Hasta siempre, querido Fernando

En la plenitud de su vida nos abandona un gran soldado y un artista excelente, el brigada músico Fernando Egea Díaz-Mascaraque

27/05/2020

Tras veintisiete años de tenaz y entregado servicio en la Guardia Real, el pasado 22 de mayo, nuestro compañero Fernando Egea Díaz-Mascaraque nos abandonó inesperadamente en el esplendor de sus 53 años de edad. La devastadora noticia de una muerte tan prematura y desconcertante nos ha dejó a todos los guardias reales sumidos, primero, en la incredulidad y en el estupor y, más tarde, en un profundo dolor y en una tristeza  muy difíciles de describir, puesto que al duelo de una pérdida tan injusta ha de sumarse la impotencia que procede de no poderle tributar el homenaje póstumo que se merecía y de no tener la ocasión de acompañar a su familia en unos momentos tan complicados.

La muerte es, sin duda, la parte más enigmática de la vida, sobre todo para los que nos quedamos atrás, pero el recuerdo de Fernando, su sonrisa perpetua, su fina ironía, su sentido del humor, su acento toledano, su alegría expansiva y su disposición en el trabajo nos seguirán iluminando para siempre. Así será porque era un ser de luz, una de esas extrañas personas que mejoran todo lo que tocan.

Fernando era un gran músico, un caballero. Padre y esposo extraordinario, volcado con su familia, orgulloso de sus hijas, que han sido seguidoras de sus pasos profesionales y de cuyos progresos estaba siempre pendiente. De sus éxitos y retos conocíamos por su boca; ellas y su mujer, han sido siempre su debilidad y su fortaleza.

Como compañero —y aunque suene tan manido en estos casos— fue querido por todos, pero es justo remarcarlo porque es muy cierto. Era un militar intachable, leal, abnegado, comprometido, generoso, siempre en posesión de una palabra para animar en los momentos duros y ejemplo de buen hacer en su trabajo, cualidades en las que se miraban las nuevas generaciones de suboficiales que han ido llegado a la Unidad de Música.

De entre sus íntimos, el brigada músico Rafael Herrero Antón dice que de lo único que se arrepiente es de no haberle dicho más veces lo mucho que le apreciaba, lo importante que era para él y lo muchísimo que había aprendido a su lado. No hay mucho más que añadir. Hasta siempre, querido Fernando, compañero, amigo, hermano, siempre estarás con nosotros, cada vez que suene un clarinete, en los ensayos, en los conciertos, en los viajes, en los actos militares. Tus cercanos, en los momentos distendidos, echarán rápido en falta tus alegres chascarrillos, confiamos en que, en los de fatiga, puedan sentir tu aliento y también que, entre todos, podamos celebrar los triunfos de tus hijas como parte de tu legado. Cuando el tiempo mitigue este gran dolor y pueda moldearlo y convertirlo en un entrañable recuerdo, tu memoria se convertirá en un tesoro.

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