¡Gracias, Salamanca!

La jura de bandera para personal civil en la plaza Mayor fue el colofón a la semana de despliegue en la provincia. La respuesta de los salmantinos y castellanoleoneses fue mayor de la esperada. Tal y como expresó el coronel, «nos llevamos más de lo que dejamos»

21/09/2023

     Con las primeras luces del alba del domingo 17 de septiembre, la plaza Mayor de Salamanca ―ese cuadrilátero irregular pero asombrosamente armónico que describió quien fue uno de los rectores más conocidos de su universidad―, aparecía casi desierta y sin resaca de la celebración de las Ferias que se habían celebrado justo hasta el día anterior. Una lluvia nocturna inesperada borró definitivamente del ágora todo rastro de celebraciones masivas.

     Y en ese mismo escenario, tan poco usual una mañana de domingo, un buen número de componentes de la Guardia Real comenzaban las mediciones y la preparación del acto que sería el colofón de su estancia en la provincia de Salamanca: una solemne jura de bandera en la que más de cuatrocientas personas iban a sellar su compromiso con la bandera de España.

     Poco antes de las doce de la mañana, tras un breve ensayo y ya con una multitud abarrotando plaza, las unidades participantes comenzaron a invadir el espacio. De un lado el Grupo de Escoltas con la Sección de Motos, la Batería Real, el Escuadrón de Escolta Real y la Compañía de Control Militar. En el otro, la Escuadra de Gastadores, la Unidad de Música, el Grupo de Honores con sus tres compañías ―Monteros de Espinosa, Mar Océano y Plus Ultra― y una compañía del Regimiento de Especialidades de Ingenieros n.º 11. Apenas cinco minutos antes de la hora de inicio entraron las dos enseñas protagonistas: la bandera de la Guardia Real y el estandarte del Grupo de Escuelas de Matacán, del Ejército de Aire y del Espacio.

     A las doce del mediodía recibía los honores de ordenanza la autoridad que iba a presidir el acto, el jefe del Cuarto Militar de la Casa de Su Majestad el Rey, el teniente general Emilio Gracia Cirugeda. Tras pasar revista a la fuerza, comenzó el acto de jura de bandera.

     Un total de cuatrocientos hombres y mujeres, todos mayores de edad y con nacionalidad española, besaron una de las dos enseñas después de que el coronel jefe de la Guardia Real pronunciara la fórmula del juramento. Al acatarla, juraron o prometieron «guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y, si preciso fuera, entregar la vida en defensa de España».

     En la posterior alocución, el coronel jefe destacó que «hemos querido mostrarnos como personas corrientes que visten uniforme y están entregadas a sus conciudadanos, y nos hemos encontrado una población comprometida, amante de su patria, que apoya y quiere a sus Fuerzas Armadas». De manera particular se dirigió a los jurandos: «Este juramento o promesa os obliga a entregaros enteramente por la tierra que habitamos, no solo dando la vida en caso extremo, sino también desgastándoos en el día a día por mantenernos unidos como nación y hacernos crecer y mejorar. Confío en cada uno de vosotros para que así sea». Por último, agradeció la gran acogida de toda la provincia y afirmó que «a la hora de concluir nuestro despliegue me he llevado una gran sorpresa: nos llevamos mucho más de lo que hemos sido capaces de ofreceros».

     Después de las palabras del jefe de la Guardia Real tuvo lugar el homenaje a los que dieron su vida por España. Tras el paso lento hacia el monolito situado en el lado contrario al pabellón real, dos ciudadanos salmantinos depositaron una corona de flores y sonó el toque de oración con su posterior salva de fusilería que sorprendió al público presente.

     Tras el acto a los caídos se arrió la bandera colocada en el monolito. El coronel jefe se la entregó al alcalde de Salamanca como un símbolo de la unión de todos los componentes de la unidad con los ciudadanos de la provincia tras la sorprendente acogida que habían dispensado a los guardias reales durante su despliegue.

     A continuación, las unidades desalojaron la plaza Mayor y se prepararon para el desfile, que tuvo lugar en su interior. La luz del sol sobre el color de la piedra del ágora creó un ambiente propicio para que los diferentes uniformes históricos de las unidades de la Guardia Real dejaran una imagen imborrable en la retina de los salmantinos y visitantes. El aplauso final compensó con creces el esfuerzo de la semana del despliegue.

     Volvió a cumplirse la tradición, tal y como reza la conocida sentencia de Cervantes. Todos los guardias reales dejaron Salamanca con la voluntad enhechizada de volver para disfrutar de la apacibilidad de su vivienda.

Imágenes