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CEHISMI - Comisión española de historia militar

Monarquía, aristocracia y reclutamiento en el siglo XVII. La formación de regimientos nobiliarios durante el ministerio del Conde Duque de Olivares.

Agustín Jiménez Moreno

El papel de la nobleza en la defensa territorial de la Monarquía española durante los siglos modernos se configura como una de las líneas maestras de nuestra Historia Militar, tanto en los enfoques más tradicionales de esta disciplina como en los más renovadores que han venido constatándose en las últimas décadas al hilo de las formas más novedosas de acercamiento al hecho militar, donde aspectos como el reclutamiento, la financiación de las tropas o la sociología del ejército ganan enteros frente a la historia más narrativa de guerras y batallas. Aun así, siguen quedando pendientes análisis más concretos de las relaciones entre aristocracia y monarquía, siendo uno de ellos el que atañe a la formación de regimientos nobiliarios o coronelías, el cual, aunque ya fue abordado hace mucho tiempo por autores de la enjundia del conde de Clonard, y más recientemente, de forma más o menos pormenorizada, por historiadores de dentro y fuera de nuestras fronteras, caso de J. H. Elliott, R. A. Stradling, G. Parker, I. A. A. Thompson, F. Benigno, R. Mackay, F. González de León, E. Martínez Ruiz, A. Jiménez Estrella o A. Rodríguez Hernández –en una lista que no pretende ser exhaustiva–, sigue careciendo de una monografía que aborde esta cuestión de manera específica y sistemática. Y este es el vacío que quiere rellenar la reciente obra de Agustín Jiménez Moreno, autor de una tesis doctoral leída en la Universidad Complutense de Madrid en 2010 bajo el título Nobleza, guerra y servicio a la Corona: los caballeros de hábito en el siglo XVII, a la que debemos sumar la publicación en 2013 del libro Las Órdenes Militares y el Conde Duque de Olivares (1621-1641), además de la autoría de varios artículos de revistas y capítulos de libros sobre las dimensiones de la participación de la nobleza castellana en la defensa de la Monarquía, con especial atención al papel desempeñado en dicha misión por las Órdenes Militares y los caballeros de hábito.

Los diferentes trabajos que ha ido realizando Jiménez Moreno previos a la aparición de este libro le han proporcionado un amplio bajage documental del que se nutre este nuevo estudio, basado principalmente –aunque no de forma exclusiva– en la abundante y significativa información localizada en el Archivo General de Simancas, Archivo Histórico Nacional y Archivo Histórico de la Nobleza, además del apoyo de numerosas fuentes impresas y una más que aceptable bibliografía actualizada que recoge muchos títulos básicos en relación con las cuestiones que aborda. Con estos fundamentos, el autor teje un análisis exhaustivo y riguroso de los regimientos nobiliarios en tiempos de don Gaspar de Guzmán y Pimentel, aportando una anotación tan precisa y minuciosa de los apoyos bibliográficos y documentales en los que sustenta sus afirmaciones que no son excepcionales las páginas de este volumen con escaso cuerpo de texto a causa del ingente aparato crítico introducido a pie de página. En su afán por exponer algunas de las respuestas esenciales a un tema sobre el cual casi todo siguen siendo aún preguntas e hipótesis por confirmar o descartar, Jiménez Moreno estructura los contenidos de manera lógica y acertada, siguiendo un marcado orden cronológico, y con el empleo frecuente, quizás innecesario, de la primera persona en la redacción de un volumen por lo demás muy comprensible y accesible para un público amplio, tanto el más sensible a las cuestiones relativas a la Historia Militar española como al interesado en la vertiente más social, política o administrativa de las relaciones entre aristocracia y Corona en los años centrales del siglo XVII.

Si Olivares pone en marcha su proyecto de creación de coronelías a partir de 1632 no es sino por la evidente probabilidad ya en esta fecha de una próxima nueva guerra con Francia, además de por el interés del ministro filipino en el refuerzo del nexo entre nobleza y la carrera de las armas, cuestiones previas de las que parte el autor y que se repetirán varias veces a lo largo de toda la obra, desde la misma Introducción. En ella se establecen los principales objetivos que esta monografía pretende cubrir, entre los que destacan la respuesta dada por los nobles a este llamamiento de la Corona y los beneficios que pudo o no obtener con su adhesión a este proyecto, la financiación de los regimientos, su participación en campañas militares, o la prospección entre los miembros de la oficialidad que estuvieron al frente de ellos, intereses que, de acuerdo con el estudio evolutivo que plantea, van siendo oportunamente analizados a lo largo de los seis capítulos en los que se divide el volumen, los cuatro primeros más extensos y narrativos, y los dos últimos, bastante breves y de carácter más específico.

Siguiendo un esquema bastante paritario, los cuatro primeros capítulos hacen un recorrido muy completo y bien documentado sobre la historia y evolución del proyecto del conde duque. El primero de ellos pretende explicar sus orígenes, en los años 1632-1633, a partir de la pertinente explicación de lo que el autor da en llamar “contexto internacional”, modelo estructural que repite en los tres siguientes capítulos. De una forma sucinta pero eficaz, se pasa revista a la coyuntura político-militar de la Europa de los años en cuestión, estableciendo su influencia en la aparición de las coronelías. Los acuerdos de Cherasco (1631), que ponen fin a la guerra de Sucesión de Mantua, –territorio fronterizo con el Milanesado español–, que pasa a ser gobernada por Carlos Gonzaga-Nevers, de origen francés, se sitúan para Jiménez Moreno en la base de la necesidad de la Monarquía de mejorar el estado de su ejército ante la eventualidad de una nueva guerra contra el vecino galo, por lo que se decide implementar una serie de medidas entre las que destaca el aumento de la dotación de los presidios en 18.000 hombres. Sin embargo, la necesidad de incrementar las tropas implicadas en la defensa peninsular, con la creación de un “ejército de reserva” que custodiara las fronteras peninsulares y, en caso de necesidad, estuviera preparado para enfrentarse a Francia incluso más allá de la frontera natural entre ambos países, puso encima de la mesa la posibilidad de que fuera la nobleza, en concreto la de más elevada extracción social, la que se encargara de su reclutamiento y sostén, haciendo valer el tradicional apoyo militar de la aristocracia a la Corona. La documentación archivística consultada en Simancas permite al autor corroborar la datación que ya se venía manejando respecto de a 1632 como año en el que se debe fijar el primer intento de formación de regimientos nobiliarios, intento que recoge tanto la influencia de regimientos de carácter estable que ya existían en Francia como el recuerdo de las coronelías que el ejército español había puesto en marcha en relación con las campañas militares previas a la toma del Peñón de Vélez de la Gomera (1508) y Orán (1509), en el norte de África. La idea inicial del conde duque, que pronto se constataría como inabarcable, era que cada gran noble formara su propio regimiento. Se analiza cuál habría de ser su estructura organizativa tanto a nivel de tropa –primero fijó su composición en diez o doce compañías de unos 2.500-3.000 hombres para luego rebajarse a 2.000 repartidos en ocho compañías–, como a nivel de oficialidad, con el estudio de los diferentes cargos que estarían al frente de cada una de ellas: coronel, teniente coronel, sargento mayor y capitanes. Sin embargo, la respuesta de la nobleza a este proyecto de Olivares fue, en palabras del autor, “muy poco entusiasta” (p. 76), de forma que solo su mentor empezaría en aquel momento a formar su propio regimiento nobiliario, oportunamente analizado en estos primeros momentos de gestación en cuanto a reclutamiento de soldados –buscando el mayor número posible de veteranos, a los que se ofrecían importantes alicientes para enrolarse– y a oficiales que lo componen, quedando el propio valido a cargo de una de las compañías, la compañía coronela. Las causas de que este proyecto se convierta en una tentativa fallida en este primer intento de 1632-1633 se fijan en su no consideración como prioritario para la Monarquía en aquel momento, además de en su elevado coste y la coincidencia con otros proyectos militares.

Avanza la obra hacia el bienio 1634-1635 en el segundo capítulo, en el que, de nuevo, primero se ahonda en el entorno político europeo que enmarca este período, hasta la crucial toma de Tréveris por las tropas españolas llegadas de Flandes, en el intento por mantener abiertas las rutas militares entre los Países Bajos españoles y las tropas imperiales, que supone la ruptura de hostilidades con Francia en junio de 1635. El inicio de la guerra obliga a Olivares a recuperar su plan militar de 1632, estableciendo ahora la necesidad de reclutar 24.000 hombres, cuya distribución, mando y salario se analizan con detalle. Otra vez será el conde duque quien más interés manifieste en la definitiva conformación de su propio regimiento, aunque también se ve reducido a 3.000 hombres divididos en doce compañías de 250 soldados cada una. La compañía coronela de Olivares, formada mayoritariamente por voluntarios, pronto es enviada a la defensa de Perpiñán, pero las demás de su regimiento se ven demoradas por la falta de más voluntarios y la necesidad de poner en marcha campañas de reclutamiento. El poco interés de la nobleza en participar en este proyecto persiste, pero la perentoriedad de la guerra contra Francia impone, en principio, el castigo de destierro de la corte a los grandes y títulos que se niegan a participar en el proyecto de Olivares, lo que afectaba a miembros tan destacados de la aristocracia como el conde de Oropesa, los duques de Sessa y Maqueda o el almirante de Castilla. Felipe IV optará en breve por reconsiderar esta drástica medida, sustituyéndola por la opción de dirigirse a cada noble para intentar convencerle personalmente. La respuesta que cada uno de ellos da conforma algunas de las más interesantes y reveladoras páginas de este ensayo, que cierra este segundo capítulo con el estudio de las ventajas fiscales que la Corona articuló para que la nobleza encontrara las fórmulas económicas para hacer frente a la financiación de los regimientos que habría de consituir, su lento proceso de formación y la diferenciación que ha de hacerse dentro de los constituidos entre “coronelía entera” y “coronelía de oficiales”, en la que los nobles entregan a otros sujetos la oficialidad de su regimiento.

Los años 1636-1639, tercero de los capítulos del libro, son revisados, tras hacer el pertinente repaso del panorama político internacional y de la situación de los regimientos nobiliarios a comienzos de este bienio, atendiendo al estado de las coronelías enteras durante dicho bienio, dentro de las cuales se sitúan los regimientos del conde de Fuensalida, conde de Oropesa, duque de Escalona y conde duque de Olivares, así como de las coronelías de oficiales. De unas y otras se analiza su formación y composición, teniendo en cuenta que 1636 es el año de la definitiva puesta en marcha de los regimientos nobiliarios, que quedan preparados para su participación en las principales campañas militares que tienen lugar entonces durante la guerra contra Francia: batalla de Leucata (septiembre de 1637); defensa de la frontera catalana, actuaciones en el norte de Italia y asedio de Fuenterrabía, todo ello durante 1638; y presencia en el sitio de Salses entre junio de 1639 y enero de 1640. El autor sitúa la labor desempeñada por estas coronelías en cada una de estas campañas, sin atender a su desarrollo histórico, que no es objeto de un ensayo de estas características, sino fijando la composición de las tropas destacadas, las tareas encomendadas, las listas de bajas… Los años 1640-1643 abarcan los contenidos del cuarto capítulo, que entra de lleno en la participación de estos regimientos en la guerra de Cataluña, estudio que se hace de forma muy metódica, dividiendo esta actuación en tres periodos diferentes según el marcado orden cronológico que define toda la obra: desde la recuperación de Salses al inicio de la rebelión catalana, desde el estallido de ésta al final del asedio de Tarragona, y desde entonces a la caída del conde duque de Olivares, en enero de 1643, fecha que se prolonga en la caída del Rosellón como punto final del arco cronológico que abarca el libro que reseñamos. Jiménez Moreno recuerda cómo el hecho de que, tras el final del asedio de Salses, las tropas quedaran alojadas en Cataluña hasta reanudarse las operaciones militares contra Francia en la primavera de 1640 contribuyó a la ruptura de las hostilidades, aunque no fue causa principal ni única del estallido de la rebelión catalana. Para hacer frente a este nuevo teatro de operaciones se procedió a volver a formar regimientos nobiliarios que habían sido recientemente suprimidos, aunque con importantes diferencias respecto a la conformación anterior que son analizadas con todo rigor, como el empleo de efectivos de la milicia, y la incorporación de soldados veteranos procedentes de la guarnición de los presidios para compensar la abundancia de bisoños reclutados. El asedio de Tarragona y la defensa del Rosellón son repasados desde el punto de vista del papel desempeñado en estas campañas por las coronelías, atendiendo a su composición y formación, mandos, etc., las cuales quedan en muy comprometida situación a pesar de la victoria de las tropas de Felipe IV en Tarragona, habiendo de proceder a una reorganización que supone la reunión de los soldados supervivientes en un menor número de regimientos.

Como se ha indicado, los capítulos 5, “Valoración del proyecto desde la perspectiva nobiliaria”, y 6, “Un acercamiento a la oficialidad de las coronelías”, suponen un punto y aparte en la trama narativa de la obra y permiten la aproximación a aspectos del estudio que han quedado apenas esbozados en páginas anteriores a pesar de su relevancia. Jiménez Moreno se plantea cuáles pudieron ser las causas que influyeron a Olivares para cribar a la nobleza en su elección de aquellos que habría de nombrar coroneles de sus regimientos, desglosando tres hipótesis entre las que parece decantarse por la formación de coronelías como medio de aumentar la contribución nobiliaria a las cargas de la guerra. Además, plantea con detalle las recompensas que aristocracia obtiene a cambio de esta mayor implicación en los asuntos militares, cuestión que está en la base de su adhesión relativa al proyecto castrense de Olivares: facilidad para financiar los gastos derivados de esta colaboración (dinero en efectivo para pagar los costes del reclutamiento), otorgamiento de mercedes de hábito y grandezas de España, además de la opción de lograr relevantes cargos al servicio de la Monarquía. En relación con la oficialidad, uno de los temas que más interesan a la que el autor fija como Nueva Historia Militar, con mayúsculas, por la proliferación de estudios centrados en la sociología del ejército en las últimas décadas, el análisis se centra en la identificación de quienes desempeñaron los puestos de teniente coronel, cargo cuya provisión fue monopolizada por completo por parte de la administración regia, aunque también se atiende a los puestos de sargento y de capitán.

El libro se cierra con la inclusión de un “Epílogo” en el que estudia las pocas coronelías que permanecieron en activo tras la caída de Olivares, caso del regimiento de la Guardia, que continuaba operativo tras la firma de la paz de los Pirineos (1659), aunque lo cierto es que antes del final político de Olivares la mayoría de estas coronelías ya habían desaparecido, algo habitual entre formaciones militares de este tipo, que no solían sobrevivir a su primera campaña. A continuación se insertan unas breves pero esclarecedoras “Conclusiones” en las que se hace un conciso balance de la aportación de estos regimientos nobiliarios a la vida militar de la España del siglo XVII. El autor colige que no es coherente la atribución de toda la responsabilidad en la finalización de estos regimientos a la aristocracia, ni admite la posible indolencia o actitud insolidaria por su parte respecto a la asunción de las cargas de la guerra, de la misma manera que tampoco es aceptable considerar que fue la Corona la que aplicó un escaso esfuerzo en comprometer a los nobles para mantener a sus regimientos. En consecuencia, aunque no se mantuvieran en el tiempo estas unidades ni se consiguiera la definitiva implicación de la aristocracia en su mantenimiento, dirección y reemplazo, lo cierto es que los regimientos nobiliarios que sí llegaron a organizarse realizaron importantes aportaciones para la adecuada continuidad del amplio dispositivo militar de la Monarquía durante los años centrales del Seiscientos, tanto en lo relativo a la guerra contra Francia como en algunos de los más destacados hechos de armas de la rebelión catalana.

El material documental y bibliográfico reunido, estudiado y analizado por Jiménez Moreno posibilita la inserción de tres excepcionales anexos al final de la obra que la prolongan durante otras cien páginas y aportan datos muy relevantes para la comprensión de las trayectorias personales y vitales de los protagonistas del libro: el primero de ellos, un cuadro resumen de la participación de grandes, títulos y prelados propuestos para formar una coronelía; el segundo, un bosquejo biográfico de algunos de los principales personajes citados, y el tercero, la recopilación de biografías de algunos militares vinculados a las coronelías. El apartado de fuentes y bibliografía y un breve pero muy útil índice onomástico ponen el colofón a esta necesaria monografía que, más allá de todas las temáticas que abarca y que han sido apenas recogidas en esta reseña, ofrece otra gran aportación: la inclusión de hasta un total de 33 cuadros a lo largo de los diferentes capítulos, todos ellos elaboración propia del autor a partir de las fuentes documentales manejadas, que clarifican y especifican los contenidos compendiados en el cuerpo de texto, estructurándolos y guiando al lector de forma muy acertada. Aunque hubiera sido deseable la inserción de un índice de cuadros para su mejor localización a lo largo del texto, su presencia, junto a la reproducción de algunos mapas, en su mayoría extraidos del libro de D. Parrot, Richelieu’s army. War, government and society in France, 1624-1642 (Cambridge, 2001) –para ilustrar los diferentes contextos internacionales que aborda a lo largo de los primeros capítulos–, y la de algunos gráficos, también de elaboración propia, son uno de los activos fundamentales en una obra que tiene la valía de entrar a fondo en una cuestión, la de la formación de los regimientos nobiliarios durante el ministerio del conde duque de Olivares, hasta ahora desconocida en muchos de los perfiles y contenidos que por fin ven la luz con la publicación de este estudio.

Beatriz Alonso Acero

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