Foto: Reales Órdenes

 

Según cuenta la tradición, al Emperador Constantino "El Grande", antes del inicio de la batalla contra Majencio en puente Silvio en el año 312 DC, se le apareció una Cruz en el cielo con el lema "In Hoc Signo Vinces" (con este signo vencerás). Constantino llevó este signo a la batalla, venció y tras ello, dio libre culto a los cristianos y creó la Caballería Aurata Constantiniana, concediéndoles el uso del lábaro o estandarte con una cruz y el crismón o monograma de Cristo (XP, abreviatura de XPISTOS, en griego) como enseña.

Para algunos esta Caballería Constantiniana fue la primera Orden Militar de la historia, sin embargo no fue hasta el año 1550 cuando el Papa Julio III la reconoció como Orden Militar Constantiniana. Hay un debate constante sobre la fecha que ha de tenerse en cuenta como la de creación de una Orden, la de su organización como grupo de Caballeros, la de su juramento, la de su entrada en lucha, la de su aprobación por el Papa o la de la aprobación de sus Ordenanzas, Constituciones o Estatutos.

La principal característica de la Órdenes Militares fue la combinación de dos modos de vida, la militar y la religiosa. Nacieron precisamente para la lucha contra los reinos musulmanes de la península Ibérica y en defensa de la Cristiandad, actuando en la Reconquista en el mantenimiento del orden y protección de los desvalidos y peregrinos a los Santos Lugares y posteriormente en las Cruzadas. Era la conjunción de la vida monástica cristiana y el ideario de la Caballería sujeto a rígidas normas morales.

Desde la Baja Edad Media todo título, honor y preeminencia, en definitiva todo premio, tenía como origen la Corona. Dichos honores premiales estaban reservados a la élite de aquella sociedad, es decir a la Nobleza.

En la cúspide de los honores se encontraba la concesión de la Grandeza de España y los Títulos Nobiliarios pero era la concesión de un hábito de cualquiera de las Órdenes Militares españolas la que premiaba los méritos y servicios de la nobleza mediana con el carácter de una verdadera condecoración. Con el tiempo y debido a esta tradición, para el ingreso en cualquiera de las Órdenes era condición indispensable presentar pruebas nobiliarias severas.

Las Órdenes debían constituirse con la autorización expresa del Papa, además del permiso real, como órdenes religiosas que eran y en casi todas se conjugaron dos clases de miembros, los monjes que hacían vida conventual y los caballeros, mayoritarios que, sin perjuicio de estar sujetos también a sus votos u otros deberes religiosos, se dedicaban principalmente a la defensa de la religión con las armas. Todos ellos eran denominados "freires", a diferencia de las órdenes exclusivamente religiosas que eran "frailes", y todos llevaban la insignia de la Orden, normalmente una Cruz, en su capa o manto.

Las primeras Órdenes de Caballería surgieron en el siglo XI como la Orden de la Terraza o de la Jarra en el Reino de Navarra y la del Santo Sepulcro en Jerusalén y Roma. Posteriormente y a lo largo de todos los siglos siguientes irán surgiendo muchas otras Órdenes. De ellas podemos hacer tres grandes grupos, las monástico-capitulares, entre las que destacan la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta (1104), la Orden del Temple (1118), la Orden de Calatrava (1158), la Orden de Santiago (1158), la Orden de Alcántara (1176), la Orden Teutónica (1198) y la Orden de Montesa (1317); en ellas predominan el concepto religioso y el militar de la luchas contra el islam.

Posteriormente aparecen las que se denominan dinástico-capitulares o de collar y de fe, entre las que se encuentran la Orden de la Jarretera (1348), la Orden del Toisón de Oro (1429), la Orden Constantiniana de San Jorge (1550), la Orden de San Luís (1693) y la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III (1771); son órdenes que pierden carga religiosa e incrementan el ideal caballeresco y social.

Finalmente se crean las órdenes de mérito, entre las que podemos destacar la Orden de la Legión de Honor (1802), la Real y Militar Orden de San Fernando (1811), la Real y Militar Orden de San Hermenegildo (1814) y la Orden Real y Americana de Isabel la Católica (1815). Estas surgen por la necesidad de los monarcas de premiar a sus súbditos de forma general, sin distinción de cuna, clase social o riqueza. Inicialmente tienen una connotación religiosa pero poco a poco la van perdiendo.

El declinar de las Órdenes Militares españolas (Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa) se inició con los Reyes Católicos por dos motivos fundamentalmente. El primero fue la expulsión definitiva de los musulmanes de España, lo que dejaba a las Órdenes sin la razón principal que justificó su creación. El segundo estuvo en el empeño que pusieron los Reyes Católicos en hacerse con el mando de las Órdenes, quitándoles protagonismo y poder.

El poder de las Órdenes Militares llegó a ser enorme, teniendo bajo su mando y jurisdicción numerosas tierras, villas, castillos y fortalezas. Sus servicios en campaña como ejército organizado eran inestimables por lo que los reyes no sólo no se atrevían a enfrentarse a sus Maestres sino que los cubrían de riquezas. Los Reyes Católicos no estaban dispuestos a tolerar que una vez conseguida la unificación de todas las tierras de España existieran esos "estados" dentro del que ellos gobernaban así que, con gran habilidad política, al ir desapareciendo los Grandes Maestres de las Órdenes, fueron incorporando los Maestrazgos de cada una de ellas a la Corona, pasando todos sus bienes a la misma.

Para el gobierno de todas estas órdenes crearon los Reyes Católicos, en el año 1489, el Consejo de las Órdenes. Este Consejo llegó a tener su sede en el Palacio Real hasta que en 1717 fue trasladado, junto con otros Consejos, al Palacio del Duque de Uceda, llamado desde entonces "Palacio de los Consejos", actualmente ocupado por el Consejo de Estado y hasta hace poco tiempo por la Capitanía General de Madrid, actualmente Dirección de Acuartelamiento del Ejército.

En 1809 José Bonaparte decretó la disolución del Consejo de las Órdenes y la desamortización de sus bienes, y en marzo de 1873 la Primera República disolvió las Órdenes Militares, que fueron restablecidas nuevamente en abril de 1874. En abril de 1931, el gobierno de la Segunda República acordó su disolución pero permitiendo que se constituyeran como asociaciones. En ambos casos se respetaron las Ordenes Militares de San Fernando y San Hermenegildo, que nunca han sido disueltas, ni siquiera durante la guerra civil española.

LAS REALES Y MILITARES ÓRDENES:

Las Reales y Militares Ordenes, únicas que como tales existen actualmente en España, son las de San Fernando (1811) y la de San Hermenegildo (1814). Fueron las primeras condecoraciones de "mérito" que se crearon, es decir, estaban abiertas a todo aquél que las mereciese, sin atender a razones de nobleza, clase social o riqueza, ni siquiera de graduación. La primera premia el valor militar y la segunda la constancia en el servicio y la intachable conducta en el mismo. La creación de estas Reales y Militares Órdenes produjo un lento pero imparable cambio en el sistema premial español; las distinciones de Grandeza y Títulos Nobiliarios se perpetuarían pero algunas de las viejas Órdenes irían suprimiendo el requisito de la nobleza de sangre.

La Real y Militar Orden de San Fernando se creó con cinco clases de cruces para premiar el valor heroico y el muy distinguido, manteniéndose así hasta 1918 en que se suprimieron de la misma las recompensas a las acciones muy distinguidas, por haberse creado a su vez la Medalla Militar que sustituía a las suprimidas Cruces de San Fernando de 1ª y 3ª Clase (5º Reglamento). En el año 2001 se aprobó el 8º Reglamento de la Orden, en el que se vuelve a dar cabida a las recompensas al valor muy distinguido, ingresando por tanto en la misma los Caballeros Medallas Militares.

La propuesta inicial para recompensar la constancia en el servicio y la intachable conducta, fue la de premiar estas circunstancias con la Orden de San Fernando. No prosperó, pero provocó la creación de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y en enero de 1815 se aprobó un reglamento único, conjunto para ambas órdenes. El segundo reglamento, también conjunto, tenía articulado propio para cada Orden y desde el tercero cada Orden tiene su Reglamento específico y en fechas distintas.

En la actualidad, la Real y Militar Orden de San Fernando mantiene como condecoraciones la Gran Cruz Laureada, la Cruz Laureada, la Cruz Laureada Colectiva, la Medalla Militar y la Medalla Militar Colectiva. Dadas las características de concesión de estas condecoraciones, no se producen ingresos en la Orden desde hace muchos años, con la excepción producida en el año 2001 por la inclusión de la Medalla Militar en la misma. En la actualidad no vive ningún integrante de la Orden a título individual.

Para paliar los problemas de gobierno que el hecho anteriormente citado provoca en la Orden de San Fernando, la Asamblea Permanente y la Cancillería de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo son las encargadas de llevar a cabo todos los asuntos relacionados con la Real y Militar Orden de San Fernando, bajo la presidencia del Gran Canciller de aquella.

La Real y Militar Orden de San Hermenegildo se creó con tres clases de recompensas para premiar, de acuerdo con la propuesta del Consejo Supremo de Guerra y Marina, "a los oficiales que dedicando lo mejor de su vida y sacrificando su libertad, contribuyen con su larga permanencia al buen orden, disciplina y subordinación de los ejércitos".

En su primer Reglamento se establece que "el fin de la Orden es premiar a los oficiales de mis Exércitos de España e Indias y Real Armada en la constancia en el servicio militar" y se puntualiza al final que "solo será concedida a los oficiales que tengan una buena conducta sin nota fea ni haber sido procesados por algún delito".

Actualmente en la Orden existen cuatro clases de recompensas, Gran Cruz, Placa, Encomienda y Cruz.

Toda relación institucional con cualquiera de las dos Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo se hace a través del Gran Canciller de ésta, teniendo ambas su sede actual en la calle Princesa núm. 36, de Madrid.

 

El Soberano de ambas Reales y Militares Órdenes es Su Majestad el Rey.