IEEE. Radiografía de la amenaza yihadista en el Sahel

Zonas de operaciones yihadistas en el Sahel

05 mar 2025

IEEE. Radiografía de la amenaza yihadista en el Sahel

Ignacio Fuente Cobo. Coronel de Artillería. Analista principal IEEE(CESEDEN)

Introducción

En la Cumbre Ordinaria de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental celebrada en Bisáu en junio de 2023, el representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas para África Occidental y el Sahel, Leonardo Santos Simão, afirmaba: «La inseguridad sigue siendo una preocupación importante para la estabilidad de nuestra subregión. Los ataques terroristas, la violencia intercomunitaria y el crimen organizado siguen teniendo consecuencias humanitarias y de seguridad desastrosas en toda la subregión», al tiempo que pedía un esfuerzo concertado a nivel nacional, regional e internacional para abordar los numerosos desafíos que enfrenta África Occidental.

Esta declaración no hacía más que recoger la preocupación por una región donde los grupos yihadistas están aumentando el alcance geográfico y la intensidad de sus acciones, al tiempo que intensifican los esfuerzos de divulgación y predicamento de su ideario radical entre las comunidades locales. Por su parte, las fuerzas estatales reaccionan a la actividad con duras represalias en un intento de disuadir a la población civil de brindar apoyo a los grupos armados, mientras los mercenarios rusos y las milicias progubernamentales compiten en el uso de la violencia con los yihadistas. El resultado es una población civil atrapada en un círculo vicioso de brutalidad y pobreza en áreas cada vez más amplias y menos sujetas al control de los Estados y más bajo control de los terroristas.

Mientras al norte del Sahara, la violencia ha caído radicalmente a uno de sus niveles más bajos desde el final de la segunda guerra civil en Libia en 2020 (en 2024 se registraron 220 muertes en la región, en comparación con las 3.650 muertes de hace una década), al sur del Sahara, la violencia nunca ha sido tan intensa desde que existen registros. Según el Armed Conflict Location and Event Data (ACLED), una organización de investigación que recopila y evalúa datos sobre la violencia política a nivel mundial, las muertes en los países de la Alianza de Estados del Sahel (AES) alcanzaron un récord de 7.620 en el primer semestre de 2024, un aumento del 9% en comparación con el mismo período en 2023, del 37% en comparación con 2022 y un asombroso 190% en comparación con 20211.

Esta proliferación de la violencia pone de relieve la naturaleza fuertemente expansiva de la amenaza y la urgencia de dar respuestas integrales y coordinadas, porque como la experiencia del Sahel central de los últimos años demuestra, una vez que la violencia arraiga en un país, se enraíza tan profundamente que resulta muy difícil erradicarla y restablecer la paz y la seguridad.

La conflictividad aumenta y la inestabilidad se extiende

A medida que nos adentramos en el 2025, el Sahel sigue experimentando altos niveles de violencia, la cual se extiende geográficamente con la misma rapidez con la que evolucionan los acontecimientos. El Sahel central, que incluye Malí, Mauritania oriental, Níger occidental, Burkina Faso y el norte de los países del litoral atlántico es el mayor foco de violencia en África Occidental, siendo la evolución más preocupante la de Burkina Faso, un país donde más de 13.000 personas fueron asesinadas en 2024 —casi tantas como en Nigeria durante el mismo período— a pesar de tener una población diez veces menor.

Los grupos predominantes son Jama'at Nusrat al Islam wa al Muslimeen (JNIM), que es una filial de Al Qaeda y el principal grupo terrorista que opera en el Sahel central, y la Provincia del Estado Islámico del Sahel (EI Sahel), anteriormente conocida como Estado Islámico en el Gran Sahara. Tanto JNIM como EI Sahel han conseguido arraigar sólidamente en la población local al presentarse como elementos protectores frente a las fuerzas estatales, al tiempo que continúan expandiéndose a los países vecinos del arco atlántico africano2.

JNIM es el resultado de una amalgama de cuatro grupos salafistas-yihadistas que se fusionaron en 2017: Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar al Din, el Frente de Liberación de Macina, y Al Murabitoun3. Un quinto grupo, con sede en Burkina Faso, Ansar al Islam, es miembro de facto del grupo a pesar de no ser parte formalmente de la fusión4. Aunque JNIM mantiene una rígida jerarquía «de arriba hacia abajo» que es como define la estrategia a seguir y coordina los diferentes subgrupos, sin embargo, también les permite una amplia libertad operativa para actuar en sus contextos locales, integrándose en las estructuras sociales e implementando diversas formas de gobernanza en la sombra a través de acuerdos con los líderes locales en todo el Sahel5.

El control de JNIM en estas áreas se caracteriza por el cobro del impuesto zakat, cierres de escuelas, prevención de votaciones y secuestros selectivos de autoridades locales sin respuesta gubernamental. En estos momentos, JNIM es el grupo más activo y poderoso en Malí y Burkina Faso, aunque está igualmente presente en Níger y se expande hacia los Estados del norte del golfo de Guinea. Los ataques de JNIM contra las fuerzas militares, milicias y población civil han producido un número cada vez mayor de víctimas, lo que viene a corroborar indica su creciente letalidad.

En cuanto a El Sahel, este grupo se formó a partir de una escisión de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), cuando prometió lealtad al Estado Islámico en 20156, si bien no fue reconocido formalmente por este hasta marzo de 2022. EI Sahel es el más activo en la región de la triple frontera entre Burkina Faso, Malí y Níger y se ha fortalecido significativamente desde la partida de las fuerzas francesas en 20227. Su crecimiento ha reforzado su papel como grupo regional y aumentado el riesgo de que esta sucursal acabe apoyando la actividad global del Estado Islámico, incluyendo el apoyo financiero y logística para sus acciones en Europa8. A diferencia de otros afiliados de Al Qaeda y Estado Islámico a nivel mundial, El Sahel y JNIM mantuvieron un pacto de caballeros para no combatirse mutuamente hasta 2020, cuando rompieron las hostilidades en una feroz competencia por la primacía del yihadismo regional que mantienen hasta la fecha.

Malí, Burkina Faso y Níger. Analogías y diferencias

Durante años, Malí fue considerado el epicentro del terrorismo y allí fue donde las fuerzas malienses, apoyadas por mercenarios rusos, lanzaron en la segunda mitad de 2023 una ofensiva en la región norte de Kidal, que había sido un bastión tradicional de JNIM, desde que el subgrupo Ansar al Din combatiese junto a los rebeldes separatistas durante la rebelión tuareg de 2012. A pesar de que los militantes yihadistas dejaron de lado a los rebeldes tuareg más laicistas, durante su ofensiva al centro de Malí en 2013, separatistas tuareg y yihadistas han mantenido el contacto después de que Ansar al Din se convirtiera en parte de JNIM en 2017, superponiendo sus áreas de operaciones y coordinándose operativamente desde 2021, para enfrentarse al IS Sahel9.

A finales de 2023, las fuerzas malienses y sus auxiliares rusos tomaron el control de la ciudad de Kidal y de las bases más pequeñas en Aguelhok y Tessalit10. Sin embargo, no lograron reducir las zonas de apoyo remoto de JNIM en el norte de Malí, ni tampoco evitar el incremento de sus acciones contra las fuerzas de seguridad durante la ofensiva que lanzó el gobierno en Kidal en junio y julio de 2024, a pesar de que, durante este periodo, los ataques se multiplicaron por dos en comparación con los primeros cinco meses de 202411.

El resultado de este incremento de los enfrentamientos armados en el norte de Malí fue la estrepitosa derrota que sufrieron los mercenarios del grupo Wagner y las tropas malienses (FAMa) cerca de Tinzauten, región de Kidal, a finales de julio de 2024, a manos de los rebeldes tuareg del Marco Estratégico para la Defensa del Pueblo de Azawad (CSP-DPA), aliados con los terroristas de JNIM. El ataque que involucró dos coches bomba (VBIED) suicidas, supuso la muerte de al menos 100 soldados malienses y rusos cuya columna fue destruida después de que los rebeldes tuareg les obligaran a retirarse de la localidad de Tinzauten, cerca de la frontera con Argelia12.

Esta derrota, que ha supuesto el mayor desastre militar ruso en el continente africano hasta la fecha, no ha sido solo militar, sino que tiene un importante carácter simbólico y mediático al cuestionar la capacidad operativa de un grupo Wagner y unas FAMa, que hasta entonces parecían imbatibles. Es más, la derrota fue tan severa que, tras la misma, JNIM se sintió lo suficientemente fuerte para lanzar una ofensiva generalizada contra la capital Bamako, llegando sus combatientes a atacar simultáneamente, el 17 de septiembre de 2024, dos lugares muy sensibles de la capital de Malí: la academia de la gendarmería nacional y el aeropuerto internacional de la capital. El aeropuerto es especialmente importante en términos de seguridad, ya que no solo alberga la principal base aérea del ejército maliense, sino que también lo utilizan los paramilitares rusos que ayudan al gobierno a luchar contra los grupos yihadistas.

Estos dos ataques son, probablemente, parte de una campaña concertada de JNIM para desafiar a la junta maliense y, sin duda, representan también un duro golpe para el ejército, que ha aplicado desde que tomó el poder en el golpe de Estado de 2020, una estrategia contrainsurgente basada en la mano dura. La decisión de atacar exclusivamente a las fuerzas de seguridad y no a los civiles indica que el objetivo principal era erosionar la legitimidad de la junta y la moral de las fuerzas de seguridad, demostrando su capacidad de actuar en la propia capital al tiempo que se proclamaba protector de la población frente a los abusos de la Junta13.

El doble atentado pone en tela de juicio la decisión de las autoridades de transición de intentar someter a los grupos yihadistas únicamente por la fuerza, al tiempo que cuestiona el desmantelamiento del sistema internacional de estabilización centrado en la Operación Barkhane de Francia y la MINUSMA, la misión de la ONU que se retiró en 2023 a petición del gobierno. La intención de las autoridades de Bamako de convertir a Rusia en su socio privilegiado en materia de seguridad ha quedado en entredicho, así como la idea de la desinformación rusa de que sus mercenarios están en condiciones de proporcionar una seguridad, que las fuerzas occidentales no fueron capaces de dar en el pasado.

Pero no se trata solo de la actividad de los grupos terroristas. El mayor peligro que corre la integridad territorial de Malí es que los tuaregs, que componen tan solo el 10% de la población, pero son mayoritarios en el norte, exijan la autonomía e incluso declaren la independencia de la región del Azawad en el norte del país, aprovechando la posición de fuerza en la que se encuentran tras los últimos éxitos militares. Si este escenario se materializa, Malí perdería las regiones estratégicas de Gao, Tombuctú y Kidal ricas en recursos naturales que quedarían bajo el control de los rebeldes tuareg agrupados en el Marco Estratégico para la Defensa del Pueblo del Azawad (CSP-DPA), la coalición de movimientos políticos y militares del norte de Malí que se formó en mayo de 2021 con el objetivo defender las aspiraciones territoriales de los tuaregs.

Es más, la alianza emergente entre los tuaregs, los tubus —una etnia negra que vive principalmente en el Chad septentrional, y también en el sur de Libia, noreste de Níger y oeste de Sudán—, y otros grupos rebeldes a lo largo de las fronteras de Malí y Níger, introduce una nueva variable en el conflicto y acrecienta la incertidumbre sobre su eventual resolución. Aunque esta alianza actualmente tiene una influencia limitada en la dinámica de la violencia en comparación con sus contrapartes yihadistas en el interior de la región, de consolidarse podría llegar a suponer una seria amenaza para las fuerzas militares, que ya enfrentan numerosos y peligrosos adversarios.

En el caso de Burkina Faso, el país se encuentra inmerso en un proceso de escalada de la violencia, en un conflicto armado que comenzó en agosto de 2015 y que ha provocado el desplazamiento de más de 2 millones de personas y la muerte de al menos 10.000 civiles y combatientes. Durante el 2024, JNIM lanzó una serie de ofensivas a gran escala en las regiones del Sahel Centro-Norte y Oriental que produjeron un elevado número de bajas militares. También hubo numerosas víctimas entre los denominados Voluntarios para la Defensa de la Patria (VDP), un grupo armado de autodefensa creado en enero de 2020, como auxiliar de las Fuerzas Armadas de Burkina Faso para luchar contra los insurgentes yihadistas14.

Con su estrategia de expansión territorial, JNIM estaría tratando deliberadamente de desestabilizar al régimen militar de Burkina Faso, por medio de ataques de alto impacto estratégico. Este sería el caso de la masacre de Barsalogho el centro de Burkina Faso en agosto de 2024, en la que JNIM habría asesinado a cientos de civiles que se encontraban construyendo trincheras para proteger la localidad15. El mensaje que estarían mandando los terroristas al presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, sería el de hacerle responsable de las consecuencias de la movilización de la población civil en la lucha contra sus militantes.

Al mismo tiempo, la fuerte presencia de grupos yihadistas en las regiones orientales de Burkina Faso ha producido importantes implicaciones transnacionales, al ampliar sus operaciones y consolidar su presencia en los Estados litorales de Benín y Togo, con el consiguiente peligro de que la inestabilidad de extienda por todo el arco atlántico africano.

Por su parte, Níger también se enfrenta a importantes desafíos de seguridad provocados por diversos grupos armados, siendo especialmente preocupante el representado por EI Sahel. Este grupo ha consolidado su presencia a lo largo de la frontera entre Níger y Malí, en el norte de la región de Dosso y estaría infiltrándose en los estados de Kebbi y Sokoto del noroeste de Nigeria mediante la creación de una nueva franquicia islamista conocida como Lakurawa (en lengua hausa «los reclutas»). Su modus operandi sería la extorsión de los lugareños, mediante la apropiándose de ganado a cambio de «protección», por otra parte, una táctica comúnmente utilizada por los grupos radicales para ejercer el control de la población y financiar sus operaciones.

Igualmente, en Níger, el JNIM, rival de EI Sahel, ha continuado muy activo en la zona de Tillaberi fronteriza con Burkina Faso y Malí y ha extendido considerablemente sus operaciones hacia el sur, a lo largo de las fronteras con Benín y Nigeria. Su actividad se ha extendido hacia el norte donde, en octubre de 2024, llevó a cabo su primer ataque en la región de Agadez contra las fuerzas de seguridad nigerinas. Todavía más al norte, el JNIM reivindicó un ataque contra un puesto fronterizo, cerca de la frontera de Níger con Argelia, posiblemente en combinación con los rebeldes tuaregs16, de la misma manera a como lo ha hecho JNIM con los tuaregs en Malí. Al fin y al cabo, el JNIM y los rebeldes tuaregs de Níger como de Malí tienen objetivos económicos y militares similares a corto plazo, al igual que un enemigo común en la Alianza de Estados del Sahel.

Los lazos mutuos con los rebeldes tuareg, con los que también comparten afinidad étnica17, podrían facilitar el asentamiento permanente de células de JNIM en el norte del Sahel, en la confluencia de las fronteras entre Níger, Malí y Argelia, precisamente una de las mayores rutas migratorias que desde Níger se dirigen hacia el Mediterráneo. De consolidarse esta situación, el JINM podría convertir el norte de Níger en una zona de retaguardia ante una mayor presión de las fuerzas malienses y rusas, al tiempo que degradaría la capacidad del gobierno nigerino de ayudar a sus aliados malienses y rusos en cualquier potencial ofensiva hacia la frontera argelina.

Mientras tanto, el JNIM continúa su campaña violenta para consolidar su influencia en las zonas fronterizas del sur de Níger, especialmente en la región de Dosso, donde el grupo reivindicó sus primeras operaciones en 2024. La presencia de EI Sahel en la zona noroeste de Nigeria fronteriza con Níger presiona tanto a Nigeria como a Níger para que emprendan acciones militares coordinadas, lo que podría provocar una respuesta de los militantes de EI Sahel que, de manera encubierta y abierta, se han estado infiltrando en la región sin grandes obstáculos desde al menos 2018.

El resultado es una situación de inestabilidad que se ha cronificado en las zonas fronterizas entre Níger y Nigeria, las cuales se están convirtiendo en refugios y lugares de retirada tanto del JNIM como de EI Sahel, que aprovechan su control territorial para ejercer una influencia coercitiva sobre las poblaciones locales mientras luchan soterradamente por la primacía del terrorismo regional.

Cambios en las estrategias operativas

Tanto EI Sahel, la rama regional del Estado Islámico, como su rival JNIM filial de Al Qaeda, se han abstenido hasta la fecha de intentar apoderarse de los centros urbanos, contentándose con cercarlos. Se trataría de evitar los errores que cometieron los yihadistas en 2012, cuando estalló la crisis en el norte de Malí y los grupos asociados a Al Qaeda controlaron las principales ciudades de la zona durante unos meses. Su concentración en las zonas urbanas los expuso a los ataques de la Operación Serval francesa que llegó a Malí en enero de 2013 (y que fue la precursora de la Operación Barkhane), la cual les ocasionó numerosas bajas y les obligó a abandonar las ciudades.

La preferencia por actuar en entornos rurales hace que la ??mayor parte de Burkina Faso y una parte importante del oeste de Níger se vean ahora afectadas por una violencia intensa y muy concentrada en el campo y en las pequeñas poblaciones, mientras que los grandes centros regionales y las capitales permanecen a salvo. La ruralización de la violencia en el Sahel contribuye a crear un archipiélago de grandes ciudades progresivamente sitiadas y entre las cuales la comunicación es cada vez más difícil para las fuerzas gubernamentales.

Este creciente aislamiento de los núcleos urbanos está animando a los yihadistas a presionar a las fuerzas gubernamentales con bloqueos o, con menos frecuencia, ataques relámpago, sin asaltar las ciudades. Ahora bien, esta dinámica regional podría cambiar a medida que la rápida urbanización y la selección estratégica por parte de los yihadistas de las zonas urbanas maximizan el impacto estratégico de las acciones militares contra las mismas. El éxito operativo de los ataques a las capitales Bamako y Niamey en 2024 demuestran la creciente vulnerabilidad de los entornos urbanos en los que la superposición con las zonas rurales crea complejos problemas de seguridad, al utilizar los grupos militantes las periferias urbanas, normalmente menos seguras, como puntos de acceso a los centros de las ciudades.

Por otra parte, los avances tecnológicos, en particular el creciente uso de los drones está permitiendo tanto a las fuerzas gubernamentales como a los grupos yihadistas generar violencia a distancia, lo que plantea un riesgo adicional a la seguridad humana y a la infraestructura crítica. El uso de drones por parte de las fuerzas militares, actores estatales como Wagner, grupos terroristas como JNIM y fuerzas insurgentes como CSP-DPA representa un cambio significativo en el carácter de la guerra que hasta ahora se caracterizaba por emplear medios rudimentarios. El hecho de que casi la mitad de los combates de las fuerzas de seguridad de Malí con los insurgentes de JNIM, en la región central de Koulikoro desde principios de 2023, hayan sido ataques con drones, ilustra la preferencia por ese tipo de medio, al igual que la falta de control estatal del territorio18.

El uso de drones comerciales modificados para operaciones militares se ha vuelto más sofisticado y generalizado a medida que todos los actores los utilizan no solo para vigilancia y reconocimiento, sino también para ataques selectivos mediante explosivos lanzados desde los drones, o incluso empleando directamente drones kamikazes. Estas nuevas capacidades de guerra representan un avance técnico y táctico importante ya que permiten ataques de precisión, así como una mejor vigilancia y monitorización de los grandes espacios sahelianos; aunque todavía son emergentes, cabe esperar que en los próximos tiempos su empleo vaya generalizándose, a medida que se perfeccionan y aumentan su alcance operativo.

EI Estado Islámico en el Sahel se impone en la región de las tres fronteras

En la región fronteriza entre Malí, Burkina Faso, y Níger, EI Sahel parece haberse impuesto sobre JNIM, lo que le ha permitido consolidar su control sobre las zonas alrededor de las capitales regionales Gao y Menaka, y ampliar sus actividades hacia el interior de Níger.

La lucha entre ambos grupos yihadistas comenzó en la segunda mitad de 2022 tras la retirada de las fuerzas francesas de Malí y se decidió con un triunfo de EI Sahel que logró expulsar al JNIM de la región de Menaka y de las zonas al sur de la ciudad de Gao a finales de julio de 2023, con un coste humano de más de 700 combatientes entre ambos grupos. Esta victoria supuso, según informes de las Naciones Unidas, que EI Sahel duplicara la zona bajo su control entre 2022 y la primera mitad de 202319.

Desde entonces, El Sahel y el JNIM han continuado enfrentándose en la zona fronteriza de Burkina Faso, Malí y Níger, pero lo han hecho con menor frecuencia y severidad, dando como resultado una drástica disminución de los combates, que han pasado de 600 en 2022, a poco más de 100 en 202420. Ello parece confirmar la consolidación de EI Sahel como grupo dominante en la región, cuyo control se estaría extendiendo hacia la región nororiental nigerina de Tillaberi que conecta con la vecina Malí, así como alrededor del flanco oriental de la capital Niamey, como demostraría el hecho de que, desde el golpe de julio de 2023, se esté generalizando en estas zonas la extorsión económica del zakat y la imposición religiosa21.

También se han multiplicado los ataques cada vez más letales por parte de El Sahel contra el ejército nigerino, probablemente con el objetivo de mantenerlo fuera de estas zonas. El principal de estos ataques fue la gran emboscada que hizo EI Sahel a las fuerzas de seguridad nigerinas en octubre de 2023, la cual produjo la muerte de más de 100 soldados, y en la que EI Sahel utilizó armamento avanzado como vehículos explosivos suicidas (VBIED). Todos estos factores indican una mayor capacidad operativa de este grupo islamista, así como una mayor sofisticación en los medios que emplea22.

Esta actividad creciente indica que EI Sahel estaría ampliando su zona de apoyo desplazando su centro de gravedad operativo desde el noroeste de Níger, hacia el sureste de la capital Niamey en la región de Dosso, donde el grupo goza de libertad de movimiento y enfrenta poca resistencia, lo que indicaría un importante grado de control de la zona.

Por su parte, JNIM también tiene centrada su atención en Níger, donde está realizando incursiones en el suroeste del país a pesar de la dura competencia de EI Sahel y de los fuertes esfuerzos del gobierno para degradar sus refugios a lo largo de la frontera con Burkina Faso. A principios de 2024, JNIM lanzó una ofensiva contra las fuerzas de seguridad y las milicias cerca de la frontera con Burkina Faso logrando expulsarlas de la zona. No obstante, la intensidad de la campaña disminuyó a medida que transcurría el año, aunque mantuvo cierta presión sobre para impedir que volvieran a entrar en la zona.

Igualmente, JNIM estaría disputando a las fuerzas de seguridad nigerinas el control de la zona situada al sur de la capital, en la región de Ouro Gueladjo donde ha aumentado significativamente en el último año los ataques con IED y las emboscadas contra las mismas. Se trataría de aislarlas dentro de la ciudad, siguiendo el patrón de actividad del grupo alrededor de la capital de Malí el año anterior cuando, en septiembre de 2024, priorizó el ataque a Bamako mientras se limitaba a consolidar zonas de apoyo a distancias lejanas al norte de la capital situadas entre los 110 y los 300 kilómetros23. El ritmo continuado de los ataques de JNIM y su creciente ambición operativa indica un cierto éxito en sus objetivos, al tiempo que muestra las dificultades que tienen las fuerzas de seguridad para degradar las capacidades de los yihadistas en la zona24.

El terrorismo se expande hacia el golfo de Guinea

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un nuevo fenómeno que es el desplazamiento de una parte de la violencia yihadista desde el Sahel central a la región periférica meridional, en dirección al golfo de Guinea, Se trata de un fenómeno novedoso en la historia de ??África Occidental, donde la mayoría de las yihad que se han desarrollado desde principios del siglo XVIII se han concentrado en gran medida en la región del Sahel25. Sin embargo, los hechos recientes desmienten esta realidad histórica al sugerir que difícilmente puede existir una «zona de yihad» duradera hoy en día, sin que, tarde o temprano, termine por afectar a los Estados costeros.


Fuente: elaboración propia a partir de: Roads and Conflicts in North and West Africa @ OECD 2025. Disponible en: https://www.oecd.org/content/dam/oecd/en/publications/reports/2025/02/roads-and-conflicts-in-north-and-west-africa_4892fa2e/77474489-en.pdf

Los datos indican que, en los últimos años, el JNIM y EI Sahel han comenzado a operar en las regiones fronterizas de los Estados del golfo de Guinea26, sin que la estrategia de contención de los socios europeos para aislar la costa occidental contra la propagación yihadistas procedente del Sahel, esté dando resultados27. Poco a poco, JNIM y, en menor medida, EI Sahel se están expandiendo hacia el sur, aprovechando los problemas endémicos como la mala gobernanza o las tensiones comunales, para integrarse en las comunidades locales y controlarlas28.

La difusión de la violencia desde el Sahel hacia el norte de los países costeros no es aleatoria, sino que sigue las líneas de las fronteras nacionales, en particular en el norte de Benín, Costa de Marfil, Ghana y Togo, unas zonas caracterizadas por una baja densidad de población y una gran abundancia de parques naturales que proporcionan condiciones muy favorables a los grupos extremistas para expandirse hacia el sur. Estas regiones interiores han sido históricamente marginadas por sus Estados, tanto económica como políticamente, una circunstancia que los grupos yihadistas explotan hábilmente, instrumentalizando en su beneficio los agravios de las comunidades locales.

Además, en estos países de la franja atlántica africana, parece lógico que los yihadistas se expandan más rápidamente en las áreas que comparten características estructurales parecidas a las de la región del Sahel, como son la debilidad de las fuerzas de seguridad, las alianzas con grupos locales afines, la facilidad para financiarse con actividades ilegales, o la inestabilidad política que favorece la penetración del extremismo religioso.

A medida que los yihadistas se desplazan a zonas que antes no habían sido afectadas, también lo hace el control de los recursos que transitan por la región, o que se producen localmente, incluyendo los cultivos agrícolas, oro y, especialmente, ganado, que son particularmente fáciles de trasladar y revender. Los flujos de ingresos que se generan han hecho que las organizaciones extremistas sean más autosuficientes y resilientes29.

De los grupos yihadistas, JNIM se ha mostrado el más activo y ha dirigido sus ataques en el oeste de Malí orientándolos hacia la región senegalesa de Kayes, donde el número de ataques se ha duplicado anualmente desde 2022. Así, el grupo llevó a cabo 21 ataques en 2023 y 25 en 2024, después de haber llevado solo 10 ataques en 202230.

También, el JNIM ha ampliado sus zonas de acción al este de Burkina Faso hacia la región fronteriza con Benín y Togo, donde la expansión ha sido muy rápida. Para ello, han venido reproduciendo el patrón de tácticas de asedio utilizado regularmente en Burkina Faso y Malí para aislar áreas que albergan o cooperan con unas fuerzas de seguridad del Estado31. El éxito de esta táctica ha obligado a confiar casi por completo en los ataques con drones aviones para desarticular a los yihadistas que se mueven libremente a través de zonas boscosas o rurales.

Las comunidades locales han tratado de negociar con los yihadistas el levantamiento de los asedios a cambio de ciertas concesiones, pero cualquier intento de negociación ha sido rechazado por el líder de la junta burkinesa, Ibrahim Traoré, cuya estrategia de contrainsurgencia se basa en buena medida en la movilización de la población civil para enfrentarse a los yihadistas. El resultado ha sido una mayor violencia contra civiles a los que se percibe como favorables a los insurgentes32, lo que se ha traducido en una inflación masiva, el colapso de los servicios de salud, el deterioro de las infraestructuras y una preocupante inseguridad alimentaria.

Desde comienzos de 2023, JNIM ha dirigido sus ataques a las carreteras que rodean Bamako, como parte de una campaña más amplia para degradar las líneas de comunicación malienses y desarticular su frágil estructura económica33. El grupo ha aprovechado la porosidad fronteriza que existe en África Occidental para establecer nuevas zonas de apoyo a retaguardia que podrían utilizarse para expandirse aún más hacia el interior de la región de Kayes, fronteriza con Senegal. Igualmente, el JNIM ha llevado a cabo, en 2024, sus primeros ataques en las proximidades de las fronteras guineana y senegalesa.

En Benín, los ataques yihadistas parecen ser una consecuencia de las ambiciones del JNIM de controlar el territorio en el este de Burkina Faso. Si a principios de 2022, el objetivo parecía ser disminuir la capacidad de las fuerzas de seguridad beninesas de amenazar las bases burkinesas del JNIM, este objetivo parece haber cambiado por el de crear una gigantesca zona de amortiguación aprovechando los abundantes bosques que pueblan la región34. No obstante, todavía no está claro si la expansión a través de Benín podría extenderse al noroeste de Nigeria. En cualquier caso, la falta de una tendencia apreciable de escalada indica que los yihadistas todavía están en una fase de constitución y reclutamiento. También es posible que consideren los países litorales más útiles como bases de retaguardia y zonas de amortiguación, que como objetivos militares y, por tanto, deben quedar al margen de los ataques.

Más al oeste, el norte de Togo también se enfrenta a un aumento de las actividades yihadistas, como prueba el hecho de que, en julio de 2023, un presunto ataque del JNIM matara al menos a doce soldados que patrullaban en la aldea de Sankortchagou, cerca de la frontera con Burkina Faso35. Aunque sigue el mismo patrón que los otros países costeros, incluyendo el bandidaje, el contrabando de oro, drogas, armas y combustible, Togo parece funcionar principalmente como una zona de tránsito para los yihadistas36.

En lo que se refiere a Ghana, el país ha quedado hasta la fecha a salvo de los ataques terroristas. La presencia de algunas células yihadistas parece estar relacionada principalmente con sus actividades militares en Burkina Faso, ya que los insurgentes consideran el país principalmente como un refugio seguro y una ruta de contrabando demasiado útil como para desestabilizarlo con ataques directos37. El hecho de que Ghana sea anglófona puede disminuir las perspectivas de reclutamiento del JNIM allí, lo que refleja la hipótesis de que el África Occidental francófona es más susceptible a la infiltración yihadista que otras partes de la región38.

Finalmente, estaría Costa de Marfil situado en una «relativa calma» que no debería ocultar las continuas actividades yihadistas en cuanto a la participación en la minería de oro y otras actividades económicas ilegales en el interior del país39.

El futuro del yihadismo en el Sahel

Desde los golpes de Estado en Malí, Burkina Faso y Níger de los últimos años, las nuevas juntas directivas han cortado los lazos con los socios occidentales, y han adoptado, con ayuda de pequeños contingentes de mercenarios rusos, estrategias de contrainsurgencia que no ha logrado resolver sus problemas de seguridad, sino que, por el contrario, han contribuido a propagar una violencia indiscriminada que alimenta aún más las insurgencias.

La situación en el Sahel es cada vez más preocupante, ya que el yihadismo está prosperando especialmente en Malí y Burkina Faso, donde los gobiernos están perdiendo el control de grandes extensiones de su territorio frente a los grupos terroristas. Este sería el caso de las regiones malienses de Gao y Menaka, y de Burkina Faso donde casi la mitad de su territorio estaría en manos de los grupos terroristas.

Más preocupante resulta, desde el punto de vista de la seguridad europea, su expansión por los países del arco atlántico africano, siendo la región más vulnerable el amplio cinturón que se extiende por el interior de los países que lo forman desde Guinea hasta Benín. Esta vasta periferia tiene pocas ciudades y bajas densidades de población y está salpicada de parques nacionales que pueden proporcionar refugios seguros a los yihadistas. Además, a diferencia de las zonas costeras mayoritariamente cristianas, en el interior la población local es musulmana y está bien conectada con el Sahel, tanto cultural como económicamente, lo que facilita la penetración de los grupos yihadistas en su tejido social.

Parece lógico, en este contexto, que los yihadistas traten de instrumentalizar la falta de integración nacional entre el norte y el sur de los países litorales, empujando a la población local a arrojarse en sus brazos, de manera análoga a como se observa desde hace años en el centro de Malí. Su principal interés es crear alianzas localmente que les permitan consolidarse territorialmente y lo hacen mediante la persuasión, la amenaza o la violencia contra las comunidades marginadas. Este fenómeno, todavía minoritario, va creciendo en países como Benín y Togo. De consolidarse, podría terminar por convertirse en una amenaza para la seguridad nacional de los países litorales y, dado el acceso que tendrían los grupos yihadistas al océano Atlántico, también para las grandes rutas de comunicación marítima que se dirigen a Europa.

Sin embargo, varios factores complican la progresión de los grupos yihadistas más al sur, empezando por la dificultad de construir alianzas estables con las comunidades locales. Los grupos yihadistas son numéricamente pequeños y pocas veces están en condiciones de mantener el control del territorio. En esto se diferencian de los yihadistas afiliados a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) que se trasladaron desde el norte de Argelia al Sahel a principios de la década de 2000 y desarrollaron extensas redes con tribus locales en el norte de Malí. Este proceso que llevó años, parece improbable que pueda replicarse a lo largo de la costa occidental africana, una región que es diferente del Sahel desde las perspectivas económica, social, lingüística y religiosa. A medida que los grupos yihadistas se desplazan hacia el sur, su entorno operativo se complica y pierden gran parte de su capacidad de moverse sin ser detectados entre una población local en la que se mezclan las identidades cristiana y musulmana, y es mayor el control de los Estados.

Por ello, el escenario más probable para los países costeros del occidente africano es una presencia difusa y marginal de grupos yihadistas aislados, que actúen mediante ataques de oportunidad contra objetivos mal defendidos, en lugar de una expansión territorial constante como se observa actualmente en el Sahel central. Este escenario de expansión progresiva hacia las zonas rurales de los países litorales, sin consolidar el control de ninguna área urbana de cierta entidad, contribuirá potencialmente a formar una insurgencia fragmentada, pero no a la creación de una única zona de dominio territorial.

En última instancia, la expansión de los grupos yihadistas hacia el Atlántico dependerá del conjunto de iniciativas que adopten los países costeros, cuyas estructuras de seguridad son comparativamente más capaces de combatir militarmente a los insurgentes, que las de los países sahelianos. Los últimos años muestran que este proceso de reacción estatal está en marcha en la región, de manera que, desde Costa de Marfil hasta Togo, los Estados litorales de África Occidental han adoptado marcos políticos, legislativos y operativos para mejorar las sinergias entre las fuerzas de seguridad, las organizaciones representativas de la sociedad civil y las poblaciones, y las propias autoridades locales. Se trata de establecer una respuesta coordinada al terrorismo transnacional por parte de países como Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Togo, a la que podrían sumarse Malí y Níger. La Iniciativa de Accra, establecida en 2017 entre estos países, es un paso en la dirección correcta, como lo es el Mecanismo Integrado de Estabilidad Fronteriza para África Occidental apoyado por las Naciones Unidas, que busca mejorar las formas en que los gobiernos de África Occidental constituyen y entrenan a sus fuerzas de seguridad, interactúan con los civiles y coordinan sus iniciativas de contrainsurgencia a nivel regional.

Expulsada del Sahel central, Europa tiene mucho que decir a la hora de ayudar a los países del arco atlántico africano a equilibrar las respuestas militares y sociales para prevenir y contener el extremismo violento. No se trata solo de situar el centro de gravedad de las preocupaciones de seguridad occidentales en el arco atlántico africano, sino de evitar que el continuo fortalecimiento de los insurgentes yihadistas en el Sahel amenace con desbordar esta estrategia de contención y termine por afecta a Europa. Ello exige corregir los serios errores estratégicos de planeamiento y ejecución cometidos en el pasado, que tanto han contribuido al rápido crecimiento de las capacidades, el alcance territorial y el control poblacional de unos grupos yihadistas que se muestran cada vez más ambiciosos y audaces.

El objetivo final debe ser impedir que se consolide una situación de seguridad amenazante en el occidente de África que desafíe a los gobiernos, las economías, las sociedades y los recursos alimentarios e hídricos regionales en una zona crucial para la seguridad actual y futura de Europa. Lograrlo exigirá una mayor y más continuada atención y un mayor y más exigente compromiso durante las próximas décadas. Habrá que ver si Europa está esta vez a la altura de lo que se demanda.

Ignacio Fuente Cobo
Coronel de Artillería.
Analista principal del IEEE (CESEDEN).

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    • Radiografía de la amenaza yihadista en el Sahel

    • Anatomy of the Jihadist Threat in the Sahel