El Escuadrón de Escolta Real conmemora el centenario de la gesta del Alcántara con una diana floreada y una carga de caballería

Ambas se han llevado a cabo coincidiendo con los actos conmemorativos de la festividad de Santiago apóstol, patrón de la Caballería española

22/07/2021

    En pocas ocasiones se ha respirado tanta emoción en la pista Capitán Pérez de Seoane, donde —de manera habitual— se ejercitan nuestros jinetes y que ha vivido una celebración de la festividad del apóstol Santiago, patrón de la Caballería española, que ha venido a coincidir con el centenario de aquella heroica e inolvidable página que escribieron los legendarios jinetes del Regimiento de Cazadores de Alcántara número 14 durante la atropellada retirada de las tropas españolas durante la campaña de Annual.

    Como aquel 23 de julio de 1921, el día más largo para nuestra caballería en el norte de África, los clarines del Escuadrón de Escolta Real rompieron al viento con una diana floreada en recuerdo de aquella otra que espoleó a los centauros del Igan cuando aún era de noche en el secarral marroquí. La efeméride no se vive como cualquier otra. En la última unidad montada de nuestras Fuerzas Armadas se ama al caballo y se venera a los jinetes que han hecho historia. En una celebración de Santiago tan particular, todas las referencias llevan a esos días del verano de hace cien años, cuanto los 700 bravos del Alcántara se lanzaron a una muerte segura con la convicción de que, cumpliendo con su deber, salvarían de vida de miles de compatriotas, como, de hecho, sucedió.

    En las jornadas anteriores, el escuadrón realizó una carga de caballería en recuerdo de las acometidas sobre el lecho seco del río Igan que los hombres del teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja llevaron a cabo con un arrojo que –un siglo después– sigue moviendo a la admiración y al asombro. En la finca Los Molinillos, propiedad de don Pedro Urquijo Fernández de Araoz —alabardero de honor—, los jinetes de la escolta real adoptaron la formación clásica en escalones y cargaron al grito de las consignas con las que el bravo oficial del Alcántara animó a sus soldados a entrar en combate cuando todos sabían que las posibilidades de salir con vida eran prácticamente nulas. Como se ha escrito tantas veces, aquel día el Alcántara desapareció para pervivir en la eternidad y, más que en cualquier otra ocasión anterior, y es mucho decir, hizo valer la verdad de su lema, disipando, como el sol, las nubes a su paso.

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