El cabo primero Alfredo Garrido atiende las señales del jefe del equipo de asalto. Pegado a él, Jimmy, un pastor belga malinois de ocho años, espera paciente la orden de su guía.
Permanece sentado, aparentemente ajeno a la progresión silenciosa de la patrulla armada, pero alerta: las orejas en punta, las fauces abiertas, el movimiento acompasado e incesante de la cola y la mirada clavada en las puertas acristaladas cerradas frente a él.
Está listo para actuar. Al menos una treintena de rehenes permanecen al otro lado, custodiados por un número indeterminado de terroristas que han provocado el pánico en un centro comercial en el corazón de la ciudad.
En apenas unos segundos, el caos. Dos rehenes logran huir y tras ellos corre uno de los secuestradores. Es el turno de Jimmy, que se abalanza sobre el atacante con un salto tan preciso como eficaz, neutralizando al terrorista y atenazando sus extremidades para evitar cualquier movimiento. Su labor ha concluido, por ahora.
Hoy no se registran víctimas. Es solo un simulacro de atentado terrorista realizado en el Centro Militar Canino de la Defensa (CEMILCANDEF). Con distintas denominaciones, esta unidad dependiente del Centro Militar de Veterinaria se ocupa desde hace 35 años del adiestramiento de guías y perros para su empleo en misiones de las Fuerzas Armadas. Situado desde sus orígenes en el acuartelamiento General Arteaga, en el distrito madrileño de Carabanchel, es un centro de referencia en Europa. En 2017 por sus aulas e instalaciones pasará un centenar de alumnos de los ejércitos, la Armada y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en 14 cursos distintos y se adiestrarán más de 200 perros.