DISCURSO DEL MINISTRO DE DEFENSA CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO A LOS FALLECIDOS EN MISIONES INTERNACIONALES

29/05/2006 Twitter

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Como se dice en la placa del monumento que ahora inauguramos, lo hemos erigido en memoria de quienes dieron su vida por la paz en misiones internaciones de las Fuerzas Armadas de España. Este es su propósito: recordarles y ponerles de ejemplo.

Fue pensado tras la tragedia del Yakovlev, de la que el viernes pasado, día 26, se cumplieron tres años. Y se ha concretado -como hubieran querido cada uno de los 62 militares que murieron en Turquía- en este homenaje a todos, sin exclusión ni olvido.

Sabemos que el acto que ahora realizamos, sin duda, produce dolor: recordar a quienes ya no están con nosotros, a los que perdimos con sobresalto, repentinamente y para siempre, cuando se encontraban lejos de nuestras casas en el curso de una misión.

Por eso, lo primero que quiero pedirles es perdón. Perdón por el dolor que inevitablemente revivimos ahora. Pero comprobar, frente a ese dolor, que se trata también de un acto de consuelo y de solidaridad.

El consuelo que pueda traernos su memoria, el hecho de rememorarles con afecto, la intención de perpetuarles por sus nombres inscritos para siempre en este lugar.

Y es un acto, igualmente, de solidaridad. En torno a cada uno de ustedes se ha vivido, haga más o menos tiempo, una tragedia. Pero ahora aquí, al reunirnos, nos estamos acompañando todos en nuestros sentimientos; nos damos una compañía que seguramente ayuda más que las palabras; todas esas palabras que tantas veces sobran ante quien, de pronto, se queda sin su hijo, sin su padre, sin su pareja o sin su amigo.

Son 124 personas. Aquí están sus nombres. Les recordamos juntos y quisiéramos que este recuerdo a todos, en común, sirva de mayor consuelo a cada uno.

No podremos evitarles el dolor de su ausencia, pero sí que debemos hacer justicia a su memoria

No podremos evitarles a ustedes su drama personal e irrepetible, pero queremos que cuenten con nuestra comprensión, con nuestra ayuda, con nuestro afecto y, sobre todo, con un inmenso respeto.

Estamos haciendo homenaje a quienes han perdido sus vidas trabajando al servicio de España en alguna misión internacional.

El más reciente ha sido el Cabo 1º don Javier López Peláez, que murió en Kosovo el pasado 11 de abril, exactamente el mismo día en el que yo estaba llegando al Ministerio.

Los más antiguos, el 2 de enero de 1987, en Guinea Ecuatorial: los capitanes Salcedo y Castro y el Subteniente Álvarez.

El más joven, con 20 años de edad, el soldado don Iván Vázquez, el 16 de agosto de 2005, en Afganistán.

El mayor de todos, el contraalmirante honorífico Martín-Oar, con 56 años, el 20 de agosto de 2003 en Irak.

Fueron 124 personas que perdieron la vida repartidas por los cinco continentes.

Personas del Ejército de Tierra, de la Armada, del Ejército del Aire, de los Servicios de Inteligencia y de la Guardia Civil.

Todos aceptaron el riesgo de su oficio y su misión. Algunos eran incluso voluntarios, o repetían en el mismo lugar o en una nueva misión internacional, porque su trabajo les producía satisfacción y llenaba de sentido sus vidas.

Desde 1987 -el año del accidente de Guinea- hasta la actualidad hemos sido siete los ministros. Pero al enunciar ahora estas palabras no pretendo trasladarles el sentir de los ministros ni el de los Gobiernos que se hayan sucedido en España.

Quiero que sientan, sobre todo, la condolencia y el reconocimiento de los españoles, la gratitud de las gentes de los países en los que ayudaban, porque así nos lo manifestaron y porque, con los españoles, de corazón, también sufrieron su pérdida.

Descansen en paz nuestros soldados, y que vivos perduren su recuerdo y su ejemplo entre nosotros.

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