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Transcripción

El Real Instituto y Observatorio de la Armada se erige, desde hace más de 250 años, sobre el cerro de Torre Alta, en la isla de San Fernando. Oteando imponente toda la Bahía de Cádiz.

Es el guardián del tiempo. Su trabajo más conocido, y el que más repercute en la vida cotidiana de todos los españoles es, sin duda, el cálculo y la difusión de la hora oficial de nuestro país.

Desde allí, seis relojes atómicos certifican el segundo exacto de cualquier acontecimiento en nuestras vidas. Creado para estudiar las estrellas y enseñar astronomía a los guardiamarinas, el observatorio fue incorporando, a lo largo del tiempo, otras tareas de vital importancia para la Armada y para la ciencia.

A mediados del siglo XX, en plena carrera espacial, el ROA instaló el primer sistema de seguimiento de satélites de Europa, sumándose así a la conquista del espacio. Hoy, un potente telescopio láser corona la cúpula del observatorio.

Gracias a él, y a otros 30 aparatos similares repartidos por el mundo, se puede observar cómo disminuye la capa de hielo en los polos, estudiar la evolución del nivel medio del mar y otros efectos del cambio climático.

Las observaciones meteorológicas, sísmicas y magnéticas, llevadas a cabo por el Observatorio de la Armada, han ido labrando durante un cuarto de milenio su prestigio internacional en el campo de la geofísica. Siempre a la vanguardia de la investigación, este centro fue pionero en las campañas de geofísica marina realizadas en la Antártida.

El ROA alberga también un patrimonio histórico-artístico que podría convertirlo en un museo. De ese material destaca el Depósito de Cronómetros e Instrumentos de Marina y una extensa biblioteca con más de 30.000 volúmenes que incluye incunables de gran valor.

Las publicaciones del 'Almanaque náutico' y de las 'Efemérides astronómicas', editadas periódicamente desde finales del siglo XVIII, son otras de sus joyas que permitieron a los oficiales de la Marina española aplicar la mecánica celeste para calcular su situación en la mar.

Toda esta labor ininterrumpida durante más de dos siglos y medio, hace que este bello edificio de arquitectura neoclásica encierre entre sus muros el centro científico más antiguo de España y uno de los más importantes del mundo.

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