18 nov. 2024
Transnistria: guerra congelada y el juego geopolítico entre Rusia y Moldavia
Sebastián Chumbe Checa
Introducción: ¿Qué es y cuál es el estatus de Transnistria?
Transnistria, oficialmente denominada República Moldava Pridnestroviana, es un territorio de reconocimiento internacional limitado, con una extensión de 4.163 km² y una población aproximada de 518.000 habitantes, según el censo de 2021. La composición étnica predominante es eslava (principalmente rusos y ucranianos), aunque aproximadamente el 32% de la población se identifica como moldava1. Transnistria declaró su independencia de Moldavia el 2 de septiembre de 19902; sin embargo, no estableció un autogobierno hasta el final de la guerra de Transnistria.
Ubicada geográficamente entre Moldavia y Ucrania (fig. 1), Transnistria ocupa los territorios al este del río Dniéster, que en su momento fueron parte de la antigua República Socialista Soviética de Moldavia. Aunque la comunidad internacional considera a Transnistria como parte de Moldavia, su gobierno con sede en Tiráspol solo es reconocido por estados con reconocimiento limitado, como Abjasia y Osetia del Sur, los cuales también declararon su independencia de Georgia. En 2006, estos tres territorios conformaron la Comunidad para la Democracia y los Derechos de las Naciones3.
Figura 1. Mapa de la ubicación de Transnistria. Fuente: Shutterstrock / Peter Hermes Furian The Conversation, 3/5/2022 https://theconversation.com/es-transnistria-la-siguiente-pieza-en-el-proyecto-del-kremlin-de-crear-la-rusia-nueva-182111
Resulta interesante observar que, a diferencia de Abjasia y Osetia del Sur, Transnistria, pese a ser una región predominantemente rusa, no cuenta con el reconocimiento oficial de la Federación Rusa. En contraste, Abjasia y Osetia del Sur obtuvieron dicho reconocimiento tras el conflicto armado entre Rusia y Georgia en 20084. Este aspecto es especialmente relevante si se considera que Transnistria conserva la antigua bandera soviética de la RSS de Moldavia (figura 2) y mantiene significativas afinidades políticas y culturales con Rusia.
Figura 2. Bandera de la República Moldava Pridnestroviana https://es.wikipedia.org/wiki/Transnistria#/media/Archivo:Flag_of_Transnistria_(state).svg
Un actor clave en el conflicto en Europa del Este es la Unión Europea, a la cual Moldavia aspira a integrarse tras presentar su solicitud de adhesión en marzo de 20225. Los intereses de la Unión Europea se orientan hacia la estabilidad regional, la seguridad fronteriza, las relaciones con Rusia y el proceso de integración europea de Moldavia. Este artículo analizará a fondo el conflicto en Transnistria y la dinámica geopolítica entre Rusia y Moldavia, respaldada por Occidente.
Contexto histórico: ¿Cómo nace Transnistria?
La historia moderna de Transnistria se inicia en 1792, con la expansión del Imperio ruso hacia el oeste tras las guerras con el Imperio otomano. Rusia obtuvo el control del territorio entre los ríos Dniéster y Bug, incluyendo el área actual de Transnistria, integrada entonces en la Gobernación de Nueva Rusia. Durante este periodo, Rusia incentivó la colonización eslava, alterando la demografía de una región previamente habitada por moldavos y otras minorías. En 1812, mediante el Tratado de Bucarest, Rusia anexó Besarabia, región que alternó entre dominio ruso y otomano, intensificando las tensiones locales.
Con la Revolución rusa de 1917, Rumanía ocupó y anexó Besarabia, mientras que Transnistria permaneció bajo control soviético, acentuando la división entre ambos territorios. En 1924, la URSS estableció en Transnistria la República Socialista Soviética Autónoma de Moldavia (RSSAM) para respaldar sus reclamos sobre Besarabia. Durante este periodo, se implantó una política de «moldavización» que incluyó la creación de un idioma moldavo basado en el rumano pero escrito en alfabeto cirílico.
El Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939 redefinió la región, y en 1940 la Unión Soviética recuperó Besarabia, fusionándola con Transnistria para formar la República Socialista Soviética de Moldavia. Durante la Segunda Guerra Mundial, ambas áreas estuvieron bajo control rumano durante la ocupación nazi, pero en 1944 fueron reincorporadas a la Unión Soviética. A partir de entonces, se promovió la colonización eslava y una intensa industrialización en Transnistria, consolidando su mayoría rusófila.
Independencia y guerra de Transnistria: El camino hacia una soberanía discutida
Con la desintegración de la Unión Soviética a fines de los 80, surgieron movimientos nacionalistas en diversas repúblicas. En Moldavia, el Frente Popular Moldavo, un movimiento prorrumano, aprovechó la apertura de la perestroika y el glasnost para promover el uso del idioma rumano y la reunificación con Rumanía6, lo cual alarmó a la población eslava de Transnistria. Ante el temor de ser marginados, los eslavos apoyaron movimientos separatistas que, en septiembre de 1990, proclamaron la República Socialista Soviética Moldava Pridnestroviana, antes de que Moldavia declarara su independencia en agosto de 19917.
Las tensiones entre el gobierno moldavo y las autoridades separatistas aumentaron, culminando en enfrentamientos armados en 1992. Moldavia intentó recuperar el control de Transnistria, pero las fuerzas separatistas, respaldadas militarmente por Rusia8, resistieron con éxito. La batalla de Bender resultó decisiva, con pérdidas significativas en ambos bandos. La intervención de tropas rusas detuvo el avance moldavo y estabilizó la región.
El 21 de junio de 1992, un acuerdo de cese al fuego9 mediado por Rusia estableció una zona desmilitarizada a lo largo del río Dniéster. Si bien este acuerdo puso fin a las hostilidades, no abordó las tensiones de fondo, dejando un conflicto congelado que persiste hasta la actualidad. Con alrededor de 1.000 muertes, Transnistria obtuvo una independencia sin reconocimiento internacional.
Situación legal de Transnistria y su relación con Rusia y el no reconocimiento
El caso de Transnistria ilustra el conflicto entre dos principios fundamentales del derecho internacional: el uti possidetis iuris y el derecho a la libre determinación de los pueblos. El primero sostiene que las fronteras de un territorio independiente deben preservar las delimitaciones previas a la independencia; es decir, un nuevo Estado debe conservar las fronteras que poseía como parte de una entidad política anterior. Basándose en este principio, Moldavia reclama las fronteras de la antigua RSS de Moldavia. Por otro lado, el principio de libre determinación de los pueblos afirma que los habitantes de un territorio tienen el derecho de decidir su destino político, como hizo Transnistria de forma unilateral, sin el consentimiento del gobierno central moldavo en Chisináu.
Este caso geopolítico es comparable a numerosas disputas entre el derecho a la libre determinación de los pueblos y el principio de uti possidetis iuris surgidas tras la Guerra Fría. Ejemplos similares incluyen Abjasia y Osetia del Sur respecto a Georgia, Nagorno Karabaj respecto a Azerbaiyán, Kosovo respecto a Serbia, y las repúblicas del Dombás respecto a Ucrania.
La Constitución de Moldavia de 199410, respaldada por la Carta de las Naciones Unidas, establece la integridad territorial de Moldavia y rechaza la independencia de Transnistria. A su vez, Transnistria adoptó su propia constitución en 1995, reafirmando su independencia.
En 2006, un referéndum en Transnistria mostró un 97% de apoyo a la independencia y una eventual unión con Rusia11, aunque la comunidad internacional y organismos como la OSCE lo declararon ilegal12. Aunque Rusia no reconoce formalmente a Transnistria, mantiene considerable influencia en la región. Desde el acuerdo de cese al fuego de 199213, tropas rusas han permanecido allí, previniendo una reintegración forzada por Moldavia.
Rusia emplea una estrategia de «conflictos congelados» en la región, manteniendo a Transnistria como un punto de presión política sin otorgarle reconocimiento formal. La falta de reconocimiento podría explicarse por su proximidad a Ucrania, lo que complicaría aún más las relaciones con este país tras el conflicto de 2014 y la anexión de Crimea.
Otra razón para la falta de reconocimiento podría ser evitar sanciones adicionales. El reconocimiento de Abjasia y Osetia del Sur en 2008 atrajo una fuerte condena internacional hacia Rusia. Reconocer a Transnistria, una región separatista en el corazón de Europa, podría acarrear sanciones similares y un mayor aislamiento en el ámbito internacional.
Moldavia enfrenta una marcada división interna entre sectores prorrusos y proeuropeos, evidente en las elecciones de 2020. En esa ocasión, el candidato prorruso Igor Dodon obtuvo el 42,28% de los votos, siendo derrotado por Maia Sandu, quien ganó con el 57,72%14 con una agenda europeísta.
Este contexto de polarización refleja la continua tensión entre influencias rusas y europeas en Moldavia. La posible independencia de Transnistria podría facilitar un acercamiento de Moldavia hacia Occidente y, eventualmente, su integración en la Unión Europea. Sin embargo, Rusia mantiene una estrategia dual: apoya implícitamente a Transnistria mientras conserva relaciones con el gobierno moldavo y sectores prorrusos, estabilizando así su influencia regional y dificultando un cambio radical en la orientación política del país. Destacan, en este sentido, las buenas relaciones entre Igor Dodon y Vladímir Putin, evidenciadas en las frecuentes visitas del político moldavo al Kremlin15.
La estrategia de «conflictos congelados» mantiene la situación en un punto muerto, evitando una guerra abierta y permitiendo a Rusia influir en la región sin los costos de un conflicto armado o el reconocimiento formal de Transnistria. En este contexto, Moscú actúa como mediador y protector de facto de Transnistria, lo que le ofrece una herramienta de presión sobre Moldavia y un control indirecto sobre su política.
El apoyo ruso en Transnistria se manifiesta de diversas formas. La presencia militar rusa, vigente desde el fin de la guerra de Transnistria en 1992, incluye alrededor de 1.500 soldados que protegen los intereses rusos y del gobierno transnistrio, además de custodiar uno de los mayores depósitos de armas en Europa del Este, ubicado en Cobasna16. Esta militarización no solo sustenta la autonomía de Transnistria frente a Moldavia, sino que también disuade cualquier intento de reintegración forzosa.
Rusia también brinda a Transnistria un considerable apoyo económico a través de subsidios y suministro de gas sin cobro17, lo que alivia la carga financiera de la región y refuerza su independencia de facto. Además, Moscú ha promovido la ciudadanía rusa para los habitantes de Transnistria, bajo la doctrina Karaganov18, que legitima la protección de ciudadanos en el extranjero. Esto consolida los lazos con Rusia y otorga a los ciudadanos transnistrios beneficios adicionales, como acceso a pensiones y otros derechos rusos19, facilitando su integración en la sociedad rusa sin comprometer la autonomía formal de Transnistria.
El respaldo de Rusia en la región incluye apoyo diplomático. Moscú reconoce documentos oficiales emitidos por las autoridades transnistrias, lo que facilita la integración de los ciudadanos de Transnistria en Rusia y el acceso a sus servicios. Además, altos funcionarios rusos sostienen relaciones con líderes transnistrios, como la reunión entre Grigori Karasin y Vadim Krasnoselski20, reflejando un apoyo diplomático implícito, pese a la ausencia de un reconocimiento formal de Transnistria como Estado soberano.
Rusia también representa los intereses de Transnistria en foros internacionales, como en el formato de negociación 5+2, que incluye a Moldavia, Transnistria, Rusia, Ucrania, la OSCE y, como observadores, la Unión Europea y Estados Unidos. En estas instancias, Rusia promueve una solución que garantice una amplia autonomía para Transnistria dentro de Moldavia21, bajo condiciones favorables al régimen separatista y a sus propios intereses estratégicos.
El respaldo integral de Rusia a Transnistria ha fortalecido el sentimiento antimoldavo en la región y su aspiración de integrarse a la Federación Rusa. A pesar de su falta de reconocimiento internacional, Transnistria mantiene una notable autonomía gracias al apoyo de Moscú, que, en la práctica, la protege de cualquier intento de reintegración por parte de Moldavia. Esta dinámica ilustra cómo Rusia maneja la situación mediante una combinación de diplomacia, apoyo militar y económico, y estrategias de influencia indirecta, consolidando su presencia en la región sin alterar las normas internacionales de soberanía estatal.
En conclusión, aunque Transnistria es un Estado de reconocimiento limitado y carece de relaciones diplomáticas oficiales con Rusia, goza del respaldo integral de Moscú. Las aspiraciones de integrarse a la Federación Rusa permanecen firmes en la región separatista, y el apoyo ruso fortalece su postura antimoldava.
Intereses económicos y geopolíticos de los actores involucrados
El conflicto en Transnistria refleja los intereses económicos y geopolíticos de Rusia y la Unión Europea, enmascarados bajo tensiones étnicas y nacionalistas. Para Rusia, Transnistria funciona como un mecanismo de influencia sobre Moldavia, frenando su acercamiento a Occidente y evitando una posible reunificación con Rumania. La presencia de tropas rusas en la región permite a Moscú proyectar su poder en Europa del Este, consolidando su posición en una zona estratégica.
Rusia emplea el gas natural como herramienta de control. Transnistria depende ampliamente del gas ruso, que suele recibir sin pago, acumulando una deuda que aumenta la presión sobre la región y sobre Moldavia. En 2022, Moldavia dependía de Rusia para el 78,1%22 de sus importaciones de gas. Además, el monopolio de Gazprom23 sobre el suministro energético refuerza el poder económico ruso en la región.
A pesar de su falta de reconocimiento internacional, Transnistria posee una economía industrial significativa, con sectores como el acero —en particular la planta MMZ24—, textiles y energía. Muchas de sus industrias mantienen vínculos históricos con Rusia y otros mercados postsoviéticos, lo que fortalece su integración en la esfera económica rusa.
Para la Unión Europea, la situación en Transnistria representa una fuente de inestabilidad en su frontera oriental. Implicada en actividades ilegales como el contrabando25, Transnistria supone un riesgo para la seguridad en Europa del Este. La UE, que no reconoce su independencia, apoya firmemente la integridad territorial de Moldavia26 y aboga por una solución negociada al conflicto.
Aunque Moldavia y Transnistria se benefician del acceso al mercado europeo gracias al Acuerdo de Asociación y el Área de Libre Comercio con la UE, la persistencia del conflicto es un obstáculo para la plena integración de Moldavia en la UE.
La posición de Moldavia: ¿Un acercamiento a Occidente y la Unión Europea?
Desde su independencia, la evolución política de Moldavia ha transitado gradualmente de una orientación prorrusa hacia un acercamiento progresivo a Occidente, especialmente a la Unión Europea. Este proceso está estrechamente vinculado al conflicto de Transnistria, que sigue siendo un obstáculo constante para la integración de Moldavia en Europa.
En los años 90, Moldavia mantuvo estrechos vínculos con Rusia, influida por su herencia soviética y el liderazgo del Partido de los Comunistas de la República de Moldavia (PCRM), dirigido por Vladimir Voronin, presidente entre 2001 y 2009. Voronin buscó fortalecer los lazos con Moscú27, alineándose con la Comunidad de Estados Independientes (CEI). No obstante, a partir de la década de 2000, Moldavia empezó a explorar una mayor integración con Europa.
Dos eventos clave en 2004 impulsaron el interés proeuropeo de Moldavia: la expansión de la UE hacia el este, incluyendo a varios exmiembros del bloque oriental28, y la Revolución Naranja en Ucrania, que bloqueó la llegada al poder del prorruso Viktor Yanukovich, acusado de fraude electoral29. A pesar de su postura prorrusa, Voronin firmó en 2005 el Plan de Acción UE-Moldavia30, lo que inició una mayor cooperación con Europa.
En 2009, la Revolución de Twitter31 puso fin a la hegemonía del PCRM, dando paso a una coalición proeuropea, la Alianza para la Integración Europea, que promovió la integración con la UE como objetivo central32. En 2014, bajo el gobierno de Nicolae Timofti, Moldavia firmó el Acuerdo de Asociación con la UE, consolidando su orientación prooccidental y facilitando el comercio, además de promover reformas en gobernanza, Estado de derecho y derechos humanos. Asimismo, Moldavia se benefició del régimen de liberalización de visados con la UE.
En respuesta, Rusia impuso restricciones comerciales33 y utilizó su control sobre el suministro de gas como instrumento de presión. Aunque la elección del prorruso Igor Dodon como presidente en 201634 significó un retroceso temporal en la política prooccidental, la mayoría proeuropea en el parlamento mantuvo el rumbo hacia la integración con la UE.
El punto de inflexión llegó en 2020 con la elección de Maia Sandu como presidenta, cuyo partido, Acción y Solidaridad, obtuvo el 52,8%35 de los votos en las parlamentarias de 2021, consolidando así un mandato firme para avanzar hacia la integración europea. Otro factor crucial fue la invasión rusa de Ucrania en 2022, que motivó a Moldavia a solicitar formalmente su adhesión a la UE en marzo de ese año. Las negociaciones de adhesión se iniciaron oficialmente en junio de 202436.
El giro hacia Occidente también se manifestó en la ley de 2023 que declaró oficialmente el «idioma rumano» como lengua oficial de Moldavia, en sustitución del «moldavo»37, históricamente escrito en alfabeto cirílico. Este cambio simboliza un distanciamiento de la influencia rusa y un acercamiento cultural e histórico hacia Rumania y Occidente.
Los recientes acontecimientos de octubre de 2024 ofrecen un panorama más claro sobre la situación actual en Moldavia. En las elecciones presidenciales, Maia Sandu obtuvo el 42,45%38 de los votos y se enfrentará en segunda vuelta al candidato respaldado por el Kremlin, Alexandr Stoianoglu, en una elección prevista para el 3 de noviembre de 2024.
Ese mismo día se celebró el referéndum sobre la adhesión a la Unión Europea, en el cual la población moldava se pronunció a favor por un estrecho margen del 50,38% de los votos39. La participación de los moldavos residentes en el extranjero fue fundamental en esta votación, inclinando finalmente la balanza hacia el «sí».
Este cambio político en Moldavia, cada vez más alineado con Occidente, representa una amenaza para los intereses de Rusia en la región, intensificada por el temor a una posible intervención rusa con Transnistria como pretexto, similar a lo ocurrido en Ucrania. Para Transnistria, cuya independencia de facto depende del apoyo ruso, la integración de Moldavia en la UE podría generar presiones hacia su reintegración, especialmente si se ve privada del respaldo económico, militar y político de Rusia.
En conclusión, la evolución de Moldavia hacia una orientación prooccidental ha sido gradual, intensificada por el contexto geopolítico actual. A medida que el país avanza hacia la integración en la UE, el conflicto de Transnistria persiste como un desafío fundamental, no solo para su estabilidad interna, sino también para su proceso de adhesión a la Unión Europea.
La relación del conflicto de Transnistria con la guerra en Ucrania
La guerra en Ucrania, desatada por la invasión rusa en febrero de 2022, ha intensificado la inestabilidad y los temores de un resurgimiento de la violencia en Transnistria, donde el conflicto permanece congelado. La proximidad geográfica de Transnistria a Ucrania ha suscitado preocupaciones sobre el posible uso del territorio transnistrio como plataforma para abrir un nuevo frente, particularmente en la región ucraniana de Odesa, lo que incrementa el riesgo de una expansión del conflicto.
En la primavera de 2022, una serie de explosiones en Transnistria, como las ocurridas cerca del Ministerio de Seguridad del Estado en Tiráspol40, generaron una creciente inquietud sobre una posible escalada del conflicto. Aunque las víctimas directas fueron escasas, estos incidentes fueron interpretados como señales de inestabilidad regional, agravadas por el contexto de guerra en Ucrania. La OTAN catalogó estos eventos como posibles ataques de «falsa bandera» promovidos por Rusia41 para justificar una intervención en Transnistria, dado su valor estratégico por la cercanía a Odesa. Ucrania, por su parte, acusó a Rusia y a los separatistas transnistrios de intentar desestabilizar la región con el fin de justificar una expansión militar en el marco del conflicto en curso42.
Transnistria respondió acusando a Ucrania de los ataques, alegando que buscaban arrastrar a la región al conflicto y provocar una reacción rusa. La Administración transnistria afirmó que se llevaron a cabo actos de sabotaje, incluidos intentos de ataque con drones sobre instalaciones de radiotelevisión43. Por su parte, Moldavia señaló que estos ataques fueron perpetrados por grupos terroristas internos de Transnistria, reflejando conflictos entre facciones locales interesadas en desestabilizar la región44. Además, Moldavia declaró que no bloquearía a Transnistria en ninguna circunstancia, reafirmando así su postura neutral ante el conflicto.
Independientemente de las causas subyacentes de estos ataques, el gobierno de Transnistria los ha aprovechado para reforzar su relación con Rusia. En febrero de 2024, las autoridades transnistrias solicitaron formalmente la protección rusa, argumentando una amenaza creciente por parte del gobierno moldavo. En respuesta, el Kremlin reiteró su compromiso de defender a sus «compatriotas» en la región45.
El conflicto, por otra parte, ha impulsado a Moldavia hacia Occidente y la Unión Europea. La guerra en Ucrania ha intensificado la percepción de inseguridad en Moldavia, motivando al gobierno prooccidental a buscar protección y a fortalecer su proceso de integración en la UE. Mientras tanto, Transnistria se ha alineado aún más estrechamente con Rusia, consolidando a Moscú como aliado clave para sostener su autonomía ante la creciente influencia occidental en Moldavia.
¿Podría volver a estallar la guerra? Los posibles escenarios de Transnistria
La situación en Transnistria, aunque actualmente es un conflicto congelado, podría reactivarse, especialmente debido a la guerra en Ucrania. Se vislumbran tres posibles escenarios de evolución del conflicto.
En primer lugar, una escalada militar podría desencadenarse si el conflicto en Ucrania se extiende e impacta en Transnistria. Un avance ruso hacia Odesa, cercana a Tiráspol, podría preludiar una intervención en la región. Sin embargo, este escenario es poco probable sin un control ruso consolidado sobre el Dombás.
El segundo escenario plantea una resolución negociada. Si Rusia se debilita en Ucrania, su apoyo a Transnistria podría disminuir, presionando a esta región a negociar con Moldavia y posiblemente a aceptar un estatus de autonomía dentro del Estado moldavo. Este desenlace sería más viable si las presiones económicas y políticas aumentan en ausencia del respaldo ruso.
El tercer escenario considera que, a pesar de un debilitamiento ruso, los transnistrios podrían rechazar la reintegración a Moldavia. En tal caso, los moldavos residentes en Transnistria podrían exigir su reincorporación a Moldavia, provocando una crisis interna que podría derivar en una intervención internacional, con apoyo Occidental, para reintegrar la región bajo soberanía moldava, facilitada por la falta de respaldo activo de Rusia.
Conclusiones
El conflicto en Transnistria enfrenta dos principios fundamentales del derecho internacional: el uti possidetis iuris, defendido por Moldavia en favor de su integridad territorial, y el derecho a la libre determinación, invocado por Transnistria para justificar su aspiración de independencia.
Desde 1992, Rusia ha ejercido una influencia significativa en Transnistria a través de su presencia militar, apoyo económico y otorgamiento de ciudadanía rusa, aunque sin reconocer formalmente la independencia de la región. La estrategia rusa de «conflicto congelado» permite a Transnistria mantener una independencia de facto, permitiendo a Moscú ejercer influencia en Moldavia sin incurrir en sanciones adicionales y evitando una reintegración forzada de Transnistria en el Estado moldavo.
Moldavia, por su parte, ha avanzado hacia la integración occidental, impulsada por factores como la ampliación de la Unión Europea, la Revolución de Twitter y la invasión rusa de Ucrania. A pesar de la presión económica y energética ejercida por Rusia, Moldavia ha sostenido su orientación proeuropea, lo cual ha debilitado los intereses de Transnistria, que depende del apoyo ruso para preservar su autonomía.
La guerra en Ucrania ha exacerbado las tensiones en Transnistria, y los incidentes violentos de 2022 aumentaron el temor a una escalada, con acusaciones mutuas entre Ucrania y Transnistria. Mientras Moldavia persigue su ingreso en la Unión Europea, Transnistria apela a la protección rusa para conservar su autonomía.
Se plantean tres posibles escenarios: una intervención rusa en Transnistria, una reintegración negociada en Moldavia en caso de un debilitamiento de Rusia o una intervención moldava, respaldada por Occidente, si Transnistria se resiste a la reintegración.
Sebastián Chumbe Checa
Internacionalista y Divulgación Cultural
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Transnistria: guerra congelada y el juego geopolítico entre Rusia y Moldavia ( 0,26 MB )
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