
09 jun 2025
IEEE. Grupos terroristas en el Sahel: ¿Unidos por un mismo fin o enfrentados por la dominación?
Aián Martín Núñez
El Sahel, ¿escenario de África perfecto para los terroristas?
El Sahel se define como la gran franja que recorre África de oeste a este, entre el desierto del Sahara y la zona tropical de África Subsahariana1; de hecho, Sahel deriva de una palabra árabe que significa “orilla”, conformando, por tanto, la orilla sur del gran desierto del Sahara.. Si bien ese espacio abarca una decena de países, debido a la existencia de un mayor número de similitudes entre ciertos estados de la zona, se suele hacer referencia a 5 países concretos al hablar del Sahel, concretamente, de los que formaron el grupo G5 Sahel entre febrero de 2014 hasta noviembre de 2023, con el fin de intentar poner, de una manera conjunta y concertada, solución a la inestabilidad de la zona.
En efecto, Malí, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania comparten similitudes dado su pasado histórico-político, en mayor medida que el resto de países sahelianos, y todos sujetos a una fuerte inestabilidad. Y dentro de esa inestabilidad general, significar que en el caso de los tres primeros mencionados comparten la denominada “triple frontera”, espacio en la que se concentra el 80% de los ataques registrados en el Sahel2.
Los países mencionados tienen el legado común del proceso de colonización mayoritariamente francesa, en ocasiones, y más en el marco de las narrativas actuales, se le señala como responsable de haber generado una gran inestabilidad en sus instituciones políticas y en la economía de los estados3. Y, ante el desafío de tener que desarrollar regímenes políticos democráticos y estables, la realidad es que estos han resultado mayoritariamente fallidos, especialmente en los países que conforma esa triple frontera, que han sido objeto de múltiples golpes de Estado entre 2020 y 2023, generando un poderoso sentimiento de inestabilidad, especialmente hacia la población más vulnerable4 que siempre sufre las consecuencias de la inestabilidad política y social.
Además, son países muy pobres; en el Índice de Desarrollo Humano estos países se encuentren entre los 10 más pobres de los evaluados a nivel mundial5, y a lo cual es preciso sumarle los efectos negativos del cambio climático, que tiene un impacto directo en la inseguridad alimentaria, en los problemas de salud y en la calidad de vida de los civiles6, junto a un crecimiento demográfico desbordado, duplicándose la población cada veinte años, pues el 65% son menores de 25 años7 y cuentan con una esperanza de vida alrededor de los 53 y 65 años8. Al tratarse de países con sistemas y cuerpos de seguridad reducidos –pues se nutren de los impuestos recaudados-, son poco eficaces y la seguridad solo se puede prestar en algunas partes de estos países, con lo cual crece el sentimiento de desconfianza y de frustración por parte de la población hacia ellos y hacia el gobierno, por lo que el “contrato social”, la obligación de respetar normas y leyes de un estado a cambio de recibir una serie de servicios –siendo el básico y primigenio, la seguridad- no se cumple en amplias zonas del Sahel.
Ante esa tesitura, los grupos yihadistas se presentan, en ocasiones, como alternativa capaz de ofrecer ciertos servicios para cubrir esas necesidades desatendidas por los gobiernos9. En condiciones tan complejas y poco esperanzadoras, donde el sentimiento de abandono y el instinto de supervivencia crecen, el ser parte de un grupo terrorista –o de un grupo de crimen organizado- suele ser visto por muchos jóvenes como casi la única alternativa laboral, en muchas ocasiones siendo la única elección viable10… o la emigración.
Si bien el término “yihad” genera debate y no existe un consenso claro sobre su significado e implicación personal, en el sentido literal significa “lucha” y para los radicales se emplea como “guerra santa”, que viene a justificar los ataques terroristas11, obviando en gran medida la acepción de “lucha interior” que cualquier creyente debe sostener frente a las tentaciones de la vida para ser un buen fiel. Pero, en el acervo común, yihad pasa a ser entendida como guerra santa. Y con la intención de imponer una visión integral del islam, los yihadistas tratan de reclutar y adoctrinar a los jóvenes africanos, ofreciéndoles el sentimiento de protección frente a otros grupos armados –frente a la falta de seguridad, en definitiva-, además de un sentimiento de identidad y de esperanza12, llenando ese vacío que, en otras condiciones, debería estar lleno por un estado.-nación desarrollado.
Por tanto, el yihadismo crece de manera desaforada en el Sahel, donde las condiciones son favorables a su desarrollo. Así, en 2024, la mayor parte de las muertes, a escala global, relacionadas con el terrorismo se produjeron en el Sahel, zona en la que se ha multiplicado por diez esta cifra desde 201513.
Complejidad de los grupos terroristas en el Sahel.
En este escenario que resulta muy favorable para la aparición y crecimiento de los grupos terroristas, existen múltiples grupos que siguen multiplicando sus ataques de forma cualitativa y cuantitativa en toda la región, si bien es factible señalar al existencia de “dos grandes conglomerados de grupos terroristas de etiología yihadista”.14
Los dos grupos que predominan en el panorama geopolítico del Sahel son, por un lado, “Jama’at Nusrat al islam wa ak Muslimeen” (JNIM), filial de Al Qaeda -la transcripción de sus iniciales en árabe correspondería a “Grupo de Apoyo al islam y a los musulmanes”-, y por otro lado, el “Estado Islámico en el Gran Sáhara” (EIGS o ISIS), que prometió lealtad al Estado Islámico15. A esas dos ramas pertenecen diversos grupos como Ansar Eddine que actúa bajo el paraguas de Al-Qaeda, al igual que Macina o Al-Mourabitoun. De hecho, JNIM se compone de una alianza entre cuatro grupos terroristas que siguen la línea de Al-Qaeda. Entre ellos, tres de los mencionados anteriormente forman parte de esas Brigadas del Sahara que se agrupan bajo el nombre de JNIM16, y a los que representa el lema: “Un solo estandarte, un solo grupo, un solo emir”, que deja claro la idea de unión entre ellos. Y bajo la égida del ISIS o EIGS (Estad Islámico), el mayor grupo terrorista activo es Boko Haram, si bien otros grupos activos, como Yunud al-Jilafa, también siguen esta misma línea.
Lo que entendemos por juramento de fidelidad o lealtad proviene de la práctica de la bay’ah y es uno de los procedimientos tradicionales requeridos para formalizar las alianzas de los terroristas con las respectivas organizaciones17. Este acto de adhesión a un grupo sería benéfico tanto para el que presta fidelidad como para el que la recibe, siendo una forma de proyectarse globalmente y de llegar más lejos en su expansión en la búsqueda de la constitución de un califato, a la par que otorga más poder y un nuevo status al grupo que jura fidelidad. Este procedimiento, que ha ido teniendo cada vez un papel más significativo para las dos ramas yihadistas señaladas, cambió el panorama terrorista puesto que hasta entonces se mostraban únicamente simpatizantes hacia Al Qaeda, sin embargo, varios grupos empezaron a optar por integrarse en el Estado Islámico, un hecho que refuerza el concepto de las dos ramas dominantes en el yihadismo global.
Al Qaeda, fue el primer grupo de referencia en implantar el fenómeno terrorista islamista en el Sahel. En 2007, la primera organización terrorista del área geográfica del Sahel se renombró como Al Qaeda debido al poder que reflejaba esa denominación global18. Más tarde, el Estado Islámico creó la “Agencia de provincias distintas” en 2014, que permitió planear al grupo una estrategia africana19 Y ese desplazamiento hacia el Sahel coincide con el año de la caída de Mosul, en Irak, ciudad en la que el Estado Islámico había proclamado tres años antes su califato y que en ese año 2014 había sido liberada por una coalición internacional de la hegemonía yihadista, reduciendo drásticamente la presencia de los miembros del grupo terrorista.
Y el crecimiento de estos grupos en esta franja africana, en el Sahel, pone de manifiesto tanto las vulnerabilidades que Al Qaeda y el Estado Islámico intentan aprovechar para cumplir con sus objetivos como que la pérdida del control de un territorio no significa el fin de la lucha yihadista20, buscando espacios alternativos.
Convivencia de grupos terroristas en el Sahel ¿aliados por un mismo fin?
Por tanto, coexisten en el Sahel, con la misma ideología salafista y con el fin en común de volver a la comunidad original del islam instaurando el califato21, varios grupos terroristas. Basta recordar como la campaña llevada a cabo en 2018 para aislar Uagadugú, la capital de Burkina Faso, fue coordinada por ambos grupos por la misma causa en común de pretender tener ese territorio bajo control, mostrando como, en determinadas circunstancias y momentos, los dos grandes grupos mantienen una conexión para cumplir con la finalidad yihadista22.
Analizando las acciones y ataques realizados por cada grupo, se puede comprobar como cada facción cuenta con más o menos presencia en una zona determinada, y como en varias de ellas conviven distintos grupos salafíes; de hecho, en esa triple frontera, la zona más castigada por estos ataques, conviven las dos ramas23 principales yihadistas. Sin embargo, las constataciones de febrero de 2025 por parte del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo muestran que JNIM (filial de Al-Qaeda) ha sido el único autor de los ataques terroristas perpetrados en Burkina Faso y el principal de los atentados en Malí. En cambio, en Níger es el Estado Islámico quien deja el mayor número de víctimas24. Y si bien el JNIM lleva más años que EIGS en la zona del Sahel, reflejándose esta presencia en la amplia zona de territorios en los que operan con el objetivo de tomar el control del mismo, el EIGS es el responsable del mayor número de víctimas debido a la intensidad de sus ataques.
Por ello, al coexistir y solaparse en varias localidades, y realizar acciones separadas y no expresamente coordinadas, se puede comprobar como mayoritariamente actúan de forma independiente, dejando cada grupo huella de sus propios asaltos, si bien pudiera parecer evidente pensar en que el mismo fin los llevaría a operar conjuntamente.
La motivación de los grupos terroristas a establecer alianzas puede depender de la presión político-militar internacional y de cada régimen local25, sin olvidar que las relaciones personales entre los líderes y miembros de cada grupo terrorista pueden tener un impacto importante en la conexión entre las bandas. Esta relación, en ocasiones muy compleja, debe explicarse sobre la base del hecho de que gran parte de los grupos terroristas existentes en la actualidad en el Sahel nacen fruto de las tensiones internas de cada facción –así como de las visiones de cómo ha de realizarse la yihad por parte de diferentes miembros de las mismas-, lo cual genera que esas tensiones deriven, en ciertas ocasiones, en escisiones que implican el nacimiento de nuevos grupos terroristas26, y que en unas ocasiones mantienen vínculos entre ellos, pero en otras, devienen en rivales. Un ejemplo es el vínculo estrecho que muestran Amadou Koufa, fundador de Macina (actualmente JNIM) y Iyad ag Ghali, jefe de Ansar Eddine y dirigente de JNIM27. Asimismo, el Grupo de Expertos de la ONU identificó en agosto de 2018 a Abdallah Ag Albakaye, un emir tuareg del grupo terrorista JNIM coordinando acciones entre JNIM y EIGS en la región de Gao (Malí)28, entre otros.
Estas acciones coordinadas han podido funcionar durante una temporada en la que los dos grupos salafíes atentaron juntos sin reivindicar de forma doble o competitiva lo ocurrido. Estos ataques en cuestión solo fueron anunciados oficialmente por uno de los dos grupos a pesar de que informes posteriores encontraron participantes de las dos ramas conjuntas, como puede ser la emboscada de mayo de 2019 en Níger en la que unos 30 soldados nigerinos murieron, y, al respecto de la cual, un comandante del JNIM afirmaría que se repartieron el número de combatientes entre las dos partes29.
Como tal, estas en ocasiones relaciones interpersonales fluidas fueron las que le dieron nombre a la denominada “excepción saheliana” que reflejaba un buen trato entre los líderes rivales e impedía conflictos entre las dos bandas. Pero no siempre es así.
¿Competición por la dominación del yihadismo en el Sahel?
Si bien Al Qaeda y el Estado Islámico han llegado a mostrar conexiones en ciertos ataques, el estilo y el tono propio a cada grupo difiere. Las controversias y disputas que se pueden constatar entre Al Qaeda y el Estado Islámico son, esencialmente, de dos dimensiones: religiosas y políticas.
Un fenómeno que ya ocurría años anteriores en zonas de Oriente Medio, pero que se va registrando cada vez más comúnmente en el Sahel, es, precisamente, esa fragmentación y escisiones de los grupos terroristas, y que acaban generando enfrentamientos y disputas. En febrero de 2018, el JNIM reivindicó un ataque con un explosivo en Malí que, un año más tarde se atribuyó EIGS; declaraciones idénticas de ataques producidos en los mismos territorios salen a la luz entre 2019 y 202030. Pero resulta significativo lo acontecido en Malí durante el año 2020, en el que se produjo un enfrentamiento entre grupos terroristas debido al cruce de un territorio dominado por Al Qaeda por terroristas bajo la égida del Estado Islámico, choque que se oficializó a través de una carta del “número dos” de la filial del EIGS hacia el JNIM31.
Pese a ello, y pese a este y otros enfrentamientos, no fue hasta mayo de 2020 cuando tanto el JNIM como el EIGS reconocieron abiertamente las disputas armadas entre ellos, y se hizo de una forma “oficial”, en el boletín semanal Al Naba32, publicación de la banda yihadista del ISIS, donde se mencionan específicamente enfrentamientos en la zona de Burkina faso, Níger y Malí conocida como triple frontera.
Más tarde, en el año 2022, el EIGS celebró la incorporación de 11 nuevos miembros de Al Qaeda, noticia anunciada por el EIGS con un tono de supremacía y describiendo a los combatientes de Al Qaeda como pecadores e infieles a Dios33. Y, por parte de los demás grupos, se siguen pautas similares.
Por tanto, es factible señalar que, por un lado, se generan tensiones debido a los choques en un mismo territorio y al deseo de dominación del mismo, y que pese a tener el mismo objetivo de imponer el califato, la motivación por controlar cada región por parte de un grupo concreto es importante, tanto como para luchar contra “aparentes socios”, lo que refleja un choque por ambiciones territoriales.
Por otro lado, existe también una cierta fragmentación religiosa e ideológica, una determinada visión del islam, que es la que cada grupo intenta imponer, lo cual tiene una importancia máxima, dado que todo ello se enmarca en una “guerra santa”, por lo que el enfoque religioso constituye una dimensión de gran relevancia para explicar esos choques. Las dos ramas yihadistas se fundamentan en la teoría del takfirismo, doctrina que el Estado Islámico acusa a Al Qaeda de no aplicarla adecuadamente y viceversa34. Por ello, ambos grupos terroristas se han culpado mutuamente de desviarse del camino de la yihad; de hecho, este mismo año el EIGS ha publicado un vídeo propagandístico mencionando al JNIM como “impuros” por no aplicar la sharia35.
Por ello, y pese a ese objetivo común de crear un califato islámico, desde el año 2020 los ataques entre ambos grupos no han cesado y han trabajado activamente por incrementar el grado de control territorial ejercido por cada grupo, como forma de obtener la supremacía en la región. Así, en abril de 2020 el JNIM tuvo que replegarse de parte del norte de Burkina Faso debido a la presión del EIGS36, que también va implantándose, paulatinamente, y en mayor grado en la zona del sur de Níger, haciendo que JNIM deba abandonar la misma37.
Desde entonces, la pugna entre los grupos es una constante, en varias regiones del Sahel, con el objetivo de consolidarse e imponerse como referencia dominante de la yihad38… y los que sufren los resultados de estas pugnas acaban siendo los civiles de estas zonas en las cuales la acción del gobierno es casi inexistente.
Conclusión.
El Sahel se ha convertido en el epicentro del terrorismo islámico en el que conviven múltiples grupos terroristas de las dos ramas principales, pues tanto el JNIM como el EIGS han sabido ver el potencial que les brinda esta zona geográfica extensa debido a la debilidad de los estados de la región, especialmente en términos de seguridad, para oponerse a estos grupos terroristas. Y ese vacío es el que intentan llenar los grupos terroristas –y también los de crimen organizado- presentándose como casi la única alternativa de vida –salvo la emigración- para muchos jóvenes, por lo cual estos grupos van creciendo en poder y grado de control territorial. Si bien el objetivo de todos los grupos yihadistas es común, establecer un califato, y pese a la existencia de un tiempo de coexistencia pacífica entre las dos ramas principales del terrorismo yihadista, diferendos relacionados tanto por cuestiones religiosas como por simpe lucha por el poder constituyen una fuente más de conflictos en esta zona torturada de África y del mundo. Y, además del caos y sufrimiento generado en la región, el constituir el epicentro de un yihadismo global, en un mundo global, no solo tiene impacto regional. Tiene, y de manera creciente, un impacto global.
Aián Martín Núñez
Las ideas contenidas en estos artículos son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento del CESEDEN o del Ministerio de Defensa.
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Grupos terroristas en el Sahel: ¿Unidos por un mismo fin o enfrentados por la dominación?
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