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CEHISMI - Comisión española de historia militar

Los últimos tercios. El ejército de Carlos II.

Davide Maffi

Cuando el 12 de octubre de 1693 don Francisco de Castillo, II marqués de Villadarias, rindió a los franceses la plaza flamenca de Charleroi, que había sido sitiada el 8 de septiembre en el transcurso de la guerra de los Nueve Años (1688-1697), lejos de escribirse una página de deshonor para las tropas españolas, acababa de refrendarse uno de los momentos más memorables de la resistencia a ultranza de un ejército asediado. Un ejército que, abandonado a su suerte por sus teóricos aliados, había logrado soportar hasta tres asaltos directos ideados por un ingeniero de la talla de Vauban y ejecutados por el magnífico ejército francés comandado por el marqués de Luxembourg, quien, atrincherado delante de la plaza, acabaría por sufrir considerables bajas entre sus tropas antes de lograr rendirla. Si de algo puede ser ejemplo esta proeza sin final feliz para los militares hispanos es de una forma de resistir hasta las últimas consecuencias en circunstancias adversas y complejas, y de un empeño denodado por ser capaz de articular, organizar y distribuir los escasos recursos humanos y materiales disponibles en un intento de optimizarlos para alcanzar un objetivo fijado de antemano. Esta imagen de un ejército de la monarquía hispánica a finales del Seiscientos capaz de resistir un asedio de más de treinta días de duración parece acercarnos fielmente a la nueva visión que, en los últimos años —y en especial gracias a obra del historiador británico Christopher Storrs The resilience of the Spanish Monarchy, 1665-1700 (London, Oxford University Press, 2006)—, se va imponiendo en relación con el tercio postrero del siglo XVII, periodo del reinado del último de los Austrias, Carlos II (1665-1700). De acuerdo con ella, el enfoque más tradicionalista que lo califica como periodo de decadencia de la monarquía hispánica, enfoque articulado por la pluma de los historiadores proborbónicos del siglo XVIII y vigente hasta las décadas finales del siglo XX —aunque bien podríamos decir hasta nuestros día, en algunos casos— se ve sometido a una profunda reestructuración que demuestra que, frente a los profundos problemas y carencias de la monarquía finisecular, fue posible arbitrar mecanismos de reacción, de resiliencia, que permitieron mantener en pie las estructuras que habían sostenido la compleja articulación del imperio español desde inicios del siglo XVI.

Esta revisión de una etapa compleja y aún no bien estudiada de la historia de España, concentrada en el gobierno de un monarca que, aunque débil de salud, consiguió dirigir los destinos de la nación durante veinticinco años —una vez que hubo alcanzado la mayoría de edad en 1675—, es una de las líneas historiográficas más en boga en la actualidad, con la publicación de diversos libros y artículos y la celebración de congresos que abordan temáticas políticas, geoestratégicas, económicas, sociales y culturales en relación con el reinado del último de los Austrias. Sin embargo, esta renovación de enfoques, ajustada con rigor a la documentación de la época a la par que alejada de mitos y prejuicios previos, estaba pendiente de ser llevada al campo de la milicia. Debemos felicitarnos por el hecho de que quien haya recogido este reto historiográfico haya sido Davide Maffi, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Pavía además de académico correspondiente en la Real Academia de la Historia, y reputado especialista en la historia militar de la España de los Austrias, en especial en lo relativo al siglo XVII, cuestión sobre la que lleva muchos años recopilando, analizando y sistematizando grandes cantidades de información extraída de los numerosos archivos en los que ha trabajado (y sigue haciéndolo), en especial en el Archivo General de Simancas, en el que ha realizado un importante vaciado de documentación que apoya gran parte de los cientos de notas que articulan y sustentan las aportaciones de todas sus obras. De alguna manera, este libro se presenta como continuación y colofón necesario a su En defensa del Imperio. Los ejércitos de Felipe IV y la guerra por la hegemonía europea (1635-1659) (Madrid, Actas, 2014), aunque también recoge y amplía muchos contenidos que ya habían sido expuestos en su otra gran obra sobre historia militar en tiempos de Carlos II, La cittadella in armi. Esercito, società e finanza nella Lombardia di Carlo II, 1660-1700 (Milán, Franco Angeli Storia, 2010).

Para Maffi, la razón principal por la que los ejércitos de Carlos II salieron más veces derrotados que victoriosos de los campos de batalla fue precisamente la gran dispersión a la que fue necesario someter a las tropas a causa de la multiplicidad de escenarios de combate que se solaparon durante las últimas décadas del siglo XVII. De acuerdo con ello, el «qué», es decir, explicar los sucesos, lo que ocurrió, dónde, cómo y cuándo, es una prioridad para el autor. Por este motivo el libro, estructurado —siguiendo un orden temático, no cronológico— en cuatro partes, correspondientes a otros tantos largos capítulos, empieza por centrar sus primeras páginas, tras una breve introducción, en el análisis y reconstrucción de las campañas bélicas en las que se vieron involucrados los tercios españoles en este tiempo, tanto para poner fin a conflictos heredados del padre del rey, Felipe IV (guerra de Portugal, 1665-1668), como en el intento de Carlos II de hacer frente a las aspiraciones hegemónicas europeas de Luis XIV (guerra de Devolución, 1667-1668; guerra de Holanda, 1673-1678; guerra de Luxemburgo, 1683-1684; guerra de los Nueve Años, 1688-1697). Con la inclusión de unos muy útiles mapas de cada uno de estos conflictos, excepto del luso, Maffi realiza una contundente síntesis en la que desgrana las principales campañas, alianzas, estrategias y tratados de paz con que finalizaron cada una de estas guerras siguiendo, ahora sí, un orden cronológico, y deteniéndose con rigor y detalle en el análisis de episodios destacados como la batalla de Seneffe (1674) o la de Fleurus (1690).

Una vez justificada la formidable disgregación y división a la que fueron sometidos los tercios de Carlos II por el número y enjundia de los frentes abiertos en diferentes escenarios, coincidentes además en el tiempo, puede Maffi centrarse en la explicación de los ejércitos reales. En este aspecto, se atiende en primer lugar a las características del arte de la guerra en este periodo, a tenor de una revolución militar iniciada tiempo atrás que va redefiniendo el uso de la potencia de fuego, el tipo de fortificación y el tamaño de unos ejércitos cuyo principal cometido es siempre el de facilitar las negociaciones con el adversario una vez alcanzada una posición previa ventajosa, lo cual se consigue imponiéndose en el campo de batalla, aunque pocas veces sea a través de choques directos, sino más bien mediante una «pequeña guerra» centrada en asedios y operaciones ligadas a ellos, en los que los ingenieros militares españoles lograron una cierta preeminencia. Los ejércitos del rey, su organización, cuantía, formación y tácticas empleadas son analizados según los escenarios en los que hubieron de batirse con el rival, en un estudio sistemático, conciso pero completo, que lleva al lector desde la plaza de armas por excelencia, Flandes, a las tierras de Ultramar, pasando, por supuesto, por el gran baluarte italiano, Milán, junto con el resto de la Italia española (Sicilia, Cerdeña, Nápoles y los presidios de Toscana), Cataluña y el resto de la Península, y África, cuestión apenas estudiada para el reinado de Carlos II, pero donde también se hace evidente el empeño de la Corona por mantener a toda costa las plazas de soberanía española allende el Estrecho, incluso derivando hacia el litoral magrebí recursos económicos y humanos fundamentales para la adecuada defensa de otros puntos conflictivos de la monarquía. El objetivo del autor de demostrar las capacidades militares de la monarquía carolina frente a la línea historiográfica que dibuja los ejércitos de Carlos II como tropeles indisciplinados, sin armas y deseosos de rendirse a la primera ocasión, queda refrendado mediante la plasmación de datos numéricos que exponen cómo, aunque hubo contracción respecto a los ejércitos de Felipe IV, los del último de los Austrias tuvieron más efectivos que los de Felipe II y los su hijo, realizando, además, un necesario estudio comparativo con los ejércitos de otros países en el mismo periodo. La inserción de cuadros de elaboración propia, con datos extraídos de fuentes archivísticas y completados con abundante bibliografía, son un apoyo visual fundamental para el lector, que puede comprobar y valorar las cifras de las fuerzas del ejército de Flandes (Cuadro 1), de Milán (Cuadro 2), de Cataluña (Cuadro 3), y de los reales ejércitos entre 1665-1700, según escenarios (Cuadro 4). Pero también se explica la organización y táctica de estas tropas, pasando revista a la infantería, organizada en torno al tercio y dispuesta en el campo de batalla en escuadrones que manejan con destreza el arcabuz, la pica y el mosquete, incluso el de chispa; la caballería, el arma que obtuvo más éxitos y reconocimiento en los campos de batalla tanto por los aliados como por los enemigos de la monarquía; y la artillería, en relación con la cual, a través de los datos que aporta, puede colegir que España no fue en absoluto un país desprovisto de expertos en ella, como se ha argüido tradicionalmente.

Establecidas estas coordenadas más genéricas relativas a los ejércitos carolinos, es el momento de analizar el «quién», es decir, sus componentes, atendiendo a todo lo que atañe tanto a los soldados del rey como a quienes están al frente de ellos, el cuerpo de oficiales. Sobre los soldados, se empieza por examinar su reclutamiento, con la necesidad de articular nuevos sistemas de levas forzosas para complementar a las voluntarias, siempre favoritas pero insuficientes. Las aportaciones por coronas y reinos dentro de la península ibérica se completa con el necesario estudio de las contribuciones de las diferentes naciones que se integran en los ejércitos de la monarquía, ejércitos de naciones por antonomasia: el análisis de la presencia de italianos, flamencos y valones, mercenarios alemanes y suizos, junto a irlandeses y británicos, además de los cuerpos auxiliares —que aun a pesar de no ser tropas del rey de España sino arrendadas fueron fundamentales en campañas como las de Flandes—, ocupan algunas de las páginas más brillantes de este volumen, en el que también es meritoria la inclusión de cuadros que articulan la presencia de estas naciones en los ejércitos de Flandes, Milán y Cataluña. Con respecto al cuerpo de oficiales, Maffi considera de nuevo un análisis por escenarios, profundizando en los oficiales españoles, italianos y flamencos y exponiendo la existencia de una evidente «remilitarización» de las élites. Pero sobre todo acierta en su intento de responder al problema de la pérdida de profesionalidad del cuerpo de oficiales de la monarquía hispánica, que se atribuye al final del sistema de promociones validado por el duque de Alba en el siglo XVI, desmantelado por el conde duque de Olivares, dando paso a una oficialidad en la que los grandes nobles copan los principales cargos, destruyéndose así un sistema de promoción basado en el mérito. Aunque es cierto que hubo nobles ineptos para la misión castrense encomendada, caso de Juan de Borja y Aragón, otros muchos lograron manejarse en los escenarios bélicos como hábiles generales, demostrando que muchas de las críticas que circularon en la época sobre las supuestas incapacidades de esta aristocracia ascendida a los primeros puestos de la milicia respondían más bien a inquinas personales que a verdaderos despropósitos en el mando de las unidades, como ocurrió con el conde de Monterrey. A través de diferentes ejemplos de nobles titulados que se convirtieron en verdaderos profesionales de la milicia, Maffi desmitifica con sólidos argumentos la tradicional visión de la ineptitud de los oficiales de la monarquía en este periodo histórico y su pretendida relación con la pérdida de prestigio de las armas españolas en Europa, de la misma forma que, al abrir el punto de mira a la comparación con los cuadros de oficiales en otros países, como Francia e Inglaterra, logra concluir que los defectos de los cuadros de mando en los ejércitos carolinos en relación con la desproporción entre oficiales y soldados, los favoritismos o la venta de grados fueron los mismos que los existentes en otros Estados europeos.

Al hilo de lo que arguye el autor en sus Conclusiones, no es posible seguir manteniendo el enfoque antiguo, miope e interesado, de una monarquía derrotada en los teatros de combate durante las últimas décadas del Seiscientos por causa del deterioro de sus ejércitos, pues estos supieron adaptarse a las necesidades imperantes, movilizando un número relevante de hombres, menor a lo alcanzado con Felipe IV pero en absoluto irrisorio, además de introduciendo aquellas innovaciones en armas, tácticas y técnicas propias de la época, motivo por el cual siguieron siendo solicitados para actuar en las campañas más arriesgadas como aportación fundamental para lograr victorias aliadas. Si, a pesar de ello, en el cómputo total del reinado las derrotas superan a los triunfos alcanzados, las causas habrán de ser buscadas más bien en el agotamiento de los recursos humanos y económicos propios de un periodo asolado por una grave crisis demográfica en Castilla y por una deuda financiera heredada de la participación de España en la guerra de los Treinta Años, además de la coincidencia de frentes de guerra muy distantes abiertos a un mismo tiempo. Aun así, los ejércitos de Carlos II, estos últimos tercios, lejos de mostrarse obsoletos ni agotados, lograron actuar como fuerzas solventes, enfrentándose al adversario allí donde fueron enviados con las mejores garantías.

La inclusión de numerosas imágenes intercaladas a lo largo del texto, oportunamente colocadas y anotadas, junto a un cuadernillo central en color de ocho páginas, además de un muy útil índice analítico al final del volumen, contribuyen a visualizar de forma notable los múltiples contenidos de un libro que es un verdadero esfuerzo de síntesis de una realidad poliédrica, muy compleja y llena de matices, en la que tienen cabida todos los hechos de armas de la España de Carlos II y sus protagonistas de una forma objetiva, con la exposición abierta tanto de sus destrezas como de sus torpezas. Bien estructurada, compendiando en cientos de notas al final de cada capítulo un abrumador esfuerzo de recopilación bibliográfica y documental, redactada con un estilo muy ágil y dinámico, esta nueva obra de Maffi se erige como punto de referencia en la desmitificación de la visión más pretérita y desfasada de los ejércitos de Carlos II.

Beatriz Alonso Acero

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