ESFAS. Los vehículos terrestres militares hacia las cero emisiones

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13 jun 2025

ESFAS. Los vehículos terrestres militares hacia las cero emisiones

Antonio Aznar Cebamanos. Comandante de Caballería del Cuerpo General del ET

Introducción

En un mundo cada vez más consciente de la urgencia del cambio climático y sus impactos, los desafíos que enfrentamos requieren soluciones innovadoras y sostenibles en todos los sectores, incluyendo aquellos menos obvios como el militar. Tradicionalmente, las fuerzas armadas han dependido de vehículos terrestres que son grandes consumidores de combustibles fósiles, contribuyendo de manera significativa a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Esta realidad plantea un dilema no solo medioambiental sino también estratégico, pues la dependencia del petróleo y sus derivados afecta la seguridad y autonomía operativa de las naciones.

La introducción de la normativa de la Unión Europea que prohíbe la venta de vehículos nuevos de combustión interna a partir de 2035 marca un punto de inflexión hacia la adopción de tecnologías de propulsión sin emisiones. Esta medida legislativa no solo busca mitigar el impacto ambiental, sino que también impulsa a las fuerzas armadas a revisar y adaptar sus flotas con soluciones más limpias y avanzadas tecnológicamente, asegurando que las capacidades operativas se mantengan sin comprometer los objetivos de reducción de emisiones.

Este artículo va a explorar cómo la adaptación a vehículos cero emisiones se puede implementar dentro de la parte del sector militar afectado, analizando tanto los desafíos como las oportunidades que esta transición representa. A través de un enfoque multifacético que incluye innovación tecnológica y estrategias operativas, se discute la viabilidad de esta transformación hacia una flota militar más sostenible y eficiente energéticamente, subrayando los pasos que España debe tomar para alinear sus prácticas de defensa con los mandatos de sostenibilidad global.

La relevancia de este cambio no es solo una cuestión de cumplimiento normativo, sino también una oportunidad estratégica para las fuerzas armadas de modernizarse y potenciar su eficiencia. La transición hacia vehículos militares más sostenibles es, por lo tanto, un componente crítico de la seguridad nacional en el siglo XXI, donde la sostenibilidad se convierte en un aspecto esencial de la planificación estratégica militar, demostrando que la adopción de tecnologías verdes puede coexistir con la necesidad de mantener la preparación y la capacidad de respuesta de las fuerzas armadas.

Antecedentes

El desarrollo y la implementación de políticas medioambientales han marcado profundamente la evolución de las industrias y sectores en todo el mundo, y el sector de la defensa no es una excepción. En la lucha global contra el cambio climático, la legislación internacional ha jugado un papel fundamental en la configuración de estrategias nacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, llevando a una revisión significativa de cómo las fuerzas armadas operan y gestionan sus recursos.

Desde el Protocolo de Kioto en 1997, que fue uno de los primeros intentos serios y concertados a nivel global para enfrentar el cambio climático mediante la imposición de objetivos vinculantes de reducción de emisiones para los países industrializados, la trayectoria legislativa ha mostrado una tendencia hacia regulaciones cada vez más estrictas y abarcadoras. El reconocimiento de que el cambio climático es un problema global que requiere soluciones globales fue reforzado con la Enmienda de Doha en 2012, que amplió el mandato de Kioto y llamó a una acción más ambiciosa y extendida.

El histórico Acuerdo de París en 2015 marcó un cambio significativo en el enfoque internacional, pasando de objetivos específicos de reducción de emisiones para ciertos países a un marco inclusivo que requiere la participación de todas las naciones. Este acuerdo fue trascendental al establecer el objetivo de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C, y realizar esfuerzos para limitar ese aumento a 1.5°C. Este marco no solo refleja la urgencia y la escala de la acción necesaria para enfrentar efectivamente el cambio climático, sino que también pone de manifiesto la necesidad de integrar la sostenibilidad en todos los sectores, incluido el militar.

En paralelo a estos esfuerzos globales, la Unión Europea ha sido un actor clave en la promoción de la acción climática. Con la adopción del Pacto Verde Europeo y el establecimiento del "Objetivo 55", la UE ha reforzado su compromiso con la transformación hacia una economía sostenible y baja en carbono. El "Objetivo 55" busca reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030, preparando el escenario para una ambición aún mayor de neutralidad climática para 2050.

La regulación específica que ha catalizado una revisión en la flota de vehículos militares es el Reglamento (UE) 2023/851 del Parlamento Europeo. Este reglamento modifica el anterior Reglamento (UE) 2019/631, estableciendo estándares más estrictos para la emisión de CO2 de vehículos nuevos y marcando una reducción del 100% a partir de 2035. Este es un paso decisivo hacia el objetivo de cero emisiones, ya que, a partir de ese año, se prohibirá la venta de vehículos nuevos que funcionen con combustibles fósiles en la UE, obligando a todas las industrias, incluida la defensa, a adoptar vehículos cero emisiones en ciertos modelos.

Esta política no solo tiene implicaciones para los vehículos civiles, sino que también plantea desafíos específicos para el sector militar, que tradicionalmente ha dependido en gran medida de vehículos de combustión interna. La adaptación requerida es compleja debido a la naturaleza crítica de las operaciones militares, donde la eficacia y la capacidad de respuesta son primordiales. La normativa impulsa a las fuerzas armadas a explorar tecnologías alternativas como los vehículos eléctricos y aquellos propulsados por hidrógeno, que deben ser integrados sin comprometer la seguridad nacional o la capacidad operativa.

La transición hacia vehículos militares más sostenibles y eficientes energéticamente implica no solo un cambio tecnológico sino también una reevaluación de las estrategias operativas y logísticas. Las iniciativas para mejorar la eficiencia energética de los vehículos militares y el aumento del uso militar de la electricidad de fuentes renovables son pasos críticos en esta dirección. Este enfoque refleja la complejidad de alinear las operaciones de defensa con los objetivos de sostenibilidad global, subrayando la importancia de la cooperación internacional y la innovación tecnológica en este proceso.

En este contexto, el papel de la legislación y la política ambiental es indiscutible como catalizador del cambio necesario en la flota de vehículos terrestres militares. Este cambio no solo responde a un imperativo ambiental, sino que también refleja una evolución en la comprensión de lo que significa la seguridad en un mundo afectado por el cambio climático

Exposición
La flota de vehículos terrestres militares

Para entender la magnitud de la situación, primero necesitamos analizar la composición actual de la flota de vehículos terrestres del Ejército de Tierra (ET) español y evaluar cual será el impacto de la nueva normativa de la Unión Europea en la misma. La flota en cuestión es diversa y heterogénea, abarcando desde vehículos de combate hasta unidades de apoyo logístico y transporte, cada uno desempeñando un papel muy importante en la operatividad y la estrategia militar.

Inicialmente, es esencial comprender la variedad y el alcance de los vehículos en servicio. Según datos aproximados, la flota de vehículos terrestres militares del ET se compone de unos 18,800 vehículos, clasificados principalmente en dos categorías: vehículos acorazados y vehículos de ruedas. Los vehículos acorazados incluyen carros de combate como el Leopard 2 A4 y transportes de personal como el Transporte Oruga Acorazado. Además, se destacan los Vehículos de Combate de Infantería, como el Pizarro, y otros vehículos de exploración, como el de Caballería (VEC).

Por otro lado, los vehículos de ruedas se dividen en varios subgrupos, incluyendo vehículos de transporte de material, vehículos tácticos ligeros y turismos de representación, entre otros. Estos vehículos suelen ser de menor protección y están diseñados para tareas logísticas y de transporte.

La nueva normativa de la UE que entra en vigor a partir de 2035 restringe la venta de vehículos nuevos que utilicen combustibles fósiles, afectando significativamente a los vehículos de ruedas, especialmente aquellos con una masa máxima no superior a 3,5 toneladas y que son utilizados para el transporte de menos de ocho pasajeros. Bajo estas directrices, se concluye que los vehículos acorazados, debido a su especificación y uso en combate, quedan fuera del alcance de esta normativa, manteniendo su operatividad sin restricciones directas. Sin embargo, los vehículos tácticos ligeros y otros vehículos de transporte personal que cumplen con los criterios de peso y capacidad serán los más afectados.

El análisis detallado revela que aproximadamente 11,700 vehículos de la flota actual, o sea, cerca del 60% del total, estarán sujetos a las restricciones de la normativa europea. Esto incluye los vehículos tácticos ligeros y los vehículos utilizados predominantemente en tareas de transporte en territorio nacional. Este segmento de la flota enfrentará el mayor desafío para adaptarse a las exigencias de la normativa, necesitando una transición hacia alternativas más sostenibles como vehículos eléctricos para continuar operando dentro de los límites legales.

Este primer acercamiento a la flota establece una base sólida para poder explorar las tecnologías cero emisiones disponibles y otras vías para cumplir con la normativa, asegurando que las capacidades operativas del Ejército de Tierra español se mantengan alineadas con los objetivos de sostenibilidad impuestos por la Unión Europea.

Las tecnologías cero emisiones

La nueva normativa de la Unión Europea se enfoca en promover vehículos que no emitan CO2 durante su operación, limitando las opciones viables a los vehículos eléctricos de batería (BEV) y los vehículos de celda de combustible de hidrógeno (FCEV). Este enfoque excluye vehículos microhíbridos (MHEV), híbridos puros (HEV) e híbridos enchufables (PHEV), así como aquellos que operan con gas (como GLP o GNC), ya que, aunque pueden reducir las emisiones en comparación con los motores de combustión tradicionales, no las eliminan por completo.

Los BEV se destacan como una solución para lograr una movilidad sostenible. Operan exclusivamente con energía eléctrica almacenada en baterías de alta capacidad, eliminando la necesidad de combustibles fósiles y reduciendo a cero las emisiones directas durante su funcionamiento. Estos vehículos ofrecen una promesa considerable para el futuro del transporte, contribuyendo significativamente a los objetivos globales de reducción de emisiones y sostenibilidad.

La tecnología detrás de los BEV implica el uso de motores eléctricos y baterías que almacenan la energía eléctrica necesaria para su funcionamiento. Los avances en esta tecnología han mejorado la eficiencia energética y la autonomía de los vehículos, abordando dos de los mayores desafíos históricos para su adopción masiva. La gestión eficiente de la energía en los BEV es esencial, involucrando sistemas avanzados de gestión de baterías que optimizan el uso y la recarga de la energía.

Además, la integración de tecnologías de información y comunicación en los BEV permite funciones avanzadas como la conducción autónoma y la interacción con redes de recarga inteligentes. Estas innovaciones no solo mejoran la experiencia de conducción, sino que también contribuyen a la eficiencia general del vehículo.

Los BEV ofrecen múltiples ventajas. Su impacto ambiental es reducido, ya que no emiten gases contaminantes ni CO2. Son particularmente eficientes en términos de conversión de energía, y cuando se cargan con electricidad generada a partir de fuentes renovables, pueden proporcionar una movilidad totalmente sostenible. Además, los BEV requieren menos mantenimiento que los vehículos con motores de combustión interna, debido a la simplicidad de sus sistemas mecánicos y la ausencia de partes móviles como cajas de cambios y sistemas de escape.

Sin embargo, los BEV también enfrentan desafíos, como la ansiedad de autonomía y la infraestructura de carga insuficiente. Aunque la autonomía de los BEV ha mejorado, puede ser insuficiente para algunos usuarios, especialmente aquellos que realizan viajes largos frecuentes. Además, el tiempo de recarga puede ser un inconveniente, y el costo inicial de los BEV sigue siendo más alto en comparación con los vehículos de combustión interna, aunque esto está mitigado en parte por menores costos operativos y de mantenimiento.

Los FCEV utilizan el hidrógeno como vector energético para generar electricidad a bordo mediante un proceso electroquímico en una celda de combustible, sin emitir más que vapor de agua como subproducto. Este proceso implica la reacción del hidrógeno almacenado con el oxígeno del aire en la celda de combustible, donde el hidrógeno se divide en protones y electrones. Los electrones fluyen a través de un circuito externo creando corriente eléctrica, mientras que los protones pasan a través del electrolito a la otra cámara de la celda donde se combinan con el oxígeno y los electrones para formar agua y calor, el único residuo del proceso.

Este sistema permite que los FCEV tengan una eficiencia energética superior a la de los vehículos de combustión interna, convirtiendo más directamente la energía química del hidrógeno en energía mecánica. Además, los FCEV pueden reabastecerse de hidrógeno en cuestión de minutos, ofreciendo así una solución práctica para la movilidad sin emisiones que es comparable en conveniencia al reabastecimiento de combustibles fósiles.

Los FCEV ofrecen varias ventajas que complementan los desafíos que enfrentan. Una de las principales es la alta densidad energética del hidrógeno, que permite a estos vehículos tener mayores autonomías que los BEV, haciendo posibles viajes más largos sin necesidad de recargar. Además, el tiempo de recarga de los FCEV es comparativamente rápido, equiparable al tiempo que toma llenar un tanque de gasolina, lo que los hace particularmente adecuados para aplicaciones donde la disponibilidad del vehículo y los largos periodos de operación son críticos.

Otra ventaja importante es que los FCEV, al igual que los BEV, producen cero emisiones de escape. Esto los convierte en una opción atractiva para mejorar la calidad del aire urbano y cumplir con las regulaciones ambientales estrictas. Además, los FCEV son típicamente más silenciosos que los vehículos con motores de combustión interna, lo que reduce la contaminación acústica, un beneficio adicional especialmente valorado en entornos urbanos.

La infraestructura para FCEV, aunque limitada actualmente, está en desarrollo y tiene el potencial de expandirse significativamente con el apoyo adecuado de políticas y inversiones. El crecimiento de esta infraestructura permitirá una adopción más amplia de los FCEV, especialmente en sectores como el transporte público y de larga distancia, donde las características únicas de los FCEV pueden ser maximizadas.

A pesar de sus ventajas, los FCEV enfrentan desafíos significativos, principalmente relacionados con la infraestructura de hidrógeno y los costos de producción y distribución del hidrógeno. Además, aunque los FCEV son eficientes y ofrecen emisiones cero en el punto de uso, el impacto ambiental total de estos vehículos depende de cómo se produce el hidrógeno. Por ejemplo, el hidrógeno verde, producido a partir de fuentes renovables, es la forma más sostenible de hidrógeno y reduce el impacto ambiental asociado con los FCEV. Sin embargo, su producción aún implica desafíos relacionados con los costos y la escala necesaria para satisfacer la demanda potencial.

La construcción de una infraestructura de hidrógeno robusta y accesible es esencial para el éxito de los FCEV. Esto no solo implica la construcción de estaciones de abastecimiento, sino también el desarrollo de una cadena de suministro confiable y eficiente para producir, transportar y almacenar hidrógeno de manera segura. Además, la mejora continua en la eficiencia, la durabilidad y la confiabilidad de las celdas de combustible es vital para asegurar que los FCEV puedan competir efectivamente con otras tecnologías de movilidad sostenible.

Como conclusión, podemos señalar que los FCEV ofrecen una solución complementaria a los BEV en el espectro de la movilidad sostenible. Su capacidad para proporcionar autonomías largas y tiempos de recarga rápidos, junto con las ventajas de emisiones cero, los posiciona como una opción viable para futuras transformaciones en la movilidad global, especialmente en sectores que requieren alta disponibilidad y rendimiento operativo.

Otras vías para cumplir con la normativa

Más allá del desarrollo y adopción de tecnologías de propulsión cero emisiones, existen otras vías para alcanzar los objetivos de sostenibilidad, como es el caso de los combustibles sintéticos o e-fuel. Estos representan una solución innovadora para la descarbonización del transporte, complementando las tecnologías como los BEV y FCEV.

Los e-fuel se producen mediante procesos que capturan dióxido de carbono (CO2) directamente de la atmósfera. Este CO2 capturado se combina con hidrógeno, que se obtiene a través de la electrólisis del agua, un proceso que separa el agua en oxígeno e hidrógeno utilizando electricidad, preferiblemente de fuentes renovables. La combinación de hidrógeno y CO2 capturado produce combustibles líquidos o gaseosos que pueden usarse en motores de combustión interna existentes sin emitir más CO2 del que fue utilizado en su producción, creando un ciclo cerrado de carbono.

La singularidad de los e-fuel radica en su capacidad para integrarse dentro del paradigma actual de movilidad sin requerir cambios radicales en la infraestructura existente ni en los hábitos de consumo. A diferencia de los combustibles fósiles, los e-fuel no incrementan la concentración de CO2 en la atmósfera, pues el carbono emitido durante su combustión es el mismo que fue capturado durante su producción, manteniendo así un balance neutro de emisiones.

Los e-fuel emergen como una alternativa prometedora dentro del marco de las nuevas regulaciones de la Unión Europea. Su capacidad para ser utilizados en los motores de combustión interna existentes sin modificaciones significativas facilita una transición más suave hacia fuentes de energía más limpias, evitando la obsolescencia prematura de vehículos y la necesidad de invertir en nueva infraestructura costosa.

Este tipo de combustible ofrece la ventaja de utilizar la infraestructura de distribución de combustibles fósiles ya existente, lo que reduce los costos de transición y acelera su implementación. Además, la producción de e-fuel puede aprovechar el exceso de energía renovable, por ejemplo, utilizando electricidad generada en momentos de baja demanda para producir hidrógeno, que luego se convierte en combustibles sintéticos.

Sin embargo, la adopción de e-fuel también enfrenta desafíos. La eficiencia de la conversión de energía en el proceso de producción de e-fuel es actualmente menor que la de la electricidad utilizada directamente en los BEV. Además, los costos de producción de e-fuel son relativamente altos debido a la tecnología avanzada necesaria para la captura de CO2 y la electrólisis del agua. Estos costos podrían reducirse a medida que la tecnología madura y se escala.

A pesar de estos desafíos, los e-fuel representan un componente principal en el conjunto de soluciones para alcanzar la neutralidad en carbono, especialmente en sectores donde la electrificación completa no es viable, como en ciertos tipos de transporte pesado y en aviación. La combinación de e-fuel con otras tecnologías de reducción de emisiones puede proporcionar una ruta flexible y adaptativa hacia una movilidad sostenible.

En conclusión, mientras que los vehículos eléctricos continúan siendo la vanguardia de la transición hacia una movilidad cero emisiones, los e-fuel ofrecen un complemento valioso que podría acelerar esta transición, al aprovechar la infraestructura existente y proporcionar una solución intermedia durante el desarrollo de tecnologías más avanzadas y sostenibles.

Viabilidad operativa

En el contexto de adaptación a la normativa de emisiones cero de la Unión Europea, también es importante evaluar cómo las tecnologías de propulsión alternativas presentadas van a influir en la capacidad operativa de la flota de vehículos terrestres militares del Ejército de Tierra.

Para ello, se ha realizado un estudio de viabilidad operativa, centrado en la seguridad energética a través de las “cuatro A” del APERC aplicadas a los combustibles identificados durante la investigación: electricidad, hidrógeno y combustibles sintéticos. Cada fuente de energía se evalúa en términos de disponibilidad (si es posible obtenerla de manera constante y segura), accesibilidad (la facilidad con la que se puede acceder a estos recursos), asequibilidad (costos asociados con la adopción de estas tecnologías) y aceptabilidad (conformidad con las normativas y políticas militares y de defensa).

En relación con la electricidad, la disponibilidad es en general alta, especialmente con el aumento de fuentes renovables. Sin embargo, la variabilidad en la producción y la necesidad de infraestructuras de almacenamiento eficiente plantean retos operativos. La accesibilidad se ve limitada en áreas remotas o durante operaciones extensas debido a la infraestructura de carga insuficiente.

En cuanto al hidrógeno, aunque tiene un gran potencial para operaciones con bajas emisiones, la infraestructura para su producción y distribución aún no está suficientemente desarrollada, lo que limita su disponibilidad y accesibilidad en el contexto militar.

Con respecto a los combustibles sintéticos, estos ofrecen una alta disponibilidad y una mejor integración con la infraestructura de combustibles fósiles existente. Su producción, que recicla CO2, propone una operación de emisiones neutras, pero los costes asociados y la infraestructura de producción necesaria aún representan un desafío.

Por otro lado, también se ha evaluado cómo estas fuentes de energía afectan el rendimiento operativo de los vehículos militares, teniendo en cuenta aspectos tan relevantes como la autonomía, el tiempo de recarga, las prestaciones o la seguridad.

En este caso, la electricidad presenta limitaciones en términos de autonomía y tiempo de recarga, que podrían ser problemáticos en operaciones prolongadas o en terrenos desafiantes. A pesar de ello, los vehículos eléctricos podrían ser útiles para operaciones de corto alcance o en entornos controlados.

Por su parte, el hidrógeno ofrece una mayor autonomía y tiempos de recarga comparables a los combustibles fósiles, proporcionando una solución más flexible para operaciones diversas. Sin embargo, la falta de infraestructura de hidrógeno puede restringir su aplicación inmediata.

Sobre los combustibles sintéticos podemos afirmar que mantienen las prestaciones operativas de los combustibles fósiles con la ventaja de ser neutros en carbono. Su compatibilidad con la infraestructura existente permite una transición más suave sin necesidad de ajustes operativos importantes.

Los resultados de los análisis anteriores indican que cada tecnología presenta ventajas y desafíos específicos donde podemos concluir que:

  • La electricidad es viable para uso en bases o zonas urbanas bien equipadas, pero menos adecuada para operaciones de campo debido a su limitada autonomía y dependencia de infraestructuras de carga.
  • El hidrógeno, aunque ideal por su rendimiento comparable al de los combustibles convencionales, enfrenta barreras significativas debido a la falta de infraestructura necesaria para su adopción a gran escala.
  • Los combustibles sintéticos emergen como la opción más prometedora para una transición inmediata, ofreciendo una adaptabilidad operativa sin comprometer el rendimiento, aunque con costes de producción inicialmente altos.

Estos resultados sugieren que, mientras los combustibles sintéticos proporcionan una solución intermedia viable, el desarrollo a largo plazo debería enfocarse en superar los obstáculos de la electricidad y el hidrógeno para maximizar sus beneficios operativos y ambientales en un futuro militar más sostenible.

Implicaciones

Descartando el hidrogeno como fuente de energía aplicable a los vehículos identificados por su falta de viabilidad operativa debido a la falta de infraestructura necesaria para su adopción a gran escala como se ha señalado anteriormente, ahora vamos a analizar las posibles implicaciones que conllevaría la implementación en dichos vehículos las otras dos fuentes de energía analizadas.

La transición a vehículos eléctricos de batería conllevaría numerosos cambios operativos y logísticos dentro de las Fuerzas Armadas:

  • Desarrollo de Infraestructura de Carga: Esencial para la operatividad de los BEV, las bases y otras instalaciones militares necesitarán equiparse con estaciones de carga adecuadas. Esto requeriría no sólo la instalación física, sino también una actualización considerable de las redes eléctricas existentes para manejar el aumento de la demanda de energía.
  • Gestión de Autonomía: Los BEV suelen tener limitaciones de autonomía en comparación con los vehículos de combustión. Esto requeriría una planificación operativa meticulosa para asegurar que las limitaciones de autonomía no afecten la capacidad de respuesta y movilidad de las fuerzas armadas.
  • Capacitación y Mantenimiento: La introducción de BEV conllevaría la necesidad de capacitar al personal en el mantenimiento de baterías y sistemas eléctricos, así como en la operación segura de estaciones de carga. Además, los talleres necesitarían adaptaciones para manejar estos nuevos sistemas.
  • Cadena de Suministro de Componentes: Adaptar las cadenas de suministro para incluir piezas y componentes específicos para BEV, como baterías y elementos del sistema eléctrico, sería esencial. Esto puede requerir establecer relaciones con nuevos proveedores y asegurar la logística para piezas de repuesto.

Por otro lado, la adopción de e-fuel para vehículos tácticos ligeros implicaría otras consideraciones:

  • Infraestructura de Suministro de e-fuel: Aunque los e-fuel pueden ser compatibles con la infraestructura de combustible fósil existente, se necesitarían ajustes para manejar sus propiedades únicas. Esto incluiría la instalación de tanques y sistemas de distribución especializados para garantizar un suministro eficiente y seguro.
  • Logística de e-fuel: Establecer una cadena de suministro robusta y resiliente para los e-fuel sería clave. Esto implicaría asegurar fuentes fiables y gestionar la logística de transporte desde los puntos de producción hasta las bases y áreas operativas.
  • Capacitación y Adaptación Operativa: Similar a los BEV, la transición a e-fuel requeriría formación específica para el personal, ajustes en los procedimientos operativos y, posiblemente, modificaciones técnicas en los vehículos para adaptarlos a las características de los e-fuel.

Conclusiones

El análisis concluye que la implementación de los BEV y e-fuel es viable antes de la entrada en vigor de la prohibición de venta de vehículos impulsodos por combustibles fósiles en el año 2035, con planificación y recursos adecuados. La inversión en infraestructura, tanto de carga eléctrica como de suministro de e- fuel, junto con la capacitación del personal y la adaptación de la logística y mantenimiento, serían fundamentales para esta transición.

A pesar de los desafíos, los vehículos eléctricos ofrecerían una solución sostenible para vehículos de transporte de personal y logísticos, mientras que los e-fuel representarían la mejor opción actual para vehículos tácticos, proporcionando una solución intermedia que permite cumplir con los requisitos de emisiones sin comprometer la capacidad operativa.

La adecuada asignación de recursos y una gestión estratégica permitirían a las Fuerzas Armadas adaptarse eficientemente a estas nuevas tecnologías, garantizando la continuidad y eficacia de las operaciones militares en un contexto de crecientes demandas de sostenibilidad y reducción de emisiones.

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    • Los vehículos terrestres militares hacia las cero emisiones