COMPARECENCIA DE LA MINISTRA DE DEFENSA PARA ACLARAR EL ATAQUE A LAS TROPAS ESPAÑOLAS EN AFGANISTÁN

17/11/2008 Twitter Congreso de los Diputados

Congreso de los Diputados

Señor presidente, señorías:

Quiero comenzar felicitando a la Guardia Civil así como a las Fuerzas del Orden de ambos lados de la frontera, por la brillante operación que ha permitido la detención del jefe militar de ETA. Una detención que viene a demostrar que sobre el crimen no hay barrera alguna y que conseguiremos que la democracia se imponga sobre el terror.

Señorías:

El domingo 9 de noviembre, a las 7.45 de la mañana (hora local), un convoy combinado de fuerzas españolas, estadounidenses y afganas inició el regreso a su base de 'Camp Stone', situada a 15 kilómetros de Herat. Habían pernoctado en Farah, en la base del PRT o Equipo de Reconstrucción provincial del mismo nombre, siempre dentro del Mando Regional Oeste (Regional Command West), donde se hallan destacadas, señorías, nuestras tropas.

Dos camiones estadounidenses de un Equipo de Entrenamiento al Ejército afgano; otros cuatro vehículos ligeros de escolta y una ambulancia del Kandak o Batallón Afgano, así como diecisiete vehículos de transporte, que habían llevado material de construcción a la base de Farah. Seis blindados (cinco tipo medio, uno de ellos ambulancia, y un VAMTAC) y un vehículo de recuperación modelo VEMPAR, todos ellos españoles, completaban dicho convoy.

Circulaban por la carretera identificada como HWY-1 y más conocida como 'Ring Road' o carretera de circunvalación; la única vía asfaltada que une diversas ciudades de Afganistán. Es objeto de numerosos ataques. Según informes de la inteligencia militar, en el tramo que une la base del mando regional Oeste, en Herat, con Farah la valoración de la amenaza es alta. En concreto, en el distrito de Shindand la amenaza es extrema.

La situación de seguridad en la zona aconseja, pues, la formación de expediciones conjuntas, en convoyes combinados de diferentes nacionalidades.

En los blindados españoles que formaban parte del convoy viajaban los militares pertenecientes a uno de los dos Equipos de Enlace y Adiestramiento Operativo (OMLT) con los que España contribuye, como saben sus señorías, a la estabilización de Afganistán. Estos Equipos tienen, según la Orden de Operaciones de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad para Afganistán (ISAF), la misión de “enseñar, entrenar y aconsejar a las unidades del Ejército Nacional Afgano  desde Cuerpo de Ejército a Batallón mediante ejercicios de adiestramiento y de ejecución de operaciones”.

La misión de las OMLT se encamina a lograr para Afganistán unas Fuerzas Armadas profesionales, solventes, capaces de apoyar a sus autoridades en el mantenimiento de la seguridad y de la estabilidad del país, de acuerdo con las leyes internacionales y sin apoyo exterior.

El cometido específico de este Equipo de Enlace y Adiestramiento Operativo consiste en adiestrar y acompañar al Batallón logístico número 5.1 del Ejército afgano, con base en Herat.

El contingente español estaba formado por soldados de dos unidades:la Brigada Paracaidista (BRIPAC) y la Brigada Ligera Aerotransportable(BRILAT). Los primeros llevan seis meses sobre el terreno de operaciones; los pertenecientes a la BRILAT son el relevo de los anteriores y se han trasladado a Afganistán el pasado 27 de octubre, hace apenas dos semanas. El sentido de este desplazamiento conjunto era el intercambio de experiencias entre las unidades que están realizando un relevo.

El convoy había llegado minutos antes de las 12.30 horas (9.00 hora peninsular española) a las inmediaciones de la localidad de Shindand, a unos 110 kilómetros de Herat; que, como ya he comentado, está próxima a la base de la OMLT. Habían recorrido la mitad del trayecto: los 114 kilómetros que separan Farah de Shindand.

A esa hora, a 5,2 kilómetros de Shindand, el convoy detuvo y apartó de la calzada un vehículo que circulaba a baja velocidad en sentido contrario. Es decir, en dirección sur.

[Pueden ver señalado en el mapa el lugar exacto del que les estoy hablando. Las coordenadas son 33 grados, 22 minutos, latitud Norte; 62 grados, 18 minutos, longitud Este].

El vehículo interceptado era una furgoneta blanca marca Toyota, que no presentaba aspecto sospechoso. No obstante, siguiendo el protocolo de seguridad, los ocupantes de uno de los cuatro camiones de escolta que estaban en vanguardia ordenaron al conductor de dicho vehículo que se apartara y permaneciese estacionado en el arcén hasta que pasase el convoy. En un primer momento, el conductor, señorías, obedeció las órdenes.

Pero, a las 12.30, cuando el último blindado del convoy se situó a su altura, el conductor de la furgoneta aceleró, presuntamente, su vehículo y se dirigió hacia él. Presumiblemente, el conductor hizo detonar la carga explosiva a unos tres metros del blindado español. La onda expansiva afectó muy gravemente el lateral izquierdo del blindado. La furgoneta se desintegró por completo y sus restos quedaron desperdigados en un radio de acción de unos ochenta metros.

Como consecuencia del ataque, los seis tripulantes del blindado resultaron afectados. Dos de ellos fallecieron al instante. Los otros cuatro resultaron heridos de diferente consideración.

A causa de la explosión, el blindado español -de 15 toneladas de peso- sufrió importantes daños materiales, siguiendo su marcha en diagonal fuera de la carretera.

Los fallecidos son, como ustedes saben, el brigada Juan Andrés Suárez García (de 41 años, natural de Mieres, Asturias) y el cabo Rubén Alonso Ríos (de 30 años, natural de Vigo, Pontevedra). Los dos militares pertenecían a la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable, con base en Figueirido (Pontevedra).

Los militares heridos son el capitán Enrique José Dopico Rodríguez (de 34 años, natural de Betanzos, A Coruña); el sargento primero Gonzalo Miguélez Diéguez (de 40 años, natural de Golada, Pontevedra); el cabo Alberto Cao Pérez (de 29 años, natural de Ponferrada, León); y el cabo primero José Antonio Cures García (de 27 años, natural de Lyon, Francia). Este último, herido de carácter grave, fue intervenido quirúrgicamente en el Hospital 'Role-2' de la base de apoyo avanzado (FSB) de Herat y trasladado, en un primer momento, en avión medicalizado al hospital militar 'Role 3' en la base estadounidense de Kandahar y, de ahí, a Bhagram, en las proximidades de Kabul.

Según las primeras investigaciones, la carga letal estaba compuesta por los siguientes artefactos explosivos:

Tres proyectiles de artillería de 152 milímetros

Un proyectil de artillería de 130 milímetros

Un cohete de artillería de 107 milímetros

Los proyectiles tenían una carga explosiva de unos 30 kilos de trilita o TNT, que sumado al peso de sus carcasas metálicas, en total unos 150 kilos, hacen que su efecto sea mucho más devastador que el del explosivo usado aisladamente.

Como han señalado diferentes expertos militares, incluso un carro de combate hubiese resultado fuertemente dañado por la carga explosiva empleada.

Inmediatamente después del ataque, se aseguró la zona, en aplicación del procedimiento de seguridad correspondiente. Además, se aplicó el protocolo establecido para detectar posibles amenazas de artefactos explosivos improvisados (más conocidos como IED), en previsión de un posible atentado en cadena.

Una vez asegurada la zona, se procedió a la atención de los heridos. De acuerdo con el Plan operativo 00029 del Mando de Operaciones español, todas las unidades que operan fuera de sus bases en esta zona cuentan con una Célula de Estabilización. Dicha Célula está compuesta por un médico, un ATS, un sanitario y una ambulancia medicalizada, que incluye soporte vital avanzado.

El personal sanitario procedió a atender a los afectados por el ataque. A su vez, el jefe de la columna solicitó la evacuación aérea de los heridos.

Los helicópteros llegaron, en menos de una hora, al lugar de los hechos desde la base de Herat. Tomaron tierra sobre la misma carretera. Los heridos fueron trasladados al hospital de campaña, 'Role 2', de la base de Herat en el helicóptero medicalizado. Los cuerpos de los dos fallecidos fueron trasladados en el otro helicóptero, que cumplía además funciones de escolta.

El resto de los vehículos del convoy continuó su ruta para evitar que les alcanzara la noche. El blindado objeto del ataque fue cargado en el vehículo de recuperación español (VEMPAR) perteneciente al convoy original, y posteriormente trasladado al campamento del OMLT italiano en Shindand. Durante la carga del vehículo, un avión no tripulado (UAV) español sobrevoló la zona para reforzar la vigilancia de la operación.

Actualmente el blindado español siniestrado se encuentra ya en la Base de Herat, a disposición de las autoridades judiciales competentes. En este sentido, cúmpleme informarles de que el Juzgado Territorial Militar número 12 ha acordado inhibirse de las actuaciones en favor de la Jurisdicción ordinaria. Así, el juzgado de instrucción competente para el conocimiento de estos hechos es el Juzgado Central de Instrucción Número 2 de la Audiencia Nacional.

El ataque fue reivindicado el mismo día del atentado por el portavoz talibán Qari Muhammad Yusuf, en la web, supuestamente oficial, del autodenominado Emirato Islámico de Afganistán.

Personal de nuestros servicios de inteligencia se desplazó inmediatamente a la zona. Puedo informarles de que se ha logrado identificar al terrorista suicida. Sabemos que era originario de Shindand. Disponemos, asimismo, de valiosa información sobre el grupo al que pertenecía. Me permitirán que no les proporcione más datos para no comprometer no sólo la seguridad del personal de inteligencia sino también el buen rumbo de la investigación.

Media hora después del atentado se contactó con todas las familias de los soldados afectados, menos una, que se encontraba ilocalizable. Mantuve una conversación con las esposas de los fallecidos y comparecí a continuación ante los medios de comunicación con la información disponible en ese momento. Tres horas después me desplacé a Herat, en compañía del jefe del Estado Mayor de la Defensa, para infundir ánimos a nuestras tropas, y para acompañarles en esas horas de dolor por la pérdida de dos compañeros así como coordinar la repatriación de los fallecidos y la asistencia de los heridos.

Efectivamente, en el vuelo de regreso se repatriaron los dos cadáveres y trasladamos también a los heridos menos graves. El viaje se realizó en un 'Hércules' medicalizado hasta la base de Manás, Kirguistán; y desde allí al aeropuerto de Santiago de Compostela y a la base de Torrejón en un 'Airbus' 310 de la Fuerza Aérea española. Durante las 15 horas del viaje de regreso, los heridos recibieron la atención constante del equipo médico.

En cuanto al herido grave, el 12 de noviembre el cabo Cures fue trasladado a la base aérea de Ramstein, en Alemania. De allí fue recogido por un avión español medicalizado, que llegó a la mañana siguiente a la base aérea de Torrejón. A las 11.45 horas del pasado jueves fue finalmente traslado al Hospital Central de la Defensa, en Madrid, donde permanece ingresado.

Permítanme aprovechar la ocasión para felicitar a los médicos del hospital 'Role 2' de Herat, especialmente al equipo búlgaro. Tomaron decisiones en los primeros minutos tras el ingreso del cabo Cures que, probablemente, le salvaron la vida.

Los tres heridos leves han sido ya dados de alta. El herido grave, evoluciona favorablemente.

Señorías, he procedido a narrarles el relato de los hechos. No tuve la fortuna de conocer a Juan Andrés y a Rubén. Pero el contacto con sus compañeros y con sus familiares me ha permitido hacerme un retrato cabal de esos dos valientes. Me permitirán ahora que les exprese mi sentimiento ante su fallecimiento parafraseando un verso del poeta afgano Rafaat Husseini: Rubén y Juan Andrés tenían un corazón enorme, tan grande como nuestra tristeza.

Todos ustedes saben que esos dos hombres son parte de un contingente de 3.000 mujeres y hombres valientes.

Con estas dos muertes son ya 87 los militares españoles fallecidos en la misión de Afganistán. De ellos, seis han muerto en atentados terroristas. El resto han fallecido en accidentes de diferente carácter; entre las víctimas sobresalen, Señorías, las 62 del Yak-42.

Señorías, es un altísimo tributo a un compromiso que consideramos clave para la seguridad y la paz mundiales.

Por eso, a todos ellos, a sus familiares, y a los casi 800 hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas que desarrollan su misión en Afganistán, les debemos mucho.

Les debemos, en primer lugar, las máximas medidas de seguridad. Seguridad en sus desplazamientos internacionales, en sus movimientos en la zona de operaciones; seguridad en los medios materiales que deben emplear para su trabajo. Desde que parten de España hasta que llegan a su destino en Herat, Qala i Naw o Kabul. O cuando patrullan por territorio afgano.

Como expliqué la semana pasada en mi exposición de las líneas generales del presupuesto de Defensa para el año 2009, el Gobierno ha puesto en los últimos años, con el apoyo de todos los grupos parlamentarios, un énfasis especial en programas diseñados para dotar de seguridad adicional a nuestras tropas.

Entre estos programas y medidas, se encuentran:

La Instrucción número 2/2004, del jefe del Estado Mayor de la Defensa, sobre la creación de los equipos de inspección y de apoyo para seguimiento y control de contratos de transporte. Se trata, señorías, de que nuestros soldados vuelen a la zona de operaciones en aeronaves seguras.

La instalación de inhibidores de frecuencia en todos los vehículos desplegados en zonas de operaciones que es clave para proteger a nuestras tropas frente a los IED (artefactos explosivos improvisados).

El programa de aviones no tripulados UAV de uso táctico (Tipo Searcher y Raven –de menor alcance-) que permite obtener información e inteligencia desde la propia base logística, y que han demostrado ya su enorme utilidad para reducir los potenciales riesgos de nuestras patrullas.

En este apartado también se incluye el programa de renovación de vehículos blindados, que continúa de acuerdo con los planes previstos. Durante el año 2009 se completará la recepción de los vehículos Lince, de los que ya tenemos 23 en Afganistán. Asimismo, se empezarán a recibir el año próximo los vehículos de pelotón RG-31. Este programa dotará a nuestras unidades de vehículos de gran capacidad de enlace y transporte con protección contra armas convencionales, minas y artefactos explosivos improvisados.

Se ha incrementado el número de dispositivos de visión nocturna y se están adquiriendo y desplegando en las zonas de operaciones vehículos logísticos con blindaje en cabina.

Finálmente, se está trabajando en el diseño de una nueva base para el Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT) español en el exterior de Qala-i-Naw, que estará dotada de todas las medidas de seguridad necesarias.

Así, pues, señorías, máxima seguridad para nuestras tropas.

Pero les debemos también todo nuestro reconocimiento y nuestro apoyo. Como saben, los dos soldados fallecidos han recibido la más alta condecoración que se concede en estos casos: la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo. He propuesto, asimismo, la concesión de la misma condecoración, con distintivo amarillo, a los cuatro heridos.

También he dado las instrucciones para que se agilice el ascenso honorífico, a título póstumo, del brigada Juan Andrés Suárez García y del cabo Rubén Alonso Ríos. Quiero agradecer las palabras que, en este sentido, me dirigió el pasado miércoles en esta misma Cámara el portavoz del Grupo Popular. Señor Fernández Mesa, sepa que vamos a agilizar al máximo dichos ascensos, dentro de los cauces a que, como comprenderán, me obliga la ley.

Por tanto, señorías, les debemos seguridad y gratitud. Y también les debemos claridad sobre la naturaleza de nuestra misión y sobre la situación de aquel país. La máxima claridad. En todo momento, en cualquier lugar o en cualquier foro en el que se trate la situación de Afganistán.

Señorías, nunca he sido partidaria de eufemismos ni de dobles lenguajes. Y mucho menos en este caso. Así que repetiré hoy aquí las mismas palabras que dirigí a nuestras tropas en Herat, al día siguiente del ataque.

Les dije que estamos en esas tierras para defender la paz y la seguridad de todos, también la de nuestros compatriotas. España, junto con unos cuarenta países de cuatro continentes, está en Afganistán porque desde ahí se fraguaron amenazas contra las vidas de miles de ciudadanos de todo el mundo.

Les recordé que estamos en Afganistán porque los que han arrancado ahora la vida de dos militares españoles amenazan al pueblo afgano y también a todas las mujeres y hombres libres del mundo. Desean someternos a su terror. También a nuestras familias.

Y por último, les dije que estamos ante una misión que culminará cuando el pueblo afgano sea capaz de valerse por sí mismo, y de vivir en libertad y en paz.

Así, pues, señorías, claridad. Y en nombre de esta claridad, voy a explicar con detalle las razones de nuestra presencia en Afganistán. Y voy a exponer también la evolución de la situación en aquel país.

Huelga recordarles, Señorías, que el 11 de septiembre de 2001 el terrorismo islamista, amparado por el régimen afgano de los talibanes, declaró la guerra al mundo civilizado y a quienes se negaran a someterse a sus dictados. Por eso fuimos a Afganistán; y porque Naciones Unidas amparó la intervención y estableció una fuerza de seguridad a la que nos incorporamos en virtud de una decisión promovida por el Gobierno de José María Aznar y respaldada por la inmensa mayoría de los diputados de esta Cámara, entre otros por quien les habla. Una intervención que se justificaba porque ese país se había convertido en base de operaciones de Al Qaeda; porque Afganistán irrumpió con brutalidad en nuestras vidas.

Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, los Estados Unidos forjaron una coalición internacional contra el terrorismo y dispusieron una operación militar, la denominada 'Libertad Duradera', cuyo primer objetivo era la captura de Osama Bin Laden. La acción de esta coalición propició la caída del régimen talibán y la recuperación por parte de la denominada 'Alianza del Norte' –el brazo armado del Gobierno afgano en el exilio– de la mayor parte del territorio.

Precisamente hoy, Señorías, se cumple el séptimo aniversario del abandono definitivo del Gobierno de Afganistán por parte de los talibanes. Cuatro días antes, el 13 de noviembre de 2001, había tenido lugar su salida de Kabul, tomada por las tropas de la Coalición y de la Alianza del Norte.

Inmediatamente, saben ustedes, comenzaron las gestiones en el plano diplomático para apoyar al gobierno y al pueblo de Afganistán a reconstruir su país, establecer los cimientos para una paz duradera y asumir el lugar que les corresponde en la comunidad de naciones. A tal efecto, tuvo lugar, a finales de 2001,la Conferencia de Bonn que, auspiciada por la ONU, estableció el marco político para garantizar el proceso de pacificación y democratización del país, a la vez que se estableció una fuerza internacional de paz, la ISAF. Desde la Resolución 1378, de 14 de noviembre de 2001, que sienta las bases para la futura misión de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad para Afganistán (ISAF); pasando por la Resolución 1386, de 20 de diciembre de ese mismo año, que aprueba su mandato; hasta la más reciente, la Resolución 1833, de 22 septiembre de 2008, son numerosos los acuerdos de la ONU que han ido marcando todos y cada uno de los pasos de la Coalición Internacional en Afganistán.

Déjenme pues que les recuerde las líneas fundamentales de la Resolución 1386, adoptada el 20 de diciembre de 2001.

La Resolución pone de manifiesto que la situación en Afganistán constituye una amenaza para la paz y para la seguridad internacionales; extremo éste, por cierto que sigue recogiendo la Resolución más reciente, la 1833 de 22 de septiembre de este mismo año; la 1386 reitera el apoyo del Consejo de Seguridad a la acción internacional para erradicar el terrorismo, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas; reafirma el compromiso de preservar la soberanía, independencia, integridad territorial y unidad nacional de Afganistán; autoriza el establecimiento de una “Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad ”, que ayude al Gobierno de Afganistán a mejorar la situación de la seguridad en todo el país, cuestión ésta que es responsabilidad primordial de las autoridades afganas; y autoriza a ISAF a actuar en virtud del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas.

En este punto creo esencial subrayar que esta resolución invoca el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Permítanme que me detenga en este punto crucial para evitar los equívocos. El Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas se refiere a las misiones de imposición de paz. Repito: Imposición de paz. Carta de Naciones Unidas. Es decir, y hago honor a mi invocación a la claridad: misiones que se realizan en zonas donde existe un conflicto armado.

He dicho antes que no soy amiga de eufemismos ni de disimulos, y menos aún cuando está por medio la integridad física de nuestros soldados. Agrego ahora que detesto igualmente las tergiversaciones que oponen misión de paz con escenarios bélicos. No hay contradicción alguna. Hay que llamar a cada cosa por su nombre. Y nuestros soldados están junto a 70.000 de más de 40 naciones para llevar la paz a un país que ha conocido la guerra y que vive actualmente una situación de violencia terrorista generalizada que pretende derrotar al incipiente y débil régimen democrático afgano.

Es una amplísima ofensiva terrorista declarada por los islamistas fanáticos y caudillos tribales contra el gobierno legítimo de Afganistán; una amenaza global promovida por Al Quaeda y sus aliados talibanes para sojuzgar a los afganos y para recuperar una plataforma territorial desde la que multiplicar su campaña de terror internacional.

La Conferencia de Bonn de 2001 y las sucesivas reuniones internacionales al más alto nivel, como la Conferencia de Londres de enero de 2006, o la más reciente de París, celebrada en junio de este año, han intentado encauzar la gestión del conflicto y trazar una solución duradera del mismo.

Lo han hecho atendiendo siempre a los mismos principios: dar protagonismo a la población local, proporcionar una estructura de apoyo y acompañamiento de las instituciones públicas afganas, y evitar toda tentación de suplantación de las mismas a cargo de la comunidad internacional. En suma: la afganización de la intervención y el apoyo a la reconstrucción del país a través de los PRT (Equipos Provinciales de Reconstrucción), única estrategia que puede dar frutos a largo plazo.

En numerosas ocasiones se han invocado en esta Cámara las razones de nuestra presencia en Afganistán. El principal objetivo que persiguen Naciones Unidas y la Comunidad Internacional es conseguir un Gobierno soberano y democrático, capaz de ejercer la autoridad en todo el territorio y conjurar el riesgo que aún hoy radica en Afganistán para la seguridad del mundo.

Con este objetivo, el Consejo de Ministros presidido por José María Aznar aprobó el 27 de diciembre de 2001 nuestra presencia en Afganistán. Decisión que dio pie al despliegue del primer contingente español compuesto por 442 efectivos.

En julio de 2004, el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero autorizó, con el acuerdo de la gran mayoría de la Cámara, un aumento de nuestra presencia hasta 540 militares. Posteriores incrementos han hecho que el total de efectivos ascienda a 778 soldados españoles, todos ellos con el correspondiente y amplísimo aval de este Parlamento.

Me gustaría destacar como un hito la aprobación en esta Cámara, en septiembre de 2007, del despliegue de dos Equipos de Enlace y Adiestramiento Operativo (OMLT). En uno de estos equipos participaban los dos soldados fallecidos el pasado día 9.

Señorías, ningún Gobierno español ha dicho que esta tarea fuera fácil, breve, o que iba estar exenta de riesgos. No lo dijo el Gobierno de José María Aznar; no lo han dicho los sucesivos gobiernos, ni mis antecesores en esta cartera. Todos han advertido de los riesgos y las dificultades que entrañaba una misión que se prolonga ya por espacio de siete años.

España ha estado desde el principio comprometida con Afganistán. Y lo ha hecho siempre con el apoyo y el respaldo amplísimo de esta Cámara y en compañía de numerosos países. Cuando hace unos minutos hablaba de la implicación de la comunidad internacional, deseaba resaltar hasta qué punto la intervención en Afganistán es fruto de un consenso internacional; de que todos, de una u otra forma, hemos asumido nuestras responsabilidades en ese país y de que nuestra apuesta era decidida.

Hoy en ISAF participan 41 países de cuatro continentes con 50.750 soldados. Son los 26 Aliados, la inmensa mayoría de los de la Unión Europea (salvo Chipre y Malta) y otros. Todos convencidos de que sin seguridad no hay reconstrucción; persuadidos de que, para que ambas perduren, seguridad y reconstrucción, deben arraigar las instituciones afganas, comenzando por su ejército y policía propios y siguiendo por sus organismos representativos. No existe una solución meramente militar para los problemas de Afganistán. Ni existe una solución para Afganistán puramente externa.

Para que ese país deje de albergar una amenaza para la seguridad mundial y para que disfrute de una existencia civilizada y pacífica se requiere el protagonismo afgano, la estabilidad de las instituciones afganas, en suma, lo que se ha llamado el proceso de afganización de la intervención y el apoyo a la reconstrucción a través de los equipos provinciales de reconstrucción.

Precisamente en este aspecto deben ser destacados los logros que la intervención española ha hecho posible en Afganistán. Nuestra cooperación ha construido 160 kilómetros de carreteras, una nueva pista y terminal en el aeropuerto, suministro eléctrico para 15.000 personas, agua potable para 30.000, 29.000 nuevas plazas escolares (se ha reducido a la mitad la tasa de analfabetismo) e importantes avances en sanidad. Y todo ello con la intervención a veces y siempre con la protección de nuestros soldados.

La provincia de Badghis, donde los españoles dirigimos el PRT, ha pasado del penúltimo al segundo lugar en la calidad de los servicios sanitarios entre las 34 provincias del país. Se han atendido a más de 50.000 afganos (11.000 urgencias y 40.000 consultas), se ha formado a médicos y matronas, se han donado ambulancias. Y 4.000 niños se han beneficiado del programa contra la malnutrición y se ha reducido en un 70% la mortalidad infantil.

Tras meses de trabajo realizando el alcantarillado, la recogida de aguas residuales, las canalizaciones de agua potable o las instalaciones para el cableado, han comenzado las obras para dotar de asfaltado a las calles de Qala i Naw. Todas esas tareas se han podido llevar a cabo gracias, en unos casos, a la protección que nuestras tropas prestan a los expertos de la Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo (AECID). En otros, con la intervención directa de nuestros soldados, a través de los proyectos de impacto rápido. Se trata de proyectos orientados a mejorar de manera inmediata la calidad de vida de la población local, en aspectos muy concretos como el acondicionamiento y alumbrado de edificios públicos, la mejora de instalaciones educativas, sanitarias y deportivas o los programas de formación de la población.

Ciertamente estos progresos no pueden extrapolarse al conjunto del país, pues la situación de seguridad es sumamente desigual. En un número creciente de zonas la seguridad ha experimentado un auténtico retroceso en el último año. La actividad de los grupos talibanes se ha extendido de sus áreas tradicionales de dominio en el llamado “cinturón pastún” hacia los enclaves pastunes de las regiones oeste y norte del país. Y la situación en la frontera con Pakistán es cada día más compleja. Ha resurgido además el cultivo del opio y buena parte de la población local manifiesta impaciencia ante la resolución de los problemas cotidianos.

A todo ello se suman los lamentables errores militares cometidos en el teatro de operaciones por las fuerzas intervinientes en 'Libertad Duradera, que han originado con demasiada frecuencia bajas civiles. Errores que han restado apoyos locales al contingente internacional.

El cuadro de dificultades se completa con la histórica falta de vertebración del país en los ámbitos político y económico, la ausencia de buen gobierno y la ineficiencia y corrupción enquistada en la policía y en buen número de ministerios.

Para decirlo crudamente y con palabras del presidente electo de EE UU: “El último año ha sido el más mortífero desde 2001; los ataques suicidas se suceden; aumentan las bajas; la corrupción y el tráfico de drogas son rampantes; ni el gobierno ni la economía legal logran dar respuesta a las necesidades del pueblo afgano”.

El mandato de ISAF, les recuerdo, persigue la estabilización (es decir, la seguridad), el desarrollo y la reconstrucción. Durante una etapa, las condiciones sobre el terreno habían alcanzado un grado de estabilidad, es decir, un grado de seguridad, que nos permitía concentrarnos en el desarrollo y la reconstrucción del país.

El retroceso que se ha registrado en el último periodo nos obliga a todos los países participantes a poner mayor énfasis, a día de hoy, en las labores de imposición de paz, de seguridad. Por supuesto, sin abandonar las tareas de desarrollo y de reconstrucción.

Se lo voy a decir, Señorías, con las palabras pronunciadas hace pocos días por la canciller alemana, Angela Merkel, la semana pasada: “Hay que hablar claro: la Comunidad Internacional todavía no ha logrado el objetivo de la estabilización de Afganistán”.

El propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha expresado también en sus resoluciones más recientes [1] su preocupación por el aumento de las actividades violentas y terroristas de los talibanes, Al-Qaeda, los grupos armados ilegalmente, los delincuentes y quienes se dedican al tráfico de estupefacientes.

Por tanto señorías voy a ser, una vez más, clara: no ha cambiado la cobertura legal de Naciones Unidas a la misión de ISAF que desarrollan nuestras tropas en Afganistán. Tampoco ha cambiado la naturaleza de su misión. Lo que han cambiado son las circunstancias. Desgraciadamente hoy existe mayor inseguridad que hace dos años y la misión entraña hoy mayores riesgos.

Nos hallamos, por tanto, en una encrucijada. De las decisiones que la comunidad internacional adopte ahora dependerá el éxito o el fracaso de la misión.

Caben dos caminos. El primero es abandonar Afganistán como reclaman algunos.

La primera consecuencia de esa decisión, si fuese adoptada por el conjunto de la coalición internacional, supondría en las circunstancias actuales el regreso de los talibanes al poder o, alternativamente, el hundimiento del país en una nueva guerra civil. Puede imaginarse la desestabilización que ello supondría en una región en la que tres naciones poseen además el arma nuclear.

La segunda consecuencia indiscutible sería la violación masiva de los derechos humanos, la proscripción de la mujer de la vida pública y el abandono por parte de mujeres y niñas de las aulas de escuelas y universidades. Permítanme a este respecto que refiera un episodio reciente registrado en el sur del país. Bandas de talibanes han arrojado ácido a grupos de niñas únicamente porque pretendían acudir al colegio de Kandahar. Estos hechos, desgraciadamente, ocurren a diario en Afganistán. Pese a ello, las niñas se mantienen firmes en su deseo de ejercer el derecho básico a una educación que los fanáticos quieren arrebatarles.

El aumento del crimen organizado y del tráfico de drogas, sería la tercera consecuencia, con efectos devastadores sobre todo entre la juventud occidental.

Finalmente, el terrorismo islámico vinculado a Al-Qaeda, que ya tuvo bajo el régimen talibán su santuario, recuperaría una plataforma poderosa desde la que realizar el entrenamiento, la financiación y la organización de sus acciones, de las que ya fueron muestra los atentados de Nueva York, Bali, Madrid, Estambul, Casablanca o Londres. Es más, podría proseguir su expansión hacia los países musulmanes de la cuenca mediterránea de los que nos separan cortas distancias.

Con este escenario, Señorías, lo último que, en este momento, debería hacer un político responsable es abandonar Afganistán. Pero existe un segundo camino: reorientar nuestra acción en Afganistán, revisar la estrategia seguida y corregir los errores que se hayan cometido. Dicho de otro modo, enmendar lo que ha impedido que se alcancen los objetivos de reconstrucción y desarrollo definidos en el “Pacto para Afganistán” aprobado en la Conferencia celebrada en Londres en enero del 2006 y revisados en la Conferencia de París de junio de este año.

Nuestra finalidad última ha de ser que Afganistán se convierta en un país estable, con un sistema político capaz de concitar un consenso interno suficiente, económicamente autosostenible y capaz de ejercer sus responsabilidades de seguridad en todo el territorio, de manera que no constituya una amenaza ni para sus ciudadanos, ni para sus vecinos, ni para la Comunidad Internacional en su conjunto.

A tal fin, “Pacto para Afganistán” o “Afghan Compact”, establece una serie de etapas e hitos que permiten el seguimiento puntual de los avances en materia de reconstrucción y desarrollo para el periodo 2006-2010. También el Plan Estratégico Político-Militar aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno aliados en Bucarest define una estrategia para los próximos 3-5 años, basada en la propiedad o “ownership” afgana de todo el proceso, es decir, la asunción progresiva por parte del Gobierno de Kabul de sus propias responsabilidades a fin de hacerse con el control en materia de seguridad; el avance en paralelo de las labores de seguridad y reconstrucción; la mejor coordinación de los distintos actores internacionales; la implicación constructiva de todos los vecinos en la estabilización de Afganistán; un enfoque “de abajo a arriba”, coherente con la idiosincrasia afgana y respetuoso con las diferencias culturales, étnicas, tribales y religiosas del país, así como la primacía de los objetivos políticos sobre los militares en la operación.

Este plan se desarrolla por fases y contiene una serie de plazos. Debemos insistir más en el cumplimiento de esas fases y esos plazos. Al mismo tiempo, debemos reorientar sus líneas de acción allí dónde no se están produciendo los resultados que esperábamos.

Así se ha puesto de manifiesto en las reuniones de ministros de Defensa de la OTAN celebradas en Londres y Budapest en septiembre y octubre de este año y en los encuentros de ministros de Defensa de la UE que han tenido lugar en Deauville (Francia) y en Bruselas en octubre y noviembre.

Permítanme que les describa los puntos nodales de esta revisión estratégica para Afganistán que España promueve junto con otros países.

Primero acelerar la afganización, esto es, la transferencia progresiva de responsabilidades en materia de seguridad, de manera que el ejército afgano pueda operar autónomamente y resistir por sí solo la presión armada de la insurgencia. En la actualidad el ejército de Afganistán participa ya en el 70 por 100 de las operaciones y cuenta con siete batallones que pueden actuar con plena independencia, sin necesidad ya de ayuda internacional. El objetivo es que en el 2010, a través del programa de equipos de formación y entrenamiento, los OMLT, disponga de 122.000 efectivos que le permitan operar de manera autónoma. Por su parte, la Unión Europea ha puesto en marcha la misión EUPOL de asistencia a la policía, en la que participan 195 efectivos para ayudar al Gobierno de Kabul a reforzar su credibilidad y a reforzar su control del orden público en todas las provincias. Además, la Comisión Europea está implementando un programa de apoyo a la reforma del sector de la justicia y de la policía con un presupuesto de 200 millones de € para los próximos cuatro años. España participa con doce policías y guardias civiles en EUPOL-Afganistán, lo que nos convierte en el tercer contribuyente a esta misión.

Segundo mejora de la coordinación bajo liderazgo de Naciones Unidas. La OTAN está en Afganistán a petición del Gobierno afgano y al amparo de las correspondientes resoluciones del Consejo de Seguridad de NU (1386, 1510, 1776 y en última instancia, la 1833 de 22 de septiembre del 2008, que prorroga la misión de ISAF hasta octubre del año 2009). Son, por tanto, las Naciones Unidas quienes deben dirigir las actividades de la comunidad internacional y supervisar la aplicación del Pacto para Afganistán. Es preciso que la infraestructura de la Misión de Naciones Unidas de Asistencia a Afganistán (UNAMA) llegue a todos los rincones del país. El nombramiento del diplomático noruego Kai Eide como Enviado Especial del Secretario General en febrero de este año, ha supuesto un paso importante. Es preciso que se visualice a Naciones Unidas como la coordinadora de todo el entramado internacional en Afganistán.

Tercero evitar a toda costa bajas civiles. Constituye un imperativo moral, pero debe ser también una meta operativa. El fin último de la misión es estabilizar el país, para lo que resulta imprescindible el apoyo de la población afgana. Es necesario hacer un uso proporcionado de la fuerza en todo momento y planear las operaciones de tal modo que se minimice el número de bajas en general, y se eviten las bajas civiles en particular.

Cuarto mayor implicación de los países vecinos. Se precisan unas relaciones inclusivas con todos los países de la zona. Es conveniente animar las recientes evoluciones en Pakistán y en particular el acercamiento entre Islamabad y Kabul, tras la elección del Presidente Zardari. La Comunidad Internacional debe acompañar al gobierno pakistaní en sus esfuerzos por luchar contra el extremismo y el terrorismo. Asimismo, debemos mejorar la asistencia económica y comercial a Pakistán para que pueda llegar con servicios básicos a las regiones más aisladas, fronterizas con Afganistán, que han sido el feudo tradicional de los talibanes.La Unión Europea y EE.UU. podemos desempeñar un papel relevante en este ámbito. Como ha señalado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el fomento de la cooperación regional reviste una importancia crucial como medio eficaz de promover la seguridad, la gobernabilidad y el desarrollo en Afganistán”[2].

Quinto mayor exigencia a las autoridades afganas. Las autoridades afganas deben ir asumiendo progresivamente sus deberes y responsabilidades en todos los ámbitos y muy especialmente en el ámbito de la seguridad, al objeto de que los afganos tengan el control final de su país y, por tanto, permitiendo una reducción de la dependencia internacional. Al mismo tiempo, el Gobierno de Kabul debe comprometerse firmemente en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado, incluido el narcotráfico. Existe una vinculación cada vez más fuerte entre las actividades terroristas y las drogas ilícitas y corresponde a las autoridades afganas encabezar los esfuerzos para combatir esta relevante amenaza.

Sexto una mayor coordinación entre ISAF y Libertad Duradera, para asegurarnos que ambas trabajan a favor del mismo objetivo estratégico, que es el de estabilizar el país con el respaldo de la propia población afgana. Resulta imprescindible que el Consejo Atlántico mantenga en todo momento el control político de ISAF y de su relación con la operación de la Coalición Internacional.

Esta nueva orientación se abre paso y suscita un consenso creciente. Aliados como Noruega, Holanda y Reino Unido nos ayudaron a impulsar la nueva estrategia de la OTAN aprobada en Bucarest. Tanto la presidencia francesa de la UE como nuestros socios más próximos, entre los que se encuentran Alemania, Portugal y otros importantes países europeos, se han expresado recientemente a favor de promover ese enfoque global en el que la solución no puede ser ni exclusiva ni principalmente militar y conforme al cual debemos intensificar los esfuerzos para dar a las autoridades afganas los medios con los que puedan asumir sus propias responsabilidades.

La propia Administración estadounidense es sensible a esta revisión. Esta receptividad la detecté al expresar la posición española al Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates. Con él tuve ocasión de conversar en encuentro bilateral el pasado 9 de octubre durante la reunión de la OTAN en Budapest. El Secretario Gates me manifestó entonces su profundo aprecio por el compromiso de nuestro país en Afganistán en materia de formación y capacitación del ejército y la policía afganos, las tareas de seguridad que estamos allí emprendiendo, así como las tareas de reconstrucción y desarrollo.

Pero además, esta orientación es coincidente con los puntos de vista expresados por la nueva presidencia estadounidense, que ya ha anunciado su intención de intensificar el esfuerzo militar y económico en Afganistán, dentro de una reorientación de su acción política y de seguridad en ese país.

Señorías, España reclama una revisión de la estrategia con lealtad y también con claridad. Y lo hacemos, por supuesto, con plena legitimidad. Es verdad que sólo aportamos algo más del uno por ciento de la fuerza militar presente, lo que de todos modos nos convierte en el décimo contribuyente aliado a una misión en la que participamos con cuatro decenas de países.

Pero también es cierto que para el periodo 2001-2010 hemos comprometido 236 millones de € en fondos de reconstrucción y desarrollo, y sólo en la provincia de Badghis, la AECID está invirtiendo 50 millones de € en el periodo 2006-2010, lo que ha permitido, entre otras cosas, que la segunda provincia más pobre del quinto país más pobre de la Tierra, se haya convertido en la segunda con mejores equipamientos sanitarios de todo Afganistán, tal como expuse anteriormente.

Lo reclamamos también con la legitimidad que nos otorga el sacrificio de nuestros soldados: somos el cuarto país que más bajas ha sufrido en esta misión: 87 (por detrás de EE.UU., con 627; Reino Unido, con 124; y Canadá, con 97) por más que, como saben, tres cuartas partes de ellas se hayan producido en el traslado desde la zona: 62 de nuestros militares fallecieron en el trágico accidente del Yak-42 que se estrelló en Trebisonda, Turquía, el 26 de mayo del 2003, cuando regresaban a España tras cuatro meses y medio de misión en Afganistán.

Señorías, lo importante, lo imprescindible, no es cuántos efectivos se precisan, sino qué hacen y cómo desarrollan su misión en Afganistán. Lo primero es rectificar el rumbo, definir una nueva línea estratégica de acción: Más coordinación bajo mandato de la ONU, más responsabilidad para las autoridades afganas, máxima atención a la población civil y finalmente la necesaria e imprescindible implicación de los países vecinos.

Tenemos una estrategia política y militar y una estrategia de reconstrucción y desarrollo. Queremos que se cumplan íntegramente y que se corrijan aquellos aspectos dónde no se están obteniendo los resultados esperados.

No desconocemos las dificultades de esta misión. Somos perfectamente conscientes de que Afganistán ocupa el epicentro del escenario en que se desarrolló, por dos siglos, la pugna por el dominio del Asia Central. Sabemos que Afganistán fue, desde principios del siglo XIX, el espacio del Gran Juego, la disputa que iniciaron el Imperio Ruso y Gran Bretaña y prosiguieron la Unión Soviética y los EE UU. De hecho, Afganistán es uno de los únicos tres países del mundo que nunca llegó a ser colonizado por ninguna potencia.
Un territorio vasto y atormentado que vive un conflicto ininterrumpido desde que, hace más de medio siglo, el Príncipe Daud dio un golpe de estado contra su propio primo el Rey Zaher Shah; un país que ha conocido desde entonces una ocupación soviética, una sangrienta guerra de una década; y una nueva contienda civil entre los señores de la guerra que habían combatido a los soviéticos.

Sabemos que si los talibanes lograron imponer su régimen de terror sobre la población y brindar una plataforma para la empresa criminal de Al Qaeda, si lo hicieron, fue porque la sociedad afgana estaba triturada y el estado afgano había fenecido. Y sabemos, por la experiencia de países como Afganistán y Somalia, que la bancarrota del Estado es la condición que aprovechan los movimientos terroristas para hacerse con el poder y ejercer su tiranía.

Sabemos que no será fácil, que no será sencillo culminar con éxito esta misión, devolver la estabilidad y la paz a esa tierra y reconstruir un Estado digno; porque hace mucho tiempo que esa tierra no conoce la paz y la estabilidad y hace mucho tiempo que el Estado se volatilizó.

Pero estamos decididos a contribuir al esfuerzo internacional para conseguirlo. Estamos resueltos a lograrlo para redimir a los afganos de esa espiral maldita que encadena guerra civil con opresión y opresión con nueva guerra civil. Y estamos además comprometidos a conseguirlo porque de esta misión depende la seguridad en el mundo, que es también nuestra propia seguridad.

Nuestros soldados, y lo puedo atestiguar personalmente, asumen los riesgos de su cometido sin alardes inútiles, con pleno sentido profesional y con la gallardía que les caracteriza. Y no piden otra cosa que cumplir con su parte en la misión sin ser perturbados por debates estériles ni especulaciones artificiales.

Señorías, hay una línea invisible que conecta los cielos de Manhattan con las lejanas montañas de Kandahar y Jalalabad. La seguridad de todo el mundo, nuestra seguridad, depende de la paz y la estabilidad en Afganistán.

Y por eso hay también un hilo invisible que conecta nuestros corazones con los de nuestros soldados que cada día patrullan con riesgos las inmediaciones de Herat y protegen la reconstrucción de Qala-i- Naw.

[1] 1806 de 20 de marzo de 2008; 1833 de 22 de septiembre de 2008.

[2] Resolución 1806 de 20 de marzo de 2008.

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