ESFAS. Las causas del aumento de la polarización social en España en el siglo XXI

Valor añadido real por habitante de la industria en distintos países en miles de dólares del año 2000 per cápita. Fuente: Guisán (2008).

14 feb 2025

ESFAS. Las causas del aumento de la polarización social en España en el siglo XXI

Natalia Sanjuán Cortés. Comandante del Ejército del Aire y del Espacio

Introducción

El fenómeno de la polarización social en los países occidentales ha adquirido una importancia crítica en las últimas décadas preocupando a la comunidad internacional por la forma en la que está alterando el panorama político de cooperación, y convirtiéndose en un desafío crucial para la construcción de sociedades más inclusivas y resilientes.

Basándonos en autores como Miller (2021), la polarización social se entiende como una mezcla entre la polarización ideológica y la afectiva. La primera referida al creciente alineamiento de los partidos políticos en torno a posturas cada vez más distanciadas, relacionadas con cuestiones simbólicas (conservadurismo vs. progresismo) o prácticas (impuestos, ...). Y la segunda centrada en los sentimientos que los partidos y líderes políticos despiertan, la cual también se encuentra en claro crecimiento, aunque no se haya profundizado en ella a lo largo de esta investigación.

En el caso de España, y concretamente en los últimos veinte años, este fenómeno ha permeado numerosos aspectos de la sociedad tanto del ámbito político como del de las relaciones interpersonales, y su impacto resuena en la vida cotidiana de los ciudadanos planteando una amenaza significativa para la cohesión social y la gobernabilidad democrática.

En la encrucijada de una sociedad fragmentada por unos niveles de polarización inquietantemente altos, se alza un desafío desalentador: resulta extraordinariamente complicado llegar a acuerdos que trasciendan las divisiones sociales y fomenten la cohesión de la población.

El análisis de los antecedentes históricos, de los factores particulares de nuestro país y de los nuevos temas que emergen en las sociedades que experimentan fenómenos de modernización como la nuestra, se consideran primordiales para poder explicar por qué en España el fenómeno está azotando con gran virulencia.

Antecedentes

Con objeto de delimitar el tema de estudio y poder abarcarlo con la profundidad adecuada, la investigación se ha centrado en la España de los últimos veinte años (hasta las elecciones vascas del pasado abril). Aún así, se considera un periodo muy amplio y por ello se ha incidido en el análisis de los acontecimientos y los factores más relevantes para explicar el crecimiento que ha experimentado la polarización en nuestro país.

Ha sido en este periodo cuando el fenómeno ha resurgido con fuerza delineando la dinámica política y social actual gracias al impulso de una serie de factores que incluyen, desde las tensiones regionales y las crisis económicas, hasta los cambios demográficos y culturales.

Ante este panorama, investigar sobre las causas y los posibles catalizadores del crecimiento de la polarización social más reciente en nuestro país, se considera el primer paso para afrontar el reto de su disminución en el futuro.

Para ello, se ha optado por el método descriptivo-analítico mediante técnicas principalmente cualitativas, para ir descomponiendo y estudiando los factores por separado y tratar de dilucidar en qué medida cada uno de ellos ha podido afectar al incremento de la polarización en nuestro país.

La polarización social es un tema con una gran capacidad teórica, sobre el que numerosos autores han investigado y se dispone de muchas teorías políticas y sociológicas para abordarlo.

Exposición
Contextualización histórica

Con el objetivo de contextualizar el fenómeno de la polarización social en España y de establecer una serie de antecedentes que sirvan para su comprensión, nos debemos remontar a la Segunda República (1931-1939) cuando, a pesar de la madurez política alcanzada, los diferentes partidos no supieron canalizar adecuadamente las demandas populares y fracasaron en su intento de modificar el panorama social de la época (Ramírez, 1975).

Partidos políticos de relevancia como la CEDA o el PSOE, fueron incapaces de dirigir eficazmente la multiplicidad de intereses que representaban y basándose en el miedo o la negación hacia otros, generaron un clima de crispación constante que acabó colapsando sus planteamientos y radicalizando sus posturas.

En este periodo se forjaron una serie de retóricas de intransigencia y de exclusión que se asemejan a las actuales, pero afortunadamente, no ocurre lo mismo con el grado de violencia, que alcanzó su máxima expresión desembocando en la Guerra Civil española (1936-1939).

Durante los casi cuarenta años posteriores de Dictadura franquista (1939-1975), la sociedad se mantuvo dividida. Por un lado, se encontraban los partidarios del régimen y las víctimas de la represión en posiciones completamente contrapuestas, pero por otro, se hallaban los que se mantuvieron al margen de la política.

Estos últimos fueron denominados por Hernández (2012) como la “zona gris” social y supusieron una pieza clave para la consolidación y duración del régimen, ya que la dictadura no solo se sustentó en la represión y en el control que se ejercía desde arriba, sino también en el respaldo de esta parte tan importante de la base social española que, paralizada por el miedo y el recuerdo de la guerra, se desvinculó de la política refugiándose en la seguridad de su entorno más cercano.

Sin embargo, en el momento de mayor debilidad del régimen tras la muerte del dictador, la división social entre vencedores y vencidos volvió a aflorar, y pese al consenso inicial que se forjó durante la Transición, poco a poco se ha ido elevando la crispación, siendo todos los que formamos parte de esta sociedad testigos conscientes y partícipes de ello.

La Transición española, encuadrada en la tercera ola democratizadora global del teórico Samuel Huntington, se entiende como el periodo que transcurre desde el fallecimiento de Franco hasta las elecciones generales de 19821, las cuales se consideran el verdadero inicio del nuevo proceso democratizador español que persiste en la actualidad.

El periodo estuvo marcado por una serie de eventos clave que pusieron de manifiesto la voluntad de todas las partes por cambiar el régimen y caminar hacia adelante. La Ley de Reforma Política de 1976, la Ley de Amnistía para los delitos políticos durante la dictadura, la ratificación de la Constitución Española de 1978, y el golpe de Estado fallido de 1981, fueron algunos de ellos.

Autores como Monedero (2013) afirman que la sociedad española siguió paralizada por el miedo no mostrando signos de división social y manteniéndose a merced de las élites conservadores bajo el paraguas de la “indefensión aprendida”. Pero otros como Sánchez (2010), creen que los bajos índices de polarización que permitieron el avance del país y la instauración firme de la democracia se debieron a la existencia de un consenso real entre la ciudadanía que, tras haber superado el miedo, quería evolucionar.

En términos generales se puede afirmar que la transición española fue un proceso gradualista de negociación manejado por las elites políticas de aquel entonces, tanto del régimen en auto-transformación (con más recursos), como de la oposición democrática, y eso favoreció los bajos niveles de polarización de aquel entonces.

La sociedad española desempeñó un papel crucial dejando de lado sus diferencias en pos de un beneficio común y consiguiendo así el avance que el país necesitaba para situarse al nivel de otras democracias europeas similares.

Pero con el fin de la Transición y el asentamiento de la democracia en nuestro país, la acumulación combinada del miedo, el silencio y la pérdida de relevancia política de algunos sectores, empezaron a actuar como mecanismos polarizadores de la sociedad entorpeciendo el verdadero empuje de conjunto que un Estado en crecimiento necesita (Rodríguez, 2014).

Los partidos políticos predominantes disfrutaron de algunas mayorías absolutas, pero se fueron debilitando paulatinamente por los errores cometidos. En el caso del PSOE, debido a los casos de corrupción y la “guerra sucia” contra el terrorismo de ETA, y en el del PP, como consecuencia del atentado terrorista del 11M debido al acercamiento español a las políticas atlánticas.

El bipartidismo comenzó a vislumbrar signos de agotamiento, lo que sumado a la diversificación cada vez mayor de la sociedad en el siglo XXI, provocó la proliferación de una mayor cantidad de partidos políticos que agregan o incluso crean los distintos intereses de sus votantes.

Contextualización social

Por su parte, a lo largo de todos estos años y de forma paralela a la progresión histórico-política, la sociedad española también ha evolucionado, transicionando desde el concepto de sociedad de masas al individualismo propio de las democracias más avanzadas, el cual normalmente actúa a través de los mecanismos de acción colectiva.

El término de sociedad de masas proviene de la Revolución francesa (1789), cuando se usó por primera vez el concepto de “masa” para referirse a los ciudadanos que no pertenecían a los estamentos políticos, económicos y sociales poderosos de la época. Pero posteriormente, en el siglo XIX, se utilizó la acepción para describir al conjunto de la sociedad, ya que el periodo de la Revolución Industrial se caracterizó por promover tendencias igualitarias en el seno de esta.

Entre los años 1930 y 1960 comenzaron a vislumbrarse las primeras divergencias relativas al concepto. Para el ordoliberalismo2, el conflicto entre lo masivo y lo social se convirtió en uno de sus principales blancos de críticas, y para los autores de la Escuela de Frankfurt3, la sociedad de masas “contribuía a la erosión de las ideas de automotivación, auto elección y deliberación, presupuestas en la concepción liberal de la política” (Haidar, 2016, p. 59).

Ambas corrientes coincidieron en ver a la sociedad de masas de dos maneras: por un lado, como la consecuencia del éxito del desarrollo económico capitalista, del despliegue científico-tecnológico y de la democratización política, cultural y social, propios de la Modernidad, y por otro, como la portadora de la propensión estructural hacia el autoritarismo (Haidar, 2016).

Citado en Haidar (2016), Braudrillar (1983) habla de la despolitización de las masas, centrándose en su inacción y en la consecuente imposibilidad de representación política de estas “mayorías silenciosas”. Gran parte de los españoles tras la Guerra Civil parecieron circunscribirse a este planteamiento. La sociedad se inundó de un clima pesimista y de posible catástrofe inminente que provocó el surgimiento de una estrategia narcisista de supervivencia colectiva, que se extendió provocando la apatía social ante el franquismo.

Pero no hay que olvidar que cuando la situación mejora y se olvidan o apartan los miedos, se vuelve a generar un clima de confianza al que, en nuestro país, se sumaron la mejora del desarrollo industrial y el aumento de la producción de las últimas décadas del franquismo y de la Transición.

“La sociedad dejó de ser una masa relativamente homogénea y fácilmente manipulable como creían los teóricos de la comunicación de masas” (Wolf, 1987; McQuial et al., 1983, citado en Sánchez, 2020, p. 23), evolucionando hacia la individualidad más propia de las sociedades democráticas, donde los sujetos abandonan el sentido colectivo de pertenencia a los grupos para buscar de forma individual los supuestos beneficios que un mundo consumista, superficial e inalcanzable, le puede aportar.

En las sociedades democráticas actuales, el individualismo prima sobre cualquier otra forma de asociación. Las personas buscan constantemente sus propios intereses, los cuales son compartidos con otros individuos de características semejantes. De esta forma, si todos ellos se unen bajo una misma organización, se puede alcanzar el bien común más fácilmente pudiendo afirmarse que el individualismo logra sus objetivos de manera más eficaz y eficiente si actúa de forma colectiva (Olson, 1992).

Según la teoría individualista más pura, las personas actuarían conforme a sus intereses reales en cada momento, maximizando sus oportunidades de éxito a través de su participación en distintos grupos, y lo harían de forma libre (Paramio, 2000), a través de la acción colectiva, apoyándose en los grupos que mejor los representen. Estos, a su vez, influyen sobre los individuos y, aunque inicialmente no se compartan todos los intereses del grupo en cuestión, acaban condicionando nuestro pensamiento.

Esto lleva a plantear que el crecimiento de los partidos políticos de extrema derecha e izquierda obedece a esta tendencia, por la explotación que estos hacen de los distintos focos de división condicionando y afianzando el pensamiento de sus seguidores, y siguiendo sendas paralelas al incremento de la polarización social.

Causas del incremento de la polarización social en España

Una vez analizado el contexto histórico y sociológico más teórico, se abordan propiamente las causas del incremento de la polarización social de España en el siglo XXI. Con este fin se consideran, por un lado, los aspectos particulares o específicos del país, y por otro, los condicionantes más genéricos propios del proceso modernizador de las sociedades occidentales. Además, se incide en la relación ya comentada entre polarización política y social por la gran explotación partidista que se ha hecho de esta última en el contexto español, no solo por parte de los partidos extremos, sino también por parte de los más moderados.

En primer lugar y como causa raíz de la división social, se encuentra la desigualdad económica, la cual ha aumentado en las últimas dos décadas debido a factores tanto estructurales como coyunturales.

Inicialmente, durante la Transición española, se redujo la brecha social, pero las políticas económicas posteriores generaron un aumento en la proporción de rentas bajas y muy bajas (Miller, 2021) y un crecimiento desequilibrado de los sectores productivos.

Desde finales del siglo XX, y a diferencia de otros países de nuestro entorno, el crecimiento económico español se ha basado en la expansión de los sectores de la construcción y de los servicios, y no han tenido en consideración los desequilibrios intersectoriales que esto podía generar, como consecuencia de la insuficiente potenciación de la producción industrial (Fig. 1) (Guisán, 2008).


Figura 1: Valor añadido real por habitante de la industria en distintos países en miles de dólares del año 2000 per cápita. Fuente: Guisán (2008).

Esto se puso de manifiesto durante la crisis económica de 2008, especialmente en términos de desempleo, afectando más a España que a otros países europeos en cuanto a términos de desigualdad.

Consecuencia de la inadecuada gestión de la crisis surgió el movimiento 15M buscando poner fin a la creciente brecha social y a las medidas económicas adoptadas por el gobierno vigente para paliar la situación. Sin embargo, su enfoque inicial de carácter horizontal y autónomo, que había sabido integrar a miles de personas de distintos tintes ideológicos, pronto se desvió hacia la confrontación política tradicional ante la falta de resultados (Romero, 2015).

Pocos años después, la crisis del COVID-19 volvió a poner de relieve los problemas estructurales de nuestro país a la hora de hacer frente a situaciones precarias, por nuestra especial dedicación al sector servicios, el cual, como se muestra en la gráfica (Fig. 2), se vio de nuevo fuertemente afectado incrementando la problemática.


Figura 2. gráfico de la incidencia de ERTES en España en mayo de 2020, por sectores de actividad. Fuente: Chaves, (2020).

A pesar de que las diferencias entre la izquierda y la derecha seguían creciendo, el apoyo al estado del bienestar es algo transversal en nuestra nación, por lo que al inicio de la pandemia, no existieron grandes diferencias en cuanto a las medidas a adoptar. Sin embargo, las posiciones de la izquierda y la derecha en el ámbito económico con la llegada de los nuevos partidos se han ido distanciando poco a poco (Miller, 2021).

En el 2020, medidas como los ERTES, amortiguaron enormemente el golpe y aunque la desigualdad creció significativamente al principio, la recuperacion ha sido mucho más rápida y efectiva (Aspachs et al., 2021). Esto ha favorecido la polarización hacia la izquierda del sector más vulnerable de la sociedad, por considerar que han sido beneficiados por estas políticas de índole más extrema.

Dentro de las particularidades de nuestro país que generan más controversia y polarización nos encontramos también con el nacionalismo que, aunque afecta de forma particular al País Vasco y a Cataluña, se ha extendido a todo el país en las últimas décadas.

En la época de la Transición se gozaba de un equilibrio relativo entre la conciencia autonómica y la nacional, pero poco a poco el clivaje centro-periferia ha sido potenciado y explotado para polarizar a la población gracias a la todavía recordada violencia de ETA, al proceso independentista catalán, o al reciente debate en torno a la Ley de Amnistía.

En Cataluña, el porcentaje de ciudadanos que quiere la independencia fue aumentando paulatinamente a lo largo de las primeras décadas del siglo XXI, pero tras el intento secesionista de 2017, ha ido disminuyendo. Por el contrario, en el País Vasco, tras el retroceso del sentimiento nacionalista que se produjo con la disolución de la banda terrorista ETA, está volviendo a aumentar a raíz del proceso de independencia catalán.

En cualquier caso, en la España actual, no solo se entiende el nacionalismo como algo interno de las comunidades autónomas con un mayor carácter independentista, sino que también se ha convertido en un problema general que afecta a todo el país, avivado por aquellos que sacan rédito electoral del mismo.

El nacionalismo español ha resurgido en respuesta al nacionalismo regional, en fuerte oposición a cualquier intento de restar competencias al Estado y en defensa de la igualdad de los españoles. A diferencia de lo que ocurría antes de octubre de 2017, ahora las banderas de España son numerosas en las manifestaciones y balcones de las viviendas españolas, simbolizando el crecimiento del sentimiento nacional en contraposición a las posturas regionalistas y de extrema izquierda, que las tachan de fascistas.

Tanto en el espectro nacional como en el autonómico, la problemática centro- periferia está siendo aprovechada por los diferentes partidos políticos, especialmente por los de extrema derecha en el ámbito nacional y por los nacionalistas en el ámbito autonómico, para capitalizar el descontento social y ganar apoyos en base a los distintos sentimientos (Fernández-García y Valencia, 2022).

La última de las particularidades españolas que se considera causa polarizadora en nuestro país es la inmigración, la cual, a diferencia del resto de países europeos proviene de orígenes muy diversos, que se centran en América Latina y África, pero que también incluyen a China y otros países de origen islámico y de la Europa del este.

La evolución de la sociedad española hacia la aceptación de otras culturas ha sido un proceso gradual y complejo, y si bien se han logrado grandes avances en términos de tolerancia y diversidad, persisten ciertas actitudes xenófobas.

Ejemplo de ello fue la acusación que se hizo cuando se produjo el fuerte incremento del paro en la crisis del 2008 por parte de aquellos que creían que la inmigración afectaba negativamente al empleo de los españoles. Con el análisis se confirmó que solo fue así para una pequeña parte de la población española, la dedicada a los mismos sectores de trabajo que los inmigrantes, y ni siquiera lo hizo en la misma medida, ya que como muestra la (Fig. 3), fueron los trabajadores extranjeros los que se vieron más afectados por el paro provocado en la crisis (Medina, Herrarte y Vicéns, 2010).


Figura 3. Probabilidad de perder el empleo según nacionalidad en España (en %). Fuente: Medina, Herrarte y Vicéns (2010).

También los eventos terroristas, tanto en España como en otros países occidentales, y alto flujo de inmigrantes provenientes de países africanos han fomentado estos sentimientos, alimentando el miedo y la desconfianza hacia ciertas minorías étnicas, y la aparición del racismo y la islamofobia en la narrativa política española de extremo derecha, que alude al nativismo en defensa de su discurso antiinmigración (Mudde, 2007).

Pero también la extrema izquierda ha abordado la cuestión migratoria, aunque en este caso, desde una perspectiva más inclusiva, apostando por los derechos de los inmigrantes y promoviendo políticas de integración, para ganarse el apoyo no solo de ese gran flujo migratorio, sino también de todos aquellos que lo defienden.

En ambos casos, en lugar de buscar una política de Estado que pueda resolver o aliviar la situación, se ha usado la problemática para polarizar a la sociedad, que pese a seguir considerándose inclusiva y transigente a este respecto, ha mostrado algunos signos de intolerancia hacia otras culturas en los últimos años.

Además de las causas particulares de carácter algo más estructural, España se ha enfrentado a los focos de polarización coyunturales propios del proceso de modernización que ha vivido nuestra sociedad en las dos últimas décadas.

La conocida como España rural y su despoblación revelan un escenario complejo y preocupante, sobre todo para el entorno más afectado. El éxodo masivo del campo a la ciudad experimentó un freno temporal durante el auge económico de principios del siglo XXI con la llegada de inmigrantes que repoblaban los núcleos rurales (Pinilla & Sáez, 2017), pero la crisis de 2008 volvió a resaltar la magnitud del problema.

La falta de políticas efectivas a nivel nacional y autonómico para abordar la problemática ha dejado un vacío que la Unión Europea ha intentado llenar, aunque con resultados limitados (Pinilla & Sáez, 2017). Esto ha provocado la capitalización de las preocupaciones rurales por la derecha, que ha promovido una narrativa polarizadora mezclando los principios de identidad nacional y de defensa de las tradiciones rurales como la caza y la tauromaquia (Fernández Such, 2017).

Sin embargo, la izquierda también ha respondido, adoptando políticas contrapuestas en defensa del medio ambiente y del mundo animal que han generado un nuevo frente de confrontación. Con ello se dificulta el hallazgo de soluciones equitativas y sostenibles sobre un tema que precisa un enfoque integral, y que no sólo afecta a las comunidades rurales, sino también a la sociedad en su conjunto (Fernández Such, 2017).

La instrumentalización política de temas como el feminismo y la diversidad sexual también ha llevado a una retórica divisiva que ha generado un nuevo conflicto en torno a un aspecto que ocupa una parte muy importante del pensamiento social en la actualidad.

En la nueva ola feminista liderada principalmente por la izquierda se perciben enfoques diferentes entre las vertientes extremas y moderadas, sobre todo en el lado derecho del espectro ideológico. Mientras que PP y Ciudadanos han articulado en sus programas políticas feministas y de identidad de género con un carácter mucho más moderado, sobre todo en materia de diversidad, VOX ha reaccionado con una serie de discursos anti-género y en contra de todo lo que amenace su modelo de familia tradicional (Brandariz, 2021).

La promulgación y modificación de leyes controvertidas como la Ley de “Sólo Sí es Sí”, la “Ley Trans” o la “Ley del Aborto”, han agudizado los discursos de odio dificultando enormemente la posibilidad de desarrollar políticas de Estado a este respecto y contrarrestando en cierta medida los avances logrados con anterioridad.

Otro tema que parecía estar olvidado y ha avivado las llamas de ambos extremos ideológicos, ha sido el de la memoria histórica. Aunque inicialmente se percibía como un signo de salud democrática (Faber, 2004), la constante sucesión de leyes y políticas gubernamentales al respecto ha provocado de nuevo numerosos enfrentamientos (Yusta, 2014).

La aprobación de la Ley de Memoria Democrática en 2022 ha alimentado todavía más la narrativa selectiva y sesgada por parte de los diferentes sectores políticos, imposibilitando el consenso y el desarrollo de una política común que cierre definitivamente las heridas del pasado.

Asimismo, es importante destacar la existencia de una clara brecha generacional entre aquellos que, por su edad, vivieron los acontecimientos históricos y los jóvenes de la sociedad actual quienes, contra todo pronóstico, abogan por la memoria y la justicia histórica de manera muy radicalizada (Yusta, 2014).

Por último, se incluyen también los medios de comunicación y las redes sociales como causa del reciente aumento la polarización española, dado el dinamismo y el papel crucial que desempeñan.

La cultura de la convergencia de los distintos medios y la participación cada vez más activa de los individuos como generadores de contenido y como agentes de cambio social, han provocado que las distintas corrientes de pensamiento hagan uso de estas nuevas fuentes para ganar adeptos (Sánchez, 2020). Nuevos fenómenos como la desinformación (Díaz & Nilsson, 2023), el dataísmo (Sánchez, 2020) y la pseudomovilización (Romero, 2015), son aspectos característicos de la era digital que también han contribuido a la polarización y al debilitamiento del tejido social.

En el contexto político, los partidos han sabido adaptarse a este nuevo escenario mediático, utilizando tanto los medios de comunicación tradicionales como las redes sociales para difundir sus mensajes y movilizar a sus seguidores. Sin embargo, la instrumentalización de la información y la manipulación de las emociones del público han erosionado la confianza en estos medios y han minado la calidad del debate democrático (Ribeiro, García-Estévez & Ballesteros-Aguayo, 2024).

Conclusiones

Hoy en día nadie pone en duda la existencia de un nivel muy alto de polarización en España. En el parlamento el insulto está arrinconando al diálogo político, y en los medios de comunicación se prioriza la guerra cultural y la fabricación del enemigo, generando un constante goteo divergente que va calando en el individuo y en el conjunto de la sociedad.

El enfrentamiento partidista que se venía alumbrando desde inicios de los noventa ha sobrepasado claramente la política del consenso, configurándose como una de las causas principales del aumento de la polarización social del país. Además, existen otras razones para este incremento que obedecen a una mezcla de causas propias de España y de otras más asociadas a la modernización de las sociedades occidentales.

Dentro de las primeras, se han destacado la desigualdad social fruto de la estructura socioeconómica, el nacionalismo y la particular inmigración del país.

Y respecto a las segundas, se ha incidido en la preocupación por la España rural y el cuidado del medio ambiente, en el feminismo y las políticas de diversidad sexual, en la memoria histórica y en la expansión de los medios de comunicación social.

Esta combinación de causas, unida a la modificación de la conducta de los individuos en favor de la lógica de la acción colectiva, ha hecho que la polarización social y la polarización política se relacionen estrechamente, llegando incluso a confundirse.

Dada la relevancia del tema, se considera de interés proponer la apertura de nuevas líneas de investigación para tratar de profundizar y dar soluciones parciales a las distintas causas de polarización de nuestro país, y para estudiar los aspectos que podrían unir a la sociedad española, con objeto de analizar si son lo suficientemente fuertes como para contrarrestar los que la separan.

Ante los tiempos difíciles que se avecinan en la esfera internacional, la polarización social nos hace menos resilientes y más vulnerables, por lo que conviene frenar su crecimiento y trabajar en favor de la cohesión. La investigación en este ámbito debe ser difundida entre la población, especialmente entre las élites políticas, para calar en la conciencia de todos y revertir la situación, ya que está en nuestras manos modificar las tendencias y fomentar la unión en el seno de nuestra sociedad.

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1Primeras elecciones que ganó el PSOE de Felipe González.
2Corriente de pensamiento económico nacida en la década de 1930 como repuesta a las crisis en Alemania del periodo de entreguerras y del nazismo, desde el rescate de los valores sociales tradicionales.
3Grupo de investigadores e intelectuales, críticos con las políticas socioeconómicas de la década de 1930 (capitalismo, fascismo, comunismo) y con el empleo de la teoría social para explicar el faccionalismo político de la época, que pretendían alcanzar el desarrollo social por otros medios.
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