06 sept. 2024
El oso en la confluencia del Nilo: la política exterior de Rusia en el conflicto de Sudán
Álvaro Sánchez-Rey Navarro
Introducción
Desde el 15 de abril de 2023, Sudán está inmersa en una guerra civil que ha desencadenado uno de los mayores desastres humanitarios desde la Segunda Guerra Mundial; según Naciones Unidas, el conflicto ha provocado 8,8 millones de desplazados, más de la mitad de la población se encuentra necesitada de asistencia y se estima que 15.500 personas han perdido la vida hasta la fecha1. La causa directa de esta crisis es una lucha por el poder entre las FAS de al-Burhan y las RSF de Hemedti, si bien están sumamente presentes las dimensiones étnicas, económicas y religiosas de Sudán. A pesar de las victorias iniciales de las RSF, ninguna de las facciones parece capaz actualmente de asestar un golpe definitivo a su adversario.
Aunque en ocasiones se catalogue al conflicto como «la guerra olvidada», su continuidad y recrudecimiento están en buena medida condicionados por el hecho de que múltiples Estados intervienen en él, favoreciendo a un bando o a otro según sus intereses particulares2. Rusia, que es una de las potencias que intervienen en esta guerra, se presenta ante los regímenes africanos como una alternativa a Occidente que no condiciona su asistencia al respeto del Gobierno por los valores democráticos o los derechos humanos, lo que hace que su colaboración resulte especialmente atractiva en materia de explotación de recursos, seguridad y contrainsurgencia.
En este sentido, el grupo Wagner es el instrumento más conocido del Kremlin. Esta empresa militar privada (EMP) ha ocupado desde hace años un rol especial en África. Wagner suponía una hidra de innumerables cabezas con capacidades políticas, económicas, militares y estratégicas3, medios también empleados actualmente por el recientemente fundado Africa Corps, que se encuentra bajo control del Ministerio de Defensa ruso4. Este repertorio de servicios va desde la lucha contra el terrorismo hasta operaciones de información, es decir, esfuerzos organizados con el objetivo de lograr un efecto en una audiencia mediante identidades falsas, posverdad, narrativas viciadas o noticias falsas5. Estos instrumentos de sharp power no solo permiten a Rusia asegurar su presencia militar y económica en África, sino que además proporcionan una valiosa negación plausible; el Kremlin, al desvincularse o enmascarar sus vínculos con los actores a los que recurre para sus operaciones, puede eludir la autoría de sus actos.
En el marco de la guerra civil en Sudán, la naturaleza de la implicación rusa resulta compleja; si bien se sabe que Moscú ha colaborado con las Fuerzas de Apoyo Rápido de diversas maneras, la presencia de mercenarios rusos luchando junto a las tropas de Hemedti sigue sin estar oficialmente confirmada6. Más aún, el Kremlin parece haber dado recientemente un giro a su enfoque en Sudán, acercándose cada vez más a al-Burhan y al ejército sudanés7. De ser así, ¿cuáles pueden ser los motivos detrás de esta aparentemente contradictoria decisión?
Acercamiento entre Moscú y Jartum
La Unión Soviética vio en Sudán, al igual que en múltiples Estados africanos a lo largo de la Guerra Fría, la oportunidad de expandir su esfera de influencia política y económica, debilitando al bloque occidental en el proceso. Cuando el coronel Jafar al-Numeiry tomó el poder en 1969, su régimen favoreció al Partido Comunista Sudanés y a las relaciones con la Unión Soviética, conduciendo a una intensa cooperación militar con Moscú. En 1971, tras un intento fallido de golpe de Estado contra al-Numeiry orquestado por varios miembros del partido comunista, el dictador cambió de rumbo, persiguiendo al comunismo en Sudán y distanciándose de Moscú8. Aunque la situación mejoró tras el golpe de Estado de 1986 contra al-Numeiry, la caída de la URSS en 1991 supuso el colapso de las relaciones entre Sudán y la nueva Federación Rusa9.
Los lazos entre ambas naciones se restaurarían a mediados de la primera década del siglo XXI; Rusia vetó y defendió al régimen de al-Bashir frente a las sanciones y condenas internacionales, y se convirtió en el principal proveedor de armamento a Sudán. Por su lado, Sudán defendió la acción militar rusa en 2008 en Georgia, y fue el único país africano junto a Zimbabue que votó en contra de la condena de la Asamblea General a la anexión rusa de Crimea en 201410.
En noviembre de 2017 tuvieron lugar en Sochi una suerte de reuniones entre Omar al-Bashir y representantes del Gobierno ruso que, en retrospectiva, marcaron un punto de inflexión en las relaciones Moscú-Jartum. Como resultado, la cooperación ruso-sudanesa alcanzó nuevas cotas, permitiendo al Kremlin perseguir una agenda más ambiciosa en Sudán y obtener mayor presencia en el continente africano. Para Jartum, Moscú representaba nuevas oportunidades en materia de comercio, defensa y desarrollo, además de poder contribuir a una potencial entrada en los BRICS. Por ello, la política exterior de al-Bashir priorizó al Kremlin como socio, declarando que Sudán era «la llave de Rusia en África»11. El encuentro en Sochi también marcó el punto en el que Wagner comenzó a establecer su presencia en Sudán; en 2017, M-Invest, empresa vinculada a Prigozhin, obtuvo concesiones mineras para operar en Sudán, y en enero de 2018 se confirmó la presencia de mercenarios rusos en el país africano12.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido
Resulta necesario mencionar a las RSF, fuerza paramilitar cuyo origen se encuentra en los yanyauid. Esta milicia, compuesta por etnias árabes como los rizigat, fue apoyada y armada por Jartum para reprimir a la resistencia en Darfur. Los yanyauid cometieron abusos de forma sistemática dirigidos contra etnias no árabes de la región, como los masalit o los fur. Por sus atrocidades, la Corte Penal Internacional acusó a la milicia de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad13. Mohamed Hamdan Dagalo «Hemedti», antiguo yanyauid que en 2008 había entrado al servicio de al-Bashir, se convirtió en el líder de las RSF en 201314, encargándose de continuar la represión contra las etnias no árabes de Darfur y de controlar la frontera con Chad. En 2017 fue aprobada la «Ley de las Fuerzas de Apoyo Rápido 2017» que formalizó a las RSF como fuerza militar cuyo deber era asistir al ejército15. Hemedti, al que al-Bashir llamaba Hemaiti («mi protección» en árabe), solo respondía ante el jefe de Estado16, de forma que al-Bashir constituyó una unidad leal que le podía proteger tanto de la oposición como de sus adversarios políticos. En noviembre de 2017, al-Bashir cedió a Hemedti el control de las minas de oro de Jebel Amir, dotándole de una enorme fortuna personal17.
La revolución sudanesa de 2019
En diciembre de 2018 tuvieron lugar las primeras manifestaciones que desencadenarían la revolución sudanesa contra el Gobierno de Omar al-Bashir, quien decidió sofocar las protestas mediante la censura y una implacable violencia. A pesar de ello, la oposición, la sociedad civil y parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado acabaron por derrocar y arrestar a al-Bashir en abril de 2019, siendo reemplazado por el general Abdel Fattah al-Burhan18. Tras negociaciones entre la oposición, las FAS y las RSF, en agosto de 2019 se inauguró el Consejo Transicional de Soberanía de Sudán, Gobierno de carácter civil y militar con Hamdok como primer ministro, al-Burhan como presidente y Hemedti como vicepresidente y presidente del comité de emergencia económica19. Este Gobierno estaría liderado durante 21 meses por al-Burhan, quien debía ceder el poder ejecutivo a un cargo civil en noviembre de 2021.
Durante estas revueltas populares, Wagner trató de apoyar a al-Bashir, entendiendo que si caía su régimen, sus actividades en Sudán podrían correr peligro. Por ello, se lanzaron campañas de información para mejorar la decreciente popularidad del régimen, a la par que Wagner envío más personal al país y entrenó a unidades del servicio de inteligencia sudanés20. No obstante, cuando se produjo el cambio de Gobierno, al-Burhan se mostró como un socio fiable para el Kremlin que estaba dispuesto a respetar los acuerdos previos y a mantener la presencia de Wagner y su entramado de explotación y venta de oro. A cambio de su cooperación, las campañas rusas de información en Sudán se aseguraron de ensalzar la imagen de al-Burhan y su «carácter democrático».
Figura 1. Presencia de presuntos mercenarios rusos en Jartum el 31 de diciembre de 2018.
Fuente: https://www.thetimes.co.uk/article/russian-mercenaries-help-put-down-sudan-protests-vw0gzngq8 (consultado el 28/5/2024)
El 25 de octubre de 2021, el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido llevaron a cabo un nuevo golpe de Estado, arrestando a Hamdok y a otros cargos civiles del Gobierno. Esto llevó a la disolución del Gobierno de transición, instaurando en su lugar una junta militar liderada por al-Burhan con vistas a celebrar elecciones en julio de 2023. Hemedti mantendría su puesto de vicepresidente, a pesar de la rivalidad entre su milicia y el ejército y del desprecio del alto mando sudanés hacia Hemedti, a quien los altos mandos de las FAS consideraban un mero «pastor de camellos»21.
Figura 2. Entrega de condecoraciones de mercenarios de Wagner a miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido en 2019. Fuente: Telegram, t.me/grey_zone (consultado el 19/5/2024)
Rusia en la guerra civil sudanesa
Putin no tuvo problema en apoyar el golpe de Estado de al-Burhan, ya que el cambio de Gobierno no afectó a las pretensiones rusas en el país. Sin embargo, durante este periodo el Kremlin estrechó particularmente sus relaciones con Hemedti, cuya posición de poder, minas y reservas de oro lo hacían especialmente interesante para Prigozhin. Así, las Fuerzas de Apoyo Rápido se convirtieron en una parte clave del entramado de Wagner de extracción y contrabando de oro22.
A partir de 2022, la rivalidad entre las FAS y las RSF se recrudeció a causa de la reconciliación de al-Burhan con los islamistas que al-Bashir había favorecido en el pasado, reemplazando el presidente a cada vez más cargos gubernamentales elegidos por Hemedti. Ello hizo sospechar al comandante de las RSF que al-Burhan planeaba deshacerse de él e integrar a su fuerza paramilitar en el ejército23. La desconfianza mutua llevó a una carrera entre las dos fuerzas militares por tomar posiciones en Jartum y reclutar personal. El 15 de abril, las fuerzas de Hemedti asaltaron varios edificios gubernamentales, instalaciones militares e infraestructuras de Jartum. Los combates se extendieron rápidamente por el triángulo urbano de la capital, y posteriormente al resto del país.
Se tiene constancia de que, en las vísperas del conflicto, se produjo un intenso tráfico de aviones rusos Ilyushin Il-76 provenientes de varias bases en África y Oriente Medio con destino a Sudán24. A ello cabe añadir la numerosa evidencia de inteligencia de imágenes (IMINT) de material militar ruso en manos de las RSF, siendo muestra de ello la abundante cantidad de MANPADS y misiles antitanques utilizados por la milicia. En cuanto a efectivos sobre el terreno, se especula con que en 2018 había hasta 500 mercenarios rusos en Sudán con base en Darfur del Sur, en la frontera con la República Centroafricana (RCA)25.
Sin embargo, no existen confirmaciones oficiales rusas ni publicaciones en redes que atestigüen la presencia actual de mercenarios o personal militar ruso asistiendo a Hemedti, si bien Lavrov defendió el 25 de abril de 2023 el derecho de países como Sudán a recurrir a la EMP26. El 18 de abril de 2023, Prigozhin aseguró que no quedaba ningún combatiente de Wagner en Sudán, y que «es así desde hace ya dos años»27. Por otro lado, las operaciones de información rusas llevan actuando en el país desde el principio del conflicto28. También ha continuado operando el entramado de empresas de Wagner dedicadas al refinamiento y contrabando de oro. Una parte considerable del metal precioso sudanés que Wagner comercializó procedía de las explotaciones bajo control de Hemedti, financiando a sus fuerzas con los beneficios derivados de este negocio29.
Por su parte, Ucrania sostiene que todavía quedan mercenarios rusos en Sudán; en un vídeo difundido por el Kyiv Post en febrero de 2024 que muestra a un prisionero ruso siendo interrogado por tropas especiales ucranianas, el presunto mercenario admite pertenecer a Wagner y haber entrado en el país desde la RCA con el objetivo de «derrocar al Gobierno local»30. Con la intención de combatir la presencia y acción de mercenarios rusos en Sudán, Ucrania ha desplegado unos 100 efectivos31, posicionando a Ucrania como uno de los apoyos internacionales a al-Burhan en el conflicto.
Figura 3. Zonas de control en la guerra civil en Sudán a día 1 de junio de 2024.
Fuente: https://sudanwarmonitor.com/p/map-of-the-areas-of-control-in-sudan-2ea (consultado el 25/6/2024)
Cambio de amistades
Debido a lo expuesto anteriormente, cuando se trata la injerencia extranjera en la guerra civil sudanesa, normalmente se plantea a Rusia como un inequívoco aliado de las Fuerzas Rápidas de Apoyo. No obstante, desde hace unos meses se puede observar un notable fortalecimiento de las relaciones entre Moscú y el ejército sudanés, cuyo gobierno opera actualmente desde Puerto Sudán. Esto hace pensar que Putin ha escogido a al-Burhan como socio predilecto para un Sudán de posguerra, y, por lo tanto, el previo apoyo a Hemedti parece haber sido una herencia de las pasadas decisiones de Prigozhin y Wagner32.
Las reuniones y declaraciones entre Rusia y Sudán se han intensificado notablemente respecto a los primeros meses de la guerra civil. En este sentido, cabe destacar la figura de Mijaíl Bogdánov, viceministro del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso y representante especial de África y Oriente Medio. Resulta especialmente llamativa la visita de Bogdánov a Puerto Sudán a finales de abril de 2024, donde la delegación rusa se reunió con el mismo presidente sudanés. Según fuentes oficiales rusas, el Kremlin aseguró su apoyo al-Burhan en el conflicto y respaldó sus esfuerzos por asegurar la unidad territorial, declarando que la solución al conflicto debía ser protagonizada por los propios sudaneses, no por agentes externos33. Por otro lado, fuentes extraoficiales aseguran que Rusia prometió a las FAS «ayuda militar sin restricciones» y que exigió información sobre la presencia militar ucraniana en Sudán34.
Desde las reuniones en Puerto Sudán se puede observar un incremento de declaraciones encauzadas a dos aspectos fundamentales de las relaciones ruso-sudanesas: el apoyo militar ruso a las FAS y la concesión de una base naval rusa en Puerto Sudán. El 25 de mayo, Yasir al-Atta, miembro de la junta militar de al-Burhan, declaró que el Gobierno permitiría a Rusia establecer dicho puerto a cambio de «armas y municiones esenciales»35. El 1 de junio, el embajador sudanés en Moscú aseguró en la televisión rusa que Sudán seguía comprometida con esta promesa36. Además, se puede observar una reciente intensificación de las noticias relativas a la cooperación ruso-sudanesa en algunas de las principales operaciones de información rusas en África.
Teniendo en cuenta las relaciones entre Wagner y Hemedti a partir de 2017, el actual posicionamiento ruso en el conflicto puede resultar contraproducente a primera vista. Sin embargo, existen toda una suerte de factores e intereses que, en su conjunto, pueden explicar que el Kremlin apueste por un Sudán unificado bajo al-Burhan.
Puerto Sudán: la siguiente base naval de Rusia
El proyecto de una base naval en Puerto Sudán tiene su origen en la mencionada visita de al-Bashir a Sochi de 2017. Anteriormente, Rusia trató de lograr un puerto en el mar Rojo para su Armada en otros países como Yemen, Yibuti o Eritrea, aunque por un motivo u otro las negociaciones llegaron a un punto muerto37. No obstante, las negociaciones sobre una base en Sudán también han enfrentado varias dificultades; en junio de 2021, tanto el Gobierno de al-Burhan como el Kremlin comunicaron que estaban renegociando la base naval, ya que había sido acordada con el anterior Gobierno de al-Bashir y no con la junta militar de al-Burhan38. Esta incertidumbre se ha mantenido hasta hace poco, coincidiendo con el reciente esfuerzo diplomático del Kremlin por acercarse a al-Burhan y que ha resultado, entre otras cosas, en la reafirmación sudanesa con el compromiso respecto a la base naval en Puerto Sudán.
Figura 4. Posición de las tres parcelas destinadas a la base naval rusa en Puerto Sudán. Fuente: The Gold Report (consultado el 27/5/2024)
Según el acuerdo bilateral, la base acogería a 300 militares y podrían atracar en ella hasta 4 buques de guerra, incluyendo aquellos de propulsión nuclear39. Este acuerdo tendría una validez de 25 años, y se renovaría cada 10 años si ninguna parte se opusiera en un plazo mínimo de un año al fin del acuerdo40. De materializarse el proyecto, Rusia lograría una importante base naval en el mar Rojo que le brindaría múltiples posibilidades. Por ejemplo, este puerto afianzaría la unión entre Moscú y Jartum a través de la cooperación en defensa, una de las herramientas predilectas del Kremlin en sus relaciones con Estados africanos41. Estas instalaciones también permitirían a Rusia ejercer mayor control sobre una ruta marítima vital ubicada entre dos cuellos de botella (el canal de Suez y Bab al-Mandeb), así como amenazar los intereses de la OTAN y de la UE en el mar Rojo42.
En conjunto, el esfuerzo ruso por obtener puertos en mares fuera de su alcance recrea una política ya perseguida en su momento por la URSS, siendo la existente base naval rusa de Tartús resultado de ello. A esto cabe añadir otros proyectos como una base en el puerto de Tobruk consecuencia de los fuertes vínculos entre Rusia y el Gobierno de Estabilidad Nacional libio43, o la posibilidad de establecer bases navales en Eritrea o en Somalilandia, entre otros candidatos. Reflejado ello en el documento ruso de Doctrina Naval 2022, se llama a la creación de «puntos logísticos» en el mar Rojo y el océano Índico, tomando a Tartús como modelo a seguir de cara a bases navales en África y Oriente Medio44. Además, aunque el grueso de las operaciones rusas, mercenarios y bases en África se encuentran en el Sahel, un punto logístico de relevancia en el mar Rojo permitiría abastecer con mayor facilidad operaciones tanto en Sudán como en la RCA.
El tráfico de oro
Las posibilidades en torno al oro que ofrecía Sudán atrajeron la atención de Moscú y especialmente de Wagner, siendo Sudán el tercer país del continente con mayores reservas de oro. Rusia aplicó un modelo de diplomacia y comercio ya recurrente en África; a cambio de armamento, personal, operaciones de información y entrenamiento, Wagner obtuvo licencia para que Meroe Gold, subsidiaria de M-Invest, operase en Sudán con condiciones más favorables que las requeridas según la ley del país. Meroe Gold operó en Sudán hasta 2021, cuando fue objetivo de las sanciones occidentales y se vio obligada a cesar su actividad. Desde entonces, todos los activos de Meroe Gold pasaron a Al Sawlaj for Mining Ltd., otra empresa vinculada a Wagner45.
La importancia del oro para el Kremlin radica no solo en la rentabilidad de la actividad a su alrededor, sino también en la facilidad que existe para ocultar el origen y rastro del metal una vez refinado. A la hora de eludir las sanciones occidentales, es imprescindible que no se pueda probar que el oro ha sido extraído y refinado por Rusia para que pueda ser comercializado «aguas abajo» gracias a la notable labor rusa de integración vertical «aguas arriba». Incluso si es imposible traficar ilegalmente con el oro y llevarlo a Rusia, se puede vender el oro refinado a otros compradores. Aquí es donde Emiratos Árabes Unidos (EAU) parece jugar un papel esencial; Dubái adquiere decenas de toneladas de oro proveniente desde África, en muchas ocasiones de contrabando o desde zonas en conflicto, procediendo a exportar dicho oro a terceros países. En 2022, EAU importó de Rusia 75,7 toneladas de oro46, siendo su principal comprador al suponer el 36,7 % de las exportaciones rusas del metal precioso47. En la ejecución de esta operación son instrumentales una importante planta de refinamiento rusa de oro en Al-Ibaidiya, el aeropuerto de Jartum o Puerto Sudán48.
Figura 5. Lugares clave para el entramado de oro ruso en Sudán.
Fuente: The Gold Report (consultado el 27/5/2024)
De cara al conflicto actual en Sudán, el oro ha sido determinante a la hora de llevar al Kremlin a apoyar a un bando o a otro. Si bien Hemedti controla importantes depósitos y minas de oro en el territorio ocupado por las RSF, las FAS continúan manteniendo importantes depósitos en los estados de Kordofán del Sur y Nilo Azul, y a lo largo de la costa del mar Rojo49. Aunque por el momento Jartum en sí es una zona de guerra devastada, al-Burhan continúa manteniendo un control total sobre la planta de refinamiento rusa de Al-Ibaidiya y sobre Puerto Sudán.
La colaboración con Irán
A pesar de que Putin esté fortaleciendo notablemente sus lazos con al-Burhan, de momento no se tiene constancia de que Rusia haya intervenido militarmente a su favor. Uno de los motivos puede ser que el ejército ruso enfrenta obvias limitaciones de material y personal; en un principio, el Ministerio de Defensa ruso tenía la intención de que su Africa Corps tuviera 40.000 mercenarios para finales de 2023, meta que aunque redujo posteriormente a 20.00050, sigue notablemente por debajo de la cifra total de mercenarios rusos en África actualmente. Por ello, si bien no es un factor determinante por sí solo, cabe mencionar el apoyo iraní a al-Burhan y cómo ello acerca a Rusia a sus objetivos.
En octubre de 2023, Irán y Sudán reestablecieron relaciones diplomáticas siete años después de que Sudán, influenciada por Arabia Saudí, las cortase. Esta restitución marcó el comienzo de una reconciliación entre ambos Estados, motivada en buena medida por el deseo de al-Burhan de obtener material militar iraní, especialmente drones51. Si bien las FAS han desplegado drones desde el comienzo del conflicto, desde principios de 2024 se han reportado varios enfrentamientos en los que el ejército sudanés habría utilizado drones iraníes de mayor calidad con resultados positivos, logrando victorias decisivas en ciudades como Omdurmán52. Aparte del acercamiento de al-Burhan a los islamistas, una de las razones para el apoyo iraní a las FAS puede ser el supuesto interés de Teherán en establecer su propia base naval en Puerto Sudán, aunque ambas partes niegan que Irán haya planteado esta propuesta53.
Al converger Rusia e Irán en Sudán, ambas potencias pueden componer una estrategia coordinada de apoyo a las FAS, generando una sinergia que aumente drásticamente las posibilidades de que al-Burhan salga victorioso del conflicto54. A pesar de la divergencia de intereses individuales que puedan albergar, Moscú y Teherán han demostrado en los últimos años una sólida cohesión materializada en numerosos ámbitos, particularmente en defensa. Siria es un escenario que revela lo que una intervención ruso-iraní puede suponer en Sudán; el Gobierno de al-Asad pasó de una caída inminente en 2015 a asegurar su posición en Siria y lograr asentar su condición como representante del Estado sirio, siendo readmitido en la Liga Árabe en mayo de 202355.
Conclusiones
A pesar de los recientes golpes de Estado y conflictos internos en Sudán, Rusia ha sabido adaptarse a los cambios en el panorama político del país, manteniendo su presencia e influencia aseguradas. Si bien el Kremlin tiene un largo historial como socio de Jartum, Putin realmente puso sus ojos en Sudán en 2017, a raíz de la posibilidad de una base de gran valor estratégico en el mar Rojo. Fue ello lo que condujo a la entrada de Wagner y sus empresas de explotación de oro en el país, dando inicio a las operaciones rusas de información. El caso de Sudán es un paradigma de la estrategia rusa en África, que combina de manera habilidosa instrumentos diplomáticos, militares y económicos56, a lo que se añaden los medios de guerra no convencional que caracterizan al Kremlin. Este enfoque busca estrechar lazos, especialmente con regímenes reaccionarios en países que enfrentan crisis y conflictos internos, como Sudán hoy en día.
Queda por ver hasta qué punto se materializaría el apoyo ruso a al-Burhan en el conflicto y si este brindaría la victoria al ejército sudanés. Más allá de armas ligeras, se puede esperar que Rusia proporcione al ejército sudanés drones suicidas y de reconocimiento, así como material militar pesado y artillería en pequeñas cantidades. No obstante, cabe mencionar que Putin no necesita obligatoriamente que el conflicto termine para lograr sus objetivos, tan solo que la guerra civil se «estabilice». Esto conduciría al llamado «escenario de Libia», en el que un Estado con capital en Darfur y otro en Puerto Sudán existirían de facto en una situación de hostilidades sin resolver57. Independientemente de la resolución del conflicto, de los abusos a la población o de la devastación, Rusia obtendría una posición predilecta en un país de gran importancia estratégica a nivel regional y estaría más cerca de componer un bloque férreo de influencia rusa en África.
Álvaro Sánchez-Rey Navarro
Dirección General de Política Exterior y de Seguridad
MAEUEC