Canadá: En busca de un (nuevo) lugar en el mundo

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19 nov. 2024

Canadá: En busca de un (nuevo) lugar en el mundo

Luis Esteban González Manrique

Introducción

En diciembre de 2018, cumpliendo el requerimiento de un juez federal de Nueva York, la policía canadiense arrestó a Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei, mientras cambiaba de avión en el aeropuerto de Vancouver. Los cargos contra ella, unas supuestas violaciones de las sanciones contra Irán por parte de Skycom, una filial de Huawei, no tenían que ver nada con Canadá, que se limitaba a cumplir con su acuerdo de extradición con Estados Unidos.

Ottawa sabía, sin embargo, que estaba violando una de las reglas no escritas más estrictas de la globalización al no respetar los privilegios de la élite del Partido Comunista Chino (PCCh). Huawei insiste fuera de China en que su imperio global de las telecomunicaciones es enteramente privado, sin lazos formales con el Estado chino. Pero nadie se toma muy en serio sus desmentidos.

Su fundador, Ren Zhengfei, padre de Meng y ex tecnólogo y oficial del Ejército Popular, contó con la ayuda de masivos subsidios estatales para llevar a Huawei a sus actuales dimensiones. La detención de su heredera, residente en Vancouver, era una afrenta que el dragón no iba a olvidar. Ni perdonar.

Por desgracia, Ottawa no tenía otra salida que honrar los compromisos–explícitos o no– de su alianza con Estados Unidos, un país con el que comparte la frontera más larga que existe sin fortificaciones ni barreras defensivas. Reino Unido, Japón, Israel y Alemania, entre otros de sus aliados, requieren que Washington reafirme constantemente la solidez de sus vínculos bilaterales para sentirse seguros de su vigencia. Canadá no lo necesita. Es demasiado obvio.

En el caso de Meng, Canadá pagó un precio excesivo por su especial relación con Washington. Pekín calificó la detención de «arbitraria e ilegal» y advirtió que tendría «graves consecuencias» para Ottawa. Nueve días después del arresto, la policía detuvo por espionaje a dos canadienses residentes en China, el exdiplomático e investigador del Crisis Group Michael Kovrig y el empresario Michael Spavor.

Los dos estuvieron en prisión más de 1.000 días como rehenes de facto de Pekín hasta que los abogados de Meng llegaran a un acuerdo con el departamento de Justicia, que al final le permitió volar a China, donde en Shanghái tuvo un recibimiento de heroína. Casi al mismo tiempo, China liberó a Kovrig y Spavor.

Durante tres años, el caso absorbió la atención de los canadienses, pero apenas atrajo la de sus vecinos norteamericanos. Los problemas de Canadá con las dos grandes potencias asiáticas del siglo XXI apenas comenzaban. 

En septiembre, el primer ministro, Justin Trudeau, denunció que agentes indios habían estado involucrados en el asesinato en Vancouver en junio de 2023 de un activista sij de doble nacionalidad, Hardeep Singh Nijjar, al que Nueva Delhi acusaba de terrorismo. La respuesta india fue tan dura como la acusación, que el primer ministro indio, Narendra Modi, calificó de «absurda».

India y Canadá expulsaron diplomáticos de sus embajadas y consulados, que dejaron de conceder visados. Antes de hacer su denuncia ante el Parlamento, Trudeau, que planea presentarse a un cuarto mandato en 2025, habló con Joe Biden, Rishi Sunak y Emmanuel Macron para pedirles su apoyo.

Para Ottawa el asunto era interno. Canadá alberga a casi 1,4 millones de residentes indios o de ascendencia india, casi el 4% de su población y casi cuatro veces mayor que la comunidad china, la segunda del país. Washington, Londres y París, sin embargo, quitaron hierro al asunto pese a que la CIA había entregado a Trudeau parte de la información que esgrimió en su denuncia.

Según el Financial Times, que EEUU había abortado un plan para eliminar en Nueva York a otro separatista sij, Gurpatwant Singh Panun, de nacionalidad canadiense y estadounidense. En agosto, el director de la CIA, Bill Burns, y en octubre al director nacional de inteligencia, Avril Haines, viajaron a India para pedir explicaciones y demandar una investigación a su gobierno.

En la cumbre del G20 en Nueva Delhi, Biden habló del asunto con Modi, pero la Casa Blanca se abstuvo de emitir una declaración oficial en apoyo a Canadá. Los casos de Meg y Nijjar pusieron en evidencia los dilemas geopolíticos a los que se enfrenta Canadá en las primeras décadas del siglo XXI debido a sus estrechas relaciones con Washington, que necesita a India, ya la quinta economía mundial, como contrapeso a China.

La economía japonesa, la tercera después de las de EEUU y China, es solo un 25% de la china. Las de Alemania, Francia y Reino Unido son más pequeñas aún. Y a diferencia de Canadá, India requiere una ardua labor de cortejo y seducción de Washington. Solo unos meses después de ser elegido en 2014, habló en olor de multitudes en el Madison Square Garden de Nueva York. En 2016 se dirigió por primera vez al Congreso y en 2019 tuvo a Trump como anfitrión en el Astrodome de Houston.

Haga lo que haga –coquetear con el extremismo étnico-religioso hindú, tolerar la violencia contra la minoría musulmana–, Modi da por seguro que EEUU y la UE no van a arriesgar sus relaciones con el mayor importador de armamento del mundo por un caso como el de Nijjar, presidente del gurdwara (templo sij) de Surrey y a todas luces víctima de un crimen político ejecutado por sicarios profesionales.

Es decir, una operación muy similar a las que realiza el FSB ruso contra los opositores –Nemtsov, Navalny, Litvinenko, Prigozhin…– de Vladimir Putin. Desde 2020 el gobierno indio tenía en su lista negra a Nijjar, al que acusaba de planificar atentados terroristas en su nativo Punjab, el Estado indio en el que viven 16 millones de sijs. En las últimas elecciones del Punjab, los independentistas sijs solo obtuvieron el 3% del voto.

Los sijs, una minoría religiosa surgida en el siglo XV, son hoy unos 25 millones, el 2% de la población india. Tres millones viven en la diáspora, concentrada sobre todo en Canadá, Reino Unido, EEUU y Australia. En julio de 2023, grupos que enarbolaban la bandera del llamado Khalistán’ independiente asaltaron el consulado indio de San Francisco y la embajada en Londres.

Promesas rotas

En su campaña electoral, Joe Biden prometió que convertiría a Arabia Saudita en un «Estado paria» por el asesinato de un disidente saudí, Jamal Khashoggi, en el consulado saudí en Estambul. El ostracismo del príncipe heredero, Mohamed bin Salman, sin cuya autorización no se mueve una hija en el reino, sin embargo, duró solo unos meses, lo que tardó en subir el precio del crudo.

En Nueva Delhi en la cumbre del G20, Biden, Bin Salman y Modi se tomaron, sonrientes, una foto juntos pero Modi excluyó de su ronda de entrevistas a Trudeau, que tampoco asistió a la cena de gala que ofreció el gobierno anfitrión a sus invitados. Las negociaciones de un tratado de libre comercio han quedado congeladas sine die. El comercio bilateral aumentó un 57% entre 2021 y 2022.

El problema es que si Canadá se queda sin el apoyo de sus aliados ante India, el servicio secreto exterior indio (RAW), podría creer que tiene una patente de corso para «neutralizar» enemigos en los países de los Cinco Ojos: EEUU, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.

Tras la muerte de Nijjar, las cadenas indias Zee News y Times Now especularon con la posibilidad de que haya surgido «un nuevo Mossad», el servicio secreto exterior israelí, célebre por la mortal eficacia de sus asesinatos selectivos en el exterior. Pero el Mossad no ha asesinado a nadie en un país occidental al menos desde hace 30 años, cuando se vio involucrado en un caso en París.

En 2022, murió abaleado también en Surrey Ripudaman Singh Malik, un sij canadiense que en 2005 fue absuelto por el atentado en 1985 contra un vuelo de Air India entre Montreal y Londres en el que murieron 329 personas, la mayoría canadienses.

Las garras del dragón

Las huellas chinas en Canadá no son menos notorias. Canadá tiene enormes recursos naturales –entre otras, las terceras mayores reservas de crudo– y una ilimitada demanda de inversiones para explotarlos. Ottawa estableció relaciones diplomáticas con la República Popular en 1970 durante el mandato de Pierre Trudeau, dos años antes que Richard Nixon viajara a Pekín para reunirse con Mao.

Justin, su hijo, visitó China como primer ministro en 2016 menos de un año después de su elección. En 2017, Canadá compró el 1% de las acciones del Asian Infraestructure Investment Bank, que Pekín creó para financiar la iniciativa de la franja y la ruta (BRI), de la que forma parte el puerto de Churchill, en Manitoba.

En los años noventa, el 2% de los canadienses había nacido en China o era de ascendencia china. En 2020, eran ya el 4,3%. Pekín da por sentado que los overseas chinese le deben lealtad.

China es el tercer socio comercial de Canadá, después de EEUU y la UE. En 1997, un informe del CSIS, la agencia de espionaje canadiense, advirtió que miembros del PCCH, capos de las Triadas, el crimen organizado chino, y magnates afines al régimen, colaboraban para infiltrar el mundo corporativo canadiense y robarle propiedad intelectual.

En Canadá, como en EEUU o Australia, empresarios de origen chino cercanos a Pekín se han hecho con el control de los más importantes medios –escritos y audiovisuales– en mandarín, que utilizan para influir y vigilar a las comunidades de la diáspora y silenciar a los disidentes. El más importante en Canadá es el Sing Tao Daily, parte del imperio mediático Sing Tao.

China considera a Canadá y Australia los eslabones débiles de los Cinco Ojos y que puede presionarlos –o intimidarlos– en una medida que le sería imposible con EEUU. Pero en Australia esas presiones fueron contraproducentes: lanzaron al gobierno de Canberra a los brazos de Washington con su integración en el AUKUS, un acrónimo de Australia, United Kingdom y United States.

Según los sondeos, hoy solo el 23% de los canadienses tiene una buena opinión de China. En la cumbre del G20 en Bali en 2022, Xi acusó personalmente a Trudeau de haber filtrado a la prensa el contenido de una conversación privada.

Según medios canadienses, agentes chinos han financiado campañas electorales de al menos 11 candidatos en las elecciones federales. En un gesto poco habitual, en julio de 2023, David Vignault, director del CSIS, firmó con sus contrapartes de Reino Unido, Australia y Nueva Zelandia, una declaración pública que advertía sobre los peligros del espionaje chino en sus países miembros.

Las placas tectónicas se mueven

En los años veinte, Raoul Dandurand, un famoso político de la época, describió a Canadá como una «casa a prueba de fuego», rodeada solo por EEUU?y tres grandes océanos. Eran otros tiempos. En los actuales, Canadá se enfrenta a escenarios inéditos y a los que debe adaptarse sin traicionar sus valores e intereses.

En una conferencia en octubre de 2023, la ministra de Exteriores, Mélanie Joly, dijo que el movimiento de las «placas tectónicas» del orden mundial está siendo tan brusco que Canadá ya puede esperar que su situación geográfica pueda seguir protegiendo su seguridad.

Según Roland Paris, internacionalista de la Universidad de Ottawa, los canadienses más ahora más conscientes que nunca de la forma en que las cuestiones internacionales –Ucrania, Gaza, Taiwán...– tienen un impacto en sus vidas y que ya no pueden seguir subcontratando su seguridad al Pentágono. Las estrategias de política exterior, recuerda, no se revisan desde 2005.

Al ser miembro de los Cinco Ojos, Ottawa tiene las puertas semiabiertas al Quad (EEUU, Japón, India y Australia) y al AUKUS, cuya creación rompió un contrato de 65.000 millones de dólares entre París y Canberra para construir 12 submarinos convencionales Shortfin Barracuda, destinados a la Royal Australian Navy.

El AUKUS, en cambio, va a entregar al menos ocho submarinos nucleares a Australia. Los submarinos Virginia Class de General Dynamics, que desplazan 7.700 toneladas y pueden alcanzar los 25 nudos, son aparatos aún más complejos que las naves espaciales, capaces de navegar durante meses a gran profundidad sin ser detectados. La propulsión submarina es uno de las tecnologías más celosamente guardadas del Pentágono, que solo ha compartido con la Royal Navy.

París llamó a consultas a sus embajadores en Washington y Canberra para subrayar su indignación ante un trato que consideró inadmisible entre aliados. Pero difícilmente París podía llamarse a engaños. Charles De Gaulle nunca creyó que los anglosajones –que no lo invitaron a Yalta en 1945– tratarían a Francia como un verdadero aliado.

La Armada canadiense tiene desplegadas tres fragatas en el Indo-Pacífico, un teatro de operaciones navales en el que va a estar cada vez más presente, sobre todo para patrullar el estrecho de Taiwán con las Armadas de EEUU, Japón y Australia, entre otros países, señala Jonathan Berkshire Miller, experto en el Indo-Pacífico del Instituto Macdonald-Laurier de Ottawa.

¿Hermanos gemelos?

En la Gran Guerra, el regimiento de infantería ligera Princess Patricia en Frezenburg (Bélgica) perdió a casi todos sus hombres –de 700 solo sobrevivieron 150– pero detuvo una ofensiva alemana que hubiese roto las líneas británicas.

Durante la II Guerra Mundial, Canadá alistó en el ejército a 1,1 sus 11 millones de habitantes. Tras el desembarco de Normandía, divisiones canadienses cumplieron un papel estelar en el frente occidental y en la liberación de los Países Bajos.

Ambos esfuerzos fueron comparativamente mucho mayores que los de EEUU en ambas contiendas. En la posguerra, Canadá estuvo entre los fundadores de los organismos multilaterales que surgieron de las conferencias de Bretton Woods (1944) y San Francisco (1948) –FMI, Banco Mundial, GATT…– y es hoy miembro del G20, la OEA y la OCDE, entre otras organizaciones internacionales.

Entre las décadas de 1960 y 1980 un crecimiento económico sostenido permitió a Canadá financiar un Estado benefactor que se convirtió en un símbolo de orgullo y e identidad nacional. En 1964, su industria automotriz exportaba el 7% de los vehículos que fabricaba. En 2002, el 60%. Por entonces, el sector manufacturero representaba el 12% el PIB.

En cierto modo, Canadá se convirtió en una versión corregida y mejorada de EEUU por un modelo social inspirado en el europeo de la posguerra. A diferencia de Australia, Canadá no envío tropas a Vietnam y permaneció neutral en la crisis de Suez de 1956, cuando Francia, Israel y Reino Unido atacaron al Egipto de Nasser para hacerse con el control del canal.

Ottawa tampoco rompió con la Cuba de los hermanos Fidel y Raúl Castro, desafiando abiertamente los planes de Washington para aislar la isla. En 2003, se opuso, al lado de París y Berlín, a la invasión de Irak para mostrar al mundo que no era un aliado «automático» o incondicional de Washington.

La vocación pacifista de Canadá viene de lejos. En 1957, el ministro de Exteriores y luego primer ministro Lester Pearson (1897-1972) ganó el premio Nobel de la Paz por el impulso que dio a las misiones de paz de la ONU. En 1997, Canadá tuvo un papel de primea línea en la convención de Ottawa que prohibió el uso, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersona.

Cascos azules canadienses han servido en misiones en Congo (1960-1964), Siria (1974-2014) y Chipre (1964-), entre otras. La vocación internacionalista del país, sin embargo, se fue mitigando en los años noventa, a medida que se multiplicaban y alargaban las guerras y crisis humanitarias en países remotos –Somalia, Haití Ruanda...– y las misiones de pacificación se hacían más caras y peligrosas.

Tras las guerras de Kosovo (1999) y Afganistán (2001-2021), Canadá comenzó a desinteresarse de ellas para asumir roles militares más activos en apoyo de sus aliados de la Alianza Atlántica. Su gasto militar es el sexto mayor de la OTAN pese a que dedica solo el 1,2% del PIB a defensa, lo mismo que España o Bélgica.

Trump se lo increpó personalmente a Trudeu en una cumbre de la OTAN. Para llegar a la meta del 2% de aquí a 2027 va a tener que gastar 57.000 millones de dólares. No tiene otra salida. Canadá está entrenando a soldados ucranianos y tiene tropas desplegadas en Letonia, una presencia que solo puede ir en aumento.

Desde Ottawa, Pekín, Tokio y Seúl parecen más cercanas que Moscú o Kiev. La defensa del Indo-Pacífico y el Ártico es para Canadá un compromiso estratégico de largo plazo. Miller cree que en ambos escenarios, los intereses de Canadá coinciden en un 85%-90% con los de EEUU.

Debido al cambio climático, las rutas marítimas árticas se están haciendo navegables la mayor parte del año y ya no solo el verano boreal. Desde los años ochenta, la superficie helada se ha reducido un 30%, añadiendo más extensiones de costa que Canadá debe ayudar a vigilar y defender.

En marzo de 2022, tres submarinos rusos emergieron simultáneamente en el mar de Wandel, en aguas lindantes a las canadienses. Según The Economist, Canadá planea adquirir 15 nuevas fragatas surcoreanas Type-26 por unos 150 millones de dólares y 88 cazas F-35 por 70.000 millones. Rusia es de lejos el país que tiene más costas en el Ártico. Le siguen Canadá, Dinamarca, Noruega y EEUU.

En cierto modo, Rusia y Canadá están adquiriendo nuevas fronteras exteriores. En marzo de 2023, durante su visita a Moscú, Xi y Putin anunciaron la creación de un organismo sino-ruso para desarrollar la Ruta Marítima del Norte.

Tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, los países del Artic 7 (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noriega, Suecia y EEUU) congelaron las actividades del Consejo Ártico, un organismo intergubernamental creado en 1996 por esos siete países y Rusia.

Según comentó al Financial Times el ministro de Exteriores finlandés, Pekka Haavisto, en el verano de 2023, mantener al Consejo en un «limbo» podría convertir al Ártico en un salvaje oeste sin reglas y sin nadie que las haga cumplir.

Los «Cinco Ojos»

En 1941, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y EEUU establecieron la alianza de inteligencia Five Eyes, una asociación estratégica de los que Winston Churchill llamaba «the English-speaking peoples», ahora reconstituida en el Pacífico Sur con el AUKUS.

Existen pocos grupos de países cuyas culturas militares y estratégicas estén tan sincronizadas, resultado de haber combatido juntos en todos los grandes conflictos del último siglo, incluidas las dos guerras mundiales, Corea, Irak y Afganistán.

Australia –cuyas ratas del desierto fueron fundamentales para derrotar al Afrika Corps de Erwin Rommel– envió incluso tropas a Vietnam y hoy mantiene en su territorio a un contingente rotatorio de 2.500 marines estadounidenses en una base en Darwin que alberga vitales instalaciones de inteligencia del Pentágono.

En cierto sentido, según escribe Robert Kaplan en The Washington Post, el AUKUS extiende al Pacífico la Carta Atlántica 80 años después de que Roosevelt y Churchill firmaran la original en agosto de 1941. Tampoco es casual que cuatro de los Cinco Ojos tengan como jefe de Estado a Carlos III. Ninguna otra antigua potencia imperial europea ha forjado vínculos similares con sus antiguas colonias.

Kaplan cree que así como durante la II Guerra Mundial las islas británicas proveyeron a EEUU de una cabeza de puente en el continente europeo, Australia tendrá un papel similar en el Indo-Pacífico. En 2011, Barack Obama anunció ante el Parlamento de Canberra un giro –pivot– hacia el Pacífico.

La agresividad china en el Mar de China Meridional y han mostrado que el dragón –que ya tiene 12 submarinos nucleares– hace mucho que dejó atrás la política de «ascenso pacífico» que predicaba Deng Xiaping. Canadá, como Australia, un país rico y poco poblado situado en medio de una falla tectónica geopolítica, tienen pocas opciones fuera la de recurrir a sus aliados ante sus desencuentros con China.

Australia fue uno de los primeros países en excluir a Huawei de sus redes de telecomunicaciones. En noviembre de 2020, diplomáticos chinos advirtieron de que para mejorar las relaciones bilaterales, Canberra debía resolver «14 agravios», entre ellos dejar de financiar investigaciones «antichinas», de oponerse a «inversiones estratégicas» e impedir la publicación de noticias «inamistosas».

En The South China Sea (2014), Bill Hayton sostuvo que el objetivo de Pekín es crear un orden «sino-céntrico» con una constelación de Estados tributarios, satélites o clientes en su órbita. Y hoy tiene medios para conseguirlo. China supone el 42% del gasto militar asiático, según el SIPRI.

New England, Niue France

Desde el principio de la colonización europea de América del Norte, la simbiosis –política, económica, militar...– entre las colonias británicas y francesas se hizo inevitable. Debido a su desmesura territorial, se suele decir que Canadá es víctima de su propia geografía. Según un dicho, el país es un sueño para un poeta pero una pesadilla para un administrador.

La colonización europea dio cierta coherencia a territorios inconmensurables poblados por tribus nómadas de cazadores-recolectores de los que descendieron los iroqueses y algonquinos modernos, entre otras familias étnicas.

La ausencia de restos arqueológicos de grandes ciudades precolombinas no significa que América del Norte estuviese despoblada, pero sí que sus pobladores estaban muy dispersos. Hacia 1534, cuando el navegante Jacques Cartier avistó las costas de Terra Nova (Newfoundland), la población del continente norteamericano al norte del río Grande podría haber oscilado, según diversas estimaciones, entre dos y siete millones de habitantes.

A finales del siglo XVI, unos 12.000 pescadores –ingleses, vascos y franceses en su mayoría–, pescaban bacalao, ballenas y otras especies valiosas en sus aguas a lo largo del año. Las guerras de religión en Europa tuvieron un impacto directo en las relaciones entre ellos y los demás colonos, que establecieron sus propias alianzas con los pueblos nativos.

La Niue France, en la que solo se podía practicar el catolicismo, apareció por primera vez en mapas y documentos históricos en 1529. Recoletos, jesuitas y otras órdenes religiosas practicaron un intenso proselitismo entre los pueblos nativos, aprendiendo sus lenguas y cultura, pero sin tanto éxito como los clérigos españoles y portugueses entre los amerindios meridionales, muchos de ellos acostumbrados a pagar tributos a sus antiguos señores naturales.

Los hurones, que nunca fueron sedentarios, rechazaron convertirse y se mantuvieron fieles a sus tradiciones animistas. Entre 1648 y 1650, los iroqueses atacaron las misiones jesuitas y mataron a los conversos que cayeron en sus manos. En 1663, París convirtió a la Niue France en una provincia real, similar en derechos a las de la Francia europea, con un gobernador que ejercía sus funciones en nombre del rey.

En los 150 años que existió, la colonia recibió unos 10.000 inmigrantes franceses, todos ellos católicos y en gran parte originarios de Normandía. Al final del régimen colonial en 1763 tras la guerra de los Siete Años, solo quedaron tres asentamientos importantes: Quebec, Montreal y Trois-Rivieres.

En el tratado de Utrecht, Francia entregó a Reino Unido sus dominios en la bahía del Hudson, Nova Scotia, Terra Nova y Acadia pero sus poblaciones pudieron mantener el catolicismo, un privilegio que con los años fortaleció su lealtad a la Corona británica.

Ese factor, aparentemente secundario en su momento, fue determinante en 1775, cuando comenzó la guerra de la independencia de las 13 colonias que conformarían los nuevos Estados Unidos de América. Los quebecois no se unieron a la guerra de los franceses europeos contra el imperio británico. Vivían bajo sus propias leyes, que escribían los legisladores de su asamblea electa, y religión.

Londres les ofrecía, además, grandes beneficios comerciales y de seguridad. Durante el siglo XVIII, los colonos de Nueva Inglaterra y Nueva York veían en la «papista» Niue France un enemigo mortal. Nunca olvidaron las atrocidades que cometieron sus aliados iroqueses en Deerfueld, Scenectady, Fort William y otras poblaciones fronterizas.

Según escribe Rick Atkinson en The British are Coming (2020) Quebec simbolizaba para las 13 colonias la «tiranía papista» y episcopal de la que habían huido los peregrinos protestantes del Mayflower. En 1759, un pastor puritano de Rhode Island denunció que los franceses eran hijos de la «gran ramera» del libro del Apocalipsis. Bajo el orden británico, los sacerdotes católicos perdieron el derecho de recaudar diezmos y la Iglesia su status de única religión oficial.

Por entonces, la población canadiense –unos 100.000 colonos– era mayoritariamente rural y dedicada a la agricultura y el comercio de pieles.

Cuando estalló la guerra de independencia, líderes rebeldes como Benjamin Franklin y Samuel Adams sostuvieron que Canadá era un «integrante natural» de una Norteamérica unida.

En octubre de 1774, el primer Congreso continental envío una carta abierta a los canadienses en un tono entre amenazante y seductor que decía que debido a su escaso número les convenía acogerse a su «abrazo de hermandad» y que debían elegir entre sus «amigos inalterables» y sus «inveterados enemigos».

En la ley de Quebec de 1775, Londres reconoció el status de la Iglesia católica y el derecho de los católicos a servir en el ejército y ocupar cargos públicos, alterando con ello los cálculos políticos de los revolucionarios, que no tardaron en llevar la guerra (1775-1783) al otro lado de la frontera.

Pero los canadienses no tenían ningún deseo de unirse a los rebeldes. La invasión fue un fracaso. En 1896, el dominio británico canadiense era la tercera entidad política más extensa del mundo después de Rusia y China y unida de costa a costa por las vías férreas y trenes de la Canadian Pacific. En su territorio, la Union Jack y los retratos de la reina Victoria eran ubicuos. El imperio británico daba a Canadá un sentido de identidad, tradiciones venerables y, sobre todo, estabilidad política.

Canadá y la Commonwealth

Canadá fue una colonia del imperio británico hasta 1931, por lo que no se puede hablar de una política exterior canadiense hasta ese año. Londres no permitía a sus colonias y dominios firmar tratados o alianzas, nombrar embajadores, declarar guerras y, en términos amplios, interactuar con el mundo exterior.

A principios del siglo XX, tropas canadienses participaron en guerras imperiales británicas como la de los Boers (1899-1902) contra los rebeldes afrikáners surafricanos y en la Gran Guerra. El precio fue alto. Unos 458.0000 canadienses cruzaron el Atlántico para combatir en los campos de batalla del Viejo Mundo.

La tasa de mortandad entre sus soldados fue de 114 por 1.000. Un soldado canadiense de Saskatchewan fue el último soldado aliado que murió en la guerra, dos minutos antes de que, a las 11 a.m. el 11 de noviembre de 1918, entrara en vigor el armisticio. En 1931, Londres aprobó el estatuto de Westminster que concedió el autogobierno a las «colonias blancas» y, con él, el derecho a tomar sus propias decisiones en cuestiones exteriores.

Canadá nunca ha dejado de ser un orgulloso miembro de la Commonwealth y de la familia de naciones que tienen al titular de la Corona británica como jefe de Estado y a su figura en todo tipo de símbolos estatales: billetes, sellos de correo…

El ascenso de Carlos III al trono tras la muerte de Isabel II (1952-2022) volvió a poner de manifiesto las peculiares relaciones de Canadá con su antigua metrópoli. Al heredar la corona, Carlos se convirtió automáticamente en jefe de Estado de 14 países independientes, entre ellos el más extenso de todos, Canadá.

Esos 14 países se llaman Commonwealth Realms, que albergan a unos 150 millones de habitantes, para diferenciarlos de los miembros de la llamada Commonwealth of Nations, un grupo más amplio de 54 países que alguna vez fueron dominios del imperio británico pero que hoy son repúblicas, entre ellas India, Nigeria y Pakistán. En 2021 Barbados se unió a ese grupo, el primer país de la Commonwealth en hacerlo desde Mauricio en 1992.

En conjunto, durante el reinado de Isabel II, 17 países dieron ese paso, similar al de abandonar la casa paterna. Los países que mantienen lealtad a la monarquía ven en ella una fuente de legitimidad y un símbolo visible de unidad y continuidad constitucional. Y a Londres influencia diplomática y soft power.

Los realms son políticamente monarquías parlamentarias. Las decisiones políticas corresponden en exclusiva a los Parlamentos y primeros ministros. En circunstancias excepcionales, la Corona puede ejercer poderes «reservados», entre ellos desestimar ciertas decisiones de gobiernos elegidos, algo que solo ha pasado raras veces desde 1945. El último caso notable fue en Australia en 1975, cuando el gobernador general destituyó a un primer ministro en ejercicio.

En 2013, en Islas Caimán, Londres vetó un proyecto portuario que se había concedido a una constructora china sin licitación pública. En Jamaica y las Bahamas es cada vez más visible la presencia de China Merchants Port Holdings y Hutchinson Whampoa de Hong Kong, navieras chinas que controlan dos de los cuatro principales puertos de Panamá y el de Kingston.

Con sus casi tres millones de habitantes, Jamaica es el tercer país de habla inglesa más poblado de las Américas después de Estados Unidos y Canadá. En distintos momentos, varios países caribeños que fueron parte de las antiguas Indias occidentales británicas, han considerado incluso unirse a la Confederación Canadiense, aunque ninguno concretó esos planes. No les hacía falta.

Los 17 territorios insulares «no soberanos» caribeños son por lo general más prósperos que sus vecinas repúblicas. En paridad de poder adquisitivo, el PIB per cápita de Bahamas es similar al de España o Italia.

En 2020, según las encuestas, el 62% de los canadienses tenía una buena opinión de la reina pero que el 67% se oponía a que Carlos fuese su próximo rey. En mayo de 2020, el príncipe de Gales y la duquesa de Cornwall hicieron una gira de tres días por Canadá. La prensa local destacó que sus escasas apariciones públicas apenas congregaron público.

Pero desvincularse de la monarquía exigiría a Canadá enmendar la constitución y obtener el respaldo unánime del Parlamento de Ottawa y de los gobernadores de las 10 provincias. La gobernadora general, Mary Simon, representante del rey, es de etnia inuk y la primera mujer de un pueblo originario que ocupa el cargo.

USMCA: El bloque norteamericano

Los lazos comerciales son igualmente importantes para la política exterior canadiense. El USMCA, sucesor del Nafta –el tratado de libre comercio de América del Norte firmado en 1993 y renegociado en 2020–, es su eje y pilar comercial al representar el 30% del PIB mundial.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, aprovechó la X cumbre de los «tres amigos» en la capital mexicana para pedir a Biden que impulsara un proceso de integración hemisférica que, dijo, debía estar abierto «a todos sin distinción alguna». La alternativa, advirtió, será la pérdida por EEUU de cada vez más sectores productivos por la competencia china.

«¿No podríamos producir en América lo que consumimos? Claro que sí», se preguntó y contestó a sí mismo ante Biden y Trudeau. El acuerdo comercial tripartito incluye una cláusula antichina que especifica que, si uno de los socios se alía con países que no tienen economías de mercado, los demás pueden abandonarlo en seis meses y formar su propio pacto bilateral.

En 2000, el comercio entre América Latina y China rondó los 12.000 millones de dólares (0,65% del PIB regional). En 2021 superó los 445.000 millones (8,5%). Ese año, China supuso el 18 % del comercio exterior regional, frente al 5% en 2005. Sin México es el 24%.

Según escribe Shannon O’Neil en Foreing Affairs, por razones geopolíticas y geoeconómicas, la globalización está dando paso a diversas formas de regionalización, con un bloque orientado hacia China y otro a EEUU. La integración de China en la OMC contribuyó a que el comercio mundial supere hoy los 20 billones de dólares anuales, 10 veces más que en 1980.

En ese mismo lapso, los flujos de capital transfronterizos pasaron de 500.000 millones a 4 billones de dólares. El problema es que ese círculo virtuoso benefició sobre todo al gigante asiático, que se convirtió en la fábrica del mundo con prácticas poco compatibles con las normas de la OMC.

Al fin y al cabo, la mitad de los bienes que se venden a escala global no viajan más de 4.000 kilómetros, es decir, no lo suficiente para cruzar océanos. EEUU quiere reconfigurar sus cadenas de suministro y valor para reducir su escala y vulnerabilidad, lo que va reforzar inevitablemente al USMCA.

Según el Global Trade Alert, desde 2008 las medidas proteccionistas han triplicado a las aperturistas en la mayor parte de países del mundo. Dos de cada tres dólares de los ingresos de las compañías del Fortune Global 500, provienen de sus mercados regionales.

En Asia, el comercio intrarregional ha subido del 45% en 1990 al 60% actual, según el Asian Development Bank. En las Américas, México es un ejemplo de esa tendencia: entre 1993 y 2007 su economía se duplicó gracias a que el Nafta cuadruplicó su comercio exterior. Uno de cada dos dólares que ha recibido en inversiones desde 1994 ha provenido también de sus socios.

En esas condiciones, el traslado de plantas de países lejanos para evitar riesgos geopolíticos y reducir costes de transporte y riesgos climáticos –onshoring, nearshoring, friendshoring…– parece inexorable.

Relocalizar las fábricas en países más cercanos ofrece varias ventajas: menores costes laborales, de insumos, energía y transporte, entre otros factores que facilitan y abaratan los procesos logísticos y productivos, lo que explica que el 80% de las exportaciones mexicanas tengan como destino final EEUU y Canadá.

Para Canadá, que tiene suscritos acuerdos de libre comercio con todos sus socios del G7 –es el único que los tiene–, el USMCA le asegura un acceso privilegiado a mercados que suman casi los dos tercios del PIB global. En 2016 firmó un acuerdo de libre comercio con la UE y en 2021 con otros 10 países de Asia-Pacífico, incluido Japón: el Comprehensive Agreement on the Trans-Pacific y del que Canadá es la segunda economía después de la japonesa.

La cercanía geográfica ha permitido a los tres amigos integrar sus cadenas de suministro, su sector automotriz, tecnologías y ámbitos académicos. Canadá tiene el mejor nivel educativo de la OCDE, con universidades que gradúan a decenas de miles de estudiantes en carreras tecnológicas y científicas.

Hasta hace unos años, el downtown de Toronto lo dominaban grandes bancos, pero hoy sus torres y rascacielos albergan un Who is Who del Big Tech: Microsoft, Apple, Amazon, Google, eBay… Entre 2016 y 2021 esas y otras tecnológicas crearon 88.900 empleos de desarrolladores, programadores e ingenieros informáticos en el sector en Canadá, según estimaciones de CBRE Group.

En 2019, Toronto recibió 1.500 millones de dólares en inversiones del sector tecnológico. En 2021 fueron 5.600 y 3.700 en 2022. El acuerdo comercial de 1989 entre EEUU y Canadá eliminó los aranceles aduaneros, una política aperturista que han prolongado el Nafta y el USMCA y que permitido a las empresas de los tres países a relocalizarse en cualquiera de ellos.

Volkswagen está construyendo una planta para fabricar baterías ión-litio en St. Thomas (Ontario), la primera fuera de Europa y que suministrará las baterías a su planta de vehículos eléctricos de 2.000 millones de dólares en Carolina del Sur.

Durante la pandemia, la economía canadiense se contrajo un 5,1%, frente al 6,1% de la eurozona y el 11% de Reino Unido. Durante el mandato de Trudeau, el PIB ha aumentado un 13%, solo un poco por debajo del de EEUU y más que la mayor parte de Europa, con una de las tasas de inflación más bajas del G20.

Pero no todas son buenas noticias. Entre 1980 y 2022, el PIB per cápita aumentó un 4,8% anual en Australia, Nueva Zelandia, Reino Unido y EEUU, pero solo 4,1% en Canadá. Desde 2015 ha crecido un 4,1% en esos cuatro países, pero solamente 3,2% en Canadá. Las previsiones de crecimiento del FMI para esta década son de un modesto 1,7% de media.

El informe The World in 2050 de PwC anticipa que hacia mediados de siglo Canadá bajará al puesto 22 entre las grandes economías mundiales debido, entre otras cosas, a su baja productividad. En una hora, un trabajador canadiense produce el 70% de uno de EEUU, según datos de 2022. Entre 2017 y 2022 Canadá añadió el mismo número de funcionarios en la administración pública que EEUU, que multiplica por 10 la población canadiense.

Mea culpa

En su viaje a Canadá en 2022 para pedir perdón por los abusos infligidos en orfanatos católicos durante décadas (1847-1996) a más de 150.000 niños de pueblos originarios que habían sido arrebatados a sus padres, el papa Francisco no pudo evitar ver los carteles que le pedían que rescindiera la llamada doctrina del descubrimiento, formulada en varias bulas papales del siglo XV y que durante siglos amparó la colonización europea de territorios no gobernados por cristianos.

»Medio milenio fue suficiente», dijo Phil Fontaine, exjefe de la Assembly of First Nations de Canadá: «Ya era hora de acabar con una doctrina racista». José Francisco Cali Tzay, relator de la ONU para los derechos de los pueblos indígenas, celebró la decisión del Vaticano, del 30 de marzo de 2023, de rescindir la doctrina.

Según la declaración vaticana, la doctrina nunca fue parte de la fe católica y que las bulas –Dum diversas (1452), Romanus pontifex (1455) e Inter Caetera (1493)– fueron manipuladas por las potencias coloniales. La senadora canadiense Michele Audette, de etnia inuit, dijo que la doctrina hizo «invisibles» a los pueblos nativos, condenándolos al silencio y al olvido.

Según Cali Tzay, guatemalteco de etnia maya-quiché, en pueblos de tradición oral los siglos transcurridos desde 1492 solo son un breve espacio de tiempo, lo que explica el beneplácito con el que los pueblos originarios, desde Terra Nova a la Araucanía, recibieron el anuncio de la Santa Sede.

Entre otras cosas, la declaración vaticana reconoce que la doctrina ayudó a dar una base jurídica al despojo de tierras y territorios. La bula de 1493 decía que cualquier terra nullius podía ser «descubierta» por soberanos católicos, que a cambio debían inculcar la verdadera fe a las «naciones bárbaras».

Los ecos de esas palabras se prolongaron durante siglos. En 1792, Thomas Jefferson declaró que Estados Unidos aplicaría la doctrina pese a sus raíces religiosas católicas. En 1823, una sentencia del Tribunal Supremo apeló a las bulas papales para sostener que los pueblos nativos solo tenían un derecho de «ocupación» no de propiedad sobre sus tierras, por lo que era abolible.

Cali Tzay recordó que su legado seguía causando estragos: altas tasas de pobreza, suicidios, alcoholismo y criminalidad entre sus comunidades. Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, los gobiernos canadienses aplicaron políticas de asimilación coactiva de los pueblos indígenas. La Indian Act de 1876 aprobó sanciones para los indígenas que se negaran a convertirse al cristianismo y prohibió la Danza del Sol y otras de sus manifestaciones culturales y religiosas.

En pocos países de las Américas como en Canadá, las hoy llamadas First Nations forman parte tan integral del debate público y el ordenamiento jurídico, con márgenes de autogobierno, autonomía territorial y reconocimiento cultural tan amplios que fueron tomados como referencia por la pasada Convención Constituyente chilena para el modelo que propuso para sus 17 pueblos originarios.

El propio nombre de Canadá deriva de un término iroqués que significa aldea o asentamiento. La provincia de Saskatchewan se llama así por el río Kisiskatchewami Sipi. Ottawa proviene del término algonquino adawe (comerciar). En total, existen 13 familias de lenguas aborígenes y unos 65 dialectos distintos.

De ellos, solo el cri, el inuktitut y el ojibwe cuentan con el número suficiente de hablantes para asegurar su supervivencia a largo plazo. La población de las First Nations (los términos indio, esquimal y aborigen se consideran peyorativos) se multiplicó por 10 en el siglo pasado. Sus comunidades afirman que sus derechos formales se remontan a la proclamación real de 1763 y otras leyes británicas que se mencionan en la ley constitucional de 1982 y la convención de Viena de 1969.

En los años sesenta, cuando la tasa de mortalidad infantil cayó en picado, su población aumentó un 161%. En los ochenta, su tasa de natalidad se duplicó. Actualmente casi la mitad tiene menos de 25 años.

En el censo de 2021, 1.807.250 canadienses se identificaron como indígenas (5,0%), incluyendo 1.048.405 miembros de las First Nations (cris, ojibway, algonquinos, mi’kmaq, maliseet…), 624.220 métis (mestizos, con su propias tradiciones y cultura) y 70.540 inuits.

La mayoría de sus comunidades integra la llamada Assembly of First Nations, que representa a 600 naciones reconocidas legalmente con sus propias lenguas, culturas y tradiciones. En 1878 Manitoba eligió al primer jefe de gobierno indígena de una provincia canadiense, John Norquay, de etnia métis.

En 2023, Manitoba eligió gobernador a un miembro de las First Nations, Wab Kinew, de etnia anishinabe. Winnipeg, su capital, tiene la mayor población indígena del país. En 1995, Canadá reconoció el derecho constitucional de las First Nations y los inuit para decidir sus propias formas de gobierno según sus circunstancias históricas, culturales, políticas y económicas.

En 1996, el informe final de la Royal Comission on Aboriginal Peoples, en sus 4.000 páginas incluyó 440 recomendaciones de políticas públicas, entre ellas la transferencia de los servicios de salud a sus autoridades. En 2008, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación confirmaron los graves daños causados a los niños y niñas indígenas por el sistema de escolarización de los orfanatos católicos.

La identidad canadiense es, en ese sentido, cada vez más mestiza. La propia cuenta en X de Trudeau está ilustrada por el símbolo de los dos espíritus, que en la tradición de los pueblos originarios canadienses representa a quienes no son hombre o mujer sino que están protegidos por el alma de ambos.

Las First Nations están en la primera línea de la defensa de sus territorios y ecosistemas, intrínsecamente vinculados a sus modos de vida, tradiciones y espiritualidad. Debido a las sequías e incendios forestales, grandes reservas naturales están en peligro, con miles de salmones muertos en las orillas de ríos y lagos sin casi oxígeno por el calentamiento de sus aguas.

Las tierras gestionadas por pueblos originarios albergan al 80% de la biodiversidad terrestre, incluido los últimos bosques tropicales y boreales, pantanos y sabanas vírgenes.

Las tensiones interétnicas están lejos de resolverse, sin embargo, como muestra el caso de la folklorista, cantante y compositora Buffy Sainte-Marie, famosa por su canción Up where be belong, que ganó un Oscar. Sainte-Marie siempre se presentó en público como de origen piapot en Saskatchewan, pero adoptada por una familia blanca de Massachusetts.

En 2023, la Canadian Broadcasting Corporation descubrió su partida de nacimiento en Nueva York en la que Sainte-Marie aparecía como Beverly Jean Santamaria con progenitores de origen italiano e inglés y que ella decía eran sus padres adoptivos. Según Jean Teillet, autora de un informe de la Universidad de Saskatchewan sobre «fraude identitario», ese tipo de imposturas priva a los «verdaderos» indígenas de oportunidades laborales y recursos públicos.

Debra Piapot y Ntawnos Piapot, hijos de los padres adoptivos cri de Sainte-Marie, dicen, sin embargo, que Buffy es parte de su «familia y su pueblo»: «Nosotros la elegimos y ella no eligió», dicen, y que ello tiene más importancia que cualquier documentación o registro civil.

El melting pot canadiense

Canadá es el 37 país más poblado pero el segundo más extenso: unos 40 millones habitan 9.984.670 kilómetros cuadrados, la mayor parte deshabitados. La mayoría vive al sur del paralelo 55 norte y el 60% en solo dos provincias: Ontario y Quebec.

Toronto, Montreal, Vancouver, Calgary, Edmonton y Ottawa, las seis únicas ciudades con más de un millón de habitantes, tienen densidades demográficas más altas que muchos países europeos. En 2021, la del país era de 4,2 personas por kilómetro cuadrado, la mitad de la rusa (8,4).

Con una tasa de natalidad de 1,4 y con un 40% de canadienses con 55 años o más, la inmigración es la única solución para muchos de sus problemas económicos, sobre todo el de la financiación de los generosos servicios públicos. Hace 50 años, había siete trabajadores en activo por cada jubilado. En 2035, ese ratio será de 2:1.

Entre julio de 2022 y julio de 2023, Canadá recibió más de un millón de inmigrantes, lo que hizo superar los 40 millones de habitantes, el mayor aumento (2,9%) registrado desde 1957. Ya en 1967, Ottawa aplicó un sistema de puntos para evaluar solicitudes de potenciales inmigrantes de África, Asia, América Latina y el Caribe. Actualmente, Canadá recibe cada año tantos como EEUU: 432.000 en 2022 y 465.000 en 2023.

En 2021, por tercer año consecutivo, Canadá aceptó más refugiados (20.000) que ningún otro país, la mayoría de África y Oriente Próximo, y más del doble que en 2020. El 75% del presupuesto de la agencia de inmigración cubre costes de asentamiento. El gobierno prevé conceder residencia permanente a 500.000 extranjeros en 2025.

La población nacida fuera supone ya el 25%, la mayor proporción en 150 años y el ratio más alto de la OCDE. Varias ciudades canadienses mantienen políticas de «acceso sin miedo» que limitan su cooperación con las autoridades migratorias federales y garantizan servicios públicos y permisos de trabajo a los inmigrantes.

El consulado francés de Montreal tiene registrados a 70.000 inmigrantes franceses, el doble que en la década pasada. Entre 2016 y 2021, Ontario acogió al 45% de los nuevos residentes, la mayoría en Toronto, la mayor ciudad del país.

En 2021, el 62% de inmigrantes fueron admitidos por razones económicas, el 15% como refugiados y el 3% por razones humanitarias. Los programas de admisión privilegian a jóvenes con ofertas de trabajo, educación superior y dominio del inglés y francés. Según el Boston Consulting Group, Canadá ha desplazado a EEUU como país más atractivo para profesionales cextranjeros, que muchas veces tienen problemas para mantener su residencia legal en EEUU.

En 2022, Canadá concedió 437.000 residencias permanentes a inmigrantes y 645.000 permisos de trabajo temporales, cuatro veces más que en 2021. En 2019, el 85% decía que la inmigración tenía un impacto positivo en la economía y el 65% apoyaba las cuotas fijadas por el gobierno. Pero la bienvenida se está agotando.

En 2013, por primera vez, las encuestas revelaron que el 61% cree que el país ya acoge a demasiados inmigrantes y que el 40% pensaba votar a partidos que quieren restringir su llegada. Los recién llegados, dicen, contribuyen a la escasez de vivienda, la saturación de los servicios de salud y el deterioro de la calidad de vida. Según la OCDE, Canadá tiene el mercado inmobiliario más caro del G7.

El precio medio de un piso ronda el medio millón de euros, 11 veces los ingresos anuales de una familia media. La tasa de desempleo de los recién llegados duplica la de los nativos, según Statistics Canada. Dada la dificultad para homologar títulos, muchos médicos terminan trabajando como taxistas y arquitectos como dependientes. La xenofobia y el racismo es otro factor nada desdeñable.

En el siglo XIX, los chinos tenían que pagar un impuesto especial para entrar en el país. En noviembre de 2023, un tribunal de Toronto condenó por cuatro asesinatos a Nataniel Veltman, un hombre de 22 años que confesó haber matado en junio de 2021 en Ontario a miembros de tres generaciones de una familia musulmana de origen paquistaní. La policía lo consideró un crimen de odio racista. En 2017, un supremacista blanco mató a seis musulmanes en una mezquita de la ciudad de Quebec.

Energías viejas y nuevas

Canadá suele presentarse ante el mundo como un país de bosques, lagos y ríos prístinos y protegidos. De hecho, genera el 83% de la electricidad que consume de fuentes renovables, sobre todo hidroeléctricas, y planea llegar al 100% en 2035.

En la COP15 de Montreal, Canadá prometió cumplir con las metas del Proyecto 30x30 de la ONU para proteger el 30% de las tierras y el 30% de los mares del mundo en 2030. Hasta 2028, la belga Tree Energy Solutions va a invertir 4.000 millones de dólares para producir 70.000 toneladas de gas natural sintético con hidrógeno verde en Quebec.

Pero no todo es tan idílico. Canadá es una superpotencia minera, con ingentes reservas de hierro, potasa, platino, titanio, petróleo y gas, arenas bituminosas (tar sands), oro, diamantes y minerales estratégicos: níquel, cobalto, litio, neodimio, niobio... Saskatchewan produce el 15% del uranio del mundo.

Quebec, Ontario, Columbia Británica y Terra Nova y Labrador concentran el 75% del valor de la minería canadiense. Según cifras oficiales, en 2020 sus activos internos sumaban 273.400 millones de dólares y los de sus mineras en otros 97 países 188.000 millones más. En 2022, la producción minera superó los 55.500 millones de dólares, 20% más que en 2021.

El oro ocupó el primer lugar (13.700 millones). En 2021, la minería y el sector metálico representaron el 4% del PIB. La industria emplea a unas 665.000 personas de forma directa e indirecta, en zonas muchas veces remotas y aisladas. 

Canadá es el cuarto exportador mundial de crudos, ligeros, pesados y ultrapesados. Una docena de petroleras –Imperial Oil, Shell Canada, Suncor Energy…– operan refinerías en el país. El 79% del petróleo se explota en Alberta.

Un 75% de las grandes mineras mundiales tienen sede en Canadá. El 60% cotizan en la bolsa de Toronto (TSX), que entre 2017 y 2021 recaudó capitales por valor de 45.000 millones de dólares para exploración y extracción mineras. La Rainforest Action Network estima que desde 2015, 43 bancos canadienses han concedido 862.000 millones de dólares en préstamos a compañías petroleras.

En 2022, en comparación, los 60 bancos más grandes el mundo concedieron 673.000 millones de dólares en créditos. Las minas de selenio pueden contaminar durante siglos ríos, acuíferos y ecosistemas frágiles como los de la Columbia Británica. El gasoducto Coastal GasLink, un proyecto de 5.000 millones de dólares que transportará gas natural a lo largo de 670 kilómetros, ha provocado protestas de la nación Wet’suwet’en porque atravesará una cuarta parte de su territorio.

En Panamá, las multitudinarias manifestaciones de protesta contra una mina de cobre a cielo abierto de la canadiense Firts Quantum Minerals obligaron al Congreso a aprobar en noviembre de 2023 una moratoria indefinida a nuevas concesiones mineras. El cobre representa casi 5% del PIB panameño.

Desde que Minera Panamá, filial de FQM, comenzó a producir en 2019, el sector minero ha representado alrededor del 80% de las exportaciones panameñas. En 2019, la mina fue la mayor inversión privada de la historia del país, 6.300 millones de dólares. Desde que se desató la crisis, las acciones de FQM se han desplomado un 55% en la TSX. FQM produjo cerca de 350.500 toneladas de cobre en 2022. Prácticamente la mitad salieron de su mina panameña.

Tormentas de fuego

Cuando se comenzaron a publicar los primeros estudios sobre los efectos globales del cambio climático, Canadá y otros países del hemisferio norte aparecieron mejor situados para enfrentarse a sus consecuencias que los cercanos a los trópicos. Se suponía que las temperaturas más altas aumentarían las cosechas agrícolas y harían habitables zonas remotas, aisladas y gélidas en invierno.

El pronóstico fue excesivamente optimista. No consideró un factor determinante: la vulnerabilidad de los bosques boreales –uno de las mayores receptáculos de carbono del mundo– al calor y la falta de lluvias, que ha hecho más intensos, prolongados y frecuentes los incendios forestales, que hoy arden de día y de noche y abarcan cada vez mayores extensiones.

Un 10% de los bosques mundiales, que cubren unos 361 millones de hectáreas, están en Canadá. Solo los de Northwestern Territories cubren una superficie tres veces mayor que la de California. En los últimos 40 años, casi un 30% han ardido por los incendios forestales, sobre todo en Yukon, Nunavut y los Territorios Noroccidentales que cubren 2,5 millones de kilómetros cuadrados, más que la India, aunque albergan solo unos 120.000 habitantes.

Hay pocas más incontrolables que un incendio en un bosque boreal con vientos de 80 kilómetros por hora. Según Steven Guilbeault, ministro canadiense de Medioambiente, en 2023 ardieron alrededor de 5.000 millones de árboles que generaron cenizas que nublaron el cielo de Nueva York y Washington en junio y llegaron hasta los de Londres y Madrid.

Cinco de los 10 peores desastres medioambientales de la historia canadiense se han producido en los últimos 12 años. En el verano de 2023, el cambio climático hizo sentir toda su fuerza desde Vancouver a Halifax y el círculo Ártico, donde las temperaturas superaron en algunos días los 32º.

En 2023, los incendios quemaron unos 38 millones de hectáreas, más de siete veces que la media anual de los años setenta. El fuego forzó la evacuación de más de 200.000 personas, según la Canadian Interagency Forest Fire Center (CIFFC), el doble que en el récord anterior de 1995.

Más de la mitad de los países del mundo podían caber dentro del área quemada. En la Columbia Británica, los incendios cubrieron un área 200 veces mayor que la de 2020. En Nova Scotia, más de 20.000 fuegos provocaron llamas que superaron los 100 metros.

Los incendios son un componente del ciclo natural de los bosques. Ayudan a su regeneración, pero descontrolados siembran destrucción y desolación. El 3% de los fuegos causa el 97% de los daños. Las temporadas de fuego comienzan hoy más pronto en la primavera y terminan más tarde en el otoño.

Y cuanto más suben las temperaturas, los fuegos se hacen más intensos, liberando tanta energía ígnea que los métodos convencionales no sirven para combatirlos. Según el CIFFC, la mitad de los incendios tuvieron causas humanas, deliberadas o accidentales. Solo en Quebec en junio ardieron más bosques que en todos los 20 años anteriores. Uno de los fuegos cubrió un área 13 veces mayor que el de la ciudad de Nueva York. Entre 2013 y 2022 se quemaron en la provincia unas 70.000 hectáreas de bosques. En el primer semestre de 2023, 400.000.

En los años ochenta, se consideraba que un fuego era de grandes dimensiones si abarcaba un millar de hectáreas. Hoy solo si supera las 30.000. Cuando se reduce la humedad de los bosques, su vegetación se hace más inflamable.

A mediados de julio, las nubes de humo de los incendios canadienses tiñeron de un espectral color naranja los cielos de Washington, Nueva York, Pittsburgh y Chicago, haciendo su aire casi tan irrespirable como los de Tel Aviv, Lima, Nueva Delhi o Lahore, los más sucios del mundo, según el IQAir World Air Quality Index.

La OMS estima que la contaminación del aire produce cada año 6,7 millones de muertes prematuras por enfermedades respiratorias, la mayor parte en países en desarrollo. En EEUU, State Farm, una de las mayores aseguradoras de EEUU, ha dejado de cubrir riesgos de hogares en California, donde los peores 15 incendios se han registrado en los últimos 20 años.

Los incendios son especialmente perjudiciales para las comunidades indígenas. En julio, ocho de las nueve comunidades cri de Quebec, con unos 21.000 miembros, fueron evacuados en helicópteros militares. Nada indica que las cosas vayan a mejorar. Según el panel de cambio climático de la ONU, a escala global, las olas de calor aumentarán un 30% los incendios forestales hasta 2050.

Cuando los grandes incendios se descontrolan, crean tormentas de fuego que cruzan ríos, carreteras y cortafuegos artificiales y dejan el aire sin oxígeno. En algunos casos, el humo es tan denso que imposibilita el vuelo de los aviones extintores, cuya agua se evapora antes de alcanzar las llamas.

Según Copernicus, los fuegos canadienses de 2023 emitieron 2.000 millones de toneladas de gases de carbono, más que el 25% de las provocadas por todos los incendios forestales del resto del mundo y tres veces más que las producidas por el transporte, la industria manufacturera y petrolera, las plantas eléctricas, la agricultura y la construcción.

Conclusiones

Tras analizar la política exterior de Canadá desde que accedió a su plena soberanía, se puede llegar a las siguientes conclusiones: Canadá se enfrenta a escenarios inéditos en su historia porque, entre otras cosas, ya no puede esperar que su situación geográfica siga protegiendo su seguridad como antes, lo que le exige estrechar aún más sus relaciones con Estados Unidos y la Alianza Atlántica, con lo que ello significa de pérdida de margen de maniobra exterior. Su gasto militar es el sexto mayor de la OTAN pese a que dedica solo el 1,2% del PIB a defensa. Al ser miembro de los Cinco Ojos (EEUU, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelandia), Ottawa tiene las puertas semiabiertas al Quad (EEUU, Japón, India y Australia) y al AUKUS (Australia, Reino Unido y EEUU), un paso que muchos analistas creen muy probable en los próximos años. No tiene otra salida. Debido al cambio climático, las rutas marítimas árticas se están haciendo navegables la mayor parte del año y ya no solo el verano boreal. En cierto modo, como Rusia, Canadá está adquiriendo nuevas fronteras exteriores.

Bibliografía

ATKINSON, Rick. The British are coming. Londres: William Collins, 2020.
BOTHWELL, Robert. The Penguin history of Canada. Toronto: Penguin, 2006.
SERVICE, Robert. The end of the cold war. Londres: McMillan, 2015.
ELKINS, Caroline. Legacy of violence. Londres: Vintage, 2022.

Luis Esteban González Manrique
Analista de política y economía internacionales Estudios de Política Exterior

    • Canadá: En busca de un (nuevo) lugar en el mundo ( 0,28 MB )