
26 feb 2025
IEEE. El difícil equilibrio en el triángulo transatlántico: la nueva temporada
Cor. (ET) Juan C. Castilla Barea. Analista del IEEE (CESEDEN). PhD ESDC DocSchool (UNED)
«Desde los tiempos de la guerra del Peloponeso, los Estados han formado alianzas para perseguir objetivos militares comunes. Estas alianzas han ayudado a los Estados a compensar el coste de garantizar la seguridad nacional. Sin embargo, también plantean cuestiones difíciles sobre el liderazgo político, la división de las funciones militares y la contribución relativa de cada miembro constituyente». (Mattelaer 2019, p. 217)1
Introducción
El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos supone nuevas incertidumbres para la relación transatlántica, abocada a su redefinición, con la división de tareas, el reparto de cargas y los compromisos de defensa formando parte del nuevo capítulo OTAN-UE.
Las relaciones transatlánticas siguen desarrollándose como una apasionante serie de televisión, con el presidente Trump dando giros inesperados a la trama. A los interminables episodios del árbol de navidad de la UE, con sus delicadas tensiones y equilibrios, de pronto, a los telespectadores impactó el capítulo del ‘nuevo Sheriff en Washington’ en la Conferencia de Seguridad de Munich. Los espectadores europeos se dieron un atracón de capítulos sobre las negociaciones de paz para Ucrania y sobre cómo el malvado de Moscú ya no parecía tal para el norteamericano. De pronto, los europeos, que antes salían en la escena, tan solo la contemplaban. Las miradas atónitas esperan a ver cómo resulta el episodio de verano de la OTAN, mientras, ni la Alianza ni la UE parecen actores determinantes para configurar el futuro de la defensa en Europa.
El principal objetivo de la OTAN es la disuasión para evitar conflictos, un concepto que trasciende los meros cálculos financieros. La disuasión no puede reducirse al resultado de una ecuación que solo tenga en cuenta factores tangibles, como la cantidad destinada a inversión en defensa. No obstante, abordar esta cuestión es esencial para cuantificar y financiar el apoyo solicitado a la industria de defensa para que provea los elementos materiales de las capacidades, pero no solo para eso. El desarrollo de capacidades también conlleva otros elementos (DOTMLPF-I en inglés; MIRADO-I más liderazgo en español)2, por ejemplo, la formación y el adiestramiento, que también cuestan.
Las fuerzas armadas europeas se han enfrentado a deficiencias crónicas en su preparación para el combate, derivadas de una inversión inadecuada en áreas como los ejercicios a gran escala —con grandes unidades— y la logística. Durante décadas, este problema se ha visto agravado por una mentalidad predominante que subestimaba la probabilidad de una guerra convencional. Por eso a menudo se ha descuidado el principio de un adiestramiento realista. El énfasis que pone la OTAN en la cultura del alistamiento (incluida la preparación, stocks, etc.) parte del entendimiento de que unas fuerzas preparadas para el combate requieren un compromiso financiero sustancial, en última instancia, un ejército no preparado está malgastando los recursos.
La determinación de las capacidades y los niveles de inversión necesarios para la seguridad europea sigue alimentando las deliberaciones en curso, que entrelazan consideraciones estratégicas, políticas y económicas. El 12 de febrero, el presidente Trump anunció su conversación con el presidente Putin y lo relativo a las negociaciones de paz para la guerra con Ucrania. Al día siguiente, los ministros de defensa aliados se reunían en Bruselas3 para preparar la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará en La Haya en junio de 2025, se abordarán cuestiones clave como el apoyo a Ucrania y el impulso al aumento del gasto en defensa entre los aliados. Hasta hoy, 20 de febrero de 2025, las declaraciones y las reuniones se suceden. No es solo que en febrero de 2022 las placas tectónicas chocarán; tres años después, de pronto la placa occidental de la asociación transatlántica parece resquebrajarse.
Este artículo sostiene que la Unión Europea (UE) se encuentra en una coyuntura crítica para sus políticas de mercado e industria relacionadas con la defensa, impulsada por la escalada de las tensiones geopolíticas y la necesidad de recalibrar su postura estratégica y el vínculo transatlántico. Examina cómo el impulso para aumentar el gasto en defensa, que probablemente supere el 2 % del PIB, refleja un cambio transformador en las relaciones transatlánticas y la autonomía estratégica europea. El objetivo principal del artículo consiste en analizar la compleja interacción entre la evolución de los objetivos de gasto en defensa de la OTAN, los esfuerzos de la UE para reforzar su base industrial de defensa y los retos que supone mantener la cooperación transatlántica en medio de rivalidades industriales e intereses nacionales divergentes. Se exploran las implicaciones para el futuro de las capacidades de defensa europeas, la competitividad del mercado europeo de defensa y la relación estratégica más amplia entre los actores del triángulo EE. UU., OTAN y UE.
Las agendas políticas actuales
En 2016, Henry Kissinger hizo hincapié en la necesidad de redefinir la relación transatlántica. Se preguntó si seguiría existiendo una comunidad atlántica en un futuro próximo y cómo se definiría4.
Según Emmanuel Todd5 (2024), en Estados Unidos, la empobrecida clase media está a punto de desaparecer, lo que supone un desafío para el Estado nación. Además, no comprenden por qué Europa opta por gastar en bienestar social mientras ellos, los contribuyentes estadounidenses, invierten en la seguridad europea. En algunos países europeos con una baja percepción de la amenaza, explicar que los cañones son la garantía de la mantequilla también resulta engorroso6.
Donald Trump podría estar dedicado a equilibrar el déficit comercial con la UE como medio para reforzar un Estado nación en crisis. Estaría haciendo todo lo posible por redefinir la relación transatlántica, reforzando las relaciones bilaterales con países europeos y evitando la interlocución con la Unión cuando le conviene. Aunque la venta de equipos militares a los Estados miembros de la UE no es el único enfoque, puede formar parte de la ecuación. El escenario más peligroso para Europa es que Trump, al igual que Putin, quiera que la UE se desintegre.
Tanto una «OTAN más europea»7 como una «Europa posestadounidense»8 requerirían que los europeos asumieran la carga de la disuasión convencional. Esta podría ser la idea central de una nueva ‘división de tareas’ (division of labour) con los aliados europeos, quienes deberían encargarse de la disuasión convencional creíble frente a Rusia, respaldados por el poder nuclear estadounidense. Sin embargo, la ausencia de una presencia significativa de tropas norteamericanas en Europa también reabriría el debate sobre la credibilidad de su paraguas nuclear.
La próxima cumbre de la OTAN en La Haya, prevista del 24 al 26 de junio de 2025, abordará asuntos como el apoyo continuo a Ucrania, que abarca tanto la asistencia financiera como la preparación militar, sin dejar de ser conscientes de la posible trayectoria de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia9. En el marco de la cooperación entre la OTAN y la UE, la cumbre abordará la coordinación entre el mando de la OTAN en Wiesbaden (Alemania) —que supervisa la Misión de la OTAN de Asistencia y Adiestramiento para la Seguridad en Ucrania (NSATU), encargada de gestionar las donaciones, el adiestramiento y el suministro de material a Ucrania— y la Misión de Asistencia Militar de la UE (EUMAM) en Ucrania, establecida previamente y dirigida desde Rzeszów (Polonia). El solapamiento funcional es evidente, y la necesidad de compartir información y coordinarse es acuciante. Posiblemente para entonces, la situación haya evolucionado, y la discusión gire en torno a la presencia de tropas de países europeos desplegadas en Ucrania, acaso una oportunidad para reeditar el marco de cooperación Berlin Plus, que permita a la UE usar capacidades OTAN.
Alertados por los informes de inteligencia que indican la capacidad rusa para lanzar ataques convencionales contra los países de la OTAN en la región del Báltico dentro de pocos años, ha aumentado la urgencia de mejorar las capacidades de los aliados. Otro tema recurrente es el discurso sobre las inversiones en defensa necesarias para desarrollar las capacidades convencionales determinadas en el Proceso de Planeamiento de Defensa de la OTAN (NDPP)10. Esta cuestión está intrínsecamente relacionada con el concepto de ‘reparto justo de la carga’, que posteriormente se explica.
Los líderes de la UE, en la Declaración de Versalles (10-11 de marzo de 2022), se refirieron a cuestiones relacionadas, entre otros aspectos, con las directrices estratégicas de seguridad y defensa, energía y asuntos económicos, incluido el compromiso de reforzar las capacidades de defensa de la UE y la industria europea de defensa, además de reconocer la aspiración europea de Ucrania y comprometerse a apoyar su reconstrucción.
La UE se encuentra en un momento crucial para su mercado11, su competitividad industrial1213, sus políticas de defensa y su preparación civil14, debido a la escalada de las tensiones geopolíticas. El retiro de los dirigentes de la UE celebrado el 3 de febrero de 2025 en Bruselas se ha centrado en la defensa europea, abordando tres ámbitos clave: el refuerzo de las capacidades de defensa a escala de la Unión, la movilización de una financiación y una asignación eficaz de recursos para la defensa, y el reforzamiento de las asociaciones existentes. La reunión tenía por objeto proporcionar orientaciones para un próximo libro blanco sobre la defensa europea y preparar las futuras decisiones estratégicas15.
Los retos, división de tareas y reparto de la carga entre otros, se extienden más allá del marco estrictamente aliado, incorporando aspectos de la relación transatlántica entre la UE y EE. UU.
Un punto de inflexión para el reparto de cargas
Generalmente se entiende por ‘reparto de la carga’ como la medida en que los distintos miembros de una organización internacional movilizan recursos nacionales hacia prioridades compartidas, no relacionadas únicamente con la política de defensa.
El concepto de ‘reparto equitativo de la carga’ en las alianzas internacionales, especialmente en la OTAN, ha sido objeto de un prolongado debate académico. Ya en 1966, la «hipótesis de la explotación»16 postulaba que las potencias más grandes asumen de forma desproporcionada las cargas de las alianzas17.
Este modelo, vinculado al gasto en defensa, se amplió posteriormente en 1999 para abarcar tanto los beneficios públicos como los privados, yendo más allá del bien público de la disuasión como parte de la seguridad18. El debate ha evolucionado desde entonces para incluir consideraciones de ventaja comparativa en la provisión de bienes colectivos y fomentar la solidaridad en las decisiones de reparto de cargas19, como las relativas a la acogida de inmigrantes.
Ciertamente, no todos los aspectos relacionados con el reparto de cargas se circunscriben a la inversión en defensa. Por ejemplo, Islandia es un aliado sin fuerzas armadas. La geografía importa, y la isla seguirá formando parte de la OTAN.
La cifra de un objetivo anual del 2% del PIB para el gasto en defensa de los aliados apareció por primera vez a principios de la década de 2000, sirviendo inicialmente como directriz informal. El punto de referencia obtuvo reconocimiento formal en la cumbre OTAN celebrada en Riga en 2006. Sin embargo, el momento decisivo se produjo en la Cumbre de Gales de 2014, tras la anexión rusa de Crimea. En esta cumbre, los aliados se comprometieron a destinar el 2% de su PIB a defensa en 2024, lo que supuso el paso de un objetivo aspiracional a un compromiso más concreto. El acuerdo también incluía detener cualquier descenso del gasto en defensa y aumentar el gasto en términos reales a medida que creciera el PIB.
El compromiso de inversión en defensa de la OTAN de la Cumbre de Gales de 2014 fue más allá de los meros objetivos financieros, haciendo hincapié en el enfoque de las 3C: ‘Cash’, capacidades y contribuciones operativas a las misiones de la OTAN. Esta visión holística del reparto de cargas reflejaba una creciente concienciación sobre la naturaleza polifacética de las contribuciones para defensa. Además, la cumbre subrayó la importancia de destinar al menos el 20% del gasto en defensa a nuevos materiales fundamentales, destacando la necesidad de modernización junto con el aumento del gasto.
En 2014, la referencia del 2% de la OTAN era un objetivo para 2024. Desde 2017, los funcionarios estadounidenses han pedido en voz alta que se supere el objetivo del 2%20. Mientras tanto, en el ámbito de la UE, los compromisos de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO en inglés) de 2017 no incluían ninguna cifra, pero sí la obligación de «aumentar regularmente los presupuestos de defensa en términos reales, para alcanzar los objetivos acordados».
En diciembre de 2022, el canciller Scholz declaró un «punto de inflexión histórico» (Zeitenwende)21 para el mundo y la Bundeswehr22.
En la Cumbre OTAN de Vilna de julio de 2023 se revisó el compromiso, y el comunicado oficial anunció que «en muchos casos será necesario un gasto superior al 2% del PIB». En la Cumbre de Washington de 2024, los aliados adoptaron un nuevo compromiso para expandir y acelerar la capacidad industrial de defensa de la OTAN23, reforzando la importancia estratégica de la cooperación transatlántica. Los aliados se basaban en el Plan de Acción para la Producción de Defensa acordado en la cumbre anterior.
En el ámbito de la cooperación entre la OTAN y la UE, las declaraciones oficiales, aunque ambiciosas, se enfrentan a retos para materializarse. La capacidad de la industria de defensa no puede improvisarse, sino que requiere una planificación a largo plazo e inversiones sostenidas para atraer y retener a la mano de obra adecuada y actualizar los procesos tecnológicos24. Además, las cuestiones relacionadas con los estándares técnicos, los derechos de propiedad intelectual derivados de la investigación colaborativa, la producción de patentes a partir de la investigación en tecnologías de doble uso (aplicables a espacio, ciberseguridad, drones, etc.) y la protección de los mercados de defensa siguen siendo obstáculos importantes.
Retos y disparidades hacia una nueva referencia del PIB
El aumento del gasto en defensa25 se atribuye en gran medida al deterioro del entorno de seguridad en Europa, especialmente desde febrero de 2022 y la guerra en Ucrania.
En 2023, EE. UU. invirtió en defensa el 3,3 % de su PIB en defensa26. En el mismo año, el gasto en defensa de la UE alcanzó la cifra récord de 279.000 millones de euros, y las previsiones indican un nuevo aumento hasta los 326.000 millones de euros en 2024, lo que equivale al 1,9% del PIB de la UE. El crecimiento del gasto ha sido especialmente pronunciado en los países geográficamente más próximos a Rusia, con Polonia (4,12% del PIB en 2024), Estonia y Letonia a la cabeza en cuanto al porcentaje del PIB destinado a defensa. A pesar de este aumento global, sigue habiendo disparidades entre los aliados y los Estados miembros de la UE. Algunas de las mayores economías europeas —Alemania, España27 e Italia— siguen teniendo dificultades para alcanzar el objetivo OTAN del 2%28. En la UE, esta distribución desigual de las inversiones en defensa ha dado lugar a continuos debates sobre el reparto de cargas y la necesidad de un enfoque más coordinado de la defensa europea.
Las estimaciones económicas de mediados de 2024 postulaban que los países de la OTAN habrían gastado colectivamente el 2,71% de su PIB en defensa, debido en gran parte a la importante contribución de Estados Unidos. Sin embargo, sin EE. UU. el gasto combinado en defensa de los restantes aliados caería por debajo del 2% del PIB (1,9% datos de la Agencia Europea de Defensa, EDA en inglés), con un déficit de aproximadamente 54.000 millones de euros para alcanzar ese objetivo mínimo29.
La Comisión Europea —aunque no participa directa ni oficialmente en la toma de decisiones de la OTAN— ha ido alineando cada vez más su postura con los objetivos de la alianza en dos aspectos clave: los objetivos de inversión en defensa y las capacidades específicas. La Comisión se basa en las competencias industriales y de mercado a la hora de abordar las cuestiones relacionadas con la defensa.
En junio de 2024, Ursula von der Leyen pidió una inversión adicional de 500.000 millones de euros durante la próxima década (aproximadamente 50.000 millones de euros al año)30, cifra de la que se hizo eco posteriormente el informe Draghi. Esta ambición, combinada con los aumentos ya previstos para 2024, podría llevar a los Estados miembros de la Unión a superar el objetivo del 2% en los años siguientes. En 2024, se anticipaban pretensiones de la OTAN hacia el 3% o el 4%31. Posiblemente relacionado con esta cuestión, el Consejo también ha hecho hincapié en la necesidad de revisar los compromisos de la PESCO32, incluidos los económicos, para el periodo 2026-2030.
En febrero de 2025, aún no se ha establecido en la UE el punto de referencia para los objetivos acordados en términos de porcentaje del PIB, ni en los foros intergubernamentales (Consejo o ministros de Defensa de la EDA) ni en las instancias supranacionales como la Comisión, sin competencias teóricas en materia de defensa.
La administración Trump, que podría estar empleando una estrategia de negociación comercial, ha propuesto —o intentado imponer— un ambicioso objetivo del 5% del PIB para el gasto en defensa de los aliados. Esta cifra, aunque podría ser poco realista para algunos aliados, ejemplifica una táctica de negociación consistente en empezar con una exigencia elevada para lograr un resultado deseado. Este planteamiento sugiere que el objetivo real podría situarse entre el 2% actual y el 5% propuesto, lo que probablemente empujará a los aliados europeos hacia un aumento sustancial de sus contribuciones a la defensa.
El profesor Florentino Portero33 apunta a una posible cifra moderada del 3% del PIB como inversión. Esto parece pragmático, pues equilibra la presión de EE.UU., las exigencias de la Alianza y las capacidades reales de los países que aún no han alcanzado el objetivo del 2%, como España, cuyo PIB crece actualmente más que el de Alemania o Francia. Aunque aplica el adagio ‘querer es poder’, resolver este rompecabezas será todo un reto. Los profesores Antonio Fonfría y Carlos Calvo34 advertían en 2023 que alcanzar el objetivo español de destinar el 2% del PIB a defensa en 2029 no sería sencillo.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, visitó Madrid el 27 de enero de 2025. Rutte lleva tiempo insistiendo en la necesidad de «cambiar a una mentalidad de tiempo de guerra» y «acelerar» el gasto y la producción en defensa. Rutte sostiene que atenerse al objetivo del 2% puede asegurar las necesidades a muy corto plazo, pero no garantiza las capacidades de disuasión a medio y largo plazo. Cada vez existe una mayor conciencia de la necesidad de revitalizar la industria de defensa de la OTAN, que tiene agujeros, y mejorar su capacidad de innovación y producción.
Merece la pena considerar cómo la UE podría complementar a la OTAN en la consecución de objetivos compartidos, ya que ambas organizaciones se describen a sí mismas como socios estratégicos. Andrius Kubilius, el nuevo comisario de Defensa y Espacio, ha abogado por superar a Rusia en producción militar creando un «arsenal para la democracia» que evite conflictos más allá de Ucrania: «Tenemos la UE y la OTAN; somos el mayor mercado único y la mayor alianza militar del mundo»35. ¿Cómo puede alcanzarse este objetivo?
¿Cómo pueden los europeos pagar la defensa?
Los analistas y la prensa apuntan a varios instrumentos para el necesario incremento de financiación: bonos europeos de deuda, un banco específico para la defensa, usar el Banco Europeo de Inversiones, flexibilizar las medidas de control del déficit fiscal y la deuda, etc.
«Sin embargo, algunos Estados miembros son reacios a aumentar las contribuciones nacionales al presupuesto de la UE. Otra opción es establecer nuevas prioridades dentro del presupuesto existente o, alternativamente, ‘reasignar’ los fondos de cohesión no gastados»36.
El 6 de noviembre de 2024, durante su comparecencia en el Parlamento de la UE, Kubilius señaló que la OTAN ya define las capacidades que deben desarrollarse (a través del proceso de planeamiento de defensa NDPP), y que las instituciones de la UE podrían ayudar a los Estados miembros a conseguirlas colaborativamente. Por ejemplo, la OTAN necesita 1.500 tanques adicionales y 1.000 piezas de artillería37: «La UE debe utilizar sus competencias presupuestarias y legislativas únicas para ayudar a desarrollar las capacidades y los recursos necesarios para la aplicación de los planes militares de disuasión y defensa de la OTAN»38. También hizo hincapié en el potencial de las inversiones en proyectos de doble uso, utilizando potencialmente los fondos de cohesión39.
El profesor Sven Biscop ha publicado recientemente sus últimas propuestas40:
«Los objetivos de capacidades incluyen, en primer lugar, los asignados a cada aliado de la OTAN mediante el NDPP. En segundo lugar, los objetivos adicionales que los aliados europeos de la OTAN tienen que fijarse colectivamente para construir un paquete de fuerzas coherente dentro de la Alianza. En tercer lugar, los objetivos que implica la necesidad de apoyar militarmente a los países candidatos a la UE. Y, en cuarto lugar, los objetivos que implica la necesidad de una capacidad expedicionaria europea autónoma. El papel del Planeamiento de Desarrollo de Capacidades (CDP) consistiría en especificar los tres últimos, complementando al NDPP sin duplicarlo. Juntos, estos objetivos constituirían el marco de la PESCO: nada que quede fuera de él debería poder llevar la etiqueta PESCO.
Dentro de este marco de objetivos, los Estados miembros podrían entonces optar por iniciar colectivamente la investigación para desarrollar nuevas tecnologías; diseñar y construir nuevos equipos, y/o adquirir nuevos equipos» (Biscop 2024, p. 37)41.
Datos basados en el Reglamento (UE, Euratom) 2020/2093 del Consejo y el informe del EPRS sobre cohesión, resiliencia y valores42
Un factor clave para evaluar si los Estados miembros permitirán a la Comisión pasar de la retórica a la acción en materia de industria de defensa será la definición y asignación de fondos en el próximo Marco Presupuestario Plurianual (MPP) para 2028-2034. La propuesta final de la Comisión Europea se espera para mediados de 2025, o posiblemente ya en septiembre. La forma en que se denominarán y cuantificarán las partidas dará pistas sobre la determinación de los Estados miembros de la UE para materializar esfuerzos comunes en la financiación de la industria y el mercado de la defensa, incluidas las tecnologías de doble uso. Esa definición del MPP también determinará la capacidad de la Comisión para fomentar la cooperación UE-OTAN.
Un delicado equilibrio: rivalidades industriales enmascaradas como cooperación
El sector industrial de la defensa sigue siendo un terreno fértil para la competencia, que se extiende más allá de la dinámica EE.UU.-UE para abarcar las rivalidades entre organizaciones internacionales, aliados, Estados miembros y socios.
En los últimos años, la UE ha dado pasos significativos para reforzar su política industrial de defensa, reconociendo la importancia estratégica de una base tecnológica e industrial de defensa europea (BTID) competitiva.
El Fondo Europeo de Defensa (FED), creado en 2021, representa una piedra angular de la política industrial de defensa de la UE. Con un presupuesto de casi 8.000 millones de euros para el periodo 2021-2027, el FED apoya la investigación y el desarrollo. Sin embargo, esta asignación, con una media de aproximadamente 1.000 millones de euros anuales, constituye solo una pequeña fracción del gasto anual estimado en defensa europea, que se prevé oscile entre 240.000 y 400.000 millones de euros.
En marzo de 2024, la Comisión Europea introdujo dos iniciativas adicionales: la Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) y el Programa Europeo para la Industria de Defensa (EDIP). El EDIP, dotado con 1.500 millones de euros hasta 2027, pretende animar a los Estados miembros a aumentar el gasto en defensa, mejorar la eficiencia del gasto, promover la adquisición conjunta dando prioridad a los productos de defensa europeos y facilitar las exportaciones. Estas iniciativas establecen objetivos y referencias temporales específicas.
A pesar de estos esfuerzos, la creación de un mercado único europeo de defensa se enfrenta a importantes retos y competiciones internas más allá de la dinámica EE. UU.-UE. La escasa financiación asignada a las iniciativas de defensa de la UE limita su capacidad para influir eficazmente en las empresas de defensa y los Estados miembros (basándose en el intergubernamentalismo liberal43). Esta escasez financiera limita la capacidad de la UE para ejercer una influencia supranacional con medios económicos.
Además, el panorama europeo de la defensa se caracteriza por los intereses diversos y a menudo contrapuestos de los gobiernos nacionales, las empresas y las instituciones de la UE. Lograr la consolidación y la competitividad dentro de este complejo entorno plantea un reto importante. La metáfora de un delicado árbol de Navidad artificial de la UE, con varios elementos cuidadosamente suspendidos en precario equilibrio44, ilustra acertadamente la fragilidad de los esfuerzos por crear un mercado único europeo de defensa.
Elaboración propia
La complejidad de lograr la consolidación y competir en el panorama industrial europeo de la defensa es un factor clave que subraya los retos de mantener este delicado equilibrio al tiempo que se gana competitividad45.
La EDIS plantea una visión proteccionista, pretende reducir la fragmentación de la industria europea de defensa y disminuir la dependencia de las importaciones de armamento. Sin embargo, este planteamiento puede entrar en conflicto con los esfuerzos para reforzar la Cooperación Tecnológica e Industrial de Defensa Transatlántica (TADIC en inglés), lo que podría crear tensiones en el contexto más amplio de las relaciones entre la OTAN y la UE.
En resumen, aunque la UE ha avanzado en el desarrollo de una política industrial de defensa más cohesionada, aún quedan obstáculos importantes para crear un verdadero mercado único europeo de defensa. Superar estos retos exigirá un cuidadoso equilibrio de los intereses nacionales, un aumento de la financiación común y una alineación estratégica con objetivos de seguridad transatlánticos más amplios.
Relaciones transatlánticas y dinámica de la industria de defensa
La relación transatlántica en materia de defensa se caracteriza por una compleja interacción de cooperación y competencia, especialmente evidente en la dinámica entre la OTAN y la UE, así como entre EE. UU. y la UE en la cooperación industrial de defensa.
Aunque oficialmente la OTAN pretende reforzar la cooperación con Europa (en general), sobre todo a través de iniciativas como TADIC46, la realidad a menudo se aleja de este ideal. Ambas organizaciones, la OTAN y la UE, han optado por cultivar paralelamente sus relaciones con la industria de defensa y el mundo académico, ejerciendo su respectiva autonomía en los procesos de toma de decisiones. Este planteamiento fomenta inadvertidamente un clima de competencia interorganizativa en relación con la industria de defensa y la innovación tecnológica. El potencial de las iniciativas de investigación cooperativa OTAN-UE en diversos campos —como el espacio, la ciberdefensa, la superioridad aérea, la logística, el apoyo médico y la ciencia y tecnología— resulta prometedor para el refuerzo mutuo. Sin embargo, las prácticas actuales se limitan a formas de «intercambio de información» más que a planteamientos más cooperativos como la «coordinación» o la «toma de decisiones conjunta»47.
La relación entre EE.UU. y la UE en materia de cooperación industrial de defensa está marcada tanto por las tensiones como por las oportunidades potenciales. Los esfuerzos de la UE por establecer y salvaguardar su propia base industrial de defensa, evidentes en iniciativas como la Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS), han adoptado una forma proteccionista similar a la de EE.UU. Este enfoque pretende disminuir la dependencia de las importaciones de armamento, lo que podría crear fricciones con los intereses estadounidenses.
Sin embargo, estos retos también pueden ocasionar oportunidades para la cooperación. La preocupación por la capacidad de la industria de defensa estadounidense para hacer frente simultáneamente a dos escenarios de gran demanda (en Europa y Asia) plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de los acuerdos de suministro actuales y futuros.
«Si Trump quiere recalibrar las ventas de defensa de Estados Unidos, por ejemplo, para aumentar las reservas nacionales o para aumentar los suministros a los aliados en Asia, entonces Europa podría enfrentarse a escasez en la disponibilidad de armas. Esto plantea dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, Europa tendrá que aumentar la producción nacional de sistemas de armamento, lo que coincide con los intereses de Estados Unidos. En segundo lugar, la UE no puede confiar en la compra de armas como herramienta de negociación con la Administración estadounidense entrante para obtener un acuerdo favorable sobre aranceles» (Burilkov, Mejino-López, Wolff 2024)48.
Estas preocupaciones podrían potencialmente abrir vías para una mayor cooperación entre las industrias de defensa de Norteamérica y la UE para fomentar el desarrollo del mercado europeo de defensa. La reciprocidad es primordial en las relaciones internacionales, y la forma en que la segunda Administración Trump apoyará la TADIC sigue siendo incierta.
La perspectiva de una cooperación positiva se enfrenta a importantes retos, sobre todo teniendo en cuenta el enfoque transaccional y la orientación a corto plazo de la actual Administración estadounidense, que da prioridad a la obtención de resultados inmediatos que presentar a su público nacional. Serían necesarias negociaciones entre EE.UU. y la UE, que podrían implicar compromisos en otros sectores, como el energético, en lugar de basarse únicamente en la venta de armas. El éxito de iniciativas como la TADIC a la hora de fomentar una auténtica cooperación transatlántica, en lugar de la competencia, dependerá de la capacidad de ambas partes para navegar por estas complejas dinámicas y encontrar acuerdos mutuamente beneficiosos en el cambiante panorama geopolítico.
Conclusiones
El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos introduce nuevas incertidumbres en la relación transatlántica, pudiendo llevar a su redefinición en cuanto a división de tareas y reparto justo de la carga. Este escenario subraya la necesidad de que las naciones europeas mejoren sus capacidades de defensa y su capacidad industrial, al tiempo que tratan de mantener viva la alianza con EE.UU.
La redefinición de la relación transatlántica está pendiente; es probable que Europa tenga que hacerse cargo de la disuasión convencional frente a la amenaza rusa. Este posible cambio viene impulsado por la necesidad de recalibrar las posturas estratégicas ante la evolución de las amenazas tanto en Europa como en Asia.
El panorama actual supone una doble coyuntura crítica. Por un lado, presenta un momento trascendental para la relación transatlántica, caracterizado por la evolución de la dinámica entre la OTAN y la UE, así como entre EE.UU. y las naciones europeas. Al mismo tiempo, surge una segunda coyuntura crítica en relación con la dinámica interna de la UE vinculada la industria y el mercado de la defensa. Este doble reto se refleja en la compleja interacción entre la presión para aumentar el gasto en defensa entre los aliados y los esfuerzos de la UE para reforzar su base industrial de defensa mediante diversas iniciativas.
Aunque la OTAN y la Comisión Europea, de facto, han abogado por que la inversión en defensa supere el 2% del PIB nacional, la próxima Cumbre Aliada de 2025 en La Haya está preparándose para elevar este punto de referencia, potencialmente hasta el 3% o más. El énfasis en el aumento del gasto en defensa refleja un cambio cuantitativo en el planteamiento de la alianza sobre el reparto de la carga, pero no supone necesariamente una transformación significativa de la concepción de la defensa colectiva.
La coyuntura crítica para la UE exige hacer frente a retos sin precedentes relacionados con la competitividad, la preparación civil y el estado de preparación militar para el combate, que hacen necesario recalibrar su postura y sus capacidades industriales. La situación obliga a los Estados miembros a reevaluar su enfoque sobre cómo financiar las estrategias de defensa e industriales.
A medida que se acerca la cumbre OTAN de 2025, los Estados miembros de la UE deben equilibrar las realidades fiscales con las necesidades estratégicas. El resultado de la cumbre podría remodelar la cooperación transatlántica en materia de seguridad y la defensa europea durante años. Los miembros de la UE deben compaginar los compromisos con la OTAN con iniciativas europeas de defensa como la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), el Fondo Europeo de Defensa (FED) y la Estrategia Europea de la Industria de Defensa (EDIS) y el Programa relacionado (EDIP).
Los esfuerzos de la UE por reforzar su base industrial de defensa mediante las iniciativas mencionadas demuestran un creciente compromiso con la autonomía estratégica. Sin embargo, esta visión estratégica y lo modesto de la financiación de las herramientas relacionadas pueden determinar un impacto limitado. Entre los retos importantes cabe citar la limitada financiación común, los diversos intereses nacionales y las complejidades de crear un mercado único europeo de defensa. Hasta ahora, la capacidad de la UE para ejercer una influencia supranacional que fomente una colaboración más profunda entre los Estados miembros es escasa.
La próxima cumbre de la OTAN y los años siguientes serán claves para determinar si el actual aumento del gasto en defensa puede mantenerse y traducirse eficazmente en una mejora de las capacidades militares y civiles europeas. La UE pretende aplicar su Estrategia Industrial de Defensa logrando un equilibrio entre las compras de productos importados ‘off-the-shelf’ y las inversiones europeas en investigación y desarrollo para capacidades militares y de doble uso, así como en adquisiciones conjuntas. La complementariedad en el planeamiento de defensa entre la Alianza y la UE es esencial para el éxito.
Fomentar un mercado europeo de defensa competitivo exige armonizar intereses diversos y alinearse estratégicamente con la OTAN. El delicado equilibrio entre el fomento de una base tecnológica e industrial de la defensa europea (BTID) competitiva y el mantenimiento de unos fuertes lazos transatlánticos presenta tanto oportunidades como tensiones. Aunque iniciativas como la Cooperación Transatlántica Tecnológica e Industrial para la Defensa (TADIC) pretenden reforzar la cooperación, la realidad a menudo se aleja de este ideal, pues tanto la OTAN como la UE persiguen compromisos paralelos con la industria de la defensa y el mundo académico.
El éxito de la cooperación transatlántica en materia de defensa dependerá de la capacidad de todas las partes para encontrar acuerdos mutuamente beneficiosos que equilibren los intereses nacionales, la competitividad industrial y las necesidades de seguridad colectiva. Esto requerirá una negociación cuidadosa, previsión estratégica y voluntad de adaptarse a las realidades cambiantes.
Pendientes de la evolución de las negociaciones para el alto el fuego en la guerra Rusia- Ucrania, queda por ver si esta temporada televisiva concluye pronto como un drama o si el episodio veraniego de la OTAN presenta una oportunidad para renovar la amistad entre la UE y EE. UU.
Cor. (ET) Juan C. Castilla Barea
Analista del IEEE.
PhD ESDC DocSchool (UNED)
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Difficult equilibrium in the transatlantic triangle, the new season
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