Toque de oración. También se entregó un ramo de flores a la madre del cabo primero López Martínez para que lo depositara en la lápida del cementerio de Mingorrubio.

     El 25 de septiembre de 1982 la Compañía Mar Océano estaba de maniobras en la sierra de Gredos. Cuatro montañeros quedaron atrapados en un barranco de la zona por la crecida del rio, con grave riesgo para sus vidas. El pelotón del entonces cabo de infantería de marina López Martínez fue el primero en llegar al lugar alertado por los gritos. López se quedó en la zona mientras el resto acudía en busca de ayuda. Como la situación se complicaba por momentos, decidió tender una tirolina a través de la cual consiguió recuperar a los montañeros. Cuando el último cruzaba el rio, cayó al agua. El cabo, sin dudarlo un instante, se arrojó a rescatarlo. Consiguió alcanzarlo y, a duras penas, acercarlo a la orilla. El montañero fue capaz de agarrarse en la ribera y fue izado por sus compañeros; sin embargo, nuestro guardia real, agotado por el esfuerzo, no consiguió alcanzar tierra firme y lo arrastraron las aguas embravecidas. Entregó su vida al servicio de España.

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