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CEHISMI - Comisión española de historia militar

Los generales políticos en Europa y América : centauros carismáticos bajo la luz de Napoleón, 1810-1870.

Texto

CAÑAS DE PABLO, Alberto; Los generales políticos en Europa y América : centauros carismáticos bajo la luz de Napoleón, 1810-1870. Madrid, Alianza Editorial, [2022]; 463 páginas; ISBN: 9788413627052.

 

Resulta gratificante reseñar una tesis doctoral cuando detrás hay una investigación amplia, en un proceso de explorar, indagar, averiguar, y aportar una serie de conclusiones razonadas.

La tesis del autor, titulada Napoleón como modelo político en la Europa del siglo XIX: el caso español (1814-1870), se presenta por la editorial con un título más comercial: Los generales políticos en Europa y América. Centauros carismáticos bajo la luz de Napoleón 1810-1870, y aborda la vertiente política del militar corso en un contexto europeo, con especial atención a las peculiaridades de la España decimonónica en esa cuestión.

Tanto Napoleón Bonaparte como el resto de soldados que ejercieron como líderes políticos respondieron al segundo de los tipos ideales del origen de legitimación y de dominación expuestos por Max Weber: el basado en el carisma del caudillo, frente al tradicional y al legal-racional, formas ordinarias de dominación de un líder.

Los capítulos más importantes están dedicados a estudiar la figura de Napoleón Bonaparte como iniciador del modelo de general político y, derivando de esta figura, la de los generales políticos en Europa (Jean-Baptiste Bernadotte, el duque de Saldanha, Giuseppe Garibaldi, deteniéndose detalladamente a estudiar el caso español constituido por tres generales políticos: Riego, Espartero y Prim) y América (Ulysses S. Grant, Agustín de Iturbide, Simón Bolívar, Estanislao López).

En palabras del autor, cuatro elementos explican la aparición del recurso a los generales desde los poderes políticos civiles: inestabilidad política, incremento de la visibilidad pública de los soldados como consecuencia de las levas masivas (la guerra y su dilatación en el tiempo acercó lo castrense al mundo civil), los nuevos valores en torno a los cuales se realizaron dichos reclutamientos masivos (la patria en peligro a la que había que defender, la noción de ciudadano concienciado con dicha defensa), y el sistema meritocrático, que posibilitaba que cualquier soldado pudiese ascender en el escalafón por su propia valía y no por su cuna. Por último, los triunfos militares en el extranjero hicieron visibles a nivel popular a estos líderes.

El modelo napoleónico desarrollado en este libro se basa en 3 elementos: en primer lugar, la arribada de tono mesiánico por parte de un militar de éxito contrastado; por otro, esa llegada se producía durante la existencia de una seria amenaza para el orden; por último, debía darse una situación de grave y generalizada inestabilidad política. Y ese militar carismático tenía que ser firme y decidido y, al mismo tiempo, debía ser alguien cercano al pueblo, para que la identificación de las masas con él fuese más sencilla.

En el caso de Napoleón, a la fuerte legitimidad carismática como héroe se añadió un creciente cariz tradicional a medida que el sistema político levantado en torno a él fue monarquizándose, reforzando la necesidad de un poder individual superior. Por otra parte, la centralización de su persona como ente condensador de la nación francesa y su afán por presentarse como una figura suprapartidista que sólo miraba por los intereses comunes lo unen al resto de generales políticos: Bernadotte, Saldanha, Garibaldi, Grant, Iturbide, Bolívar, López, Riego, Espartero y Prim, que siguieron su modelo y también asumieron una voluntad unívoca en sus países. Todos ellos intentaron que su identificación como únicos representantes patrióticos sirviera para apuntalar su poder a través de la difusión de la idea de que atacarlos a ellos equivalía a traicionar a la nación y a la libertad.

España es uno de los países europeos donde con más fuerza arraigó el modelo napoleónico, en parte por la amplitud y profundidad de la experiencia social bélica. Pocos países vivieron bajo una custodia militar tan directa e inmediata. El ciclo guerrero iniciado en los años noventa del siglo XVIII se prolongó algo más que en otros a causa de las guerras de independencia de las colonias americanas y por la Primera Guerra Carlista, alcanzando el medio siglo. Haber sufrido durante más tiempo los estragos de la guerra acentuó los efectos de ésta en la sociedad y en el ejército, erigido como libertador. Junto a esta causa bélica, se encuentran otros motivos de corte político, como la inconsistencia de las formaciones políticas civiles del período o el rechazo hacia el espíritu de partido, que se percibía por muchos como opuesto a los intereses nacionales. Este rasgo característico explica la sucesión de pronunciamientos, tan propia del siglo XIX español, además del liderazgo de las formaciones políticas principales por parte de los militares.

Mientras que por proximidad cronológica Riego fue representado en ocasiones exactamente igual a Napoleón, Espartero fue el que en mayor medida adoptó el rol mesiánico en tiempos de desafíos para la nación y las libertades para España, sobre todo por la capacidad de su figura para resistir en el imaginario colectivo. El papel de Prim es comparable y sus habilidades políticas fueron superiores, aunque su popularidad, si bien muy elevada, no logró alcanzar la del manchego. En todo caso, los tres protagonizaron algunos de los momentos de mayor incertidumbre del siglo (Trienio Liberal, Guerra Carlista y Regencia posterior, Revolución de 1868 e Interinidad) y fueron comparados y equiparados a Napoleón en mayor o menor medida.

 

Pilar Domínguez Sánchez

Comisión Española de Historia Militar (CEHISMI)