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CEHISMI - Comisión española de historia militar

El Cardenal Infante (La esperanza frustrada de la monarquía hispánica, 1609-1641)

José Ignacio Benavides López-Escobar

Siguiendo con su profundo análisis de las relaciones diplomáticas y militares en la Europa del XVII a través de sus protagonistas, el embajador Benavides, tras sus exitosos títulos, El marqués de Camarena (Milicia y diplomacia en el reinado de Felipe IV), El Archiduque Alberto y Felipe III (una soberanía bajo tutela) y Spínola (Capitán general de los Tercios), nos regala hoy el título dedicado a don Fernando de Austria, conocido por su título de Cardenal-Infante, que pasamos a recensar.

El libro, advertimos, no es una biografía al uso, por supuesto contiene todos los datos necesarios para centrar al personaje y comprender su importancia dentro de la Corte de los Austria de España, lo cual hace en la primera parte que titula: “La juventud española”, pero no se entretiene con aspectos personales, mundanos o sociales que puedan desviar al lector del estudio principal, cual es el “(…) retrato político, diplomático y bélico de una Europa cada vez más convulsa (…)” envuelta en devastadoras guerras, libradas en nombre de Dios y en beneficio de algunos hombres.

Don Fernando de Austria nació en San Lorenzo del Escorial el 16.05.1609, hijo de Felipe III y de Margarita de Austria, en esta primera parte lo veremos nombrado arzobispo de Toledo y cardenal de la Santa Iglesia, para enseguida transformarse en general de los ejércitos reales, etapa comenzada con su traslado a Barcelona, como virrey de Cataluña, para tratar de hacer razonar a los catalanes y hacerles comprender que debían entrar en la pretendida (por Felipe IV) “Unión de Armas”, pero aquellos, agarrándose como a un clavo ardiendo al “dissentiment”, continuaron derechos hacia su insurrección de 1640, resuelta “manu militari” por el Conde Duque de Olivares a costa, en parte, de perder la guerra de independencia de Portugal como, con mucho lujo de detalles, vimos en el libro del mismo autor dedicado al marqués de Caracena.

De Barcelona, el Cardenal Infante marchará a Flandes por la vía imperial de Génova, con estancia en Milán, y se hará cargo del Ejército que se encaminaba a socorrer a los flamencos del Sur, tras la dolorosa pérdida de Mastrique.

El escenario europeo se hallaba inmerso en varios conflictos, la guerra de la Sucesión de Mantua, la de los Treinta Años, la cuestión de la Valtelina, los cuales el autor explica clara y concisamente. La Corona española venía de cosechar las victorias de su famoso “Annus Mirabilis” (1625) pero las cajas de la Real Hacienda estaban exhaustas y los ejércitos diezmados, España comenzaba a parecer un gigante con los pies de barro. Las levas ordenadas no daban fruto, los desertores se contaban por centenares… La política del Conde-Duque apuntaba a hacer participar a todos los reinos peninsulares en el esfuerzo de guerra, pero los periféricos se resistieron incluso llegando (1640) a las mencionadas guerras de Cataluña y Portugal. Verdaderamente, el cuadro pintado en la década de los 30 del XVII era tenebrista.

En Milán tuvo que enfrentarse con la realidad y con la dificultad para la formación de un ejército, mientras recibía delirantes ordenes del Conde-Duque que, con un optimismo sin freno, preveía conjunciones de tropas imposibles de acometer pero, con paciencia y tino, don Fernando, tras sufrir una grave enfermedad, pudo salir hacia al Norte con 11.700 soldados españoles e italianos que se unirán a los del duque de Feria, nombrado capitán general del Ejército de Alsacia, compuesto por 18.700 infantes y 3.900 jinetes. Desgraciadamente, el bravo Gómez IV Suárez de Figueroa fallecerá de tifus en Múnich (por entonces Mónaco) el 12.01.1634, privando a D. Fernando de un valiosísimo general. Fue relevado por el marqués de Aytona que, a su vez, fallecerá en 1635. Pero, todo esto que aquí comprimimos, estuvo cuajado de una serie de vicisitudes que el autor desvela con minucioso detalle.

El ecuador del libro, y el cenit de la gloria del cardenal-infante, pasa por el paralelo de Nördlingen (05/06.09.1634), y forma en la segunda parte, titulada: “De España a Flandes”, donde comprobarán, además de los tejemanejes políticos en el difícil damero europeo cuajado de príncipes electores, duques independientes, etc., las incomprensiones políticas sufridas, las dificultades del famoso camino español, las esenciales alianzas, los puntos de apoyo, en una palabra, lo que costaba, desde todos los puntos de vista, poner una pica en Flandes.

La batalla de Nördlingen esta descrita perfectamente, tanto las acciones del campo católico del mando del Cardenal, acompañado de su primo Fernando, rey de Hungría, como las del protestante, liderados por el sajón Bernardo de Saxe Weimar y el sueco Gustaf Horn af Björneborg, que cayó prisionero en la batalla y, más tarde, fue canjeado.

Las cifras de bajas son muestra evidente del éxito católico pues sufrió 2.000 muertos frente a los 8.000 hombres que perdieron los protestantes. Y allá, entre bambalinas, en un Paris que pudo haber sido tomado por las tropas católicas “(…) La ocupación de Paris en esos momentos habría podido dar al traste con Francia, pero en su relación de la campaña, Vincart afirma que don Fernando prefirió atrincherarse en Corbie en lugar de seguir adentrándose en Francia pese a no encontrar resistencia (…)”, pero, continuando con la lectura, comprenderán los manejos de Richelieu, su fracaso en esta ocasión, la presentación de su dimisión a Luis XIII, y como, finalmente, terminó catapultando a Francia hacia la “gloire”; para ello, al año siguiente de la gran victoria de don Fernando, Francia, desenmascarándose, entró en la guerra de los Treinta Años y comienza un largo periodo de guerra contra España, que durará hasta la Paz de los Pirineos” del 07.11.1659, ya con el cardenal Mazarino en el poder.

El ocaso de la vida de Don Fernando de Austria constituye la tercera parte de la obra: “Flandes mi sepultura” (aunque el cardenal no había tenido ni aventura americana, ni ventura italiana, pues su estancia en Milán fue más bien incomoda), en duras condiciones económicas y militares. Comienza con un retrato de Bruselas, “Refugium pecatorum”, donde el Cardenal-Infante ejercerá de gobernador general de los Países Bajos católicos, teniendo que hacer frente a la despiadada y cruel guerra contra las Provincias Unidas, apoyadas por una Francia en ascenso y una Inglaterra ávida de debilitar el Imperio español, y finaliza con el fallecimiento del joven gobernador, acaecido el 09.11.1641, cuando solamente contaba con 32 años de edad, durante los cuales, sobre todo en los que van desde 1630 hasta el de su muerte, tuvo que soportar bajo sus hombros responsabilidades enormes e incomprensiones terribles.

Continua el autor con un “A modo de epilogo”, fruto de las profundas investigaciones, que más abajo comentaremos. En las últimas carpetas de documentos relativos al gobierno en Bruselas del Cardenal Infante, encontró un papel de varias páginas, “(…) escrito con cuidada letra, aunque juraría que con mano insegura” y lo ha transcrito cómo emocionante punto final de su libro. Comienza tal documento así:

“En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que yo no tenía, ni he tenido nunca, vocación religiosa estaba bien claro desde el principio. Que el papa me nombrara cardenal fue algo que, a mi edad, no me produjo ninguna satisfacción (…)” y, tras varias cuartillas condensando su vida, sus lealtades, sus humillaciones y los problemas a los que se enfrentó, confiesa: “La batalla que tuvo lugar en Nördlingen fue el cenit de mi carrera militar y, junto con nuestro primo Fernando, el enemigo fue totalmente roto dejando huella en la guerra alemana. Esta batalla me abrió las puertas de la gloria con la que había soñado tanto (…), y finaliza, “(…) Veo ahora que el fin de mis días está cercano y que los esfuerzos de los médicos no sirven de nada. Estoy aprovechando estos mis últimos días para hacer balance de mi vida y ponerme a bien con Dios. Si nunca tuve vocación religiosa nadie podrá dudar de mi fe y de Sus Manos espero la absolución”. Precioso caso de resignación y de fe cristiana.

El eminente historiador Sir John Huxtable Elliott, ha opinado sobre este libro, “(…) la claridad y la fluidez de la narración, tan accesible como siempre. Igualmente es impresionante el alcance de sus pesquisas en los archivos dentro y fuera de España (…)”, naturalmente, pues estamos ante un investigador que ha exprimido los Archivos Generales del reino de Bélgica y la Biblioteca Real de Bruselas, los de Simancas, Histórico Nacional y Biblioteca Nacional en España, la Biblioteca del Estado Bávaro en Múnich y, por fin, la sección de manuscritos de la Biblioteca Británica, es decir pura investigación primaria.

JM Blanco Núñez

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