21 oct. 2024
La guerra en Ucrania: El declive de la influencia rusa en Asia Central y el Cáucaso
Rafael Santiago Orti
Introducción
Rusia está acusando el desgaste de la guerra cuyo fin no parece vislumbrarse. La prioridad que otorga el Kremlin a este conflicto comienza a palparse en otras esferas geográficas cuya importancia ha pasado ahora a ser secundaria, y cuyo control comienza a desestabilizarse por la pérdida de recursos que hoy absorbe el frente ucraniano.
Estas áreas de influencia, las más importantes para Moscú por motivos históricos, geográficos y estratégicos, son tanto Asia Central como la región del Cáucaso. Aunque estos territorios presentan similitudes, las notables diferencias, principalmente geopolíticas, así como los distintos actores participantes, exigen de un detallado análisis, no solo para comprender mejor el contexto, sino para entender cuáles son las soluciones factibles.
La categorización de potencia militar ha permitido históricamente a Rusia asumir competencias en materia de seguridad fuera de sus fronteras. Su papel de mediador ante conflictos en terceros países, el respeto que infundía su ejército, armamento y capacidad nuclear ha sido tradicionalmente una potente arma disuasoria para sus enemigos.
En la actualidad, la ventaja tecnológica de China aplicada al ámbito militar se traduce en un ejército más moderno, en altas cuotas de mercado en el comercio internacional de armamento y en uno de los principales referentes mundiales, relegando a Rusia a un segundo plano en áreas en las que tradicionalmente ha sido uno de los principales líderes.
Imagen 1. Mapa de Asia Central y el Cáucaso1
La región del Cáucaso
Antes de desarrollar el análisis de la presencia rusa en el Cáucaso es importante analizar las connotaciones geográficas de la región. El estudio de Rusetsky2 desarrolla interesantes conceptos sobre los orígenes, así como el debate sobre las distintas nomenclaturas y divisiones de la región.
Una de las conclusiones más interesantes evidencia una simplificación en múltiples aspectos de la realidad geográfica, aceptando una versión reducida de los territorios que comprenden la zona meridional. Empezando por el Cáucaso Sur, denominado Transcaucasia en tiempos de dominación soviética, queda limitado a Georgia, Armenia y Azerbaiyán, es decir, los países que obtuvieron la independencia a comienzos de los años noventa del siglo XX.
Sin embargo, el concepto del sur caucásico afecta a regiones colindantes que han quedado apartadas por las peculiares y artificiales fronteras impuestas atendiendo en muchos casos a intereses políticos concretos más que a razones étnicas o geográficas. La versión ampliada de este sur caucásico incluye regiones del noreste turco y noroccidentales de Irán, incluyendo una parte importante de las orillas del Caspio (figura 1).
El debate sobre la región septentrional caucásica, al encontrarse dentro de los límites de las fronteras de la Federación de Rusia, genera menor debate e implicaciones geopolíticas y queda limitado a la inclusión o no de la región ribereña de Krasnodar. El territorio en cuestión estaría formado por Adiguesia, Daguestán, Chechenia, Ingusetia, Osetia del Norte, Kabardino-Balkaria, Karachaevo-Cherkesia, Stávropol y una pequeña parte sureña de Kalmukia (figura 2).
Al igual que sucediese en el sur, la delimitación fronteriza de estas comunidades rusas se realizó atendiendo más a motivos políticos que a étnicos o sociales, existiendo hoy en día fricciones entre algunas de ellas por motivos territoriales.
La crisis con los países del Cáucaso Sur
El principal rasgo geopolítico que contextualiza y caracteriza la región del sur del Cáucaso es la competencia de dos potencias que tradicionalmente se han disputado el control de la zona: Turquía y Rusia. Esta rivalidad se remonta a tiempos pretéritos, y como bien apunta Ignacio Fuente Cobo, estos países se han enfrentado en 13 ocasiones desde finales del XVI hasta principios del XX3.
Las principales razones de este choque son geográficas y económicas. La región no solo se encuentra en las áreas de influencia de los dos países, sino que su dominio beneficia el control de las salidas tanto al mar Negro como al Caspio, y el tránsito de las rutas energéticas.
La balanza se ha inclinado históricamente hacia el lado ruso. Ejemplo de ello es el control en tiempos del comunismo de la totalidad del Cáucaso hasta las fronteras de Irán y Turquía. Sin embargo, con el colapso soviético, la independencia permitió a estos países posicionarse en un lado u otro.
Las posturas de Armenia y Azerbaiyán no ofrecieron sorpresa. El primero, con un histórico enfrentamiento al Imperio otomano al que cedió parte considerable de territorio y la persecución a la que estuvo sometida su población a principios del siglo XX, buscó el refugio de Rusia. El segundo por su parte, con fuertes e importantes vínculos túrquicos, estrechó sus relaciones con Ankara. Georgia tiene una difícil relación con Moscú. La entrada de Moscú para dar apoyo a las provincias secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia generó un fuerte sentimiento de rechazo que hoy en día sigue vigente en la sociedad georgiana. Además, Tiflis comprueba con recelo cómo sus movimientos en la escala internacional son seguidos de cerca por Rusia, principalmente cada vez que estos son acercamientos a Europa.
La guerra de Ucrania ha debilitado la presencia de Rusia, circunstancia aprovechada por Azerbaiyán para romper el statu quo, anexionándose la disputada región de mayoría armenia de Nagorno Karabaj, y alterando el tablero geopolítico regional en beneficio de Turquía.
Moscú ha demostrado que está dispuesto a ceder el protagonismo a Ankara en la región a cambio de apoyo turco en su guerra contra Ucrania. Sin embargo, Turquía es consciente de que un apoyo abierto a este puede generarle problemas con Europa, por lo que busca una estrategia de equilibrio alternando los apoyos a uno y otro bando, evitando de esta forma un conflicto directo con Rusia.
Injerencias rusas en Georgia
Desde su independencia, Georgia ha vivido la alternancia en el poder de gobiernos próximos a Rusia (por temor o por simpatía) con otros que buscaban estrechar lazos con Europa. Las relaciones con Moscú no son fáciles. La historia recuerda que su vecino no ha dudado en apoyar a las regiones irredentistas de Osetia del Sur y Abjasia, además fuentes georgianas afirman que Rusia manipula los límites fronterizos a su favor. No obstante, el poder blando ruso en la región es innegable. La reciente aprobación de la «ley rusa»4 ha generado una gran polémica en el país, mostrando una gran parte de la sociedad su rechazo a esta medida y a Bidzina Ivanishvili, un acaudalado político georgiano con estrechos contactos en Rusia, al que acusan de ser una marioneta del Kremlin cuya misión es distanciar a Tiflis de Europa y aproximarla a la esfera de Moscú.
La utilización de instrumentos de poder blando no es algo nuevo para Rusia. Este ejemplo de injerencias, entre los que destacan el uso de ataques cibernéticos o promover los intereses de Moscú a través personalidades influyentes en los medios de comunicación locales son algunos ejemplos de las múltiples opciones que disponen, y que se ajustan a los presupuestos de que disponen en la actualidad.
No parece que las relaciones entre los dos países vayan a mejorar a corto plazo. Georgia ya vivió una «revolución de color» y el futuro deja entrever que seguirá siendo un escenario satélite en la pugna de Rusia y Europa.
Imagen 3. Político georgiano manipulado por una mano suprema. Imagen generada por inteligencia artificial
Armenia o la pérdida de un fiel aliado
El caso armenio es especial para los intereses rusos, pues se trataba del mayor aliado en la región con el que las relaciones hoy se han vuelto frías. Las razones se deben principalmente al inmovilismo ruso cuando la disputada región de mayoría armenia de Nagorno Karabaj fue ocupada por tropas azeríes en septiembre de 2023. La entrada de Azerbaiyán en un enclave controlado por un aliado de Moscú ponía en una delicada situación a Rusia, más pendiente de la evolución del conflicto en Ucrania que de las tensiones en el Cáucaso.
La opción de posicionarse con su aliado armenio e intervenir en el conflicto habría creado una importante disputa con Bakú y por extensión con Turquía, que podría desembocar no solo en una reactivación de la tensión en el Cáucaso, sino en un posicionamiento turco en contra de los intereses rusos en Ucrania. La opción menos lesiva para los intereses de Moscú fue la finalmente escogida, es decir, pasividad y neutralidad de las fuerzas de paz rusas en la región y una traición para Ereván, que observa cómo queda arrinconada en un statu quo cada vez más túrquico.
La popularidad del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan ha caído como resultado de la pérdida de este territorio. El político ha mantenido su posicionamiento contrario al conflicto desde los primeros momentos de este, circunstancia no entendida por una parte de la sociedad, surgiendo así la imagen del arzobispo Bagrat Galstanyan como principal líder de las protestas populares y contrario a la cesión del territorio.
Imagen 4. El presidente Nikol Pashinyan. Imagen pública de sus redes sociales
Tras el intento sin éxito de que un mediador internacional, Estados Unidos, apoyase los intereses armenios, Pashinyan ha realizado importantes maniobras para distanciarse de Moscú. La más reciente ha sido la suspensión de su membresía de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), institución promovida por Rusia que pretende competir con la atlántica OTAN, pero cuyos resultados son muy discretos.
El panorama no es muy alentador para los intereses de Armenia. La ansiada conexión terrestre entre Turquía y Azerbaiyán a través del corredor de Zangezur supondría la consolidación y hegemonía en la región del movimiento pantúrquico que serviría de trampolín hacia Asia Central.
Un acercamiento de Rusia sería fundamental para recuperar su presencia, actualmente perdida, en el sur del Cáucaso y evitaría que su histórico aliado quede aislado en la región. Sin embargo, las últimas declaraciones de Lukashenko, presidente de Bielorrusia, menospreciando el aporte de Armenia en las instituciones rusas en las que se encuentra, parece indicar que Moscú no va a intentar retomar el diálogo con Ereván5.
Azerbaiyán
Las prioridades del país azerí en el panorama internacional están vinculadas a incrementar el volumen de exportaciones de recursos energéticos, principalmente a mercados europeos, a través de su aliado turco. Los importantes yacimientos del país, principalmente en las costas del Caspio, le convierten en uno de los principales productores de la región. Aunque existen relevantes acuerdos orientados al este, concretamente a través de los países centroasiáticos, Azerbaiyán se ha erigido en un significativo proveedor de Europa aprovechando el veto a las exportaciones rusas. La vulneración de los derechos humanos y la dura represión del presidente Ilham Aliyev a voces discordantes de su férreo régimen no han sido óbice para las negociaciones con una Unión Europea, que necesitaba encontrar sustituto al crudo ruso.
En consonancia con sus objetivos energéticos, está el fortalecimiento de su alianza con Turquía, en un claro proceso de win-win. Bakú dispone del apoyo en sus decisiones de Ankara, potencia regional, con quien comparte gran parte de sus intereses. De esta forma, obtiene un respaldo necesario para sus incursiones en la vecina Armenia, así como en sus tensas relaciones con Irán, quien se ha mostrado a favor de los intereses armenios de una forma prudencial.
Además, Azerbaiyán desempeña un papel importante como plataforma de contacto con los países centroasiáticos que tienen importantes vínculos con Turquía, pues comparten un origen étnico y lingüístico común.
Por estos motivos, un posible acercamiento de Rusia a Azerbaiyán queda en una remota posibilidad, pues no sería bien vista por Turquía.
Las revueltas en el Cáucaso Norte
Los recientes episodios violentos en la Federación de Rusia vuelven a tener relación directa con la rebelde región caucásica. Sin embargo, es importante destacar una serie de novedosas características en estos ataques que suponen un significativo cambio de tendencia, y que es el resultado de la aplicación de determinadas políticas a la región planificadas desde el Kremlin. Estos cambios pueden ser resumidos en dos ejes, uno consecuencia del anterior. El primero es la pacificación de Chechenia por la fuerza. El segundo es el desplazamiento del foco de tensión a la vecina Daguestán.
Kadírov, guardián de los intereses rusos en Chechenia
Tras una larga historia de enfrentamientos que incluye dos guerras, miles de muertos y una ingente cantidad de recursos, así como de esfuerzos por parte de Moscú en controlar la díscola región de Chechenia, Putin parece haber encontrado la solución para dominar esta República. El responsable es Ramzan Kadírov, hijo del muftí checheno Akhmad Kayrov, quien al principio luchó por la causa separatista, para luego cambiarse al bando ruso y que fue asesinado en mayo de 2004.
Las condiciones del acuerdo entre Kadírov y Putin son claras. La condición exigida por Putin es que no pueden producirse injerencias o ataques procedentes de chechenos en el resto del país. Para conseguir este objetivo, el líder checheno cuenta con carta blanca. Es decir, Putin no va a entrometerse ni a cuestionar la metodología utilizada. En resumen, Chechenia rige ahora por la ley de Kadírov, quien guarda unas excelentes relaciones con el presidente ruso.
Como indica Marta Ter6, Chechenia se gobierna desde la cleptocracia impuesta por Kadírov, en el que el clima social está caracterizado por el terror y la violencia que permiten sofocar la disidencia política y mantiene controlada a la población. Este régimen utiliza la represión en sus formas más brutales a través de persecuciones y arrestos arbitrarios que tiene en el colectivo homosexual a una de sus favoritas víctimas. Las continuas violaciones de los derechos humanos no son denunciadas por temor a represalias.
Ante esta situación, los núcleos terroristas que operaban desde Chechenia se han trasladado a la vecina Daguestán, región de mayoría musulmana que también ha tenido tensiones, de menor envergadura, con Moscú, y donde existe mayor libertad de movimientos.
Daguestán, el nuevo foco caucásico
Los últimos ataques en Daguestán son un claro síntoma del reagrupamiento de los distintos grupos terroristas islámicos que actúan en la región. Estos grupos como la rama del ISIS en el Cáucaso (Vilayat Kavkaz) habían sido considerablemente mermados por las fuerzas rusas, quedando en 2017 pequeños reductos con una limitada capacidad operacional.
Actualmente, parece que es el Estado Islámico del Gran Jorasán el principal grupo yihadista que ha reemplazado a Vilayat Kavkaz7. Pese a que se desconoce con exactitud los detalles de los atentados de Derbent y Majachkalá del pasado 23 de junio, una de las principales conclusiones resultantes es que la prioridad que Moscú otorga al frente ucraniano y a la persecución de disidentes, ha permitido a estos grupos terroristas coordinarse y reorganizarse hasta conseguir perpetrar estos ataques a instituciones y organismos rusos en la región.
Además, existe descontento en Daguestán no solo por la mala situación económica, a pesar de las importantes transferencias que se realizan desde el Kremlin a las regiones caucásicas, sino también por la preferencia de Moscú de las regiones más periféricas en el reclutamiento militar para servir al ejército ruso en Ucrania, evitando de esta forma crear alarma social en los principales núcleos poblacionales, como Moscú o San Petersburgo.
De esta forma, podemos concluir que existe riesgo de nuevos atentados no solo en el territorio caucásico, sino en el resto del país, de continuar la actitud inmovilista que ha caracterizado al Kremlin en estos aspectos desde el inicio del conflicto en Ucrania.
La región de Asia Central
Las repúblicas centroasiáticas con pasado soviético forman parte de la esfera de influencia de Rusia por razones históricas. Las relaciones de estos países con Moscú son muy dispares, a pesar de que sus líderes ocuparon en el pasado cargos regionales del aparato soviético, y han sido personas cercanas, próximas a sus círculos de confianza, los designados para realizar el relevo generacional.
Estas jóvenes repúblicas buscan acogerse a potencias regionales como Rusia o China dada la incapacidad de sus gobiernos, con importantes tintes autocráticos y plutocráticos, a realizar por sí mismas determinadas funciones en aspectos militares y de seguridad o para obtener ayudas económicas e inversiones.
Al igual que ocurre en el Cáucaso, la región centroasiática presenta alarmantes signos de ausencia por parte de la Federación de Rusia, potencia tradicional garante de seguridad. China es la otra potencia en la región y aunque existe rivalidad entre ambas en determinadas cuestiones, la situación dista mucho de la tensión y los enfrentamientos violentos acontecidos en el Cáucaso sur, anteriormente comentados.
Tanto Rusia como China comparten intereses en aspectos de seguridad en la región, donde la principal amenaza son los ataques terroristas y que tiene en la porosa frontera tayika la principal vía de tránsito.
Tayikistán, la preocupación en Asia Central en materia de seguridad
La falta de medios y recursos del país han obligado a buscar apoyos en el exterior en su lucha contra el narcotráfico, crimen organizado, contrabando y terrorismo. Rusia ha desarrollado históricamente estas funciones, erigiéndose en garante de seguridad en el país y en la región. Por este motivo, Tayikistán es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que Rusia lidera.
El papel de la Federación de Rusia es fundamental en el aspecto militar. La modernización del ejército tayiko, constituyendo el principal proveedor de armamento, así como en el desarrollo y expansión de los puestos fronterizos a lo largo de la extensa frontera con Afganistán y con su vecino kirguizo, con el que las relaciones son mejorables tras los últimos incidentes.
Además, Rusia cuenta una destacada presencia en Tayikistán, siendo una de las más importantes en la región centroasiática. Está formada por la Base Militar 201, el aeródromo de Gissar y una estación de vigilancia espacial totalizando aproximadamente 7000 efectivos8. No obstante, estas cifras han mermado debido al conflicto ucraniano.
El país es escenario habitual de las maniobras que se realizan en el contexto de la OTSC o apoyándose en ejercicios bilaterales que tiene fines disuasorios y que permite mostrar el potencial militar de Rusia y sus aliados a la vez que sirve de escaparate para el país.
Sin embargo, esta situación puede cambiar. Aunque la frontera afgana con Turkmenistán y Uzbekistán es más estable, Rusia no tiene presencia en esos países (Turkmenistán siempre ha rechazado presencia militar rusa y las tropas rusas en Uzbekistán abandonaron el país cuando este abandonó la OTSC), y sus tropas asentadas en Tayikistán están decreciendo debido a la ingente exigencia de recursos que supone mantener el conflicto en Ucrania. De esta manera, el papel histórico de potencia garante de seguridad en el extranjero próximo quedaría seriamente dañado, lo que supone una situación inédita en la región, y se inicia así una etapa de incertidumbre y juego geopolítico en el que muchos países intentarán defender o ampliar sus intereses.
China, nueva garante de seguridad en la región
La debilidad del histórico garante de paz, la Federación de Rusia, obliga a China a realizar importantes movimientos en este ámbito, competencias que Pekín siempre ha preferido delegar, pero que hoy se está viendo obligada a desarrollar. Además, algunos autores9 sostienen que se podrían dar situaciones de rechazo en algunos países si Pekín, ya presente en el ámbito económico y comercial, interviniese además en el ámbito militar.
Otros autores apuntan a la alternativa de delegar las tareas de seguridad mediante la subcontratación tal y como la RPC realiza en Pakistán10.
En esta línea, los crecientes movimientos procedentes de Afganistán, aprovechando la debilidad de Rusia11, hacen que el autor descarte un posible desentendimiento por parte de Pekín en estas funciones, poco gratificantes pero necesarias, debido al alto coste que ello supondría. Un escenario en el que la filtración de fuerzas terroristas en la esfera centroasiática amenazaría sus intereses económico-comerciales y energéticos.
Conclusiones
Recapitulando, la atención que Moscú dedica a su contencioso en Ucrania está lastrando su presencia en las áreas que forman parte de su esfera de influencia. La persistencia de este conflicto está cambiando de forma significativa el statu quo en la región centroasiática y caucásica, perjudicando gravemente los intereses y objetivos rusos.
En el norte del Cáucaso los recientes ataques demuestran una reorganización de células islamistas que se encontraban inactivas y que podrían atentar contra objetivos fuera de la región. La actual situación en Chechenia, controlada bajo un régimen de terror, ha desplazado el foco a regiones colindantes.
En el sur del Cáucaso, la situación es crítica para Rusia. El clima es claramente hostil después de haber perdido el único apoyo con el que contaba, Armenia. Las actuales circunstancias geopolíticas favorecen los intereses de Turquía que se consolidaría como principal potencia en la región. Moscú necesita recuperar a su aliado armenio, mejorar su imagen en Georgia y seducir a Azerbaiyán para que se incline al proyecto energético norte-sur (eje Moscú-Teherán) y que de esta forma se reduzca el volumen de recursos con destino Europa para intentar minimizar el peso turco. Sin duda, una difícil empresa.
En el último espacio analizado, el centroasiático, existe una importante competición y rivalidad entre Rusia y China por motivos energéticos y económicos, sin embargo, se descarta un conflicto debido a razones geopolíticas.
El actual panorama internacional obliga al entendimiento entre Rusia y China frente al bloque Occidental. Las posibles tensiones en un escenario regional quedan subordinadas a la cooperación en la escala internacional.
La entrada de China en la esfera de Asia Central ha roto el histórico monopolio ruso en la región, ofreciendo una alternativa a estos países, y configurando un posicionamiento geopolítico novedoso con la entrada de nuevos actores. El éxito de las propuestas del gigante asiático, adelantándose en las negociaciones por los recursos energéticos y consagrándose como socio económico preferente en la región, ha desplazado a una posición secundaria a Moscú.
En materia de seguridad, la guerra en Ucrania está obligando a China a asumir tareas militares y de seguridad, principalmente bajo la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) relevando, por lo tanto, a Moscú de estas competencias.
Queda abierta la cuestión subyacente de conocer la reacción y movimientos de China si Rusia, de vencer la contienda ucraniana y teniendo capacidad para hacerlo, reclamase el espacio, así como las competencias en la región que otrora tenía.
Rafael Santiago Orti
Doctorando en RRII. Máster en RRII y Economía UAM
-
-
La guerra en Ucrania: El declive de la influencia rusa en Asia Central y el Cáucaso ( 1,10 MB )
-