Logotipo del Ministerio de Defensa

CEHISMI - Comisión española de historia militar

La ayuda militar portuguesa

Texto

 De Mesa Gutierrez, Jose Luis. La ayuda militar portuguesa a la España Nacional 1936-1939, Madrid: SND editores, 686 pp. ISBN: 9788418816437

 

Hace años, no crean que muchos, escribir sobre las relaciones entre la España y el Portugal contemporáneos, o sobre historia contemporánea portuguesa, era un ejercicio arriesgado, historiográficamente muy poco valorado y bastante solitario. Lo era, porque salvo algunos precedentes significativos como Jesús Pabón o Diego Sevilla Andrés, Portugal era también un eterno desconocido para la inmensa mayoría de la historiografía española. Ni siquiera los estudios comparados entre ambos países ocupaban y preocupaban a muchos investigadores españoles y eran, también, muy pocos los que al analizar temas de historia contemporánea española tomaban en consideración el proceso histórico que había vivido o estaba viviendo el país vecino.

Afortunadamente, hoy la realidad es bien distinta. La labor pionera de Hipólito de la Torre Gómez, el gran maestro de los lusitanistas españoles contemporáneos, ha sido continuada por quienes después de tantos años siguen bebiendo de su magisterio. Podríamos citar muchos nombres, siempre encabezados por Josep Sánchez Cervelló, pero lo esencial es que gracias a ese esfuerzo y al empuje inicial de ese pequeño núcleo de historiadores, silencioso al principio, prolongado en el tiempo y no siempre debidamente reconocido, la historiografía española lleva ya años ocupándose y preocupándose de Portugal, de su historia contemporánea y de sus relaciones con España. Y lo ha hecho hasta alcanzar un volumen de estudios bien significativo, que permite conocer de forma bastante profunda esa contemporaneidad peninsular tan compleja como atractiva y sugerente. Pero como siempre sucede, todavía quedaban sin cubrir importantes lagunas. Alguna de ellas especialmente llamativa. Y es aquí donde cobra especial relevancia la obra de José Luis de Mesa Gutiérrez.

Como no podía ser de otra forma, la Guerra Civil española ha sido objeto de miles de investigaciones. Muchas de ellas se ven lastradas por la casi inevitable contaminación ideológica que un acontecimiento como este provoca. Otras, sin embargo, asumen una meritoria dimensión científica que las convierten en estudios de referencia indispensables para el conocimiento del tema o periodo. Es en este grupo en el que debemos insertar la obra de José Luis de Mesa. En el de las obras concienzudas, detallistas hasta casi la extenuación, y en el de las investigaciones de irrenunciable compromiso con el rigor histórico.

Realmente, hasta este estudio monográfico, el conocimiento de la participación portuguesa en la Guerra Civil de España contaba con muy pocas referencias. Citemos, en primer lugar, las excelentes aportaciones de Alberto Pena sobre la dimensión ideológica del conflicto y la empatía “fascista” que según el autor llevó a Salazar a ponerse irrevocablemente del lado de los militares alzados en armas en julio de 1936. La pequeña y limitada obra de Iva Delgado, que más que una investigación de archivo y bibliográfica es una inteligente aproximación que hace hincapié en el aspecto político-diplomático de la participación lusa. A ellas hay que unir las muy iniciales, aunque todavía hoy significativas, contribuciones de Manuel Burgos Madroñero y, sobre todo, la del portugués César Oliveira. Una aproximación global excelente, máxime teniendo en cuenta la fecha en la que se realizó y la imposibilidad de acceso a multitud de documentación hoy disponible, pero que todavía dejaba varios aspectos abiertos como eran, esencialmente, la cuantificación y la valoración de la ayuda militar portuguesa a los ejércitos liderados por Franco en la Guerra Civil.

Con un estilo ágil y un desarrollo bien hilvanado, De Mesa construye una atractiva investigación que permite resolver varias incógnitas sustantivas. Por ejemplo, algo no menor como el número real de los llamados “Viriatos”, que según el autor debió ser inferior a los 4.000, cifra muy por debajo de los 15.000 o incluso 20.000 que hasta ahora se admitían. Esto deshace algunos mitos mantenidos durante décadas, que tendían a sobrevalorar la presencia militar de los portugueses en las filas “nacionales”, hasta convertirla en una especie de ejemplo, a contrario sensu, de las Brigadas internacionales. Como demuestra el autor, la participación directa de portugueses en los ejércitos de Franco fue más bien modesta, no solo de combatientes voluntarios, sino también –y muy especialmente–, de oficiales y suboficiales, aunque en este caso el régimen de Salazar siempre trató de mantenerlos bajo una sombra de discreción, que se extendió al final de la guerra, cuando intentó evitar cualquier acto propagandístico que resaltara a los oficiales y suboficiales lusos que habían participado en la Guerra Civil.

También clarifica las razones de quienes se alistaron, que considera mayoritariamente de orden ideológico y religioso y mucho menos de carácter personal y corporativo, en el sentido de utilizar una situación bélica para subir en los escalafones. Es decir, que el discurso de la dictadura salazarista de peligro comunista y de lucha por la civilización cristiana no era un mero “constructo” ideológico, fruto de una propaganda más o menos sofisticada diseñada por el Servicio Nacional de Información; sino algo realmente percibido por esos portugueses más movilizados e ideologizados, que, en realidad, creyeron que la guerra en España entrañaba un verdadero peligro comunista; un riesgo real de sovietización de toda la Península y de descristianización de España y Portugal, lo que suponía asumir ese carácter de la guerra como cruzada, tan utilizado por los intelectuales franquistas y salazaristas.

La ayuda portuguesa no fue cuantitativamente decisiva para el triunfo de Franco, pero la impresión que uno saca cuando lee este excelente libro es que si el Portugal de Salazar hubiera adoptado una posición contraria a la que asumió, seguramente ese triunfo se hubiera visto mucho más comprometido. La ayuda fue cualitativamente esencial, y permitió a las tropas “nacionales” asegurarse una amplísima franja de frontera y despreocuparse de ella. No solo eso: les permitió encontrar en suelo luso un importante enclave de aprovisionamiento seguro de armas, municiones, alimentos e, incluso, medicinas, que no hubieran podido llegar con igual seguridad y fluidez por vía marítima a los puertos controlados por los militares liderados por Franco, dada la superioridad de los republicanos en el dominio de los mares durante los primeros meses de la contienda.

Esta ayuda material se combinó con una ayuda menos tangible, pero igual de importante: el apoyo ideológico para la legitimación del levantamiento militar o el apoyo de los medios de comunicación lusos, que se convirtieron en instrumentos de apoyo esenciales para asentar al bando de los militares sublevados.

En definitiva, es evidente que la obra del investigador De Mesa permite profundizar en la visión de la Guerra Civil como una guerra de dimensión realmente peninsular.

Resaltan, entre los numerosos temas que se abordan, los capítulos dedicados a las Misiones Militares de Observación, que hasta ahora se conocían de forma excesivamente dispersa. Misiones que fueron aprovechadas por las Fuerzas Armadas portuguesas para familiarizarse con  nuevas técnicas y estrategias. No obstante, conviene remarcar la debilidad y fragilidad de las Fuerzas Armadas lusas, y no solo en términos materiales, sino por estar sometidas a un fuerte proceso político de subordinación al poder del dictador, que utilizó a su fiel Santos Costa para realizarlo. Lo hizo porque las Fuerzas Armadas lusas siempre fueron mucho más heterogéneas que las que luego se desarrollaron bajo el franquismo triunfante. Siempre fueron ideológicamente plurales y nunca acabaron de aceptar de forma pacífica la dictadura de Salazar. Prueba de ello es la sucesión de golpes fallidos protagonizados por militares, incluyendo el más célebre e importante de todos: la llamada “abrilada” de 1961, en la que buena parte de la cúpula militar, incluyendo al ministro de Defensa Júlio Botelho Moniz, intentó que el presidente de la República destituyera a Salazar.

En todo caso, merece señalarse que las Misiones Militares y la colaboración de frontera entre los militares salazaristas y los nacionalistas españoles acabaron creando un modus vivendi mucho más cercano y pacífico que, con el correr del tiempo, llegó incluso a institucionalizarse en las reuniones de los Altos Estados Mayores Peninsulares.

Llama también la atención el capítulo dedicado a las deserciones, no pocas, que incluso llegaron a causar cierta alarma entre las autoridades portuguesas y españolas. Como resalta el autor, no parece que el celo de las autoridades salazaristas fuera excesivo en garantizar una especie de “pureza” ideológica en quienes querían irse de voluntarios a España. Pero como el propio autor deja entrever, no era realmente dejadez, sino connivencia. Sabían que muchos de ellos eran antisalazaristas que querían abandonar el país para llegar a España y desde allí pasar a zona republicana, y siempre vieron en ello una salida que “limpiara” el país de elementos que la dictadura catalogaba como “indeseables”. Señalar, por fin, la importancia del contrabando, que alcanzó proporciones significativas en un contexto de frontera lleno de ambigüedades y ambivalencias

La Guerra Civil fue vivida por el salazarismo recién asentado como un triunfo propio. Las palabras del propio dictador luso cuando al hacer balance de la guerra decía “ganamos, es todo”, es suficientemente expresivo de esa convicción. ¿Exagerada?, ¿simple aserto ideológico? La lectura de esta obra permite seguir manteniendo que no, aunque algo de ello hubiera. Salazar consideró que su régimen era incompatible con la Segunda República Española, y siempre pensó que precisaba para su desarrollo una España unitaria (un Estado español), centralizada e ideológicamente afín. Exactamente la que le ofrecían los militares levantados en armas. Por eso decidió ayudar en todo lo que pudo a asegurar ese triunfo. Pero nunca, y conviene señalarlo adecuadamente, de tal forma que pudiera poner en riesgo los tradicionales anclajes internacionales del país.

Porque aunque durante los primeros meses de la Guerra Civil es evidente que Portugal establece una primacía efectiva de la esfera peninsular sobre su tradicional vinculación y con el histórico significado de la Alianza Británica, lo cierto es que el dictador portugués siempre calibró de forma serena y sensata su grado de autonomía efectivo. Salazar era un estadista dispuesto a hacer uso de esa mayor autonomía. Pero sabía que el viejo aliado británico imponía una serie de obligaciones que no podía –ni quería– romper.

En conclusión, la obra de José Luis de Mesa es una excelente contribución a una historiografía en expansión que después de tantos años mira por fin, y de forma insistente, a Portugal. Y es una obra renovadora sobre el conocimiento de la propia Guerra Civil española. La proliferación exagerada de libros sobre ella obliga a introducir un estricto criterio de calidad, que esta obra cumple con creces.

 

Juan Carlos Jiménez Redondo

Catedrático Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales

Universidad San Pablo-CEU, CEU Universities