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CEHISMI - Comisión española de historia militar

Monarquía de Oriente. La corte de Carlos III y el gobierno de Italia durante la guerra de Sucesión española.

Roberto Quirós Rosado

La figura del archiduque Carlos de Austria, el Carlos III de España para el bando austracista durante la guerra de Sucesión española y como rey de Hungría desde 1711, además de emperador Carlos VI desde el fallecimiento, en ese mismo año, de su hermano José, ha sido objeto de atención de algunos relevantes estudios en España durante las últimas décadas, buena muestra de los cuales son, en especial, los certeros análisis de Virginia León Sanz en obras como Entre Austrias y Borbones. El archiduque Carlos y la Monarquía de España, 1700-1714 (Madrid, 1993), Carlos VI. El emperador que no pudo ser rey de España (Madrid, 2003) o El archiduque Carlos y los austracistas (San Cugat del Vallés, 2014). Aunque en cierta medida eclipsada por una historiografía más interesada en Felipe V, como vencedor de este conflicto bélico, la participación del archiduque en la guerra de Sucesión española al frente de la Gran Alianza formada por los Habsburgo austríacos también ha sido revisada de manera fehaciente en algunos títulos destacados aparecidos durante los años de celebración del tercer centenario de este acontecimiento histórico, como ocurre, entre otros, en La guerra de Sucesión de España (1700-1714), de Joaquim Albareda Salvadó (Barcelona, 2010). Y, sin embargo, como bien se esfuerza en demostrar Roberto Quirós Rosado en las primeras páginas de su libro, los acontecimientos políticos y militares desarrollados en el escenario italiano durante este conflicto bélico, y con ello, el papel desempeñado en este teatro de operaciones por Carlos III como gobernante y gestor militar, mantienen un inquietante vacío historiográfico, si bien el enfoque que en los últimos años presenta a la Monarquía española como una monarquía policéntrica ha contribuido a subrayar los distintos escenarios castrenses y ámbitos político-administrativos de esta guerra de comienzos del Setecientos, con estudios para el territorio italiano como el presentado por David Martín Marcos, El Papado y la guerra de Sucesión española (Madrid, 2011).

Fruto de su tesis doctoral, leída en la Universidad Autónoma de Madrid en 2015, Quirós Rosado presenta este ensayo como excelente resultado de una trayectoria investigadora centrada desde hace ya algunos años, aunque no de forma exclusiva, en la configuración política de la monarquía de Carlos III/VI de Habsburgo en Italia durante el período de la guerra de Sucesión. En esta línea de investigación se incluyen títulos como Corte y redes de poder en la monarquía de Carlos VI: el conde Quirós (c.1685-1757) (Madrid, 2013), con atención especial, en alguno de sus estudios, a la aspectos concretos del conflicto militar contemplados desde la óptica de los ejércitos carolinos, como ha plasmado en su reciente artículo “Por el rey de España y la Augustísima Casa. Los regimientos italianos de Carlos III de Austria en Cataluña (1705-1713)” (Revista Internacional de Historia Militar, 94, 2016, pp. 61-82). En este sentido, la historia militar española y, por ende, europea, de las primeras décadas del siglo XVIII aparece como telón de fondo permanente en el que se imbrica y se dibuja con precisión el estudio de la corte de Carlos III, la de Barcelona y la de Viena.

En el prólogo, magistralmente trazado por la pluma de Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, ya se resalta la dimensión de esa corte de Barcelona como cabeza del gobierno de una parte de la monarquía de España: la monarquía de España en Oriente, lo que nos traslada a la dimensión europea de la guerra de Sucesión española. Pero es a lo largo de la Introducción (pp. 27-40), donde Quirós Rosado se esfuerza en resaltar la doble significación de Italia como escenario principal de la lucha por la monarquía de España durante más de tres lustros, al tiempo que demuestra el papel secundario que la guerra de Sucesión en el escenario italiano ha tenido en la historiografía desde su mismo final, si bien centra su análisis en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI. El origen del poder que legitima la presencia del archiduque en el trono italiano es triple, pues se vincula con los derechos leopoldinos cedidos en su favor en septiembre de 1703, la Erblande o señoríos patrimoniales de la Casa de Austria en Centroeuropa y la propia la elección imperial al fallecer su hermano José en 1711. Partiendo de este triple punto, y de la asociación del archiduque con la figura de un nuevo emperador Carlos V, de acuerdo con la imagen publicitada por sus panegiristas durante todo su reinado, el autor expone como principales objetivos a abordar en su estudio el de la cohesión de jurisdicciones y vasallos bajo la persona de Carlos VI, la articulación de su poder tanto en España como en Italia, y las vías de gestión y gobierno de los espacios que quedaron bajo su autoridad, completa o parcial. Para poder cumplir con estos objetivos y dar las respuestas oportunas a las múltiples preguntas y lagunas que se presentan sobre este tema del gobierno de España en Italia en las primeras décadas del Setecientos, Quirós Rosado ha reunido, analizado y trabajado de forma ordenada y metódica una ingente documentación localizada en numerosos archivos de España e Italia, principalmente, que se complementa con un riguroso trabajo en instituciones de Austria y los Países Bajos. A todo ello hay que unir el amplio acervo de fuentes documentales que emplea, así como una extensa y actualizada recopilación bibliográfica en la que no falta ninguno de los títulos fundamentales de la historiografía española e italiana del último medio siglo en lo que se refiere a los temas que aborda esta monografía. Como consecuencia de ello, y como corresponde a un libro fruto de una tesis doctoral, la obra se enriquece con varios cientos de notas a pie de página, que no son sino imagen certera del rigor académico con el que ha trabajado, y sigue trabajando, sobre este aún desconocido aspecto del gobierno del emperador Carlos VI.

El volumen se divide en tres capítulos de desigual tamaño. Es en el primero de ellos, el más extenso y de carácter más narrativo, titulado “Un gobierno de Corte. Carlos III y la administración de la Italia austriaca durante la guerra de Sucesión” (pp. 41-206), en el que tienen cabida los temas más propiamente castrenses y, en consecuencia, es el que más interesará a quienes se acerquen a esta obra como fuente para el conocimiento de la actuación del monarca como gobernante y gestor militar a lo largo de la contienda sucesoria. Proclamado rey de España en Viena el 12 de septiembre de 1703 con el nombre de Carlos III, tras sendas renuncias al trono hispánico del emperador Leopoldo y su primogénito José y la firma del secreto Pactum mutuae successionis, en el que se impone a Carlos la retrocesión del Estado de Milán y el marquesado de Finale a Viena, su llegada a Cataluña no se produce hasta octubre de 1705, estableciendo su corte en la ciudad de Barcelona y actuando desde entonces como el monarca legítimo de España que él mismo se consideraba, con la consiguiente convocatoria de cortes catalanas. Pero el control de los territorios españoles en Italia era un anhelo acariciado para el Sacro Imperio desde finales de la centuria anterior, y ante el confuso curso del conflicto en la península Ibérica, en especial tras la derrota sufrida en Almansa (1707) a manos de las tropas borbónicas encabezadas por el duque de Berwick, Carlos III vuelve los ojos a la Italia española. Pero también ahí es donde ha centrado sus intereses su hermano José –aún más desde la muerte del emperador Leopoldo en 1705–, a quien su padre había asegurado los territorios españoles en el norte de Italia en el mismo momento de reconocer al segundogénito, Carlos, como rey de España, lo que explica las múltiples tensiones generadas entre hermanos y los fieles seguidores de cada uno de ellos por acceder al dominio de estas tierras. Viena y sus aliados europeos focalizan los esfuerzos en conseguir el éxito militar al otro lado de los Apeninos, primero en Turín (1706) y después en Milán, marquesado de Finale y Mantua, campañas donde emergen las figuras de los grandes capitanes militares de la época, como Eugenio de Saboya, a través del cual se traza un interesante esbozo de las dificultades con las que se topa la corte austriaca en este Estado de Milán, o la del conde Wirich Philipp von Daun, quien, gracias a la neutralidad de los Estados Pontificios, conduce a las tropas josefinas hasta Nápoles en julio de 1707, donde desempeñará el cargo de virrey interino mientras el emperador y su hermano Carlos decidan un nombre para ocupar el puesto de forma permanente, haciendo patente el enfrentamiento entre ambos monarcas por el control de Milán y Nápoles.

Consolidado el dominio en Italia, y marcadas las líneas maestras de la pugna entre los dos hermanos por mantener las áreas de influencia en dicho territorio, José tiene las manos libres para volcarse en el apoyo a la causa de los Habsburgo en el escenario español de la contienda con el envío a la península Ibérica de algunos de sus mejores generales, caso de Guido von Starhemberg, mientras Carlos pone en marcha la maquinaria del gobierno italiano a distancia. Los medios empleados, las instituciones creadas para su control y manejo, las trayectorias de sus protagonistas principales, caso de Francisco Moles, duque de Parete, o de Juan Antonio Romeo…, son analizados en detalle por Quirós Rosado, profundizando en el establecimiento de redes clientelares, aparición de tramas corruptas y los problemas administrativos, políticos y sociales que generó el gobierno provisional de Carlos III en Italia desde su corte en Barcelona, a la que acudían todo tipo de pretendientes, tanto españoles que habían vivido largos años en Italia como italianos de nacimiento, para conseguir influencias, cargos de renombre y prebendas regias. La junta de Italia, perfilada con gran rigor en cuanto a su creación, integrantes y funcionamiento, es estudiada como prototipo de institución consolidadora del control carolino de los asuntos en las tierras al sur de los Apeninos, repitiendo un modelo de gestión y actuación acuñado ya en el Seiscientos, antes de dar paso al análisis de las campañas del verano de 1710 que, tras las victorias de Almenara y Zaragoza, franquean el paso del Ebro al archiduque y posibilitan su entrada en Madrid. También se ahonda en los debates que tuvieron lugar en Calatayud entre los generales aliados, que decidieron el rápido avance hacia Castilla sin consolidar a la vez un avance hacia Navarra que lograra taponar los posibles refuerzos de tropas francesas, una postura que el propio Carlos III señalaría como causa de su precipitada salida de la capital hacia Toledo en el mes de septiembre. En diciembre, la derrota aliada en Brihuega pone el punto y final a las aspiraciones carolinas de una sucesión íntegra de la monarquía de España, dando cauce a la propuesta que la diplomacia francesa había hecho para poner fin a la guerra de Sucesión, otorgando su cuota de poder y dominio territorial a cada uno de los litigantes por el trono en esta contienda: la división en “monarchie d’Espagne d’Orient et en monarchie d’Espagne d’Occident” (p. 130). La inmediata muerte del emperador José en 1711 abre la puerta, durante unos breves años, a la realidad de esta “doble monarquía”, aunque reunida en una sola persona, al aglutinar Carlos III sobre su corona la herencia hispana y el Erblande centroeuropeo, periodo que el autor analiza desde la perspectiva de un gobierno bicéfalo de Italia, dividido, ahora de forma muy clara y evidente, entre la corte de Viena, a la que acude para ser investido como nuevo César, Carlos VI, y la de Barcelona, donde queda como regente su esposa, Isabel Cristina de Braunschweig-Wolfenbüttel. Sin embargo, la coronación de Carlos como nuevo emperador también acabará por desplazar hacia Viena las luchas por conseguir poder e influencia que habían marcado la vida cotidiana en la corte de Barcelona desde su establecimiento en 1705, a la par que quedan centralizados en la capital austriaca los asuntos relativos al gobierno de los territorios italianos.

Así se da paso al segundo (“Divide et Impera? Privilegio e integración de elites italianas en la monarquía carolina”, pp. 206-292) y tercer (“Del buen gobierno al Diritto della nazione. El ejercicio de un poder ejecutivo a través de la gobernanza de Italia”, pp. 293-412) capítulos del libro, ambos más breves que el primero y de carácter más descriptivo, y ya plenamente centrados en los asuntos políticos-administrativos. En ellos se abunda en la conformación de los sistemas de gobierno en la Italia carolina, donde la obtención de títulos nobiliarios fue directamente proporcional a la necesidad de ostentarlos para conseguir cualquier preeminencia social y política. De esta forma se establece una suerte de nueva sociedad “feudal” basada en una verdadera política señorial de la que solo quedaron al margen territorios concretos como el llamado Estado de los Presidios –conjunto de enclaves costeros del Tirreno (principado de Piombino, plazas de Orbetello, Talamone, Ansedonia, Porto Santo Stefano, Monte Argentario y Capalbio)– que habían sido tomados a los españoles por los imperiales desde finales de 1707, y cuyos territorios fueron ampliados en 1712 con la conquista de Porto Ercole tras la acción militar del general Zumjungen, con el apoyo naval del virrey de Nápoles, el conde Borromeo. El reconocimiento regio al apoyo a la causa austriaca se hizo patente a través de la concesión de todo tipo de gracias y prebendas, títulos nobiliarios, grandezas, toisones y hasta estados señoriales, sobre todo en relación con aquellas familias, tanto españolas como italianas, que mudaron su inicial adhesión al candidato filipino por el apoyo a Carlos III en el transcurso de la contienda, como medida de presión para lograr ampliar las lealtades de cara a una victoria final de los Habsburgo sobre los Borbones. Quirós Rosado plasma de manera muy visible esta política señorial de reparto de premios y títulos, distribuyendo en varias tablas y gráficos toda la información recopilada sobre las Grandezas de España y Toisones de Oro concedidos a potentados italianos y sobre títulos nobiliarios concedidos en el Estado de Milán y en Nápoles (pp. 280-291). Si en el segundo capítulo el autor centra su estudio en la compleja integración de las élites italianas en la monarquía carolina, sus causas e intereses y las tensiones generadas en su intento de acceso al poder, en el tercero el objetivo es el análisis de la inserción de los españoles en los territorios italianos conquistados y cómo estos fueron consiguiendo ensamblarse como parte principal de las instituciones de gobierno en representación de las lineas políticas carolinas, entre la aceptación y el rechazo de las élites locales. Se analizan quiénes salen y quiénes se quedan al frente de consejos y tribunales tras los sucesivos avances militares del ejército aliado en Italia, estableciendo quiénes son los prohombres de la nueva política en Lombardía y Nápoles, con las tensiones que van apareciendo ante el deseo de acceder a los puestos de mayor relevancia política. Merece especial atención el estudio de las secretarías de gobierno de la Italia carolina, que encumbraron a figuras como Giuseppe Fedeli, y de los presidi españoles como oficiales/militares garantes del control político en el reino de Nápoles, con atención especial a figuras como Antonio Tomás de Cabanillles, conde de Casal, o Agustín Antonio de Toledo, marqués del Villar. Las visitas judiciales se alzan como mecanismo de fiscalización política con objeto de sostener un sistema basado en la circulación de súbditos españoles que han de mantener la fidelidad al monarca, de tal manera que se hace perentorio el control de todos sus subordinados en las provincias lombardas y napolitanas, estudiándose en detalle las causas contra el marqués de Acerno y el duque de Lauria, regentes en ambos territorios.

En las conclusiones (pp. 413-419), Quirós Rosado abunda en el perfilado de un Carlos III que mantiene un papel principal en el proceso de conformación de una monarquía autoritaria en consonancia con las que van surgiendo en la Europa del siglo XVIII; un Carlos III que es protagonista de la nueva monarquía multinacional que aparece como resultado de su propia herencia fraterna, apuntalada por el resultado de guerras y diplomacias, y, en definitiva, un Carlos III volcado en unir y reunir a todas las comunidades que apoyan su causa dinástica, por encima de diversidades y diferencias de origen geográfico, social o económico, pues a todas necesita para hacerla triunfar y para mantenerla en el tiempo, para lo cual no duda en practicar una evidente economía de la gracia (p. 418) para contentar tanto a elites locales como a la colonia española, al tiempo que se asegura su lealtad y fidelidad durante la contienda militar y en los años inmediatamente posteriores. La obra se cierra con un breve pero útil Glosario institucional (pp. 421-423), la exhaustiva relación bibliográfica (pp. 425-459) y un eficaz Índice onomástico (461-467), que completan un ensayo importante sobre una cuestión a la que la historgiografía ha prestado poca antención hasta el presente; un estudio muy minucioso y bien estructurado, resultado óptimo de una concienzuda investigación previa, que consigue guiar al lector por los vericuetos políticos de la causa de los Habsburgo en España e Italia en un escenario militar dominado por la realidad y los ecos de la guerra de Sucesión.

Beatriz Alonso Acero

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