02 ago. 2024
China: ¿tercer pleno o pleno de tercera?
Xulio Ríos
El Partido Comunista de China (PCCh) celebró el tercer pleno de la dirección surgida del XX Congreso (2022) entre los días 15 y 18 de julio en un contexto marcado por la moderación del crecimiento de su economía y de incremento de la incertidumbre internacional. A priori, el cónclave, realizado con más de medio año de retraso respecto a su fecha habitual de otoño, debía anunciar nuevas políticas con el propósito de inyectar impulso en las expectativas marcadas para el presente ejercicio, pero también estaba llamado a trazar los ejes fundamentales que deben guiar la política china en los próximos años.
Las decisiones adoptadas en el tercer pleno1 abundan en algunos tópicos que forman parte del discurso chino más reciente: la existencia de una oportunidad estratégica que China debe aprovechar para optimizar la era de profundos cambios que vivimos, para ello debe gestionar con holgura algunos retos clave que dificultan y traban su desarrollo interno pero que igualmente impactan en sus relaciones exteriores, y que de ello depende la feliz culminación de un proceso de modernización que debe seguir al firme cuidado del PCCh.
Habitualmente, los terceros plenos, de los siete que se acostumbran a celebrar entre congresos —estos tienen lugar cada cinco años— se centran en la economía. Por lo general, dan el pistoletazo de salida a la preparación del siguiente plan quinquenal, indicando los factores a los que se debe prestar más atención. En los últimos 50 años, el más mítico fue el celebrado en diciembre de 1978, que impuso internamente el triunfo del denguismo y su formulación a través de la política de reforma y apertura, pasando página tanto del maoísmo como del interregno conducido por Hua Guofeng2. En virtud de esa política, China, entonces trigésima segunda potencia económica del mundo ha logrado convertirse en la segunda. Su renta per cápita ascendía en 1978 a 316 yuanes mientras que en el primer semestre de este 2024 asciende a 20.733, según el Buró Nacional de Estadísticas3.
Como acontece a menudo en el transcurso del xiísmo, la política iniciada tras el ascenso de Xi Jinping en el XVIII Congreso (2012) del PCCh, este tercer pleno fue planteado por el liderazgo chino como un punto de inflexión en la trayectoria del país, capaz incluso de igualar en dimensión y expectativas a aquel foro de 1978. Tan altas proyecciones, sin embargo, a la vista del contenido de los documentos aprobados y su orientación general, no se han visto corroboradas. A pesar de ello, aunque puede haber decepcionado algunas ilusiones, lo que hay implícito en ellos es mucho. Lo explicamos.
La «decisión» sobre una mayor profundización integral de la reforma para impulsar la modernización china
Desde una perspectiva histórica, China atraviesa lo que podríamos considerar la última fase de un largo proceso de modernización que comenzaría a finales del siglo XIX4. Ciertamente, la transformación que ha experimentado el país ha sido sorprendente, a pesar de importantes accidentes de recorrido, desde el trágico fin del imperio Qing a la convulsa República de China (1911) y alucinaciones tan costosas como el Gran Salto Adelante (1959) o la Revolución Cultural (1966). Esa premisa de la modernización china ha estado siempre presente en la trayectoria del PCCh, aunque ha experimentado altibajos notorios. Ya en los años 60 del siglo XX, el primer ministro Zhou Enlai aludía a las cuatro modernizaciones (agricultura, industria, ciencia y tecnología, y defensa), un enfoque recuperado por Deng tras la muerte de Mao5.
La culminación de esa modernización se vislumbra en el horizonte del centenario de la República Popular China, en 2049, y esta es la principal obsesión del liderazgo chino, imbuido a tal fin de una particular responsabilidad. Lo cierto es que, si bien China ha obtenido logros muy importantes en las últimas décadas, este último tramo se antoja lleno de dificultades de muy diverso tipo, incrementándose el riesgo de fracaso. Cabe señalar en este sentido, que el planteamiento general insiste en la idea de que la modernización debe lograrse a través de una vía china, adaptada a sus singularidades, descartando que pueda llevarse a cabo imitando las fórmulas ensayadas en el exterior.
Por tanto, la «Decisión del Comité Central del PCCh sobre una mayor profundización integral de la reforma para impulsar la modernización china» (a la que en adelante nos referiremos abreviadamente como la Decisión) quiere aportar los fundamentos estructurales y orientadores para esta última etapa final, la que debe conducir al objetivo máximo. De ahí su gran trascendencia. Y se vislumbra como un documento guía de lo que podríamos considerar la primera gran zancada del xiísmo, el pensamiento de Xi Jinping adoptado por el PCCh en 2017, con un primer horizonte en 2035 (el segundo tramo alcanzaría hasta 2049, el centenario de la República Popular China). Ello bien puede insinuar que es propósito de Xi, en su tercer mandato actualmente, acompañar este proceso, al menos, una década más, con una reelección asegurada en 2027 (en 2032 tendría 79 años).
Un segundo aspecto también relevante, es que Xi Jinping ha imbuido su liderazgo de un rearme ideológico que remite a los mimbres fundacionales, hostigando severamente las influencias de signo liberal. En el XX Congreso del PCCh (2022) estableció un liderazgo uniforme y cohesionado, sin fisuras ni dudas, que facilita la adopción de políticas de cierto signo y que, en paralelo, le confiere la plena responsabilidad por su saldo final. No es casual la apuesta por la revitalización del marxismo en su ideario que ha acompañado de una más estructurada adaptación de la cultura tradicional —objeto de aguda crítica durante el maoísmo— para blindar una vía propiamente china en la modernización. Este marco ideológico inspira la Decisión.
Con ese bagaje, Xi promueve un tipo de modernización que no pretende un simple regreso al pasado, a un maoísmo que no dio respuestas adecuadas en su tiempo, incapaz de procurar los recursos necesarios para satisfacer la creciente demanda social y garantizar la estabilidad, sino que apunta a la profundización del denguismo, es decir, de la reforma y apertura. Ese enfoque no es nuevo, arranca de 2013 y desde entonces se han adoptado miles de decisiones en esa línea. Es reafirmado ahora, sin embargo, de forma expresa y formal para desautorizar las críticas de quienes aprecian en su enfoque signos de neomaoísmo. El xiísmo es reformismo, pero igualmente, en lo ideológico, es manifiestamente antiliberal. Este sesgo se reconoce ampliamente en el contenido de la Decisión.
La orientación económica del xiísmo ha sido puesta en entredicho en numerosas ocasiones. En el curso reciente de la economía china ha influido la pandemia de COVID-19 de forma evidente, un hecho que sigue condicionando su evolución en China y en el mundo. También las tensiones geopolíticas, tanto por la guerra de Ucrania como, muy especialmente, por ese proceso en curso de desafección entre China y los países más desarrollados de Occidente muy marcado por las desconfianzas de diverso signo.
Estas premisas han impactado en el modelo económico de China que ya en el periodo de Hu Jintao (2002-2012) planteó la necesidad de evolucionar hacia un desarrollo de alta calidad, con una arquitectura renovada que tuviera en cuenta no solo el salto tecnológico sino también los factores sociales y ambientales, aspectos descuidados durante el denguismo en general, aunque más atendidos en su etapa final. Esa transición, con mayor o menor éxito, ha impregnado la evolución de la economía china estos años. Y esos factores (innovación, bienestar, ecología) constituyen los ejes básicos de la orientación emanada de este tercer pleno, con el añadido de invocar la necesidad de aplicar un mayor ímpetu para acelerar, optimizar el ritmo y no perder de vista la importancia de la autosuficiencia.
Estructuralmente, el modelo trazado en este cónclave no se desvía un ápice de lo conocido, es decir, sigue apostando por la propiedad pública como la columna vertebral, al tiempo que reconoce otras formas de «propiedad no pública». La no utilización del concepto de propiedad privada, ni siquiera cuando se anuncia la próxima adopción de una ley de promoción de la economía no pública, ausente en todo el documento salvo cuando se refiere de forma colateral a la postulación de la sanidad privada, es coherente con la reiteración en todo el texto de la adscripción «socialista» del proceso en curso. Esta adjetivación está muy presente al calificar el tipo de modernización, el tipo de sistema económico, de democracia, de cultura, etc.
Con anterioridad a este tercer pleno, el documento guía para el desarrollo del sector privado, no citado en la Decisión, es un informe del Consejo de Estado que se ha remitido a la Asamblea Popular Nacional para su estudio e implementación6. En él se reconoce abiertamente que el sector privado todavía enfrenta desafíos en relación con el acceso al mercado, el suministro de servicios y la gestión de los negocios. El informe enumera seis prioridades para seguir promoviendo el desarrollo del sector privado./p>
Pero la novedad sustancial que en cualquier caso aporta la Decisión dimana de una nueva lectura de la apreciación del mercado. Sabido es que el modelo chino es el propio de una economía «con» mercado en la cual, la planificación sigue desempeñando un papel crucial mientras que el mercado, bajo el control del gobierno, actúa en función de los límites establecidos7. Pues bien, la Decisión abunda en la idea de ampliar las capacidades autónomas del mercado sin por ello hacer concesiones de signo liberalizador de forma tal que afecten a la categorización del modelo. Las reformas anunciadas, pero poco diagramadas por el momento, cabe contextualizarlas en paralelo a una reafirmación ideológica significativa, quizá solo para satisfacer a los más reticentes y temerosos de las consecuencias de dichos cambios. Será el transcurso de las reformas en los próximos años quien dictamine si todo es simplemente discurso o cuanto en la práctica puede influir en un alargamiento apreciable de los límites que ahora condicionan el devenir de los actores económicos.
Cabe recordar que el tercer pleno de 1993, celebrado por el Comité Central surgido del XIV Congreso (1992), estableció la transición de China con rumbo hacia una «economía socialista de mercado». En aquel momento, en la práctica, eso supuso una activación de las privatizaciones como nunca se había visto en el país, supuso el cierre de muchas empresas estatales deficitarias y, en paralelo, la creación de un sistema de seguridad social que 30 años después aún no ha sido del todo completado. Pero, en verdad, aquella definición significaba que la intervención directa del gobierno en la economía debía reducirse.
Cuando en noviembre de 2013, Xi Jinping presidió su primer tercer pleno, el PCCh prometió dejar que el mercado desempeñara un «papel decisivo» en la asignación de recursos y presentó decenas de medidas en este sentido. La mano visible del gobierno debía moderar más su presencia frente a la mano invisible del mercado. Ambas manos, en un contexto asimétrico en el que el PCCh sigue reservándose el derecho de tutela, podrían estar jugando una partida cualitativamente importante.
Hay en la Decisión, por tanto, una respuesta reafirmativa a las críticas dispensadas desde el exterior cuando señalan el propio modelo como el obstáculo principal para que China experimente esa onda de crecimiento que necesita para el empujón final que la catapulte hacia su objetivo. A pesar de cierta condescendencia, no hay orientación liberal en las reformas anunciadas. Si las vicisitudes experimentadas por las empresas de propiedad privada en los últimos años, muy especialmente las ligadas al sector tecnológico podrían albergar esperanzas de corrección, estas o se han disipado del todo o siguen inmersas en una espesa bruma. La Decisión enfatiza el decisivo papel de la economía de propiedad pública, de las empresas y capitales estatales, apostando por una actualización de sus funciones y cometidos, resaltando también su contribución al dinamismo innovador.
La tarea primordial se centrará en lograr un «desarrollo de alta calidad». Para ello, apunta a los avances tecnológicos, al papel de la innovación, a la integración de la economía real y de la digital, pero igualmente al impulso del sector servicios, las infraestructuras, las cadenas sectoriales y de suministro. Complementariamente, se avanzan cambios importantes en la educación, el aprovechamiento del talento o el régimen científico-tecnológico, con especial atención a la admisión de una mayor autonomía de su personal, liberándolo de ataduras, dice textualmente.
Asimismo, enfatiza la importancia de la gestión macroeconómica con el anuncio de reformas en áreas prioritarias como la fiscalidad, tributación, finanzas, etc., que debieran tener cierto impacto en la resolución de problemas acumulados de larga data como la burbuja inmobiliaria o las deficitarias cuentas de los poderes locales, con abultados niveles de deuda, pero igualmente con afectación a variables que preocupan en el ámbito de la estabilidad como el empleo, la distribución de los ingresos o la gestión de los precios. Asimismo, la cohesión territorial o la insistencia en la equiparación campo-ciudad con nuevos impulsos al registro de residencia o hukou, nueva urbanización o activación del medio rural. También en materia social, contemplándose desde la atención al problema demográfico o el impulso del sector servicios, muy especialmente atendiendo a la tercera edad, sugiriéndose reformas audaces que van desde el retraso en la edad de jubilación al diseño de prestaciones adaptadas a los nuevos contornos de la sociedad china.
El acento en las cuestiones de índole interna plantea pocas concesiones en materia de apertura al exterior. En este sentido, el foco se dirige a un mayor alineamiento con las reglas económico-comerciales internacionales, la defensa del papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o un mayor ajuste en la política de inversiones. Para China, la Iniciativa de la Franja y la Ruta seguirá desempeñando el papel moldeador de esta política en los próximos años.
Otros ámbitos relevantes
En las alusiones respecto al sistema institucional, cabe destacar el anuncio de una ley de fomento de la cohesión y el progreso étnicos. Su principal propósito declarado incide en el «afianzamiento del sentido de comunidad de la nación china» y promete ser un contrapeso importante de la legislación en materia de nacionalidades minoritarias de 2000, deudora de un enfoque más comprometido con el reconocimiento de las identidades étnicas. En segundo lugar, persiste en el compromiso de establecer un régimen político basado en el imperio de la ley conforme al sistema de gobernanza a través de la norma característico más del legalismo que del liberalismo, apelando a una «correcta visión de los derechos humanos». En tercer lugar, otorga una singular importancia a la reforma cultural, muy condicionada por un enfoque ideológico que reitera el compromiso con el marxismo como valor esencial, conminando a un mayor aprovechamiento de la singularidad cultural para desarrollar una más eficiente labor en la política de comunicación internacional.
La seguridad nacional y la seguridad pública se complementan con el enaltecimiento de las políticas de gobernanza social, instituyendo la «experiencia Fengqiao» como referente de un modelo propio de gestión de la estabilidad. La «experiencia Fengqiao» es una reliquia de la era de Mao y constituye un ejemplo de ingeniería social y política que implica la participación de la comunidad en la garantía de la estabilidad. Durante el maoísmo representó un proceso de movilización social con el fin de «fortalecer la dictadura sobre los enemigos de clase». Su nombre se debe al municipio de Fengqiao, que hoy forma parte de la ciudad de Zhuji, en la provincia de Zhejiang. Aunque muchos dirían que es radicalmente inadecuada para una China contemporánea aparentemente gobernada por la ley en virtud de la Constitución, la «experiencia Fengqiao» ha vuelto de manera destacada con Xi Jinping, al entrar en el lenguaje oficial sobre el Estado de derecho y la seguridad pública8.
En cuanto a las fuerzas armadas, los anuncios incluyen dos planos bien diferenciados. De una parte, la reafirmación del control del PCCh sobre el Ejército Popular de Liberación (EPL). En este sentido, fueron finalmente resueltos los casos de corrupción más recientes: el de los ex ministros de Defensa Li Shangfu y Wei Fenghe, ambos anunciados con carácter previo al tercer pleno9. Cabe señalar que, a lo largo de 2023, el EPL y muy especialmente algunas unidades como la 2.ª Artillería estuvieron en el centro de las campañas anticorrupción de Xi Jinping debido a irregularidades en las redes de compra de material militar. Otros dos importantes funcionarios de la fuerza de cohetes fueron también destituidos, el excomandante Li Yuchao y el ex jefe de personal Sun Jinming.
Aunque han sido muchos los generales y altos mandos relevados de sus funciones y sancionados bajo la acusación de haber «violado gravemente las reglas de funcionamiento del Partido», tras el tercer pleno se esperan nuevas rondas disciplinarias en el marco de una nueva campaña de rectificación orientada, según dicen, a facilitar una mejor preparación del EPL con vistas a afrontar los importantes retos de seguridad del país, en concreto, las tensiones en los mares oriental y meridional de China y, sobre todo, Taiwán. De hecho, la Comisión Militar Central de China (CMC) anticipó que el ejército chino se someterá a un proceso de «rectificación» como parte de su «misión de preparación para el combate», tras los recientes casos de corrupción en sus filas. En un comunicado, la Comisión dijo que el EPL debe «continuar rectificando su ideología, personal, organización, estilo y disciplina, centrándose en los comités de alto nivel del partido y sus cuadros superiores» para garantizar que «mantenga siempre su naturaleza y objetivo» y «siempre se atreva a luchar y ganar»10.
Por otra parte, la Decisión incluye el anuncio de reformas en el Mando de Operaciones Conjuntas de la CMC y en la coordinación de las diferentes fuerzas, desde la Policía Armada a la defensa fronteriza y marítima, donde se incluyen los principales frentes de preocupación, además de la seguridad cibernética.
La hora de la verdad
La Decisión sienta las bases para lo que debiera ser el nuevo modelo de desarrollo de China, el cual se implementará en los próximos cinco años y se completará antes de 2035. Por tanto, marca la hoja de ruta general de dicho proceso en un marco de continuidad, pero con margen para la innovación que tanto afectaría a aspectos estructurales como al desarrollo de nuevas fuerzas productivas al abrigo de los cambios tecnológicos. Con la elevación de la calidad por bandera, el principal reto es demostrar la capacidad e idoneidad de estas medidas para sacudir la economía china y vencer esa impresión de que el modelo está agotado sobre las bases actuales, circunstancia que explicaría la razón de fondo de su pérdida de fuerza11.
La promesa de más mercado y, a la vez, más control plantea una tesitura de difícil encaje, aunque la invocación a superar las limitaciones ideológicas sugiere una exploración más decidida para conjurar esa barrera omnipresente de los intereses creados. Hablando en una conferencia de prensa al día siguiente del cierre del evento, el economista Tang Fangyu, subdirector de la oficina de investigación de políticas del comité central, aseguraba que Pekín era consciente de los desafíos: «Cuanto más se profundiza la reforma, más complejos y agudos son los conflictos de intereses que toca», dijo Tang. «El avance de la modernización al estilo chino enfrenta muchos conflictos y problemas complejos, y debemos superar múltiples dificultades y obstrucciones», apostilló. La tarea no será pequeña12.
El cambio en el sistema económico es el norte principal del proceso iniciado en el tercer pleno. Mucha será la atención dispuesta para saber si el PCCh se desviará —y cuanto— de la doctrina desarrollada en el tercer pleno de 2013, cuando prometió dejar que el mercado desempeñara un «papel decisivo» en la asignación de recursos. En los últimos años, una campaña regulatoria contra los gigantes tecnológicos y los llamados a una «prosperidad común» destinados a penalizar las grandes acumulaciones de capital para lograr una mayor justicia social y corregir las desigualdades han sacudido la confianza del sector privado.
Las primeras concreciones deben figurar en el XV Plan Quinquenal (2026-2030) ya que la Decisión preceptúa que, en 2029, cuando se celebre el 80 aniversario de la fundación de la RPCh, el nuevo esquema económico debe ser perfectamente reconocible.
¿Servirá todo ello para reactivar la economía? El PIB de China subió un 5,3 % interanual durante el primer trimestre de 2024, según datos emitidos el 16 de abril pasado por el Buró Nacional de Estadísticas (BNE). Las estadísticas oficiales más recientes mostraron que la economía creció solo un 4,7 % en el segundo trimestre de este año13. Es el ritmo de expansión más lento desde principios del año pasado. El PIB creció un 5,2 % interanual en 2023 y el país asiático ha fijado su crecimiento económico anual en torno al 5 % para 2024.
¿Convencerá a los inversores extranjeros? ¿Infundirá confianza en la sociedad? No han trascendido las sensibilidades expresadas respecto a aquellas áreas que originan las inquietudes actuales de los inversores. La preocupación por la evolución de la demanda interna o las propuestas para encarar la persistente crisis inmobiliaria alientan cierto escepticismo de propios y extraños. Para trascender el «esperar y ver», el primer ministro Li Qiang debe cohesionar los mensajes y las acciones a sabiendas de que serán estas y no las elucubraciones teóricas las que resulten más apreciadas por los observadores.
El horizonte es complejo tanto por la naturaleza de los problemas internos como por la inestabilidad que se adivina en socios importantes, muy especialmente en EE. UU. La candidatura de Donald Trump avanza y su vicepresidente, el senador J. D. Vance, participa también de una postura bien firme contra China. Tres frentes destacan: comercial, tecnológico y Taiwán, todos ellos claves para su futuro.
Lo incluido en la Decisión no supone un avance tan significativo como lo acordado en 1978 pero bien pudiera representar una última oportunidad en la que el PCCh se juega el éxito del modelo. Si no funciona, podría verse abocado a tener que elegir entre la modernización o la defensa numantina de su posición rectora. Es por eso por lo que, el PCCh arropa su estrategia con un fuerte sentido de patriotismo, postulando que esta reforma es la única viable para garantizar la culminación de la modernización, es decir, a través de una vía que preserve su liderazgo. En un artículo publicado en la revista teórica Qiushi14, Xi reclama a sus casi 100 millones de militantes15 «fe y empeño insobornables» para salir airosos de la prueba.
Xulio Ríos
Asesor emérito del Observatorio de la Política China