La intersección entre idiosincrasia, cultura y civilización: naturaleza y origen de los conflictos internacionales
11 nov. 2024
La intersección entre idiosincrasia, cultura y civilización: naturaleza y origen de los conflictos internacionales
Guillermo Talavera Cejudo
Introducción y definiciones. La religión como agente (des)estabilizador
El origen de los conflictos a lo largo de la historia se materializa en elementos de desacuerdo que existen entre las partes beligerantes, los cuales, llevados al extremo, resuelven su solución mediante el uso de la violencia. Este desacuerdo entre grupos sociales atiende a diversos factores; agravios históricos, percepción de amenaza de minorías étnicas, además de diferencias culturales y religiosas, entre otros, tratándose generalmente de situaciones complejas de resolver, que en ocasiones se enquistan con el paso del tiempo. Asimismo, estos elementos no afectan del mismo modo a poblaciones con situaciones geográficas diferentes, y que por tanto han seguido procesos evolutivos divergentes. Este carácter diferencial entre poblaciones se pueden resumir en los tres principales elementos de análisis, objeto de este estudio: idiosincrasia, cultura y civilización.
Es relativamente habitual que estos tres elementos se muestren como sinónimos, no obstante, cada uno de ellos establece un factor determinante en el estudio de una población y por tanto en su manera de entender el mundo y las relaciones internacionales. Cada pueblo es el resultado de la intersección de estas tres variables que se han ido adaptando en mayor o menor medida a lo largo de la historia y que han dado como resultado el constructo social de cada Estado.
Se puede comenzar definiendo la cultura como un constructo complejo que aglutina conocimientos, lengua, creencias (religiosas o no), arte, moral, derecho y costumbres que adquieren y ejercen las personas que conforman una sociedad1. Esta visión unifica a nivel de importancia y complejidad cada una de las culturas existentes, permitiendo, de este modo, una aproximación igualitaria a su estudio. De este modo, la cultura en sí abarca un gran espectro que comprende desde tradiciones regionales al propio derecho consuetudinario de los pueblos, como es el caso del código pastunwali o el badal, en términos de justicia y venganza, para la etnia pastún de Afganistán2. Dicho carácter étnico es muy relevante ya que habitualmente suele guiar la conducta y percepción del propio individuo dentro del colectivo, así como regir sus interacciones con individuos de otras etnias. En este sentido, se puede hablar de países multiculturales cuando dicho país lo conforman diferentes etnias, con tradiciones, idioma e identidad común propia, además de la nacional, un factor que sin duda enriquece al país pero que en ocasiones actúa como catalizador de conflictos.
En segundo lugar, el término civilización posee una connotación más supranacional y de organización social. La cultura y las costumbres de un pueblo (o suma de ellas) establecen las bases de cualquier civilización, pero éste concepto engloba un conjunto de factores económicos, políticos, religiosos, institucionales y legislativos diferenciadores, que a su vez permite que países con rasgos culturales diferentes, pertenezcan a la misma civilización. Un especial análisis recibe la civilización islámica, la cual, según el escritor Robert D. Kaplan, se divide en tres principales (sub)civilizaciones, que históricamente han ejercido una gran influencia en Oriente Medio y Eurasia: Persia, Arabia y Turquía, cada una de ellas con ciertas similitudes culturales inevitables debido a las interacciones históricas y la influencia de la geografía y la religión, pero asimismo con una organización política, económica y legislativa estructuralmente diferenciada3.
p>Por su parte, el politólogo Samuel P. Huntington define nueve civilizaciones predominantes en la actualidad: occidental (judeocristiana), latinoamericana, subsahariana, islámica, sínica (china), hindú, ortodoxa, budista y nipona4. Claramente, será más sencillo conformar una civilización cuando las identidades culturales sean similares, lo que propiciará una organización política semejante. Por otro lado, las fronteras entre civilizaciones en muchas ocasiones se encuentran difuminadas, generando una escala de grises influenciada principalmente por factores geográficos, pero también económicos y sociales.
Figura 1. El choque de civilizaciones según Huntington
Fuente: Joaquín Domínguez, EOM (2016)5
El mapa de la Figura 1 muestra elementos reveladores como la realidad del subcontinente indio, en donde conviven dos civilizaciones diferentes, la hindú y la islámica. Aproximadamente el 13% de la población es de religión musulmana y se encuentra agrupada en su mayoría en la región noroccidental, lo que implica que, del total de población de la India, aproximadamente 200 millones de personas son musulmanas, casi el mismo número de habitantes de Pakistán (etimológicamente “la tierra de los puros”), país que tras su cruenta escisión en 1947 se ha mostrado como adalid del Islam suní en la región frente al carácter multicultural indio6. En este sentido, se esgrime el primer factor definidor de civilizaciones y que a su vez se muestra como uno de los principales motivos de desestabilización, a la par que de unión, a nivel mundial: la religión.
La civilización, por tanto, es un concepto amplio del que no existe unanimidad y que no está exento de perspectivas. Lo que se puede afirmar es que referencia a una colectividad, bien sea una nación o conjunto de naciones, dentro de un área geográfica determinada y que excluye los preceptos raciales, asumiéndolos como elementos puramente biológicos. De este modo, individuos de diferentes razas pueden conformar la misma civilización siempre y cuando asuman el mismo conjunto de valores políticos y socioeconómicos7.
Por último, la RAE define idiosincrasia como el «conjunto de los rasgos y el carácter distintivos de un individuo o comunidad»8, por lo que se puede asumir que la idiosincrasia es un elemento que define el proceder, la actitud y la voluntad de un Estado, materializado en su gobernante. Dicho gobernante es el encargado de establecer los objetivos a medio y largo plazo, canalizando el sentimiento de su pueblo mediante la elaboración de una gran estrategia. Javier Jordán define este concepto en base a tres aproximaciones: como gran plan, mediante un proceso de traducción de los intereses nacionales en metas concretas a largo plazo, generalmente plasmadas en uno o varios escritos; como gran principio organizador, compuesto por un conjunto de ideas fuerza sobre el objetivo último de la nación; y como patrón de conducta, entendida como una pauta de inversión de recursos políticos, económicos y militares que diferirán según la importancia asignada a cada uno de ellos9. Entendiendo y estudiando en profundidad la idiosincrasia de los pueblos, se podrá apreciar el carácter de los mismos, así como las posibles reacciones ante ciertas políticas o decisiones que de dicho carácter derivan.
A diferencia de los conceptos anteriores, se trata, de un elemento esencialmente mutable a lo largo de la historia. La idiosincrasia de Italia actualmente difiere de la actitud expansionista del imperio romano por razones evidentes, pero la civilización que crearon y su cultura son elementos que en cierto modo perduran hasta nuestros días, ya sea en forma de tradiciones o como base de las actuales instituciones o sistemas legislativos.
Tras esta introducción se ejemplificarán estas ideas y su interrelación en base a tres diferentes escenarios históricos, esgrimiendo el origen y la naturaleza de los mismos.
De la idea a la acción. Inglaterra y España en los siglos XVI y XVII.
Atendiendo a las diferentes realidades de la España y la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, se pueden apreciar el resultado de este cruce de elementos idiosincráticos, culturales y civilizadores. Por un lado, la corona inglesa estableció el escenario marítimo como núcleo de su poder y riqueza; sus acciones navales, centradas principalmente en el comercio exterior y el expolio de riquezas de las rutas marítimas españolas hacia las Indias, unido a un magnífico aparato de propaganda, moral y conciencia colectiva, generó un sentimiento irrefrenable y espontáneo hacia sus gentes de hacerse a la mar. Un notable número de ellos optaba por enrolarse en dichas incursiones de corte pirática, conformando, en sí, un carácter idiosincrático propio. En España por su parte, la idiosincrasia era la propia de un imperio, en el cual el rey Felipe II, dotado de un gran aparato burocrático, estableció un control minucioso y centralizado de las rutas marítimas de las Indias, defendiéndolas con asertividad y firmeza ante las incursiones inglesas10.
Por otra parte, la llegada del luteranismo y el calvinismo provocó una fractura directa con el catolicismo, enfrentando a pueblos que compartían una misma civilización con profundas raíces cristianas. Calvino introduce un nuevo sentimiento religioso, predicando que la salvación era virtud de unos pocos hombres y que la riqueza obtenida del trabajo y esfuerzo es signo de predestinación divina. Asimismo, gran parte de los líderes calvinistas de la época consideraban irreversible el pecado original de los indígenas paganos que residían en el Nuevo Mundo11. De este modo, el pueblo inglés (a la par que el holandés) adopta un modelo económico-religioso diferenciado, que decide expandir como elemento estructural diferenciador, generando una conciencia religiosa que muestra a un Dios que está de lado de las naciones que generan más riqueza, pensamiento que sin duda generó grandes comerciantes marítimos, no obstante, situó en segundo término el concepto católico de hacer el bien en el mundo terrenal, el altruismo y el respeto hacia los valores culturales de los territorios de ultramar. Esto derivó en una simbiosis económico-cultural que significó el primer albor del capitalismo actual, tradicionalmente asociado al mundo angloprotestante, del cual también derivo en última instancia su individualismo12. Citando al estratega norteamericano Alfred T. Mahan, refiriéndose en este caso a Holanda, indicaba que «la base de la grandeza nacional era el dinero, o más bien la riqueza; ésta proporcionaba grandes distinciones cívicas que llevaban en sí todo el poder dentro del Estado, y con la posesión de poder, venía la consideración social. […] En Inglaterra sucedía lo propio»13.
En el caso de España, el seguimiento de los preceptos católicos abordó el problema del pecado original con el mestizaje y el matrimonio, asumiendo que los españoles de ambos hemisferios eran iguales ante Dios, por encima de cualquier otro precepto, incluyendo el económico. De este modo, España se presenta como adalid del catolicismo con un modelo integrador de los pueblos, en contraposición al modelo inglés.
La escisión de civilizaciones y el cariz que adoptó el choque de idiosincrasias eminentemente asertivas en ese momento, supuso el inicio de unas hostilidades que perduraron de manera intermitente durante siglos. La etnia hispana comparte lengua, historia y tradiciones comunes, es decir una cultura común, pero asimismo se nutre de una civilización pasada compartida, factor que ha facilitado a lo largo de la historia reciente las diversas migraciones en ambos sentidos del Océano Atlántico.
Aún a día de hoy se aprecia una considerable diferencia entre la Hispanoamérica cristiana de ambos hemisferios y el mundo angloprotestante heredado de las civilizaciones de hace más de medio milenio. Muestra de ello es el choque cultural derivado del flujo migratorio hacia los territorios de California y San Francisco en EEUU (antiguos territorios de México arrebatados en la guerra de 1830) estableciendo un proceso que de manera progresiva puede difuminar la frontera sudoccidental y noroccidental de ambos países, respectivamente.
Dar es Islam. Persia, Arabia y Turquía
Es evidente que la práctica totalidad de territorios de Oriente Medio comparten una estructura organizativa y social enormemente influenciada por la religión compartida, si bien es del mismo modo incuestionable la existencia de diferencias. Vislumbrar las distinciones entre Oriente y Occidente es mostrar el choque de civilizaciones del que hablaba Huntington, sin embargo es importante no visualizar Oriente Medio como un territorio de identidades estáticas y por tanto asumiendo que cada civilización representa un bloque monolítico14.
En este sentido, la civilización islámica se puede dividir según las dos principales corrientes religiosas del mundo islámico: suníes y chiíes. Si bien ambas poblaciones estuvieron unidas durante el reinado de los primeros califas y por tanto comparten un pasado histórico (y por tanto cultural) común, ciertas comunidades han enquistado su rivalidad, desembocando en procesos de violencia colectiva. Exacerbar la cultura regional en su variable religiosa ha desembocado en las últimas décadas en el surgimiento de grupos de corte islamista radical absolutamente ideologizados15. Estos grupos han adquirido una idiosincrasia propia, ajena a la estatal, a la vez que se han aproximado a los países ideológicamente afines, como es el caso de Irán con ciertos actores proxy regionales, en lo que respecta a la esfera de influencia chií. No obstante, este radicalismo ideológico ha afectado del mismo modo al entorno suní, como se observa en la reciente actividad de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) en el actual conflicto de Yemen. Su actividad durante los años 2022 y 2023 se ha fundamentado en perpetrar ataques asimétricos con empleo de artefactos explosivos improvisados y medios no tripulados, además de practicar el secuestro de personalidades de Naciones Unidas. Una muestra de cómo dichos grupos tratan de obtener visibilidad internacional con el fin de generar el mayor impacto hacia otros países considerados enemigos y sus sociedades16.
Sin embargo, esta casa del Islam se encuentra del mismo modo diferenciada por las tres principales entidades que la componen históricamente: Irán, Arabia Saudí y Turquía, siendo así porque cada una de ellas tuvo su propio periodo de predominancia sobre las demás. El Imperio Persa fue el primero que logró extenderse por toda la región, abarcando del siglo VI al IV a.C., desde Libia y Egipto hasta el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo. La esencia de poder blando de este Imperio, fue tal que pudo ser capaz de influir sutilmente en culturas adyacentes, consiguiendo atraer a diferentes pueblos y lenguas a su órbita con el paso del tiempo. De hecho, el darí, el tayiko, el urdu, el hindi o el bengalí son idiomas que o bien derivan del persa o bien se encuentran notablemente influenciados por él. Herencias culturales como esta son perfectamente palpables a día de hoy en ciertos lugares desde Irak hasta el este de la India. Como se observa, este carácter civilizador es mucho anterior a la influencia religiosa del Islam en la región, ya que no será hasta el resurgir del Imperio Safávida, en el siglo XVI, donde se establecería el Islam chií como religión oficial del Imperio17.
Posteriormente, será la influencia árabe la que se transmita sobre estas tierras por medio del Califato Omeya. Actualmente, su herencia cultural perdura principalmente en la Península Arábiga y los países del norte de África, que juntos tratan de contrapesar la influencia cultural de Turquía e Irán. Los otomanos, por su parte, se caracterizaron por un enfoque hacia el Cáucaso, los Balcanes, el Mar Negro y el Mediterráneo Oriental concentrando su poder industrial en el oeste, junto a los Balcanes. La capital otomana, Constantinopla (actual Estambul), constituyó su principal puerto del cual emanaba la influencia cultural del Imperio y que se extendía hasta Bagdad, Damasco y la orilla oriental del mar Rojo18.
Figura 2. Expansión del Califato Omeya
Fuente: La casa del creador (2022)19
Por todo lo expuesto, se puede apreciar que las diferencias culturales entre suníes y chiíes; persas, árabes, y turcos son fruto de un liderazgo de la civilización musulmana cuyo testigo se ha transferido alternativamente y que actualmente ha derivado en Estados cuyas fronteras de civilización no coinciden con las legalmente establecidas. Prueba de ello es la ciudad de Alepo en el norte de Siria, más vinculada histórica y culturalmente a Bagdad y Mosul, en Irak, que a Damasco, su capital.
Figura 3. Expansión del Imperio Otomano
Fuente: Josep Baqués, Global Strategy (2020)20
Factores como los citados, han generado que las ideas radicales de grupos de carácter terrorista como el ISIS, fluyeran basadas en una identidad fundamentalista religiosa propia, que traspasaba estas fronteras y unía a pueblos con similares herencias culturales y civilizadoras. Dichos pueblos, principalmente territorios de Siria e Irak, se caracterizan por haber pertenecido a diferentes líderes de la civilización musulmana (persas, otomanos y árabes) en múltiples periodos de la historia. Por tanto, este factor se esgrime como originador de conflictos, debido a que realmente han sido tres civilizaciones y no una las predominantes en esta región a lo largo de la historia, estableciendo un choque que no hubiera tenido lugar si se tratara de factores estrictamente culturales.
Rusia y las Antiguas repúblicas soviéticas
En lo relativo a Asia Central, desde principios del siglo XX el gobierno soviético optó por la creación de Estados que no respetaban las fronteras étnicas existentes. La lógica de esta separación en diferentes grupos étnicos, consistía en que si alguna de estas recién creadas repúblicas trataba de independizarse, el resultado habría sido una guerra interétnica por el poder; un modo de mantener a la población sometida al régimen. Se trataba por tanto de una mezcla de culturas de pueblos con idiosincrasias insuficientemente asertivas, incapaces ante el gigante soviético y que tuvieron que adaptarse a una civilización que les era ajena. Tras la caída de la Unión Soviética y la independencia de Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, esta realidad ligó en gran medida la estabilidad de estos países a una relación cercana con el gobierno ruso, tanto en materia económica como de seguridad. La alternativa hubiera residido en un sentimiento unionista de todos los pueblos de civilizaciones afines hacia la esfera otomana o persa21.
La idiosincrasia del pueblo ruso, es desconfiada y defensiva por naturaleza, con una exacerbada percepción de permanente amenaza, debido, en gran parte, a las históricas invasiones sufridas, desde el Imperio Mongol a la Alemania de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, conformando, con el devenir del tiempo, un constructo social de individuos resilientes, acostumbrados a las intempestivas condiciones de lugares tan inhóspitos como la estepa siberiana. Por ello, sería imprudente imponer medidas o trazar políticas contra este pueblo sin un concienciado estudio del valor que éste proporciona al orgullo nacional, su determinación ante posibles invasores o el empleo de la violencia como vía principal de resolución de conflictos, en otras palabras, conocer su verdadera idiosincrasia22.
El concepto de madre Rusia para muchos de sus habitantes trasciende las fronteras establecidas de la Federación Rusa. La caída de la Unión Soviética dejó comunidades de rusos emigrantes establecidas en regiones específicas de diversas repúblicas, los cuales tenían un sentimiento proclive hacia su tierra de origen. Es por ello, que el pueblo ruso considera que tiene una responsabilidad para con dichas comunidades y no puede permitirse abandonarlas, ya que las considera parte de un todo. Volviendo al mapa de Huntington, se aprecia que gran parte de las antiguas repúblicas soviéticas pertenecen a la misma civilización ortodoxa y además comparten una cultura eslava hermanada. Con estas variables, el origen del conflicto, apunta a la idiosincrasia expansionista rusa, en su búsqueda por recuperar influencia internacional. En este sentido, Putin se muestra a su pueblo como el elegido para el resurgimiento de Rusia a la vez que adalid de la iglesia ortodoxa rusa como base cultural (factor que ha provocado un incremento de las disensiones con otras iglesias ortodoxas como la griega), respetando el pasado comunista pero rechazándolo como eje de acción política, a la vez que controla el Islam en Chechenia; punto del país donde se produce un claro choque de civilizaciones.
Conclusiones finales
Cultura, idiosincrasia y civilización, son elementos que si concuerdan en una determinada región, sin duda favorecerán el entendimiento y las relaciones políticas y comerciales entre los países. Si uno de los tres ejes cae, la situación podría elevar las tensiones sociales y derivar en conflictos de mayor o menor intensidad. Son, por tanto, elementos indicadores básicos para la identificación de un potencial conflicto.
Generalmente los factores políticos, económicos y sociales compartidos son fruto de una influencia política regional liderada por un país (o conjunto de países), que tradicionalmente trata de obtener la hegemonía del área geográfica que abarca su civilización. Como se ha expresado anteriormente a lo largo de la historia la civilización islámica ha tenido diferentes liderazgos árabes, turcos y persas, afectando en gran medida a su desarrollo. Por su parte, la civilización occidental, claramente se ve liderada por Estados Unidos, elemento que inevitablemente provoca una influencia cultural de dicho país en detrimento de la cultura propiamente nacional de cada uno de los países que conforman dicha civilización.
En este sentido, se pueden establecer diferentes situaciones base. Por un lado, en el caso de un país conformado por diferentes regiones cuya cultura no sea homogénea, no se debería generar ningún conflicto mientras cada región acepte las normas sociales establecidas por una misma civilización de referencia. Si una determinada región exacerba sus valores culturales con fines políticos o bien percibe que dichos valores se encuentran en peligro (ya sea real o bien fruto de una instrumentalización política); en función de la idiosincrasia de la citada región puede ocurrir que asuman el uso de la fuerza como mecanismo de resolución de conflictos y desencadenen procesos de violencia colectiva. Todo esto puede ocurrir dentro de una misma civilización y es uno de los procesos de surgimiento de grupos de carácter terrorista.
Por otro lado, si se dan elementos culturales afines (como es el caso del idioma y el derecho consuetudinario de ciertos países de Oriente Medio), pero los pueblos pertenecen a civilizaciones diferentes (debido a las diferencias religiosas o las distintas influencias históricas que desembocas en modelos organizativos diferentes), una escisión de civilizaciones acentuada por una deriva idiosincrática agresiva, indudablemente va a generar conflictos. Esto puede producirse, por ejemplo, tras un cambio de entidad en el modelo religioso del país y que afecte a ciertas minorías, lo cual puede trasnacionalizar el conflicto si dichas minorías encuentran apoyo en pueblos de civilizaciones afines.
En el caso concreto de Oriente Medio, ya que cada país mencionado dispone de una idiosincrasia asertiva, a pesar de que Huntington asume la pertenencia a la misma civilización islámica, claramente la influencia de las tres civilizaciones que históricamente han poblado sus tierras y plantado su influencia, ha derivado en un proceso de rivalidad cultural y religiosa latente. La escisión en muchas ocasiones es fruto de la religión, elemento de unión pero asimismo diferenciador de identidad colectiva. Países como Turquía e Irán han sido tradicionalmente estables por haber conservado una cierta uniformidad religiosa. No se puede decir lo mismo de otros como Irak, que tradicionalmente han necesitado de regímenes dictatoriales para mantener el orden debido a la disparidad de religiones presentes que emanaban de civilizaciones diferentes.
Por último, si coinciden tanto cultura como civilización, el conflicto únicamente provendrá de un choque de idiosincrasias asertivas. Es actualmente el caso de Ucrania y Rusia, países enfrentados no por diferencias culturales esenciales sino por diferentes voluntades de estado. Todo ello, por supuesto sin contar con la acción externa de terceros países, lo cual sin duda puede agudizar o ralentizar el conflicto de acuerdo con sus intereses estratégicos. Se observa, por tanto, que la idiosincrasia de cada pueblo y gobernante puede actuar bien como catalizador de conflictos o bien como apoyo a la voluntad de entendimiento de los pueblos.
En palabras del general Miguel Alonso Baquer, siempre será más sencillo para la población defender una cultura común compartida, ya sea regional o nacional, que apostar por la defensa de una civilización más extensa, lo que habitualmente genera nacionalismos periféricos. Según el autor, este alejamiento de la comunicación hacia el exterior puede desembocar en pueblos enquistados, pero aceptar y potenciar los rasgos comunes genera culturas abiertas y civilizaciones transparentes23.
Guillermo Talavera Cejudo
Teniente de Navío, Armada
Máster en Estudios Avanzados de Terrorismo
-
-
La intersección entre idiosincrasia, cultura y civilización: naturaleza y origen de los conflictos internacionales ( 0,37 MB )
-