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CEHISMI - Comisión española de historia militar

Espadas y plumas en la Monarquía hispana. Alonso de Contreras y otras vidas de soldados (1600-1650).

Thomas Calvo

El 1 de octubre de 1630, en Roma, donde estaba al servicio del embajador de España –el conde de Monterrey–, Alonso de Contreras, «cristiano viejo», soldado veterano al servicio del rey de España, inicia el relato de su vida, una existencia que había arrancado en 1582 y que hasta ese momento le había deparado una estancia en los Países Bajos y diversas misiones en Sicilia, desde donde en 1601 había pasado a Malta con licencia del virrey, realizando varias expediciones corsarias en aguas de Berbería y Levante bajo las órdenes del maestre de la Orden de San Juan. Ya en la corte de Valladolid, en 1603 había presentado unas credenciales para alcanzar el grado de alférez, con el que continuó sus actividades como corsario maltés, con episodios como su participación en el desastre de Mahometa en 1605. Protagonista de alguno de los llamados «socorros de Filipinas», entre 1613 y 1620, y ya con grado de capitán desde 1616, también estuvo en el Cambray francés y en Flandes, y entre 1618-1619 comandó dos galeones en los que intentó capturar a Walter Raleigh en los mares del Caribe, entre otros múltiples encargos y ocupaciones desempeñados durante las tres primeras décadas del siglo XVII. Cansado de recorrer el mundo en sus múltiples misiones militares a la Monarquía por varios continentes, había entrado finalmente al servicio del citado conde de Monterrey. Es en este momento de cierta calma en su existencia cuando el soldado que lucha con la espada se convierte en el escritor que toma la pluma para lidiar con sus recuerdos y bosquejar el relato de los años vividos, un manuscrito que, completado en posteriores etapas, dormiría el sueño de los tiempos hasta que José Ortega y Gasset lo rescatara del olvido en la Biblioteca Nacional de Madrid, realizando su primera edición en la Revista de Occidente en 1943, bajo el título de Aventuras del capitán Alonso de Contreras.

Esta vida «a salto de mata» –en palabras del erudito y filósofo español–, reunión de episodios que se mueven entre la realidad y lo inverosímil, remedo veraz de la propia idiosincrasia de la novela y el teatro del Siglo de Oro, es el hilo conductor del último libro de Thomas Calvo, historiador, profesor emérito de la Universidad París-Oeste y profesor investigador de Conacyt-El Colegio de Michoacán, además de miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Historia. Como él mismo refiere en su introducción, la fascinante lectura de esta biografía despertó su interés –en aquel momento más centrado en el estudio de las vicisitudes políticas y militares de la Monarquía hispánica durante la primera mitad del siglo XVII–, interés que se acrecentó al conocer que Alonso de Contreras había realizado también algunas misiones de relevancia en el Nuevo Mundo, área geográfica en la que Calvo es un acreditado especialista. Tras leer algunas otras biografías de militares del Seiscientos español, como la de Diego Duque de Estrada, Calvo fue pergeñando la posibilidad de convertir a estos soldados en lucernarias que iluminaran el período histórico que pretendía analizar, de forma que lo que al principio era tan solo una vida de soldado, la de Contreras, se convirtió en varias vidas de soldados, ese bosque de vidas que da título al segundo capítulo de su obra. En este sentido, la propia trayectoria de elaboración de la obra que reseñamos ofrece la clave de su principal objetivo, pues lo que ha pretendido el autor en sus Espadas y plumas no es sino el bosquejo de la historia de la Monarquía en la primera mitad del siglo XVII a través del enriquecedor relato de quienes fueron unos de sus más destacados protagonistas: los soldados que sirvieron a la Corona en las diversas tierras del Imperio español. Las circunstancias históricas que les tocó vivir pergeñaron su existencia y, de la misma forma, pero en un recorrido inverso, son sus vidas las que nos permiten, con testimonios directos y de primera mano, colaborar en la reconstrucción del pasado. De esta forma, el libro alcanza un enriquecedor doble plano de lectura, de lo literario a lo histórico y de lo histórico a lo literario, como facetas indisolublemente unidas de un texto tan brillante en su prosa como sugerente y revelador en sus contenidos, perfectamente apoyados en un amplio repertorio de fuentes y bibliografía recogido al final del volumen, junto a unos muy útiles índices onomástico y geográfico, dentro de la cuidada edición realizada por la Casa de Velázquez.

El libro se estructura de forma muy sencilla y ordenada en introducción y cuatro partes principales, cada una de ellas dividida en dos capítulos, con una despedida final a modo de epílogo del autor. Calvo deja claro desde su misma Introducción cómo estas vidas de soldados han sido empleadas hasta ahora como punto de análisis de la psicología de sus autores, inmersos en una Monarquía que declina, sin ligar «a los individuos con su geografía, su universo político, sus sociedades –el contexto en su conjunto–, tal como se reflejan en las obras de estos militares» (p. 4). A Calvo no le interesan los aspectos psicológicos de los autores castrenses ni la «verdad histórica» en cada una de las vidas y episodios narrados, pues acceder al pensamiento certero de nuestros antepasados es tarea harto compleja, pero sí que le resultan muy válidos sus comportamientos y actuaciones, forjados en los periodos históricos concretos que les tocó vivir.

En la primera parte de la obra, Calvo empieza por centrar el Discurso y vida del capitán Alonso de Contreras en el tránsito del siglo XVI al XVII, recuperando los principales datos biográficos del militar a partir de su escrito, elaborado en uno de esos momentos de ociosidad que salpican la vida del soldado entre marchas, combates y batallas; a partir de esos datos, la obra trasciende a la propia historia de la Monarquía en este periodo de cambios y contrastes y de acción de los ejércitos españoles en tantos y tan diversos teatros bélicos. El autor inserta la obra de Contreras en un contexto donde aún son evidentes los lazos humanistas, las repercusiones de los acontecimientos de 1492 y el descubrimiento del otro, con los posteriores interrogantes sobre la naturaleza humana y la nueva relación con la divinidad. Tras años de triunfalismo, la Monarquía hispana entra en un período de introspección: Calvo entiende que fueron los años 1598-1600 los de mayor reflexión política, seguidos por los de 1621-1622, de manera que el inicio del Discurso de Contreras pudo estar dentro de esa necesidad de interrogación y comprensión, sin mayor relación con el tiempo de espera que le tocó vivir al soldado en este momento concreto de su existencia. Bajo esta perspectiva, estos militares escritores no anhelan con sus relatos laureles ni aplausos, sino más bien una «confesión» de sus existencias, concepto de significado doble, jurídico y religioso, en el período en el que tomaron la pluma, cuando la privacidad era prácticamente inexistente, pues todos vivían bajo la mirada de todos, como demuestra el funcionamiento de la maquinaria inquisitorial. Los soldados, procedidos muchos de ellos de las capas inferiores de la sociedad, no tenían otra forma de transmitir sus vivencias –su capital social– que a través de las relaciones de sus méritos, que recopilaban en estos escritos o en los memoriales que mandaban a la corte para conseguir una pensión o un ascenso militar. Eso es lo que ocurre también con los otros seis soldados a los que da entrada Calvo en su texto, aunque siempre en una medida menor que a Contreras, y muchas veces solo como constatación o contrapunto a los hechos que destaca en la biografía del soldado madrileño. A través de estas otras biografías, escritas de igual forma en las primeras décadas del siglo XVII pero solo publicadas a partir del siglo XIX y muchas de ellas en el XX, reconstruye buena parte de la historia política, administrativa, social y cultural de la Monarquía en el tránsito del XVI al XVII, pues estas vidas de soldados, como otras tantas que quizá falte por alumbrar en bibliotecas y archivos, son remedo y reflejo de las vicisitudes de la red imperial en este periodo, dejando a un lado el teatro bélico del norte de Europa, que poco conocieron estos autores militares reunidos por Calvo. Las trayectorias vitales de estos seis escritores y soldados, cuyas obras alumbran en especial la realidad mediterránea de la Monarquía, de Malta a Gibraltar, con Sicilia y sobre todo Nápoles como ejes fundamentales de su existencia, quedan magistralmente resumidas en el Cuadro 1 (pp. 38-39): Diego Suárez (1552 - d. 1622), Jerónimo de Pasamonte [1553 – 1622-1626 (?)], Diego Galán (1575-1648), Diego Duque de Estrada (1589-1649), Miguel de Castro (ca. 1590 – d. 1617) y Domingo de Toral y Valdés (1598 – d. 1635). El recurso a los cuadros, hasta un total de siete repartidos por casi todo el libro, y a las imágenes, en forma de las 8 figuras en blanco y negro que ilustran diversos contenidos, enriquecen aún más un texto en el que su estilo ágil y vibrante, como homenaje a los mejores escritores de ese mismo Siglo de Oro, es uno de sus valores más reseñables.

La segunda y tercera partes de este libro se adentran en dos escenarios políticos y bélicos de la Monarquía de especial trascendencia durante las primeras décadas del seiscientos, Filipinas y Nueva España, que Calvo perfila a través de la inestimable guía del Discurso de mi vida del capitán Alonso de Contreras, y con un imponente apoyo documental recogido en sus pesquisas en el Archivo General de Indias, Archivo General de la Nación de México, Archivo Histórico Nacional (Madrid), y Archivo Nacional de Filipinas, como recoge en las numerosas notas a pie de página que pueblan su estudio. En el caso de Filipinas, la imagen de los tapices de Vermeyen sobre la triunfal expedición tunecina de Carlos V en 1535 se contrapone a la de los reiterados fracasos de las armadas destinadas a socorrer el archipiélago del Pacífico durante el periodo de la Pax Hispanica con objeto de abrir una ruta comercial entre Sevilla y Manila, y en los que Contreras tuvo un importante papel, pues fue nombrado capitán de la expedición de 1616. Tras la pérdida en la bahía de Cádiz del galeón La Concepción, uno de los que formaba parte de esta armada, y que estaba bajo su mando, Contreras quedó preso durante tres meses en la capitana de Filiberto de Saboya, tiempo durante el que Calvo estima que Contreras pudo escribir su otra obra, inédita hasta hace un par de décadas, Derrotero universal del Mediterráneo. Calvo analiza a fondo los contextos históricos y geopolíticos, español y filipino, en los que se gestan estos socorros, recorre con Ruy González de Sequeira los mares de Brasil, Angola y Mozambique en su accidentado viaje de 1613, estima que la Monarquía se equivocó en el factor humano en la expedición de 1616 al no tener a su disposición el personal proyectado para llevarla a cabo, al menos en lo que a oficiales se refiere, y estudia con detenimiento la logística de la armada de 1619, en la que parecía que ya se había aprendido la lección de 1616. Sin embargo, el balance final de estas operaciones en los estertores del reinado de Felipe III ponía de manifiesto su fracaso en relación con los horizontes políticos y económicos trazados por la Monarquía en este teatro de operaciones filipino. En el caso del Nuevo Mundo, Calvo parte de la otra vida de Contreras después del Discurso de mi vida, es decir, de sus servicios a la Corona desde la escritura de su relato en 1630 y hasta el final de sus días, hacia 1645, para dar entrada a la evolución de la Monarquía en esta zona del escenario americano durante los años 30 y 40 del Seiscientos. Contreras ejerció cargos de relevancia en las dos fachadas de la Nueva España, puente natural entre el mundo europeo y el mundo oriental, primero como capitán del presidio de Sinaloa, entre 1635 y 1638, y después como castellano del fuerte de San Juan de Ulúa, entre 1638 y 1643, en un ejemplo clásico y frecuente de soldado de la Monarquía que, tras una larga existencia de guerras y batallas por los escenarios bélicos europeos, consigue pasar al teatro americano en busca de cargos de mayor nivel, menos penosos, mejor remunerados y más codiciados. De nuevo el análisis geográfico e histórico de estos enclaves es el punto de partida para situar las andanzas de Contreras en ambos escenarios, perfilando a través de su biografía aspectos claves de la administración y gobierno de las posesiones americanas del Imperio. Por un lado, Sinaloa, presidio estudiado como instrumento de contención pero también de conversión, con especial atención a la labor de los jesuitas en este enclave desde tiempos anteriores y a la problemática en las relaciones entre la misión y el presidio. Por otro, San Juan de Ulúa en tiempos del virrey Cadereyta (1635-1640), más proclive a la defensa marítima del territorio que a la propiamente terrestre, pero donde ser castellano del fuerte suponía ejercer un cargo de gran relieve y responsabilidad, a pesar del poco rastro documental que ha dejado la presencia del capitán Contreras, lo que podría denotar que su actividad allí no tuvo demasiada relevancia a pesar de su nombramiento como sargento mayor del reino de Nueva España en 1642.

La obra se cierra con una cuarta parte algo alejada del hilo conductor del resto del libro, y que se centra tanto de nuevo en los mares indianos de 1638 a través de las noticias y relaciones de sucesos impresas en hojas sueltas, como en los conceptos de honra y honor tan en boga en el Siglo de Oro, a través del episodio sucedido en Manila el 12 de mayo de 1621 en el que su gobernador, Alonso de Fajardo, mató a su esposa tras encontrarla en brazos del mercader Juan de Mesa. Calvo se despide del lector reivindicando estas vidas de soldados, con rasgos intermedios entre la biografía y la memoria, para él en absoluto de estilo desaliñado, como frecuentemente se las tilda, y muy indicativas del tiempo y circunstancias vividas por sus autores, pues todas las vicisitudes que ellos experimentaron en los campos de batalla, presidios o gobiernos al servicio de la Corona nos remiten a la esencia de la propia historia de la Monarquía española.

Beatriz Alonso Acero

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