Adiós, querido Antonio

Nos deja, de manera repentina, el capitán jefe de la Escuadrilla Plus Ultra, cuyas honras fúnebres militares fueron presididas por el secretario general de la Casa de Su Majestad el Rey

01/09/2022

    Llevo 25 minutos dando vueltas por el escritorio de mi ordenador mientras veo de reojo la miniatura de tu foto oficial. Sí, esa que solo sale en la tele si nos hemos lanzado al mar a salvar a alguien o si hemos vuelto a casa con los pies por delante. En el nombre del archivo pone un número largo y la extensión «jpg» y luego la he metido en una carpeta sin título. He seguido con otras cosas a ver si me centro y atino con algo que pueda llenar, mínimamente, el vacío que nos dejas. Al final he llamado a la carpeta «Obituario de Antonio Carvajal». Ahora mismo, cualquier cosa me parece ridícula. Escribo en singular, pero estas líneas deben ser leídas en un plural extenso que supera con creces las filas de nuestra Guardia, como atestigua la cantidad inmensa de compañeros que quisieron venir a tus honras fúnebres a compartir su dolor con nosotros y con tu familia.

    Hace apenas una semana andabas trasteando por los pasillos del Estado Mayor, presentando a tus nuevos tenientes. Tarjeta de visita: tu sonrisa perpetua, tu palabra amable y tu educación exquisita. Me gustaba hacer la broma de anunciarte con todos los títulos de nombre compuesto de los setenta españoles. ¡En pie! ¡Ha llegado el señor capitán don Antonio Ramón Carvajal García!... Ja, ja, ja… —carcajada de vuelta—, fuerte el abrazo y zarandero mutuo de camaradas. Casi un ritual. Por eso andamos aún disgregando el mazazo del lunes en trozos pequeños, a ver si hay manera de que cuele.

    Pocas personas como tú, querido Antonio, han concitado el consenso y el reconocimiento de lo que significa ser un buen hombre. Un hombre bueno sin que eso reste ni un ápice al inmenso respeto, consideración y aprecio que te hemos tenido tus iguales, tus jefes y tus subordinados. Con lo difícil que es eso en una institución como esta, en la que unos mandan y muchos más obedecen. Por eso ayer, mientras te despedíamos rompiéndonos la boca al cantar «La muerte no es el final» y bajo los acordes del himno nacional —la despedida soñada de cualquier soldado— convivía con la enorme tristeza de tu partida pronta, incompresible y absurda, la fortuna compartida de quienes pensamos que la vida es mucho mejor gracias al paseo que se han dado por aquí personas como tú.

    Qué español es aquello de «Dios nos libre del día de las alabanzas», pero tú puedes quedarte bien tranquilo. No se habló mejor de ti de cuerpo presente que durante los seis años que nos premiaste con tu amistad y con tu trabajo. Nadie te regaló nada. Basta con echar un vistazo a tu hoja de servicio para comprobar que esas estrellas en la bocamanga las habías sudado punta por punta. Tropa en Granada, alférez y teniente de zapadores paracaidistas, tres «afganistanes» metidos en el cuerpo, y ni siquiera todas esas penalidades sirvieron para apuntarte un mal gesto. Me llegan ahora retratos tuyos por vías infinitas y da igual lo que estuvieses haciendo, uno por uno traen la brisa de alguien que sabía cómo había que beberse la vida. La tuya, amigo mío, se nos ha hecho desesperantemente corta, pero la  impronta  que deja será interminable. Descansa en paz, capitán del Ejército del Aire y del Espacio, guardia real, Antonio Ramón Carvajal García.

 

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